Hay quien se pone unas gafas de sol por tener más carisma y sintomático misterio

Se ha hablado mucho en Teatron estos días sobre la necesidad de descentralizar y colectivizar las narraciones (por ejemplo, aquí). Poco a poco lo vamos consiguiendo, le joda a quien le joda. Pero también, desde hace unos meses, desde algunos think tanks se está configurando una realidad escénica que merece la pena ser cuestionada. Dibujemos una cara más al poliedro. La portada de la semana pasada de El cultural de El mundo da qué pensar. El titular reza así: “El off madrileño asalta la cartelera. Big bang en las salas alternativas”. En verano fue el Babelia de El País, con un extenso reportaje sobre lo que bautizaron como “El teatro de la resistencia”, y hace un mes un panfleto publicitario en ABC.es que retrataba “Diez salas alternativas de Madrid”.

Pongamos que cualquiera de nosotros tiene un primo o una prima que ni se acuerda de la última vez que fue al teatro, o que le suena que le llevaron a ver con el colegio “La venganza de Don Mendo” o algo así, pero nunca sabe a qué teatro porque seguramente ahora tiene nombre de helado o de aseguradora. Pongamos que charlando con nuestra prima o nuestro primo surge el tema del teatro y tal, porque nos quiere y sabe que nos gusta y eso, y dice:

Joder, ¿hay que ver cómo está el patio? Llevo un tiempo leyendo por ahí que el teatro va de puta madre. Y luego lo del teatro alternativo. La de salas alternativas que no paran en Madrid de hacer teatro alternativo. ¿Estarás contento? ¿no?

¿Alternativas? ¿alternativas a qué? ¿alternativas a qué tipo de tradición escénica? ¿alternativas a los dinosaurios públicos? ¿alternativas a los teatritos privados? ¿alternativas a las grandes cagadas privadas? ¿alternativas a las alternativas de siempre? ¿alternativas para qué público? ¿alternativas para qué tipo de creadores? ¿alternativas a qué industria escénica?

Que quede claro, mola que se haya generado este movimiento escénico en Madrid. Parafraseando a Perogrullo, cuantas más salas de teatro abran, mejor; cuanta más gente esté haciendo teatro, mejor; cuanto más público vaya al teatro, mejor; cuantas más posibilidades existan en el campo escénico, mejor que mejor.

El problema es, por decirlo rápidamente, la apropiación de un universo lingüístico. Palabras como vanguardia, experimentación, etc., no sé si pertenecen al mismo universo que Microteatro por dinero, La casa de la portera, etc. Por supuesto que cada sala es un mundo, y habría que hacer un análisis pormenorizado de ellas. Pero como decía antes, se está gestando una narración que parece haber conformado una realidad escénica compartida masivamente, en la que Madrid está lleno de salas alternativas como Nave 73, Sala Mirador, Sol de York… en donde se hace un teatro alternativo que, a lo mejor en esto sí que tienen razón, lo está petando en taquilla. Pero el tipo o los tipos de propuestas escénicas de dichas salas en poco se distinguen de aquellas que se programan en las anquilosadas salas públicas y privadas que sirven de negativo al definirlas y categorizarlas. El lenguaje es perverso. Una de las primeras compañías del actual director del CDN se llamaba “Producciones Marginales”. En los artículos mencionados se pueden leer cosas como:

“Un abigarrado circuito de espacios de pequeño formato que se suma a otros emblemáticos del off madrileño: Cuarta Pared, Triángulo, Alfil, Pradillo…”

“Autores y directores han encontrado su hueco en espacios de vanguardia”

“Sobre sus tablas se encuentra la esperanza de renovación del teatro en la capital”

“Son un laboratorio perfecto en el que experimentar con nuevos lenguajes escénicos”

 “La explosión está aquí y todo el mundo la aplaude”

Esto es lo que el público recibe, y consecuentemente es lo que busca cuando va allí, y lo que seguro termina encontrando. Ojalá fuera como lo cuentan, de verdad, pero no creo que así sea. Por dibujar una cara más al poliedro. Por cuestionar toda esta narrativa… No me creo lo que me cuentan. Y estoy convencido de que esta historia hace un flaco favor a las artes escénicas.

Lo repito, estupendo que abran salas, estupendo que los creadores encuentren un espacio en el que desarrollarse, estupendo que el público de teatro aumente… pero llamemos a las cosas por su nombre. Si al decir tobogán estoy diciendo tiburón, o si al decir esponja estoy diciendo tenedor, tenemos un problema. Confunde. ¿Alternativas? NO en cuanto a innovación y renovación de lenguajes escénicos… o sí, lo cual será preocupante a medio plazo. SÍ, vale, alternativas en cuanto a otra forma de entender la industria escénica, de la que habría que aprender algo.

