1979

La semana pasada se inauguró en el Palacio de la Virreina de Barcelona una exposición titulada “1979, un monumento a instantes radicales”. Como ocurre a menudo, el título no es nada llamativo pero el año si que me dejó bastante intrigada. ¿Qué pasó en 1979 y en qué lugares del mundo? Durante un buen rato intenté pensar algunos motivos por los que alguien podría crear una exposición y desgraciadamente no encontré muchos.

Ha sido el filósofo francés Yves Michaud quien esta tarde me ha mostrado el primer motivo a partir de un análisis sobre “La distinción. Criterios y bases sociales del gusto” de Pierre Bourdieu, cuya obra se publicó en 1979 y ha sido considerada una de las más importantes de este filósofo y sociólogo francés.

P. Bourdieu nació en 1930 en una población llamada Denguin, en el suroeste de Francia. Es importante tener en cuenta que nació y creció en un entorno rural ya que esto marcó algunas de sus obsesiones. Estudió filosofía y durante muchos años enseñó en la Universidad de Paris. Pero a finales de los años 70 ya era considerado uno de los sociólogos más importantes del momento.

Según Michaud, La distinción es una crítica radical a la crítica del juicio estético kantiana pensada en 3 bloques: el primero es el arte y la estética, el segundo, el gusto y la cultura y el tercero es la dominación y la jerarquía social. Se puede encontrar diferentes tesis sobre esta obra.

Algunos autores consideran que esta obra pone en evidencia las diferentes formas o capas del capitalismo, en su análisis sobre el gusto, cuando afirma que el gusto y la cultura están vinculados a la posición social de cada individuo. También se ha dicho sobre la obra que fue una nueva visión del concepto de estratificación social y del concepto de capital. Generalizando podríamos decir que es una teoría sociológica de la percepción artística.

Durante mis años universitarios empecé a leer esta obra pero nunca llegué al final (700 páginas aprox) e incluso diría que me quedé atrapada entre tanta foto, encuesta y diagrama al más puro estilo durkheimiano (perdonarme la pedantería). Por eso agradezco el análisis que ha hecho Y. Michaud a partir del cual rescato algunas reflexiones sobre esta obra.

