Intravia, o de cómo convertirse en jabalí

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«Una premisa: silencio, un consejo: sed generosos con la luz, un tranquilizante: no queremos daros miedo. Una orden: seguidme … «. Gerard Ortín – Intravia.

Y se encuentran caminando en silencio, en una disciplinada fila india -no podría ser de otra forma, el no-camino no lo permitiría-, avanzan bosque a través, dócilmente, dejándose guiar por unos desconocidos. Enfrente, dando ejemplo, el jefe de la manada; todavía hay un par más de ejemplares adultos que vigilan las crías; no resulta fácil decir quién es hijo de quién en esta oscuridad -la luna aún no ha salido-, pero da igual, todos cuidan de todos, que no se pierdan, que no se escapen, que no se despeñen. Sólo un poco, sólo sentirse un poco perdido, no se sabe dónde están; y un poco despeñados, en cada resbalón de cada paso en falso en la oscuridad, pero sólo un poco, porque saben que no va de miedo. Es la única forma de descubrir los lugares secretos de los jabalíes, viendo lo que sólo ellos pueden ver, sintiendo lo que sólo ellos sienten, el olor a musgo, el tacto de la corteza húmeda de los pinos, el barro que resbala bajo tus pies. Y el silencio.

En el silencio se escucha que Collserola es un bosque urbano, muy urbano, las orejas animales escuchan todos los indicios de presencia humana en los umbrales del bosque, en la proximidad de la carretera, los coches, las voces, aviones que sobrevuelan un cielo tupido, perros, gallinas… Al llegar a la carretera, a oscuras, los coches son faros, y parece como si fueran los oscuros protagonistas de una película y que los hubieran abandonado en una oscura curva de una carretera desconocida. Imagina un jabalí con su multitud de crías asustadas, «cruzad rápido de tres en tres, ¡cuando yo os lo diga!».

Esta naturaleza no es bucólica, lejos de los romanticismos que se dicen sobre la naturaleza, lo puro y salvaje, al adentrarse (-intra) hasta el núcleo, se llega a ese punto donde tanto puedes encontrar lo que buscabas, como lo que hubieras preferido no saber. Intravia se adentra, siendo implícito en el acto de adentrarse la desromantización y el encuentro con el límite entre lo natural y lo construido, como construida es también la idea de naturaleza, aunque sea a oscuras.

No deja de ser increíble la capacidad de convocatoria de esta propuesta, que en la noche de un gélido sábado de diciembre reúne unas 15 personas dispuestas a arrastrarse por los caminos húmedos y oscuros de Collserola. Aunque nos han advertido repetidas veces de que hará mucho frío, que las temperaturas caerán a cero por la noche, que vayamos bien calzados y abrigados; todos aparecen puntualmente a la cita. La curiosidad puede más que el frío.

Hacer del recorrido la experiencia y de la experiencia la obra. Participar, en este caso, es vivir, es participar con el cuerpo, con los pies fríos y el culo mojado cuando resbalas y caes. Invocar los cuerpos en lugar del intelecto para dejar que la humedad y la oscuridad resuenen en una naturaleza desromantizada, performada, intervenida, casi construida.

El frío, el barro, la oscuridad, el silencio, los resbalones, podrían ser parte del atrezzo anti-romántico, y forman parte del ritual que nos propone Gerard Ortín en su propuesta para BCN Producción 2012. Ortín y su banda actúan desde la distancia, la relación con sus ’invitados’ es fría y distante. La forma cómo indican las instrucciones el resto del camino, se configura en unas pocas normas básicas inapelables, dicen: ’silencio’ y eso es lo que se espera de nosotros, cuerpos silenciosos. Especialmente el caminar en silencio, eliminando cualquier rastro de un posible paseo ocioso, da a la acción un carácter ritual.

Caterina Almirall.

Originalmente publicado en http://www.a-desk.org/highlights/Intravia-o-de-como-convertirse-en.html

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