Belén Soto: «Si la vida es para estar trabajando todo el rato a mí me dan ganas de tirarme por el balcón»

Belén Soto, autora de ¿Pasarás a despedirte? (ed. Blatt & Ríos)

Lo primero es una manita que saluda, de la que cabe suponer que se está despidiendo, pero que a mí me pareció un simpático “¡hola!” para empezar el libro.

Lo segundo es como ese momento previo a que tu amiga empiece a hablar cuando sabes que tiene al menos una historia que contarte.

A partir de ahí todo se parece a una conversación con alguien a quien conoces hace tiempo. Tiene sus temas recurrentes, sus vueltas atrás, sus paseos por la tangente, sus dudas, contradicciones y arrepentimientos. Sus pedidos de auxilio discretos, que puedes llegar a pasar por alto si no estás atenta. Esto es importante: hay que estar atenta.

¿Pasarás a despedirte? es el título del primer libro de Belén Soto, publicado por la editorial Blatt & Ríos y ganador de la beca de Barcelona Producció de La Capella para proyectos de publicación. Un libro suave y luminoso sobre la muerte, la tristeza, lo gratuito, sobre el contacto físico y las relaciones que soportamos antes de ser capaces de desear las relaciones que nos hacen bien. Un libro sobre las amigas, amantes, hermanas, madres, abuelas y padres, tácitamente dedicado a los vínculos que nos mantienen a flote en este mundo.

Belén nació en Córdoba y creció en un pueblo de La Mancha. «Quizás esto está presente en la forma en la que soy, de estar mucho en la imaginación para buscar de qué llenar el tiempo y cómo construir los mundos que me interesan. Puertollano, aparte de ser bastante normativo, aunque tenía sus disidencias pequeñas con las que ibas generando complicidades, era duro de sostener. Y mi familia también, porque era bastante conservadora y muy religiosa. De ahí viene el imaginario católico que con el paso de los años ha dejado de espantarme y de ser algo que rechazo completamente, para ser algo con lo que me puedo relacionar de una forma más libre. Algo de lo que me puedo apropiar para generar puertas hacia un tipo de espiritualidad que sí me interesa, que sí me interpela y en la que me siento acogida. Una espiritualidad en la que me siento parte de un mundo que es muy rico y maravilloso y que me da esperanza. Las apelaciones a la virgencita, los “ay, Dios mío” que puedan aparecer en el libro tienen que ver con que me he reconciliado con esas estéticas del catolicismo desde otro lugar».

Cuando se mudó a Madrid lo hizo con la intención de estudiar Bellas Artes, pero acabó estudiando Diseño Gráfico. “Los años en Madrid fueron bastante precarios, de aprender a sacarse las castañas con trabajos de mierda, pero también de vivir mucho del recicle, del robo. De disfrutar mucho de lo que es gratis, o barato. En Madrid encontré muchas complicidades con eso. Siento que Barcelona es una ciudad más comercial y mucho más vendida, a pesar de que encuentras lugares secretos maravillosos que te dan mucho”.

«Luego estudié en la Carlos III un máster de gestión cultural. Y a través de eso volví a conectar con el mundo del arte y de la cultura. Estuve haciendo unas prácticas en Medialab Prado, trabajé como mediadora o ayudando en la producción de algunos laboratorios. Luego me salió un puesto de trabajo aquí en Hangar y me mudé a Barcelona sin tener ni idea de cómo era la ciudad ni conocer a nadie. Salió bastante bien porque terminé generando un contexto afectivo que ahora valoro. Laboralmente he tenido la suerte de encontrar lugares donde estoy a gusto y se me valora y puedo hacer cosas que me interesan. Ahora trabajo en Hamaca donde coordino los programas públicos y lo disfruto mucho y tengo unas compañeras maravillosas».

¿Cómo aparece la escritura dentro de esta trayectoria?

Empecé trabajando con el diseño gráfico y el cómic, de ahí viene mi interés por la narrativa. Siempre he sido muy lectora y en la uni empecé a interesarme mucho por la novela gráfica. Llegué a hacer algunos fanzines y a autoeditar un cómic largo, como una novela gráfica.

Después de eso durante un tiempo dejé de dibujar y de escribir. Dejé de considerarme como una autora o un ser con la potencia creativa que tiene la gente que se identifica como artista. Nunca llegué a abandonar la escritura, pero se convirtió en una cosa solo para mí. Volví a hacer cosas cuando vine a Barcelona porque el grupo de personas con las que empecé a tener una amistad muy bonita y muy fuerte tenía muchas ganas de hacer. Esto me dio fuerza para reconciliarme con la seguridad de que no es tan importante hacer todo bien, ni es tan importante hacer algo mal, entonces ¿por qué no vas a hacer cosas? Eso me animó. Volví a editar fanzines e hice con tres amigas, Clara, Saray y Sonia, un colectivo que se llama DUDA, y empezamos a hacer cosas juntas.

