El arte es la religión de Dios

Mangue-Bangue es uno de los filmes del ciclo alô alô mundo! cinemas de invenção na geração 68, que estoy comisariando junto a Marc Martínez y que se ha presentado en Valencia, ahora en Madrid, y el próximo mes de julio en Barcelona. Este proyecto también entrelaza varias historias de peregrinajes, descubrimientos, luchas micropolíticas y mucho amor. El relato de este viaje lo dejo en las manos de Marc.

Mangue-Bangue

Barra de Tijuca será uno de los barrios más feos de Río de Janeiro. Una vez pasas la playa de São Conrado, atraviesas un túnel y de repente te encuentras en una especie de Miami al estilo carioca. Shopping Centers, franquicias, todo-terrenos y mucho vidrio combinado con mármol, es lo que concentra aquel lugar, que tiene como telón de fondo la Floresta de Tijuca.

Neville D’Almeida vive allí. A su casa se llega en barca. La isla de Goias está detrás del Barra Shopping Center. Durante siete meses, esta isla se convirtió en mi lugar de peregrinación. El objetivo era seducir a Neville para participar en el ciclo alô alô mundo! cinemas de invenção na geração 68, con el film Mangue-Bangue.

La historia de mi peregrinación es casi tan complicada como la historia de este clásico de la contra-cultura. 1970, Río de Janeiro. En la época más cruel de la dictadura miliar, Neville D’Almeida y el artista visual, Hélio Oiticica, se conocen en la cabina de montaje del mítico laboratorio Líder Cinematográfica, en el barrio de Botafogo. Neville estaba montando su primer largometraje, Jardim de Guerra. Hélio había sido invitado por unos amigos para ver el proceso de montaje de este trabajo, creado a partir de largos planos de slides. Horas más tarde, realizarían un pacto creativo indeleble en el bar de la esquina.

Aquella noche se fundieron las ideas de las experiencias espaciales de Oiticica -basadas en la liberación de la experiencia sensorial y la participación del espectador – y las innovaciones estructurales en el lenguaje cinematográfico de Neville. Aquí surge la idea de realizar juntos Mangue-Bangue. Un año más tarde, Hélio Oiticica gana la beca del Guggenheim y se traslada a NYC. Neville decide continuar el proyecto solo.

Mangue-Bangue fue rodada en la Zona do Mangue, una área de prostitución ubicada en el barrio Estácio, en el centro de Río de Janeiro. Bangue es la onomatopeya de Bang pronunciado en portugués, que según parece, nada tiene que ver con el film Bang Bang (1971) de Andrea Tonacci, otro clásico (muy recomendable) del Cinema Marginal brasileño.

Filmada en 16mm, esta obra fue concebida como un quase-cinema, una experiencia-límite basada en la realidad más cruel de esta ciudad maravillosa. Tanto Neville como Hélio, sentían la necesidad de romper con la identidad cinematográfica que el Cinema Novo había creado, colocando en primer plano algunos temas históricamente ignorados, como el sexo y la sexualidad, las cuestiones de género, las minorías raciales, el uso explícito de drogas y la discusión política. En Mangue-Bangue, el cine es verdad y no representación de la verdad, como apuntó Hélio Oiticica.

El reparto estaba formado por prostitutas y travestis de la casa Rose Matos, hija de Oto do Pó, una autoridad informal de la favela de Mangueira y por dos actores míticos del Cinema Marginal, María Gladis y Paulo Villaça. La experiencia del rodaje fue extremadamente fuerte, casi tanto como lo es su visionado. Mangue-Bangue es un film en trance. Está construido a partir de pequeñas historias que muestran la realidad sofocante de aquella área marginal. No existe una narrativa lineal. La obra está acompañada por una banda sonora que transita entre los toques de tambor de Umbanda y los acordes de Dilermando Reis. Todo esto conforma una totalidad estética irrespirable, que reta al espectador a continuar o no en la sala.

