LA TENDENCIA A PERECER (O EL MIEDO A PARECER)

 

Un hombre solo en escena. Esto va a tener pretensión realista. La figura humana en medio de la nada. Con todas las posibilidades al alcance de nuestra imaginación, pero sin presupuesto. Necesitamos algo espectacular. No se mueve, al menos no se mueve por fuera. Aparentemente no se mueve. Está. Él está ahí. Quieto. Quieto por fuera. Parece que no pasa nada. Y en realidad no está pasando nada. Hay ahí un hombre solo. En escena sólo un hombre. Estáis todos mirando a un hombre solo en medio de la nada, o de la escena. Llevamos un rato mirando y empezáis a pensar en el significado de esta acción. O esta cosa, porque no hay acción. Aparentemente no hay acción.

Elucubráis. Pensáis en el título y intentáis relacionar conceptos. Lleva un rato largo. Os ponéis nerviosos. De hecho ahora hay más movimiento entre nosotros, en las butacas, que en escena. En escena está él. Él sigue ahí, solo. Aparentemente relajado. Empieza a desaparecer. No se va, no se mueve, pero cada vez es  más invisible para nosotros por nuestra ausencia de atención hacia él. Mi intención es dirigir vuestro pensamiento y hacer que penséis lo que yo quiero. No quiero dirigir vuestra mirada, sólo vuestro pensamiento. Quiero que estéis enfadados. Entonces él empieza a cagarse. Una especie de silencio colectivo nos inunda cuando percibimos esos goterones de caca líquida cayendo por sus piernas. Experimentamos la felicidad al entender lo que pasa. Ahora sí está pasando algo. La mierda es muy líquida. El suelo empieza a llenarse de mierda a su alrededor. De golpe una proyección encima de ese charco obligándonos a mirar sus pies salpicados de heces. “Los grandes poetas, los grandes actores, y en general, los grandes imitadores de la naturaleza dotados de buena imaginación, juicio cabal, tacto fino y exquisito gusto, son los seres menos sensible. // A los llorones hay que sentarlos en las butacas de los teatros, pero nunca ponerlos en el escenario” La paradoja del comediante de Denis Diderot.

Él no ha dejado de cagar. El chorro cada vez es más exagerado, aunque real, y empezamos a buscar el truco. Pensamos en el intérprete, en cómo es capaz de hacer eso, que debe comer y cuantas horas necesita de preparación para poder hacer eso en escena. Las luces son muy bonitas. Entonces entra una gran banda de música. Unas puertas enormes se han abierto de golpe y un gran grupo de gente entra con actitud festiva y carnavalesca. Trombones, bombos y cajas, violines y demás. Disfraces, pelucas, uniformes. Música alegre y kabukis explotando y llenando el espacio de confeti. La procesión pisa el charco y salpica los bajos de los pantalones de los integrantes. Nadie se da cuenta. Él sigue ahí, con la misma cara. Explosión de color y alegría. Y dice: “Todo esto en realidad nos alivia un poco. Necesitábamos algo espectacular. La fiesta siempre nos acerca a la vida. Aunque no participemos, mientras pase a nuestro alrededor nos alivia. Ver a la gente practicando la fiesta a nuestro alrededor nos deja tranquilos.” Mientras tanto los confetis de colores se mezclan con el tono monocromático del charco. La procesión se va. Desaparece. Él se queda. No se ha movido. Y dice: “Imaginamos como triunfamos y le hacemos el amor a alguien. Como cantamos. Como bailamos. Quietos, mirando como la fiesta sucede y dejando que nuestras comisuras se ericen un poco, nos mantenemos siempre pendientes para que nadie vea como nuestra cara de tontos hace patente que nos lo estamos pasando en grande imaginando que formamos parte de la fiesta y que no nos importa nada en realidad. Tememos ser castigados por divertirnos. Tememos ser obvios. Tememos que se rían de nosotros por reír.”

Se queda un rato largo en silencio. Durante ese rato deja que su risa crezca. Pasa de tener las comisuras relajadas a construir una gran abertura con su boca dibujando una gran sonrisa. Ese proceso dura unos tres minutos. Se mantiene un rato aguantando esa abertura y estirando los músculos de su cara. Se relaja de golpe.

Ahora se retira y quedan las huellas de sus pies delimitadas por sus excreciones. Las luces siguen siendo bonitas hasta que se apagan.

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