las imágenes nos piensan

“Las imágenes nos piensan”, quizá no nos demos cuenta pero la hiperestimulación homogeneizante de un tipo de tratamiento de la imagen -ritmo, composición, textura, intención, etc-, un comportar inconsciente de las fuerzas vivas fascistas u homogeneizantes del presente nos lleva a un estado de vibración cerebral particular, a una deriva en la cual nos sumergimos tácitamente, sin posicionamiento crítico, ejecutando aquellas nuestros resortes del pensamiento a su compás, adormilando nuestra voluntad; puede parecer sutil pero no lo es. ¿Cuantos de nosotros usamos las imágenes para pensar conscientemente? ¿Cómo usamos nuestras herramientas de visualización e imaginación activa para reconectarnos con el deseo? Con un afán productivo más allá del ego, más allá de la carencia, que construya realidades, tiempo, contextos. ¿Qué tipo de movimientos están detrás del uso de las imágenes; cómo estas construyen dinámicas físicas, derivas que pautan el carácter y con el tiempo optimizan nuestros cuerpos o los distorsionan? Es importante traer luz a este tema en un contexto extremovisual como el que vivimos; sí, por desgracia las imágenes parecen haberse convertido en una extremidad radical, no participamos de ellas sino que nos inundan. ¿Cuantos somos conscientes de esto y lo frenamos para llevarlo a nuestro terreno? Para articularlo -vehicular tal flujo de imágenes- eficiente y elocuentemente con nuestro contexto efectivo, motor, deseable.
“Somos lo que comemos” en igual medida que somos los movimientos que ejecutamos; cuanto más coherente y vivo sea el grado de libertad corporal puesto en juego, de mayor grado de articulación sensible para descubrir los alrededores dispondremos. Mayor volumen de información y capacidad computacional de la misma estará de nuestra mano. Es biología simple, cuerpos tensos y dormidos no perciben los contrastes sutiles de los campos de forma -la forma informa- y otros gradientes de la textura que nos mantienen en el momento y lugar presente, que sostienen las peculiaridades de lo que acontece, de lo irrepetible y único que es cada instante. ¿Qué patrones externos de comportamiento se nos han impuesto por contagio sin ser asumidos críticamente, cuales han pasado a formar parte de nuestro subconsciente, de nuestro estado basal de movimiento? ¿Son herramientas efectivas, trajes que imprimen una deriva sensible y de movimiento consciente, o por el contrario son grados de tensión interna, constelaciones estructurales/texturales íntimas ajenas a nuestro control que marcan reacciones ansiosas, asincrónicas, que colapsan nuestra gestión del entorno? ¿Qué usos hacemos de las mismas? ¿Cómo nos movemos? ¿Qué información acerca de nosotros mismos volcamos sin darnos cuenta en el ambiente? ¿Cómo lo manipulamos? ¿Somos precisamente aquello que intentamos evitar?
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Es hora ya de obviar el idear imágenes y ofrecerlas al espectador coreografiadas para entregarse al trato rítmico del cuerpo con los otros objetos, permitiendo la práctica y el encuentro espontáneo del discurso con el espectador. Se trata de una de las circunstancias más complejas para un intérprete al abandonar las expectativas de un producto acabado por un continuo vívido de caos a ordenar siempre de un nuevo modo, en una constante actualización de las formas; aprendiendo a respirar a cada instante. Todo es cuerpo y a su través se revela y rebela el movimiento. Es entrega a la singularidad de las imágenes, descubriéndolas de cada vez en una realidad sostenida por artista y espectador en un ejercicio de encarnar la obra a medida que esta sucede, un tipo de investigación que se encuentra en los rigores de la improvisación escénica y que comunica un enorme respeto por los contenidos puestos en juego y por los participantes: nosotros, los espectadores; teniéndonos en consideración en la articulación de las calidades del movimiento, habitándolo entre todos.
Todo esto personalmente me agrada y me lleva a reflexionar en alto una vez más acerca de la hegemonía de la imagen, la ansiedad de nuestro ojo de marcar distancias e hitos. La danza está en otro lugar y son ya unos cuantos los creadores que van despertando a lo sofisticado del movimiento, dejando de recrearlo. Decía Deleuze que una obra de arte es un conglomerado sensible; pues bien, percibir el movimiento, desarrollar la cinestesia y atravesar la superficie de la imagen haciéndonos partícipes de las vibraciones que sostienen tales “imagen-cuerpo, imagen-movimiento, imagen-tiempo,..”, de sus recovecos, sin duda nos espabilará a realidades más interesantes, sutiles e íntegras. De textura y no tanto de pantalla.
El día que reviente el término de cinemática con sus asociaciones contemporáneas, y se aplique a las artes vivas, otro paradigma cantará.
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