Por ejemplo, han utilizado y evidenciado el deseo latente que existía en el público de encontrar algo nuevo. Atención, la gente está ávida de experiencias vivas. Aprovechémoslo. Dejemos de lamernos las heridas. Sabemos que el público se hace.  Blablablá. Pues a por él. A por el público y a por sus gustos. En Barcelona ya pueden celebrar la tercera temporada de la Secció Irregular del Mercat de les Flors. En Madrid Teatro Pradillo es una prueba más de que hay esperanza y mucho trabajo por hacer. Los problemas de este tipo de propuestas son otros. Tu Perra, promiscua colaboradora en Perro Paco nos hablaba de ello en su último post. Es verdad que en este país existe un techo para dichos contextos escénicos. “¿Y qué vais a hacer con ese techo?”, preguntaría nuestro primo o prima. A lo que tendríamos que responder: reventarlo a hostias. A ver qué pasa.

Un Perro Paco

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16 thoughts on “Hay quien se pone unas gafas de sol por tener más carisma y sintomático misterio

  1. Claramente lo “alternativo” de las salas “alternativas” no se refiere a su modo de dialogar con el discurso hegemónico.
    Se utiliza el adjetivo “alternativas” (opción entre dos o más cosas) para referirse a espacios que no pertenecen al circuito comercial ni al oficial.
    La diferencia más palpable que tienen con esos otros espacios es el aforo.

    La verdad es que no veo ahí un problema.
    En todo caso, celebro la existencia de programaciones coherentes como la de Pradillo, que generan un perfil claro.
    Y espero que en esta aparición de nuevos espacios cada uno de ellos vaya encontrando su lenguaje y su necesidad.

    Luego, lo que la prensa escriba, en su afán etiquetador y creador de “fenómenos” que den tema de charla en la sobremesa familiar, siempre es impune y diluye toda particularidad, porque en última instancia, aquello de lo que habla, a su medio no le importa.

    La única manera de generar una portada sobre el tema es convirtiéndolo en fenómeno. Y es una putada, sí.

    Pero no creo que afecte negativamente al hacer concreto de cada espacio.
    En todo caso llevará público. Y el público verá (con mayor o menor suerte, de acuerdo a la lucidez del programador) cuál es el perfil de esa sala y si la alternativa tiene algún alcance estético o se refiere al aforo.

    Abrazo y enhorabuena por el blog.

  2. ¡Qué revelador el primer comentario! ¡Al final, era una cuestión de tamaño!
    Si es cierto que “la diferencia más palpable que tienen (las salas alternativas) con esos otros espacios (los teatros oficiales) es el aforo” entonces podemos pensar que “alternativo” es sinónimo de “pequeño”.
    Probemos a ver qué pasa:
    Cuarta Pared es lo mismo que Teatro Amaya, pero en pequeño.
    Sala Triángulo es lo mismo que el Teatro Príncipe Gran Vía, pero en pequeño.
    La Casa de la Portera es lo mismo que el Nuevo Teatro Alcalá pero en pequeño.
    Teatro Lagrada es lo mismo que el CDN pero en pequeño.
    etc.
    ¡Parece que la fórmula funciona! ¡Qué revelador! Todos estos años dándole vueltas a lo “alternativo”, pensando que el término se refería a algo más complejo y ahora resulta que era solamente una manera de aludir al tamaño de las salas. Y, la verdad, tiene sentido: si uno coge las obras que se programan en los teatros “grandes” e, imaginariamente, reduce su escala y las hace pequeñas, en efecto, resulta fácil sospechar que el resultado sería muy parecido a lo que se programa hoy en las llamadas “salas alternativas”! ¡Funciona! Pero entonces, ¿por qué no se deshacen de una vez por todas de ese adjetivo engorroso, dejan de llamarse “alternativas” y comienzan a denominarse simplemente “salas pequeñas”? No suena nada mal, escuchen: “el teatro pequeño”. Da qué pensar, ¿verdad? Un “teatro pequeño” para una ciudad que se hace cada vez más “pequeña”, gobernada por unos señores muy “pequeños”, con una mayoría de ciudadanos que se conforman con lo “pequeño”… qué extraña armonía!!!..

  3. Lo del alternativas es un tanto hueco. Todas las salas han estado estos años atrás y ahora aunque menos bien untadas de subvenciones. Lo alternativo comiendo de la mano de festivales pagados por la comunidad de madrid, del ministerio de educación, cultura y deporte, de institutos de cultura pertenecientes a embajadas de países variados…
    Ser alternativo es pura estética.

    Me gusta el juego de Jaime
    Pradillo es igual a Teatros del Canal pero en pequeño
    Microteatro es igual a Teatro Latina pero en pequeño

  4. continuando con los sinónimos…

    Si lo que diferencia Teatros del Canal de Pradillo es una cuestión de escala,

    Si entonces ‘alternativo’ es sinónimo de ‘pequeño’:

    ¿no es cierto que ‘pequeño’ en este caso también corresponde a ‘precario’?