Me siento habitualmente mejor desde ese lugar de estar juntas, pero es verdad que la escritura y el dibujo terminan siendo unas prácticas que desarrollo más en solitario. Poco a poco he ido experimentando más y atreviéndome a salir de ese lugar colectivo y a ver en qué me diferencio de las personas con las que trabajo. He ido encontrando algo que tenía un sentido en solitario.

Aunque al trabajar con Paula como editora siento que este libro ha seguido siendo un trabajo en colectivo. Incluir a otras personas en el proceso me ha hecho sentir que tampoco estaba siendo algo totalmente individual.

¿Cómo te planteas el ejercicio de la escritura? ¿Escribes pensando en la publicación?

La mayoría de los textos que forman parte del libro estaban escritos antes de pensar en hacer una publicación, cosa que, además, yo imaginaba de una manera mucho más fanzinera. Lo que sí es verdad es que una vez presentado el proyecto sentí que tenía que completarlo y escribir más. Y coincidió con que fue un año en el que pasaron cosas bastante fuertes en mi vida. Cosas que han atravesado mucho, tanto la selección de lo que ya había escrito, lo que le pasé a Paula para que juntes eligiéramos la selección final, como la manera en que luego volví a enfrentarme a esos textos para relacionarlos entre ellos. Cosas que tienen que ver con la muerte, con la soledad, con el sexo, cosas que me han pasado a mí y que nos han pasado a todo el mundo.

Yo me hablo a mí en una forma de escritura como de diario, de registro de algunos estados, porque quiero recordarlos, y luego parto de esos textos para escribir otros más mostrables, que mantienen muchas partes de cómo fueron redactados en su momento, pero se transforman o se completan.

Cuando empiezo a incluir personajes es cuando estoy ya trabajando en un formato más externo. Otras veces es bastante asalvajada la manera en la que escribo, hay procesos de todo tipo.

Es que en el libro hay textos de muchos tipos, como si se propusieran dinámicas diferentes para la comunicación.

Sí. Hay momentos en los que tengo un pensamiento literario mientras hago el texto y hay otros en que es más como un juego de “venga, voy a hacer una carta de reclamación”. Luego hay otros textos que son de estar en momentos horribles y no poderse rendir y estar buscando ¿qué puedo aprender de esto?, ¿qué viene después?, ¿dónde hay algo de luz que me permita soportar esto?

En el momento en que apareció un proyecto de publicación me sentí bastante más perdida. Me cuesta mucho menos ayudar a las demás a hacer cosas que hacerlas yo. Entonces invité a Paula a colaborar conmigo y a hacer la edición y cuando le enseñé todo el material que tenía me dijo, “pero bueno, yo pensaba que me ibas a traer un manuscrito, aquí hay muchísimo trabajo por hacer”. Yo no tenía idea de qué hacen los editores o cómo funcionan, qué es lo que se les entrega. Además, lo que a mí me parecía divertido era hacer eso juntes.

Había algunos textos que estaban sueltos, pero otros que estaban en comunidades: cuando me sentía de una forma, escribía, y cuando me volvía a sentir así seguía escribiendo en el mismo documento. Entonces tenía como una especie de poemas o textos muy largos, clasificados por tipo de emoción. Con Paula imprimimos todos esos textos, los cortamos en unidades más pequeñas y empezamos a jugar. En una de las salas más grandes de Hangar pusimos todas esas unidades en el suelo y empezamos a generar combinaciones nuevas. Cogimos varios libros que nos gustaban mucho y analizamos sus estructuras, comentamos qué nos interesaba de cada uno, cómo aparecían y desaparecían los personajes, cómo utilizaban la página, si los poemas eran unidades independientes o si había una idea global de libro. Nos gustaba mucho esto último, la unidad, y decidimos hacer eso. De ahí salió una estructura para el libro más allá de los poemas.

¿Los dibujos nacen con el texto o aparecen después?

Nacen de manera desordenada. Muchos de ellos aparecieron mientras iban naciendo algunos de los textos más antiguos del libro. La época en la que empecé a hacer tatuajes, que es cuando llegué a Barcelona. Luego hay otros que hice cuando estaba trabajando en el libro. Se han quedado dibujos fuera porque al final el trabajo estuvo más centrado en el texto. Ese dibujo que pone “¿POR QUÉ ESTOY TRISTE?” es uno de los que hice con el proceso de escritura, ya sabiendo que iba a trabajar en la publicación.

En el libro hablas de cómo se establecía la amistad en la infancia de una forma más física, desde el juego, sin que todo estuviera mediatizado por las palabras y sin que las palabras estuvieran siempre tan cerca de hacer daño. Por otro lado, a lo largo de todo el libro está presente la necesidad de entender el propio sentimiento, de llegar a ser consciente de la emoción que te embarga en cada momento. Sin embargo la sensación que deja la lectura no es la de un ejercicio introspectivo, sino la de una búsqueda constante de lenguajes que te permitan explicarle a quien te acompaña quién eres, qué sientes, por qué te comportas como lo haces.