  1. Bourdieu lleva a cabo una crítica feroz al mito de la mirada pura cuando afirma que no existe el gusto natural, ni la cultura “libre” si no todo lo contrario, la mirada que proyecta cada individuo está formateada por la clase social a la que pertenece. B presenta su visión social del arte en la primera parte del libro (que es la que personalmente me resultó más interesante). Alzando el hacha de guerra contra la crítica Kantiana afirma que “el ojo es el producto de la historia reproducido por la educación” por tanto, no puede haber criterios puros ya que éstos varían según la educación y en cada sociedad. B hace un alegato en contra de la concepción modernista de la percepción estética así como de la percepción pura que Greenberg aplica a la historia del arte del s. xx. Militante radical contra esta pureza. La estética Kantiana así como la visión Greenbergiana del arte son deshumanizadoras porque excluyen el placer, la sensualidad y los sentimientos dejando en lo oscuro o en el anonimato (que viene a ser lo mismo) una gran cantidad de movimientos surgidos a lo largo del siglo pasado. Según B, la estética pura separa el arte de la vida y de la cultura. Produce segregación, diferencias, cortes y tiene como resultado final la dominación e incluso la dominación estética.
  2. Bourdieu reflexiona sobre el concepto de capital: el capital cultural, el simbólico y el escolar. Las diferencias de gusto corresponden de forma banal a las diferencias económicas pero también al capital cultural y escolar que los individuos han adquirido a lo largo de su vida. Estas diferencias inscriben al individuo dentro de sus pertenencias sociales. ¿Qué es el capital social y cómo se puede medir? El capital social es la suma del capital escolar (todo aquello que el individuo aprende en la academia), el capital heredado (el background familiar) y el capital autodidacta ( refiriéndose a aquel conocimiento que el individuo no ha adquirido ni en la universidad ni como herencia familiar sino por sí mismo). Cómo medirlo es un tema harto complejo y llama la atención que un libro que se pretendía científico-sociológico tenga estos agujeros negros. Volviendo al tema de los estratos sociales, B considera que estas diferencias modifican nuestros gustos. Este hombre vivió toda su vida obsesionado por el tema de la herencia cultural (venía de un mundo rural) a pesar de tener todos los títulos del mundo. Realmente fue un drama recurrente en su vida y en su pensamiento cosa que le hizo ser una persona bastante insoportable, según opina Michaud. En definitiva, hablar de gustos es hablar de sistemas de discriminación. Por un lado la sociedad burguesa (con capital heredado y cercana a ese gusto puro, kantiano) y el gusto popular o la cultura de masas (más ingenua, naif y participativa).
  3. A Bordieu le interesa las diferencias de gusto en las que se inscriben los ciudadanos, según el capital de cada uno, para ver cómo éstas intervienen en los conceptos de ethos y habitus. Estas reflexiones sobre el espacio social y los individuos son bastante claves en el momento en que se publicaron, 1979. A finales de los años 70 convivían dos visiones sobre las clases sociales: por un lado las teorías marxistas y por otro las teorías americanas de la estratificación social.  Las teorías marxistas pudieron ser válidas cuando el mundo era relativamente estático y más simple, es decir, cuando había rentitas / capitalistas y trabajadores / agricultores / obreros. El problema es que la sociedad estaba evolucionando y había aparecido diferentes categorías sociales que no cuadraban en ninguna de las dos opciones. ¿Qué hacer con los funcionarios, profesores, artistas, ingenieros, prostitutas, etc, que no tienen conciencia de clase a pesar de también ser explotados (que aquí no se libra nadie)?. El intento de responder a esto fueron las teorías de estratificación social las cuales distinguen las diferentes capas sociales según el nivel de ingresos y de inspiración de los individuos. Por tanto, se pasaba de un extremo a otro. Estas teorías dividían la sociedad en clase Alta, Media y Baja que a su vez se dividían tres ramas más (alta-alta / alta-media / alta-baja ), (media-alta / media-media / media-baja) y (baja-alta / baja-media / baja-baja). Sin duda estas teorías funcionan mejor en un sistema capitalista ya que nadie se queda fuera y desaparecen las neuras de pertenecer o no a una clase social. Frente a este panorama, ¿dónde se sitúa Bourdieu? pues en tierra de nadie o de todos, como se quiera entender. Inserta la estratificación social y cultural dentro del marco marxista. Le inyecta dinamismo a las teorías americanas. Según Michaud, esta posición era típica del espíritu estructuralista del momento. De hecho, B fue considerado un sociólogo y pensador estructuralista. Entendía que los diferentes estratos se pueden modificar, pueden variar según la evolución de cada individuo. Le puso gasolina al tema, vaya. B tiene una visión estructuralista pero no estática cuando dice que el concepto de habitus organiza las prácticas de la percepción a través del gusto, de la educación, de la experiencia y de la rutina, y eso reproduce un orden social modificable. Pero realmente conocer exactamente el capital social de cada uno es muy complicado. Actualmente, si el planeta entero estuviera en facebook sería mucho más fácil modificarlo pero la realidad es que es casi imposible, al contrario del capital económico que es fácilmente cuantificable y por tanto modificable.
  4. Gustos de clase, estilos de vida. Así de claro. Según B los diferentes estilos de vida se inscriben en las diferencias económicas, a partir de las cuales podemos ver como se articulan los gustos culturales. Siguiendo esta reflexión, por pertenecer a una clase social estás obligado a que te guste un determinado tipo de cosas. Hay que ser muy ingenuo para seguir pensando que la burguesía sólo escucha música clásica y no ve los reallity shows de la tv.
  5. Michaud diagnostica dos errores en esta obra: por un lado que para B no existe la cultura popular y en el caso de que exista, lo hace resignada intentando imitar la cultura de la clase burguesa y por otro, el análisis negativo de la contracultura. B pensaba que la contracultura era una rama de la cultura burguesa, es decir, un grupo de burgueses aburridos dedicados a hacer canalladas. Si esto es así, ¿qué pasa con los grafitis? ¿Y con el rock&roll? Por poner ejemplos. Imagino que pensaría que eran avatares de la cultura burguesa.

Según Y. Michaud, esta obra supone el final de un estilo intelectual, esto es, la desaparición del libro sabio, sereno, reflexivo característico de la época.  Su forma agresiva a la hora de argumentar fue toda una novedad. Parece ser que nadie tenía el derecho a criticarlo. Otra novedad fue la de popularizar una visión social de la estética, a pesar de no enterarse que existía una cultura de masas donde el cine, la música y el live art dotaban de contenido al discurso del arte y no sólo eso, sino que conformaban lo que la Escuela de Frankfurt (Adorno y Horkheimer, “Dialéctica de la ilustración”) llamaron las Industrias culturales.

Como decía es bastante ingenuo pensar que a la clase dominante le interesa la cultura. Desgraciadamente sólo interesa aquello de lo que se obtenga beneficio económico. No hay más que ver los programas de mano de los musicales. En las contraportadas hay un sinfín de logos que patrocinan esos “eventos” teatrales. O las actividades lúdico-turísticas-culturales, que de eso en Barcelona somos expertos…

Vuelvo a casa pensando que el hedonismo y placer son el motor de nuestro tiempo. Y todo lo demás…

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