
Àlex Palacín, autor de Rara vez a los ojos. Foto de Tania Giménez Gonzalo
¿Realmente somos capaces de ver imágenes con los ojos cerrados? Y, suponiendo que fuese así, ¿podemos imaginar algo que no hemos visto o solo podemos visualizar imágenes en nuestra mente a partir de nuestros recuerdos?
R, el protagonista de Rara vez a los ojos, está obsesionado con estas preguntas porque intuye que a él le pasa algo así. R pinta y hace tiempo que intenta pintar un cuadro que le obsesiona y del que cree conocer todos los detalles. Es un cuadro que solo está en su mente pero no es capaz de visualizarlo, no es capaz de verlo cuando cierra los ojos. Todo lo que pinta es un intento de acercarse a ese cuadro que no es capaz de ver.
Rara vez a los ojos es una novela breve escrita por Àlex Palacín, artista visual barcelonés que, con la ayuda de la beca Barcelona Producció de La Capella, se acaba de estrenar en la escritura literaria. La novela ha sido publicada por Un sentimiento popular, editorial con vocación de dedicarse a “toda esa escritura pequeña, fronteriza, lateral, impropia, un deseo, una pulsión, un tiempito, su fragilidad y su belleza”. El libro se presentó en octubre en La Capella en una conversación a tres entre el autor, su editor, Pablo Marte, y Enric Farrés Duran, miembro del equipo curatorial de La Capella, que ha acompañado a Àlex Palacín en este proyecto.
Cuando R busca en internet información sobre este inquietante asunto de las imágenes mentales da con estudios que dicen que la aphantasia, la ceguera del cerebro, podría afectar a una de cada cincuenta personas. En un mundo donde la imagen tiene tanto peso ¿qué hacen todas estas personas? ¿Disimulan? ¿Son capaces de vivir sin ser conscientes de su incapacidad para generar imágenes mentales? R se vuelca hacia sí mismo como objeto de estudio para investigar este misterio. Al principio lo hace en solitario pero más adelante busca la complicidad de su fiel amiga A, quien le acompañará en este proceso. Un proceso que acabará convirtiéndose en una aventura onírica, lisérgica, alucinada, cuando R, después de algunas sencillas pruebas preliminares indagatorias, tumbado a oscuras en su cama, decida enfrentarse a experimentos más radicales.
Sin desvelar más sobre la historia podemos decir que R, a partir de algunas primeras ideas intuitivas sobre este enigma, como la relación entre el lenguaje y las presuntas imágenes mentales (si es que realmente las imágenes mentales existen), pondrá a prueba sus intuiciones organizando una experiencia de aislamiento absoluto en un centro barcelonés que promete una experiencia de gravedad cero. Con la ayuda de algunos disparadores psicotrópicos que ocultará convenientemente a su cómplice A para no sentirse juzgado, R vivirá lo que podríamos describir como el viaje de su vida.
Y es aquí donde la novela se convierte en una novela de aventuras, en la que R, durante las horas que durará su experiencia, experimentará una dilatación del tiempo que conseguirá que esas horas se conviertan en días, con sus respectivas noches, y que dentro de ese nuevo hilo de la realidad sea capaz de incluso soñar. ¿Soñar en imágenes? Eso lo dejamos para quien se adentre en la lectura de la novela.
Una vez finalizado el experimento, el diálogo de R con su amiga A a partir de esta experiencia se disparará hacia nuevas direcciones. Todo se aprovecha en esta novela que, a pesar de su relativa brevedad, en palabras de su autor (traicionándolo un poco seguramente porque hace casi dos meses de la presentación y mi memoria no es para nada fotográfica -si es que esa expresión tiene algún sentido en este contexto), es como si hubiese querido volcar en ella todo y de golpe, como un perrito que no para de menear la cola mientras intenta llamar la atención de la audiencia sobre esto y lo otro, sobre una miríada de temas a partir del misterio inicial, en realidad un disparador para mostrarnos un universo íntimo.
Hay algo que llama poderosamente la atención en este libro y es leer a un autor novel con una trayectoria de artista visual empeñándose en escribir muchísimas palabras para describir una multitud de imágenes de las que se duda que en realidad puedan ser imaginadas, recreadas, en nuestra mente lectora. Una palabra tras otra, un esfuerzo constante por describir imágenes que efectivamente no podemos ver tal y como el narrador las vio. O, mejor aún, quizá el narrador jamás pudo ver esas imágenes, porque es muy probable que efectivamente R sea incapaz de generar imágenes mentales. Eso suponiendo que un ser humano sea capaz de generar imágenes mentales, que es la duda que a uno se le queda flotando en el aire después de leer este relato.
¿Realmente puedo ver lo que se describe en este libro? ¿No será todo una ilusión (la literatura y la vida)? ¿Una ilusión colectiva? ¿Como cuando alguien pronuncia la palabra rojo y creemos saber a qué se refiere pero nunca estaremos seguros del todo de que su rojo sea el mismo color que el que nosotros creemos conocer?
Rubén Ramos Nogueira
