Esto no es un festival de teatro (1)

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“La vida consiste en lo que una persona se pasa el día pensando”, dijo Emerson

Ningún artista tolera la realidad”, dijo Camus

(Citados por David Markson en Esto no es una novela).

Julian Hetzel es un artista holandés-alemán que se define, o lo definen en el programa de Espacios Revelados ¿por qué nunca nadie firma esos textos?, como independiente. Leo: “Trabaja como artista independiente para varias instituciones culturales, Frascati Amsterdam, Spielart-Festival Munich, DNT Weimar, National Riga.” Este es el tipo de independencia que más me gusta. Independencia pagada. En Alemania sí saben tratar a sus artistas. Entonces, decía, el “independiente” Hetzel, con toda la libertad que le da su independencia, decide que su propuesta artística, ¿escénica?, sea colocar a un indigente dentro del edificio Lanusse. Los espectadores somos invitados a entrar y a compartir el espacio con él. De uno en uno. Lo primero que me viene a la cabeza es la performance de Abramovic en el MOMA. Tengo tiempo de pensar en cosas porque hay una fila. Ni siquiera el carnet de prensa de Teatron permite colarse. Los dos muchachos que se encargan de la custodia son muy estrictos. Me siento y espero. Es un banco de madera, bastante cómodo, colocado justo en el umbral de entrada. En frente tengo un panel enorme que solía usarse para conocer la cotización de vacas, toros, ovejas y demás. Hoy en día quedó como decoración. Mis prescindibles cavilaciones son interrumpidas por la voz de una señora que recién salió. Me dio mucha pena, dice. Me tapo los oídos. No quiero que ningún spoiler me agüe la experiencia. A continuación entra su amiga, otra señora de unos sesenta años. La señora uno, por llamarla de algún modo, sale a la calle y regresa al toque con un jugo y unas frutas. Debe tener hambre el indigente. Me parece raro que la organización no haya previsto esto ¿Cuánto le pagarán por estas cinco horas de performance? ¿El salario mínimo, como solía hacer Santiago Sierra? ¿Hubo un casting de sin techo o fue escogido porque suele dormir por el microcentro? Pasa el rato. Me aburro. Debo decidir si, una vez dentro, le hablo, o si en cambio me quedo mirándole en silencio, de manera intensa, como vi que hacían los que se sentaban delante de Marina Abramovic en The Artist is here. Claro que desde fuera no puedo ver el interior y por tanto no sé si hay una silla o si deberé quedarme de pie o sentado en el suelo. Pasa el rato y pierdo la paciencia. Le pregunto al joven encargado si hay un tiempo límite. Cuando pasa de quince minutos voy y los saco, me dice ¿Serán las juventudes del PRO estos voluntarios? ¿Cobrarán algo por hacer de policías todas estas horas? Parecen buena gente. Ahora suena el celular de la señora que compró la comida. Está sentada a mi lado. Responde.

Es una experiencia diferente, triste, pero bueno… Silencio. Sí, sí. Que venga la liquidación. Y después se habilita de nuevo. Silencio. Nosotros vamos a ir paseando. Se puede hacer la ecografía. Silencio. Pidan nueva fecha. Si quieren comen. Chau.

Cuelga justo cuando sale su amiga. Comentan algo con los vigilantes. No alcanzo a descifrar qué. Chau chicos. Sigue entrando gente muy decidida. Nadie parece haber leído el programa con atención. Lo dice claramente en la segunda línea: el elemento esencial de esta performance es un encuentro uno a uno entre el espectador y una persona sin techo. Uno a uno. Todos los que llegan se sorprenden por la espera. La mayoría se van. Dicen que ya regresan en un rato. Yo sé que es mentira. No van a volver. Es así. El espectador de hoy en día no tiene paciencia. No puede detenerse a hacer fila. Mucho menos para entrar a una sala y estar solo con un indigente. Entonces, ese espectador, ¿emancipado?, pasa de largo y listo el pollo. Nadie le va a pedir cuentas. Aunque estaría bueno que alguien hiciera un auditoría del comportamiento del espectador. Se me antoja demasiado complicado. Pasa el rato. Decido irme. Llevo toda la tarde viendo propuestas artísticas y me quedé sin fuerzas. Además, en este caso, sucede que “the artist is not here” ¿Dónde estará? ¿Vino a Buenos Aires o lo montó a distancia (en cuyo caso pasaría a engrosar el cada día más numeroso grupo de artistas paracaidistas)? Si yo fuera un cronista serio, o un artista independiente con sueldo, averiguaría este dato, pero ando con prisas, unos amigos me esperan en una galería de arte. Me digo a mí mismo que al día siguiente regresaré sin falta. Al día siguiente regreso, sí, pero la fila es aún más numerosa. Me detengo en la entrada. Ni siquiera hago el amago de sentarme y esperar. Tampoco hace falta. Esto no es un festival de teatro.

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About Marc Caellas

Marc Caellas (Barcelona, 1974) Escribe, viaja y dirige teatro. Publicó Carcelona (editorial Melusina, 2011) Publicará Caracaos (editorial El Peregrino, 2014) Vive en Bogotá Vivió en Londres, Sao Paulo, Miami, Caracas, Buenos Aires o Rosario Dirigió El Paseo de Robert Walser (Buenos Aires, 2012), Los Críticos también lloran (Bogotá 2009) y Entrevistas breves con escritores repulsivos (Buenos Aires, 2011), entre otras propuestas. Prepara, con Esteban Feune de Colombi, Cuento mi vida, una obra de teatro documental.
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