Pensamientos e impresiones durante el visionado de The act of seeing with one’s own eyes de Stan Brakhage

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Escrupulosa medición.

Medición y observación de la muerte.

Cuando lo que vemos deja de parecerse a nosotros ya no da tanto vértigo, es decir, cuando se disocian las partes del cuerpo ya no se es y ya no te identificas. Alivio.

Los primeros planos ayudan a no ver el todo, el ser entero, y ahí, repito, el vértigo es menor.

Cuando reconoces las partes o te reconoces en las partes es mucho más agresivo, más violento.

Al no reconocerte, no duele.

El arranque de la piel, lo que descubre el interior más inmediato, es el paso más vertiginoso.

Nunca había agradecido tanto los primeros planos.

La sensibilidad del que está detrás de esa cámara me permite mirar.

Los cuerpos dejan de ser reales y eso puede acercar la mirada.

El cuerpo calcinado es tan irreal que no duele.

Somos animales. Somos carne.

El contraste del blanco aséptico con los paisajes de las carnes abiertas.

Una vez diseccionado el cuerpo ya no es cuerpo, ya no es, por eso es posible la mirada.

Las imágenes más bestias son cuando intuyes el rostro del cadáver, la identidad de ese cuerpo inerte, sin vida.

***

“No se puede mirar fijamente ni al sol ni a la muerte”

El vacío en el ojo es la idea de vacío. ¡Que alivio cuando aparece la sábana!. ¡Que alivio cuando tapan su cuerpo!.

“No se puede mirar fijamente ni al sol ni a la muerte”

Estoy mirando lo irrecuperable. El movimiento.

“No se puede mirar fijamente ni al sol ni a la muerte”

La topografía de lo muerto es diferente a las demás topografías ¿porqué? Lo que estoy mirando es lo prohibido, lo más prohibido. Esa mirada hacia adentro con el propio ojo es una mirada imposible, todo el cuerpo me lo dice a voces.

“No se puede mirar fijamente ni al sol ni a la muerte”

¡Tápale! ¿Donde está la puta sábana?