Es ésta una pieza que padece un eterno regreso sobre sí misma

 


Notas de Virginia Lázaro Villa, invitada a seguir la residencia en Pradillo.

EL AMOR Y EL TRABAJO

PRIMERAS NOTAS PARA PENSAR UNA CONVOCATORIA

Sobre un espectáculo que se repiensa de manera incesante a través/a partir de su audiencia, o del control de la misma.

Es claro el punto de partida: ¿puede una puesta en escena o una performance, da igual, repensarse en el tiempo a través de su audiencia? Y si es así, ¿de qué manera, que efectos trae consigo?. Convocar una audiencia determinada implica dirigirse a un grupo (o grupos) cultural concreto, por lo tanto y esto es evidente, la puesta en escena no tiene porque ser necesariamente extrapolable a otros;  De hecho, eso es algo casi impracticable. Ejercer este recorte obliga a tener en cuenta el contexto y demás características del grupo elegido, además de su significación especifica como condicionante directo de la puesta en escena. El por qué de la elección de dicho colectivo funcionará, inevitablemente, como significante último de la pieza. Por otro lado, si es a un grupo, el que sea, al que nos estamos dirigiendo es inevitablemente a una cuestión de identidad a la que nos estamos refiriendo: es con el encuentro entre la realidad de este colectivo y la pieza con lo que estamos trabajando.

No cabe duda de que es el espectador quien pone en marcha la acción. El que nos ocupa no es un proceso en el que el cuerpo del espectador quede fuera, colocándole delante de los ojos el objeto artístico (bien sea una performance, una película, una escultura…). Aquí la escena se entiende como un “espacio público” podríamos decir, de propiedad simbólica del asistente. Es por ello que la identidad del colectivo “público” toma importancia como agente integrante de la acción, donde su cuerpo y su mirada administra tanto espacio como los demás cuerpos, de igual manera que lo hacen los cuerpos de los actores. De hecho, es la identidad de los convocados quien gestiona el espacio que se encuentra entre el espectador y la puesta en escena no permitiendo, en cualquier caso, que los cuerpos de los actores afirmen su presencia por sí mismos si no solo al ser mirados por esos cuerpos determinados de los asistentes.

Como decía, se hace complicado que la acción pueda funcionar para sucesivas audiencias sin sufrir ninguna alteración. Además, aparece aquí la pregunta ¿cual es la relación que han de tener entre sí las sucesivas audiencias en beneficio de la puesta en escena?. Hablamos de procesos, de un repensarse constantemente, de retroalimentación. Esta pieza no se limita a evento si no que suma las experiencias recibidas a su propia memoria. Es un constante re-interpretarse más que en un trabajo de re-presentarse. Quizás desde aquí podamos pensar una función del espectador como generador de performatividad misma para el actor.

La pieza como una memoria en el tiempo

“Articular históricamente el pasado no significa reconocerlo ‘como realmente fue’. […] Significa apoderarse de un recuerdo cuando se ilumina en un momento de peligro”.

Walter Benjamin

Entender la pieza como proceso más que como evento aleja el trabajo del creador de lo histórico. Permite entenderse como artista de una manera diferente a la que tradicionalmente se ha venido interpretando: un artista histórico cuya obra se presenta de manera hegemónica. La obra, y el artista, son algo que hemos comprendido como inconmensurable en el tiempo. De la misma manera se nos ha presentado la historia y la manera de hacerla, y por lo tanto la memoria. Ninguna historia nos viene dada, todas pueden son reconstruidas.

Es esta una pieza que padece un eterno regreso sobre sí misma. Es decir, posee una memoria propia que se va creando (y reinterpretando) por medio de la interacción con los diferentes agentes, bien sean públicos, actores, accidentes o su propia documentación. Partiendo de la idea de Benjamin, de este apoderarse de un recuerdo, ejerciendo un desplazamiento del revisador y de lo revisado, podemos analizar la pieza como un “generador de documentación”. Como un evento que se ha de poner en relación con sus sucesivos, estructuralmente similares y necesariamente conectados. El evento pasado se convierte en un constructo retórico que ha de entrar en dialogo con sus sucesivos y donde, además, se esta construyendo a partir del olvido. Sin duda, se esta transfiriendo el valor al documento –aunque este sea un retazo de memoria– que queda adherido a la pieza, en vez de al acto mismo. La reactivación se realiza a través de fragmentos íntimos y no de lo histórico.

Me preguntaba al comenzar a escribir como podría ser transmitida esta memoria, si las audiencias toman parte como agente, como generar una vinculación entre imágenes, historias, experiencias y recuerdos a través del tiempo entre las diferentes funciones, como crear ese feedback. Ahora creo que quizás no sea necesario. Como proceso en el tiempo que es, este es un ejercicio sincero que va construyéndose en el tiempo y que practica la memoria desvelando su método y mostrando que es lo que hace con ella.

Virginia Lázaro Villa

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