Lo que han dicho de Experiencias #2

REBELDE Y SINCERA
CARMEN DEL VAL 09/02/2009

Divertida, mordaz e imaginativa resulta la propuesta de Sònia Gómez en su último espectáculo, una pieza que pone de manifiesto el talento de esta artista a caballo entre la danza y el teatro que con sus provocadoras piezas se ha convertido en un valor en alza en el panorama de los creadores contemporáneos españoles, desértico de jóvenes innovadores que se alcen como representantes de una nueva generación de coreógrafos.

En Experiencias con un desconocido show, Sònia narra en primera persona cómo a través de su correo electrónico un desconocido puede entrar en su vida y, bajo unas normas que ella propone, la artista trabaja para él. Las propuestas son varias. El cliente puede bailar con Sònia, conocer a su madre, viajar o hacer ejercicio. Las diferentes experiencias con los hombres que han acudido a su reclamo las ha cristalizado, con gran ingenio, en escena, convirtiéndolas en un programa piloto para una televisión imaginaria.

El escenario del Mercat de les Flors acota su aforo y el público se sienta alrededor del escenario, presidido por una gigantesca pantalla de vídeo en la que Gómez va narrando sus experiencias. La primera de ellas muestra al hombre que quiso conocer a su madre; es divertida la escena en la que comen los tres juntos y cantan Clavelitos. Las escenas de vídeo se alternan con la actuación, más teatral que de danza, de Sònia en el escenario, casi siempre acompañada por el autor del vídeo, Txalo Toloza, quien calza zapatos de aguja, lo que enfatiza la carga de humor que destila la pieza.

Resulta mágico el fragmento en que se ve a Sònia corriendo por la Gran Muralla china, donde conoció al asiático que también actúa con ella en el Mercat; él a su vez corre por las calles de Barcelona. Y también el público se ríe con el contacto que sale desnudo, calzando unos zapatos de tacón alto de color verde rabioso. A lo largo de toda la obra la artista hace referencia a uno de sus primeros contactos, que resultó ser un periodista barcelonés que se invento una identidad para acercarse a la bailarina.

La autora utiliza un movimiento dinámico y electrizante que no pretende más que transmitir la energía y sensualidad que emana de su cuerpo. Es apoteósico el final en que baila al compás de la Obertura 1812 de Chaikovski. El público, en su mayoría gente joven, aplaudió calurosamente.