«Bicho» y «Kratimosha», 11/9/2009, Festival MAPA


El viernes también asisto a “Bicho eres un bicho” de Idoia Zabaleta y Filipa Francisco. Se trata de un work-in-progress donde los espectadores se sientan alrededor de una mesa como si fueran comensales. Idoia y Filipa producen sonidos, ejecutan pequeñas acciones, dicen algunos textos e invitan a los comensales a realizar ciertos ejercicios sensoriales. En la última escena se les ofrece ingerir destilados fabricados a partir de los cuerpos de las intérpretes. Se trata de un trabajo inacabado y durante la representación tengo dificultades para entender hacia dónde se encaminan las creadoras. La frase que se incluye en el programa da una pista importante: “Ésta es la historia de una voz interior (phonos) que se hace palabra (logos) y vuelve a ser, después, voz (phonos)… y, al final, la voz que vuelve al interior, quizás al origen animal” (I. Rozas). Si tenéis curiosidad sobre cómo se ha desarrollado este proyecto podéis encontrar mucha información en su blog http://bichoeresunbicho.blogspot.com.

Por la noche, vemos otro work-in-progress de Amalia Fernández: “Kratimosha”. Esta pieza está claramente en avanzado estado de gestación y tengo la sensación de que se encuentra en un momento crucial. Hay muchos materiales, la mayor parte muy inteligentes y todos relacionados con el eje central de la propuesta. Sin embargo hay también una cierta disparidad de estrategias y una acumulación de juegos escénicos. Respecto a una pieza anterior, “Matrioshka”, Amalia Fernández explica que era “conceptualmente deslavazada” y que “surgió en un momento en el que la intuición era una pieza fundamental de mi trabajo”. A pesar de que no se refiere a esta pieza, la afirmación me resulta sugerente porque intuyo en “Kratimosha” una cierta tensión entre concepto e intuición. Por supuesto, conceptos, estéticas, éticas y poéticas no se excluyen mutuamente, pero hay en “Kratimosha” largos pasajes predominantemente conceptuales. La separación de gesto y palabra, la codificación del gesto y las variaciones sobre una narrativa determinada dan pie a un extenso trecho donde los sucesivos mecanismos se leen de forma nítida. Este fragmento de la pieza funciona extremadamente bien como ejercicio intelectual y por momentos resulta muy cómico. Junto con las canciones del final y del principio conforma una unidad definida que casi se podría entender como una pieza autónoma. A esta unidad se añaden otras escenas también interesantes  y que también están relacionadas claramente con el mismo conjunto. Sin embargo, estas otras escenas no se descifran al mismo nivel que las anteriores y hay ciertos saltos, renqueos y extensiones cuestionables. La misma Amalia parece consciente de esta dualidad en la entrevista del blog de Cèl·lula donde opone una aproximación formal y conceptual a otra que denomina “temática” y que yo me atrevería a tildar de “narrativa”, es decir, la historia del personaje y las implicaciones políticas y personales de sus evoluciones.

¿Qué hacer? ¿Asirse a la dinámica conceptual y llevarla hasta el final? ¿Abandonarla al contrario y escoger los juegos escénicos con un componente racional menos importante? ¿Intentar una síntesis que permita una coexistencia que por el momento parece algo forzada? Difíciles preguntas.

Ahora que tantos artistas se decantan por el “concepto” como brújula de sus proyectos artísticos, yo no puedo dejar de defender el papel de la “intuición”. Hace poco hice de ojo externo en una pieza con unos criterios conceptuales muy claros. Los seguimos hasta el límite con la intérprete/coreógrafa y llegamos a un resultado que resultaba muy monótono. Al introducir pequeños elementos que desde un punto de vista lógico se debían descartar sin lugar a dudas, el conjunto se arregló como por arte de magia. Y es que la escena no es una ciencia exacta. A veces la obcecación con el concepto deriva en ejercicios matemáticos desprovistos de interés. Por otro lado, sin ideas claras tampoco se llega muy lejos. Sin embargo a veces hay que saltarse las reglas que uno mismo se ha impuesto para lograr un buen resultado. Lo cual plantea una cuestión interesante: sigue habiendo una cierta lógica (la que nos permite afirmar que hemos llegado a buen puerto), pero que no coincide del todo con la lógica que nos habíamos planteado en un principio y, por otro lado, no podemos formularla con palabras. Me parece un fenómeno fascinante.

¿Qué decisiones tomará Amalia Fernández? No tengo la menor idea, pero me encantaría ver qué hace en el futuro con lo que yo percibo como problemático en su pieza. Si tuviera que apostar, intuyo en cualquier caso que implicará el sacrificio de bastantes materiales que adivino muy preciados para ella. Excelentes hallazgos que deben desaparecer: ¡qué difícil resulta desprenderse de ellos!

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