De perros, nombres, caretas y seudónimos anonymous

Cursi es todo sentimiento que no se comparte

Ramón Gómez de la Serna

 

Mucho se trata entre bambalinas en las últimas semanas la cuestión del anonimato en comentarios, foros, blogs, críticas, crónicas y escupitajos. El propio Maestro Ramos se pronunció con la ya icónica sentencia: “Perro Paco es una especie de Anonymous de la escena ¿no?” re-situando el debate sobre las máscaras, caretas y hocicos manchados que ocultan y emborronan los nombres y los rostros.

Si Tu Perra tuviera algo que decir sobre el tema, diría esto:

El anonimato, como herramienta, puede constituir una potencia. Con luces y sombras, claro. Como en casi todo, su pertinencia depende de su uso. De su aplicación y de su utilidad.

El anonimato se constituye como una identidad desdibujada. Un cualquiera. Todos somos, por tanto, susceptibles de ser parte de esa comunidad sin comunidad. La comunidad de los anónimos. Todos los rostros superpuestos dan lugar a una rostridad genérica. Y sin embargo, este nombre común permite la individualidad más radical. Un individualidad libre y conectada. Lo hemos visto en las pantallas de nuestros ordenadores y móviles. Lo hemos visto en las calles. Lo hemos leído en muchos lados. La fuerza del anonimato. La comunidad anónima reniega de jerarquías, reivindica la asamblea, el diálogo y la reflexión crítica, personal y colectiva. La comunidad de los nadie es la voz de la multiplicidad. Del entrechocar de pensamientos. Todos somos Perro Paco. Perro Paco somos todos.

Y una de las cosas que facilita el anonimato es que las palabras no estén contaminadas. Que las ideas y el ritmo de las frases construyan una comunicación. A puñetazos o con caricias. Pero sin interferencias. Y así, se discutirán las ideas, si son útiles o fértiles o pertinentes. Y se desecharán si son improductivas o nocivas o banales. Nada más justo para un Perro. Conversación o silencio. Las palabras no tendrán el timbre de voz conocido. Las relaciones personales no condicionarán estas palabras. Quitarse un poco del medio, que diría Paniker. No dejar que las alianzas, los grupos, las comunidades y las amistades interfieran en las palabras. Palabras, palabras, palabras. Para ello, como dice el gacetillero, la única consigna, la única exigencia posible es exprimir un poco las meninges. Para que las neuronas espejo habitantes de otras meninges entren en resonancia. Y trabajen también. Para rechazar, modificar, desestimar. Pero que trabajen.

Interesante parece en todo caso que las conversaciones a media voz, los silencios, las ausencias y las reacciones indecorosas salgan a la luz. Y podamos hacerlas propias, discutirlas, tomar conciencia de los desacuerdos y, en definitiva, manosearlas. Construir algo con todo ello. Una plural conversación. Creo que esto es algo extremadamente necesario para los creadores, además. Aunque fragilice. Aunque moleste. Porque un/a autor, compañía, intérprete, coreógrafo/a o director/a de escena tiene las siguientes maneras de encontrar una respuesta del “público” o del “contexto” o simplemente, de todos aquellos que van a ver la presentación de la nueva propuesta:

1/ La reacción del público durante la pieza: cómo respira, cómo reacciona, cómo atiende y observa;

2/ Las presencias y ausencias en el patio de butacas;

3/ Las conversaciones, laudatorias principalmente, de gente que se acerca al artista después del estreno;

4/ Los silencios de aquellos que no dicen nada ni se acercan a comentar nada (esa situación especialmente absurda que convierte al autor en un apestado que excitado, dudoso y ansioso después del trabajo hecho para llegar a poner sus ideas frente o junto a otros, se encuentra hablando de cualquier cosa con los espectadores) cuando es posible que ese mismo silencio signifique tantas cosas: rechazo, incapacidad de decir, éxtasis sensible o disgusto airado…;

5/ Los, en unas ocasiones insufribles y en otras, las menos, iluminadores Aftertalks que se proponen en algunos contextos y espacios (en muchas ocasiones el autor y su obra se convierten rápidamente en una excusa para hablar, lo que se agradece cuando este hablar construye algún tipo de pensamiento en común, y entonces la obra es una excusa genial para aprender y reflexionar. Pero otras veces es simplemente el momento que algunos eligen para oírse hablar a sí mismos eternamente – no hay que ir muy lejos para saber a qué me refiero si estuvisteis en la conferencia de Michael Hardt en el MNCARS…);

6/ La críticas que puedan publicarse en la prensa (en el caso de las artes vivas contemporáneas su presencia es nula o milagrosa, y no hay mejor noticia que descubrir los textos de Pablo Caralana en El País estas últimas semanas) o en blogs y webs que siguen el desarrollo de la escena. La sensación de esta Perra es que la mayoría de estos blogs (sí, generalizando y exagerando, ¿si no como cojones voy a explicarme bien?) practican la lisonja aséptica, el bienquedar y la superficialidad en su acercamiento;

7/ La proposición de actuaciones, residencias, co-producciones, giras y bolos, que se constituye como algo fundamental para el artista, pero que sitúa la única recepción relevante de la práctica artística en comisarios, programadores y acumuladores de poder;

8/ La revisión o crítica más seria y elaborada de la “Academia”, los estudios, las publicaciones de documentación y revisión artística, etc. Algo que escasea por estas tierras y que suele ir por detrás de los propios artistas y sus trayectorias, siempre un poco tarde, siempre un poco anacrónico;