Mangue-Bangue fue censurada por el Serviço de Censura de Diversões Públicas del gobierno militar. En 1971, una vez finalizado el rodaje, D’Almeida cogió los dos rollos de película y viajó a Londres para realizar allí el montaje. Después de seis meses en Inglaterra, un día recibió una llamada del laboratorio de revelado para que fuera a recoger los rollos. Cuenta el director, que el personal del laboratorio lo amenazó con llamar a Scotland Yard (risas) por considerar el filme pornográfico. Segunda censura, ahora a cargo del moralismo inglés.

En 1973, Neville se traslada a NYC con los rollos en la maleta. Gracias a la intervención de Oiticica, Mangue-Bangue fue exhibida, ese mismo año, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, ante la presencia de Haroldo Campos, Marshall McLuhan, Quentin Fiore y Hélio Oiticia. Después del pase, parece que la fiesta de celebración duró varios días. Neville regresó a Brasil y los rollos quedaron olvidados en el archivo del MOMA.

Manhattan, año 2006. Frederico Coelho se encuentra en los archivos del mismo museo realizando una investigación sobre la obra de Hélio Oiticica y por azar, encuentra dos rollos polvorientos de una película desconocida. Habemus Mangue-Bangue. La lectura del relato de Coelho es emocionante. El film pasó por un largo y delicado proceso de restauración a cargo de los comisarios Anne Morra y Jytte Jenssen, del Departamento Audiovisual del museo.

En 2008, Neville viaja a NYC para asistir al visionado de su obra, treinta y cinco años después. Ese mismo año, la caída de Lehman Brothers anunciaría el inicio de una crisis económica y financiera, que modificaría la cartografía vital de varios de los países del hemisferio norte del planeta. Una de las escenas más impactantes del film es la crisis de Paulo Villaça en medio de una convulsión en la bolsa de valores. La angustia y el vómito de Paulo adquirieron una dimensión universal y radicalmente actual en aquel momento.

Dos años más tarde, un frío lunes del mes de noviembre, en la Sala Titus 3, se lleva a cabo la primera exhibición pública de la copia restaurada de Mangue-Bangue, en el marco del 8º Festival Internacional de Cine Preservación del MOMA, presentado por el curador de arte latino-americano Luis Pérez-Oramas.

Mangue-Bangue es una reflexión sobre la condición humana. Presenta la la realidad de ese cuerpo marginal, afavelado, prostituido, travestido y negro de los suburbios carioca. Expone la condición más primaria del ser humano: su animalidad. A pesar del contexto asfixiante en el que se desarrolla, en esta obra se respira libertad. Y como afirma su director, la libertad en el cine es fundamental.

La historia de este quase-cinema no cuenta con una larga lista de exhibiciones. En uno de los últimos viajes a la isla Goias, Neville accedió a participar con una condición: Mangue-Bangue se presentaría con respeto y con mucho amor en un contexto adecuado. El director minero está cansado de las incomprensiones que acompañan la historia de este film. A pesar de haber realizado varias películas taquilleras, como A dama da lotação (1981), siempre fue considerado un cineasta maldito. Y ser maldito es bueno para todos, excepto para el propio artista, como afirma el propio Neville.

Para poder finalizar mi relato con aquello de colorín colorado, este cuento se ha acabado, quiero agradecer a Mario Abbade (periodista, crítico de cine y comisario brasileño) por facilitarnos una copia del film, y especialmente, a Neville D’Almeida por su confianza, por contarme esta historia en el jardín de su casa frente a un bonito atardecer y por su interés en nuestro proyecto.

Sólo una semana antes de viajar a España con las copias de todos los filmes, y cuando ya estaba pensando que no sería posible presentar esta joya del Cinema Marginal, recibí un e-mail en el que se me informaba de que tenía una copia disponible en la portería de un apartamento del lujoso barrio de Leblon. Respiré hondo y de forma casi intuitiva miré al Cristo Corcovado que se ve desde el salón de mi casa.

Este artículo fue publicado el lunes 15 de junio 2015 en El Estado Mental.

This entry was posted in Cinemas de Invenção, No país tropical. Bookmark the permalink.