Frente a la idea de yo como noción absoluta, como compendio de características que te definen siempre de la misma forma, siento que en ¿Pasarás a despedirte? se plantea un yo mutable que se construye, desarma y redefine en relación con quienes lo rodean. Somos en función de nuestras acciones, pero también y quizá sobre todo en función de cómo nos perciben quienes nos importan.

Y en esta construcción dinámica de la identidad juega un papel muy importante la palabra, la habilidad y la necesidad de contar historias y de escucharlas. Saber sobre la vida de los demás, pensar y escribir sobre la vida de los demás es una forma de acceder al mundo.

Yo siento que soy una persona bastante mental y muy narrativa, que vivo todo el rato en una historia, en un relato que me cuento y que me cuentan y que es una historia de la que todas participamos. Estaba hablando antes con Paula de que el yo desde que están las redes sociales es muy distinto al yo de hace quince años y mucho más al yo de antes de que la sociedad fuese tan individualista. Hay una lectura posible del libro que es la de “yo” es Belén, es Belén de la que se está hablando. Y no pasa nada si es así, pero yo no siento que quien habla sea yo necesariamente o todo el rato. Lo que sí siento es que es un yo ficción que es muchas personas, porque son historias que se alimentan de las conversaciones que tenemos preguntándonos ¿qué pasa?, ¿cómo se siente esto?, ¿qué pasa después de esto? Conversaciones que tenemos buscando respuestas y referentes. De esa búsqueda surgen relatos que son los que a mí personalmente me sirven en mi día a día, y algunos de esos relatos están en el libro.

Además siento que esos relatos buscan romper con otros más grandiosos de cómo son las cosas que vivimos. Porque muchas veces siento que nos cuesta afrontar algunos acontecimientos porque parece que lo que deberíamos sentir y hacer frente a ellos nos viene ya dado. Y si no te sientes a gusto con eso entras en loops de malestar y frustración y bloqueos y parálisis y tristeza tremenda. Supongo que por eso tengo esta cosa tan obsesiva de explorar en cada caso cuál es exactamente el sentimiento que deriva de cada situación. O cuál es la textura de acontecimientos y situaciones que generan esta capa de tristeza y a la vez esta necesidad de articular a partir de esto otra cosa más luminosa. Porque igual aquí es donde está la clave de qué es lo que podemos hacer.

Si hay algo que tiene peso en este libro es la idea de vínculo. Y también la certeza de que los vínculos no son algo que se sostenga automáticamente, si no algo que se establece conscientemente y que tiene que ser cultivado y cuidado: un proyecto que es más importante que el arte o el trabajo y, como tal, requiere de una planificación y un compromiso que son lo que nos permitirá rescatarlos de la precariedad que lo contamina todo.

Sí que hay una preocupación por la soledad fuerte. A mí, que ya de por sí soy una persona que le da mucha importancia al amor en todos los sentidos en los que se desarrolla, esto me tenía muy inquieta. Y mucha de la búsqueda que está presente en el libro tiene que ver con eso, con la cuestión vitalista de que si es para estar trabajando todo el rato, comprando, consumiendo, si es para estar pasando por la vida como si la vida fuera algo que me pasa a mí en vez de algo que yo hago con vosotras, a mí me dan ganas de tirarme por el balcón.

A mí muchas veces me entra esa amargura. Es que este mundo es tan duro y es tan despreciable a veces, pasan cosas tan miserables que lo que verdaderamente nos queda y nos ayuda a estar aquí y hasta a disfrutarlo son las personas con las que puedes generar vínculos tan potentes, tan bellos que te hacen sentir que dentro de todo también se puede estar bien o algo así. Sí me recreo mucho en eso. Intento compartirlo y contagiarlo.

Además de trabajo y compromiso, me sorprendió entrever la idea de que los vínculos también requieren de la inversión de creatividad. Creatividad para inventar actividades destinadas a profundizarlo y a fortalecerlo, para proponer otras formas de comunicación que permitan su crecimiento en diferentes direcciones. Y dentro de esta idea la palabra, la escritura, como herramienta para diseñar estrategias lúdicas de comunicación que nos ayuden a acercarnos, a encontrar instancias no agresivas de resolución de conflictos, a pedir lo que necesitamos del otre.

Cosa que en parte conecta con lo que decías antes de la fisicidad y del juego, que es algo que parece que vas perdiendo a medida que pasa la vida. Y cuando te dedicas a la cultura parece que jugar es algo que ya solo puedes poner al servicio de tu trabajo. Pero ahora que todo se estudia, que de todo se genera discurso, que de todo hay una especie de doctrina que determina lo que está bien y lo que está mal, que el feminismo es una cuestión moral y no política, que todo está tan escrito, pensado y convertido en discurso, creo que la forma de resistirse a ir a donde nos llevan los tiempos, que es un lugar que no me gusta, es estar haciéndose preguntas, haciendo juegos, haciendo aventuras, buscando eso: otras formas.

María Cecilia Guelfi

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