9/ Las conversaciones pausadas o exaltadas con amigos y gente de confianza, seguramente las más productivas, pero con tendencias ensimismadas;

970325_10152485266120639_652952459_nFoto de Tu Perra en su cuenta de twitter

Y poco más. ¿Y los espectadores, compañeros, artistas? Silencio o lisonja. Los Seudónimos Anonymous sólo pretenden aportar una voz más. Una voz que son muchas. Porque cuando el autor no está presente se habla mucho de las propuestas. Y todos estos diálogos maravillosos entre espectadores, entre los que conforman esa mágica comunidad incierta de “los que lo han visto”. Y también las conversaciones de los que explican lo que vieron a los que no pudieron o no quisieron acercarse al teatro, a la sala, al museo. El intercambio, las preguntas, las conclusiones inacabables. Todo eso, es lo que los Perros, de manera humilde y con tono pedante (no os preocupéis: nos estamos controlando…) pretenden arrimar a la luz. Iniciar la conversación. Con el convencimiento de que nos va a enriquecer. A todos.

Recordemos: los Perros escriben porque les sale de los huevos, sin cobrar un duro (pagando su entrada, en realidad), peleándose con el teclado del ordenador. Discutiendo consigo mismos. Tratando de generar pensamiento, coreografiar las ideas, encontrar las preguntas adecuadas. Exponer las dudas. Valorar los hallazgos. Construyendo con sus recién salidos dientes una manera de mirar múltiple. Y con todos los errores que produce una experiencia “en práctica”, no están utilizando su liquidez anónima para convertirse en un comentarista de periódico digital. ¿Escupen, a veces? Sí, claro, es que nos han dibujado así.

Es obvio que el anonimato tiene sus riesgos. Su mal uso problemático. El insulto personal y gratuito desde esa invisibilidad. Lo podemos leer en cualquier noticia del periódico. Lo más básico y rudimentario de la comunicación alienada encuentra su lugar. La reducción de la dialéctica al improperio. Llevado al extremo, el desprestigio y la calumnia desde una posición confortable. Todo esto lo vemos a diario. Pero que los árboles quemados no nos impidan ver la potencia del bosque en crecimiento.

(Flashback),

En el 2005 se creó la plataforma Youtube. En 2006 se inventaron Twitter, aunque alcanzaría el uso masivo años después. En 2007 Zuckerberg da forma a Facebook. Pero hubo un internet pre-conexión. Una world wide web pre 2.0. Era la época del anonimato. De la explosión de los chats. De la quimera de los “portales”. De los avatares. De las máscaras. Del juego y la personificación. En aquellos años, la consigna fundamental era no dejar tus datos, ni tu nombre real, no ser controlado. Cuando internet era una red que aspiraba al control a través de los portales de contenidos y el desembarco empresarial en el entorno virtual. Este control explícito tuvo como respuesta el anonimato. Años después, el desarrollo de blogs, del universo de la 2.0, traía una idea revolucionaria: que los usuarios generaran sus propios contenidos. El control pareció ceder y entonces todo explotó. Internet invadió nuestra cotidianeidad. Nos habíamos convertido en trabajadores esporádicos sin sueldo de google, facebook, tmblr, twitter y demás empresas de recogida de datos. Estos datos están siendo vendidos a multinacionales, gobiernos y lobbies empresariales. Cotizando en bolsa mientras colgamos nuestros gatitos y nuestros vídeos de la policía pegándonos y las fotos de nuestros pies en la playa y nuestros caretos en todos los estados posibles. Paradójicamente, lo que antes era dificilísimo de conseguir, ahora, en esta era de control difuso y global, está siendo regalado. Todos los “me gusta”, todos los clics, todas las galletitas. Comenzaba la era del Control. ¿Mr. Burroughs donde estará?

Y, por supuesto, la primera consecuencia de todo esto fue la marginación y desprecio a los seudónimos. No queríamos más diferencias entre el mundo virtual y nuestro día a día real. Estaba todo tan ligado, que no tenía sentido ser “muchos”. Bastante teníamos con intentar ser uno en medio de toda esta velocidad. Y ahora queríamos saber con quién estábamos hablando. Hacer amigos. Confundir la esfera pública y privada, la esfera personal y la profesional. ¡Fuera las caretas! ¡Abajo los seudónimos!

Y la posibilidad de un mundo virtual distinto del real se esfumó. Uno y otro mundo se fusionaron y el nuevo proletariado ocupó sus asientos frente a la pantalla del ordenador. Y los Cualquiera sólo podían ser quienes eran. Y llamarse con sus nombres. No podían soñar ni creerse otros. Game Over. Insert coin. Se acabó el teatro.

Especialmente sorprendente son las dudas y recelos entre la comunidad de escénicas ante estas máscaras, personificaciones y juegos performativos con la identidad. ¡Perro Paco es una puta performance! Y, a veces, mejor que muchas de las cosas que se ven en los escenarios. Recomendaría a los recelosos y jóvenes imbéciles que se rían un poco y disfruten del espectáculo. Con nombres o sin nombres, con caretas o a hocico descubierto, qué más da. ¡Que corra el aire!

Bueno, ya he llenado tres folios y necesito que me saquen a pasear si no quieren que mee en la alfombra del salón. Ni dueño ni amo. ¡Guau!

TU PERRA.

facebooktwitter

Comments are closed.