Sonar escurriendo_Oír a lo ancho / Fuego Verde_Isaak Erdoiza y Nazario Díaz

Aquieta mi visión, agita mi sonido.

Festival Domingo < 03 de Junio 2022 < La Casa Encendida.

El espacio se desvanece. A ratos adquiere una solidez descomunal. Intervienen intermitentemente zumbidos y respiraciones, presencias que por momentos consiguen señalarnos las fuentes de los sonidos. Todo transmuta, deviene sonido, deviene visión. Los cuerpos se funden con el crujido. El crujido apaga la visualidad.

Placer, estoy escuchando ese sonido que suena muy bajito.

Antes de entrar al patio de La Casa Encenida estuvimos en la calle, entre sus arquitecturas sonoras que siempre están por encima de nuestra capacidad de oír. Veníamos de ese revoltijo sonoro que a veces interesa y otras veces intoxica. Veníamos de una sonoridad de la que no podemos escapar, que atraviesa nuestros cuerpos estemos disponibles o no…

…y entramos al oído, a la duración del sonido.

Son las mismas preguntas sobre la escucha que actualizamos con los decibeles del día a día.

¿En qué orden sensorial percibimos el mundo?
¿Cómo percibimos lo interno y externo?
¿Hay en mi escucha un adentro y una afuera?
¿Cómo escuchamos? ¿Cómo escucharnos?
¿Podríamos escuchar desde la piel?

Uno puede mirar la mirada, pero no puede escuchar la escucha (dice Duchamp)

¿Puedo tocar tu respiración?

Me pregunto cuán inmenso sería nuestro campo perceptivo si pudiéramos practicarnos en el desplazamiento y rotación de nuestros sentidos: oler tu mirada, oír tu piel, tocar tu sonido, sonar tu olfato. Ver las cosas desplazando la mirada a otro lugar del cuerpo que no sean los ojos.

Porque para producir percepción no es suficiente hacer interactuar un objeto con un sujeto. Si colocamos un objeto encima del ojo, no conseguiremos ver nada. Así mismo, ciertas frecuencias son intolerables por nuestro oído y sin embargo no podemos cerrar la escucha como cerramos los ojos. Una de las famosas torturas practicadas en Guantánamo es la supresión sensorial, privar al sujeto de la vista, la audición, el olfato y el tacto. En poco tiempo el cerebro y el cuerpo se rompen.

Así es la potencia de lo frágil.

Escuchar la vibración que un cuerpo experimenta con una materialidad casi invisible.

Los performers invocan sonidos casi imperceptibles cada vez más abajo de nuestro umbral de escucha. Nuestros oídos son conducidos con simpleza y elegancia hacia un territorio de infraescucha. Nos revelamos oreja. Tus mundos entrando por mis oídos. Los performers como médiums, como campos magnéticos que nos dan a ver lo que suena. Sin ellos el sonido de Fuego Verde no se podría tocar. Danza de frecuencias, danza de presencias.

Los globos cantan.
El aire se queja.
La membrana eléctrica vibra más rápido de lo que puedo oír.
Dos respiraciones me llevan a un bosque de Robles.
Racimo de micrófonos como ombligos humanos.

Más acá del sonido, todos esos mundos se levantan.

Compartimos un VAHO_MANGUITO ROTADOR con Isaak y Nazario. Preguntas lanzadas para expandir las propuestas artísticas del Festival Domingo más allá del tiempo de su presentación y más allá del contexto que la invita. Probar hacer links con aquello que está dentro y fuera a la vez de la pieza, con aquello que no alcanza, pero busca; con aquello que revela, pero no dice.

 Video Vaho
 
Fotos Paulina Chamorro
Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.