    La glamurarización de lo ‘precario’ es otro fenómeno.

    Con lo cual, una de las diferencias posibles que sería interesante analizar es: ¿cuáles de estas salas permiten que lo ‘pequeño-precario’ de cuenta de su problemas? ¿de qué maneras esta ‘condición precaria’ les permite generar otros modos de organización que interrumpan las coordenadas de lo ‘oficial-grande’?

  5. Escribo rápido (ya lo haré con más tiempo):
    Solo aclararle a Jaime Conde que no fue mi intención venir a revelar nada.
    Dije “La diferencia más palpable que tienen con esos otros espacios es el aforo” porque me parece es un rasgo que encuentro y que me sirve para pensar la cuestión en términos económicos y no estéticos. No pretendía cerrar ninguna reflexión.

    Por otra parte, no creo que “alternativo” sea sinónimo de “pequeño”. Vamos, no es que no lo crea, no lo son.

    De todas maneras, gracias a este malentendido leo la pregunta de Paz Rojo:
    “¿cuáles de estas salas permiten que lo ‘pequeño-precario’ de cuenta de su problemas?” y me parece una gran pregunta. ¿A cuántos les interesa pensar el teatro con conciencia de los medios de producción, del lugar que se ocupa? ¿Y en qué casos esa problemática atraviesa la estructura de las obras?

    Para terminar, si estamos “tantos años dándole vueltas a lo alternativo”, igual está bueno también pensar no sólo en las salas alternativas, sino en la alteridad en términos más generales: de qué manera dialogo con “lo otro”.

    Y por último, la ironía: qué pereza.
    Me voy, que llego tarde a una sala alternativa.

  6. Creo que se desvía aquí la atención del tema realmente candente. El teatro. No el espacio ni su aforo. El Teatro alternativo se asoció a nuevas formas, a trabajos más comprometidos y arriesgados, y no a un estilo, a una moda. No se busca una marca sino un cambio. Y la verdad que hace ya tiempo que todo el entramado “alternativo” dejó de serlo, alternativo, para convertirse en una repetición mil veces vista de lo que algún día fue alternativo al teatro convencional. Se ha creado un estilo. “Somos alternativos”. Bueno, cada loco con su tema.

  7. Bueno, como soy viejo me toca. A finales de los 80 se crean unos espacios que intentan dimensionar el hecho escénico desde otro lado. Tanto estética, política como economicamente. No sólo hacer un teatro “arriesgado” que no sé que es eso. Pero sí hacer un teatro “abierto”, abierto al público y abierto a las compañías con las que tuviese unas afinidades estéticas. Esto último es importante. No se estaban abriendo espacios para que la gente se jubilará con un buen rédito. No se estaban abriendo espacios para que la compañía o director que los estaba abriendo acaparara la cartelera… Pero fue llegando la vida cotidiana y dura de una sala, dura y deformadora: espacios que iban haciendo negociete con escuelas escolásticas, que se dedicaban al teatro infantil pues era lo que rentaba, que fueron pillando subvenciones y poco a poco sirviendo de utilidad social como espacios de programaciones públicas que se pagaban muy bien. Y todos los debates de lo que significaba tener un espacio de investigación y exhibición de tales caracterísitcas (hubo incluso fructíferos debates sobre qué significaba artísticamente “hacer” a un metro del espectador), todo eso, se fue olvidando. Entre una cosa y otra, entre la programación que tienen para los festivales, entre que tienen infantiles todos los días y no hay quien monte, en que tienen sus propias producciones que repiten y repiten y acaparan la programación; pues se han convertido en negocios familiares (a veces de familias disfuncionales, pero familiares de estructura al fin y al cabo).
    Por todo ello, ya no vale hablar de un espacio alternativo que da cabida, que auspicia, que se articula en la vida barrial, que es interlocutor con una creación independiente y de investigación en este país… Se vendieron a la Fausto, creían que compraban tranquilidad, solvencia o solidez y compraron muerte. Unas se desgastaron, otras subsisten, otras chupan, y las menos, una o dos en toda España, no más, hacen algo que tiene que ver con los presupuestos ideológicos con los que nacieron. Y ni eso. El problema no es de los medios, el problema es la realidad. Las personas que conoces y sus derivas. Eso sí que es un problema. Si pueden, ustedes que son jóvenes, róbenselas , vayan a esos espacios y échenles a la calle y quédenselos, y florezcan.

