MAPA 07

El Festival Mapa es maravilloso. No sólo pasas un tiempo fuera de la ciudad, sino que la mayoría de actuaciones resulan insólitas. Además de la paella inicial hay varios factores que hacen de este encuentro algo único. En primer lugar se invita a la población local a que participe del evento, las obras son site-specific (hechas a propósito para el festival y sus circunstancias) y la escenografía no es otra que el Ampordà.
Ayer tuvo lugar en Pontós la cuarta edición del festival. Si en la edición anterior resultaron sobresalientes las actuaciones de Bea Fernández (cuya propuesta repitió dentro del Festival Inn Motion), Agnes Mateus y los entrañables travestíes andaluces, este año Juan Navarro y Benjamin Verdonck fueron los autores más brillantes.
El primero realizó una performance en un campo con grandes letreros, música clásica en directo y un Quad. Aunque el «Imagine» de John Lennon nos desorientó bastante y queremos interpretarlo como una ironía, Navarro creó imágenes de gran belleza y poesía: a las fotografías me remito.
Verdonck planteó una actuación tan simple como arrebatadora. En lo alto de un pino, lanzando primero destellos de luz y luego simulando una lucha por mantener el equilibrio, conservó el interés del público en todo momento.
Pep Ramis mostró un espectáculo complejo con dos partes diferenciadas. Primero el público entraba en una construcción de paja para escuchar el monólogo de un burro. Los primeros minutos del texto eran buenos, e incluso parecía que el burro hablaba de verdad, pero poco a poco el monólogo se cargaba de transcendencia gratuita e invitaba a la deserción. Por suerte en ese momento comenzaba la segunda parte del espectáculo. Las balas de paja que hacían de pared caían al suelo y los campos vecinos se convertían en un nuevo escenario. Al lado de la construcción tocaba una banda y en los terrenos más alejados aparecían personajes que avanzaban poco a poco y formaban una composición muy atractiva. En especial me quedo con las imágenes de los niños corriendo por los campos y la furgoneta dando vueltas antes de despedirse con todos los intérpretes dentro.
Nilo Gallego propuso para el primer grupo una performance con niños y ovejas dentro del cementerio y, debido a lo complicado de trabajar con un rebaño, el segundo grupo presenció una escena diferente. Primero los espectadores esperaban frente al establo escuchando el belido de los corderitos, hasta que las puertas se abrían y las crías salían en tropel para reunirse con el rebaño de ovejas adultas que volvían de pastar. Tan sólo unos minutos, pero muy emotivos.

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