  8. Creo que no debe ser muy difícil adivinar qué tipo de alternativa ofrece cada sala que se hace llamar así. En realidad basta con ver el tipo de producciones que se ofrecen, qué relación establecen con ellas y cuáles son sus prioridades, cómo funcionan, cuál es el motor. No sería problemático en sí que La Triángulo , por ejemplo, se parezca más a un salón de fiestas por alquiler que a un espacio vinculado a la creación de lenguajes escénicos . El gran problema es cuando se sustentan con dinero público y ahí, no dista mucho del problema de los teatros oficiales, es un temita de escala nomás, más deprimente para las pequeñas que quisieran ser otra cosa. Lo que entra en juego en estos casos, sería algo así como la responsabilidad y la noción y /o dimensión del compromiso que implica gestionar dinero público que supuestamente viene a contribuir con el desarrollo de la actividad artística y no como una ayuda a la pequeña y mediana empresa familiar. Ahí es donde en primer lugar HACE DIFERENCIA la existencia de un espacio como Pradillo . Toda una decisión y un posicionamiento políticos (lo de las otras salas que no hacen lo mismo también lo es, aunque pongan cara de otra cosa). Aunque si Pradillo no recibiera ninguna ayuda pública y pudiera seguir siendo una sala, seguiría siendo, para mí, la alternativa más relevante y la única alternativa a una generalidad porque es un proyecto artístico y un lugar donde se establece una relación necesaria con la creación escénica, un lugar que piensa y se piensa. Que no haya más de esto no es porque hay un montón de salas alternativas “que no hacen lo que sería bien hacer”, supongo que no lo hay porque no se hacen, no ocurren. Larga y ancha vida a Pradillo.

    No es bien ni mal que aparezcan decenas o cientos de espacios independientes, de autogestión que hagan cosas que a mí puedan parecerme irrelevantes, que no aportan nada estéticamente, que afirman lógicas dominantes, etc… Es.

    El tema de cómo comunican eso los medios , los dueños del relato, es otro y alcanza a todos los ámbitos de nuestra vida, da asco y es paralizante pensarlo , por suerte enfurece mucho al mismo tiempo y eso genera un movimiento.

    Que los periódicos digan que está pasando algo diferente en la escena madrileña, que inventen un fenómeno teatral y esas cosas, no cambia la relación que uno tenga con la actividad, como no la cambianba cuando no decían nada. A no ser que lo que defina la relación que uno tiene con lo que hace sea una mirada puesta sobre “ellos” siempre. Esa mirada está e iterviene necesariamente en lo que hacemos, pero nosotros podemos darle el lugar y no dejarnos determinar por ella. Quiero decir: que “la palabra de ellos” no nos arroje a la sensación de “no tener un lugar”. A mí me han hecho un reportaje que salió en Babelia el mismo día que lo de los autores (a la que os referís) , y a mí eso no me resolvió ninguno de los problemas que tengo con el teatro, empezando por el problema del sentido, que ya creo que será siempre así… Esto es algo que podríamos discutir también, me gustaría discutirlo con mucha más gente que conmigo misma. Si uno hace esas entrevistas ¿Qué está haciendo? ¿Qué está no haciendo? Yo que se…y miles de preguntas y cosas. Y luego la lógica de los premios y etc etc etc…
    Creo que si hay una pelea que dar, está en la relación que establecemos con lo que hacemos y en el intento de ser más y más conscientes cada vez de quiénes somos, dónde estamos, desde donde hablamos, a quién estamos mirando, a quién no estamos mirando…
    Por otro lado, si el problema es “la apropiación de un universo lingüístico ” y el vacío que eso hace ya no sólo en el discurso, sino en relación a la misma práctica (eso de creer que esto que hacemos es hacer eso que decimos que hacemos…) igual estaría bueno pensar, que hacen un favor quienes se lo apropian a quienes creyeron ser los propietarios. El universo lingüístico que nos identifica no es algo bien en sí, tal vez no es un bien que reclamar a los usurpadores, sino solo un intento de nombrar, como tantos otros, de quienes ponen todo el tiempo en cuestión su relación con el nombrar, una bella práctica.

    Disculpen mi caótica intervención, no se me da bien escribir (de lo cual se puede deducir que no se me da bien pensar…) Con pudor, dejo aquí una reflexión. Ahora me da miedo tener que discutir o defender algo de lo que digo, porque no estoy tan segura de todo esto. Siempre pienso que los perros me van a morder, desde chiquita.

    Ta bueno el blog.

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  10. Klaus como ves sigo tus links…. Comentemos este. Liz perales es border-líne como bien prueba su artículo. No se sí nos quieres hacer sufrir o si es chufla…. Perales: ¿a quién le importa que coño es un producto cultural? Nunca has tenido idea de a lo que te acercas solo manejas datos y los confundes hasta llegar a la atrofia de sostener un razonamiento equiparando lo público y lo alternativo. Confusión sobre confusión que no es más que miopía absurda. Cogete el stanislav y haztelo mirar. Tantos años y tan pocos frutos.

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