Cuando la participación deviene imperativo

La última pieza que vi de Juan Domínguez fue Blue, en el marco del Festival LP’11, en la sala grande del Mercat de les Flors. Un auténtico lujo. Me atrevería a decir que es una de las piezas escénicas que más me han interesado hasta el presente. (wow!)

Toda una declaración de intenciones. O de amor. O las dos cosas.
Un trabajo fresco y a la vez formal.
Humor inteligente. Algo harto complejo de encontrar en estos tiempos.

Desde entonces y de forma recurrente he pensado en este trabajo, especialmente cuando encuentro propuestas de danza contemporánea que se acercan al humor, como ha sido el caso de Ambra Senatore, en la pasada edición del Festival Tanz im August.

El proyecto de esta coreógrafa y bailarina italiana es un intento más (de tantos) de trabajar el humor, utilizando los clásicos recursos clownescos, para meterse al Gran Público en el bolsillo. Estos “clásicos recursos” en mi persona tienen el efecto contrario: me ponen de mal humor y comienzo a odiar a todxs lxs de mi alrededor que se parten de risa. Me sale la vena intolerante. (Pido disculpas)

Pero no es del humor de lo que quiero hablar sino de la participación del público en los proyectos escénicos y de un cierto abuso en dicha participación.

He vuelto de vacaciones con ganas de compartir parte de la información que he ido recogiendo durante mi tour europeo (Impuls Tanz, Tanz im August y dOCUMENTA 13) y si os apetece, abrir debate.

En Tanz im August estuve en una parte del estreno del nuevo trabajo de Juan Domínguez, Series (I, II, III). Debido a mi apretado calendario, sólo pude asistir a la Serie número II, por tanto, todo lo comentado aquí hace referencia a esa sesión.

Partiendo de que no juega a favor asistir únicamente a una de las tres partes que conforman el proyecto, salí con una sensación de cansancio infinita, después de verme forzada a soportar una situación en la que los límites, como espectadora, se ampliaban hasta el punto de perder la perspectiva.

La pregunta es: ¿por qué no me fui? Y la respuesta no es otra que la curiosidad y las ganas de que en algún momento pudiera dar un giro. Desgraciadamente no fue así. La sensación de vacío fue en aumento a medida que avanzaba “la pieza”.

La primera parte consta de una serie de preguntas que una voz en off lanza al público asistente. La disposición de las sillas está pensada para ver más allá de tu compañera/o de enfrente y generar así una complicidad conjunta a partir de cierta perspectiva.

Empiezan las preguntas. Si tu vida fuera una película, ¿qué estilo te gustaría que fuera? O… si tu compañera/o de enfrente fuera un perro, ¿de qué raza te gustaría que fuera? O ¿son divertidos los zapatos de tu compañera/o? Así, más de media hora. Como os podéis imaginar, después de un rato, el ambiente de risas, miradas y cierta complicidad que se generó de forma natural (por la curiosidad y el entusiasmo) empezó a decaer, o al menos, esa fue mi sensación.

A mi me asaltaban las preguntas, ¿a dónde vamos a parar? ¿Qué quiere contarnos? Y ¿qué me perdí en la sesión anterior? En el descanso leí la sinopsis un par de veces buscando alguna clave para conectar con la propuesta. Nada de nada.

En la segunda parte nos invitan a trasladarnos a otra sola con mesas dispuestas para 4 ó 5 personas, copas y botellas de vino. Elegimos libremente asiento. Comparto mesa con gente desconocida. Se entabla una conversación (destrozando un inglés traducido de nuestras diferentes lenguas maternas) a partir de las preguntas que nos van llegando en unas tarjetas, junto a platos de comida, acompañando al vino.

Todo apuntaba a que teníamos que socializar, es decir, socializa o márchate. En imperativo. Insisto en las preguntas de ¿hacia dónde y hasta dónde? Porque ya no es suficiente con romper la línea divisoria entre “público – artista” y quedarse ahí.

En su gran mayoría, los asistentes a este festival son un público relacionado y/o familiarizado con el arte contemporáneo, por lo que entiendo que el nivel de exigencia es otro. Así, la forma (“no convencional”) de presentación de la propuesta no tendría que estar al servicio del contenido. Mi humilde opinión.

Este es exactamente el punto en el que me encuentro frente al trabajo de Roger Bernat. Sus piezas me acaban resultando un “juego” un tanto fascista (y perdón por la fuerza negativa que transmite la palabra), empujando al público a participar de forma “activa”, como cual imperativo, sin que en el fondo acabe pasando nada más que la misma participación. Desde mi punto de vista y a estas alturas, esto ya es hacer trampas.

Desde las veladas futuristas, pasando por Marinetti y la idea de “un teatro para fumadores” -que más tarde comparte Brecht-, hasta los happenings de Fluxus, la mítica pieza “Paradise now” de Living Theatre, hasta la Fura dels Baus en Cataluña, se ha “jugado” a anular los límites entre la escena y el público.

De esta manera, se puede afirmar que el siglo pasado está lleno de ejemplos en los que el artista “invita” a la audiencia a participar de forma activa . Y a estas alturas del siglo XXI, necesitamos más.

Como espectadora, cuando me lanzan una propuesta de participación, me pregunto en qué lugar o lugares me tengo que re-situar y cuál es el objetivo de dicha participación, es decir, ¿qué me quiere contar el artista a través de mi “puesta en juego”?

Si nadie hace trampas, me parece extremadamente interesante y muy enriquecedor empujar los límites para reflexionar sobre las posibilidades del espacio escénico, los roles de cada una de las partes y sobre el contenido concreto de la propuesta. Si no…

En dCOUMENTA 13 me pasó una anécdota muy divertida. En la última planta de unas galerías comerciales, se presenta la instalación sonora “Room of Rhythms” del artista Cevdet Erek.

Se trataba de un espacio diáfano en el que según te acercabas a un lado u otro de la sala escuchabas un ritmo diferente. En una de las paredes, el artista había escrito en lápiz DOCUME… faltaban las letras NTA.

Un visitante motivado y emocionado (era un site-specific muy logrado) cogió su lápiz y comenzó a escribir terminando la palabra. El vigilante de la sala aterrorizado vino corriendo a decir que no estaba permitido escribir encima. ¡Que eso era parte de la obra de arte!

A mi me entró un ataque de risa que me duró un buen rato. ¿Qué más, damas y caballeros? Pues que me parece que algunas veces se fuerza demasiado la máquina y acabamos yendo a ningún lugar.

En ocasiones, la participación nace de las entrañas interfiriendo “obras de arte” sin ningún tipo de imperativo.

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13 Responses to Cuando la participación deviene imperativo

  1. Paola A says:

    Como nadie tiene ganas de debatir pues me voy a contestar a mi misma, para no aburrirme.

  2. Paola B says:

    Pao, tia, (me hablo con confianza), la gente no te contesta por muchos motivos:

    1. Porque no le interesa lo más mínimo lo que escribes.
    2. Porque van a tope de trabajo y no les apetece perder el tiempo en debates que no van a ningún sitio.
    3. Y encima, como te “metes” con algunos intocables, la gente no tiene ganas de exponerse, nena. Y tú vigila, no sea que te empiecen a no llamar y te toque mudarte de planeta si quieres seguir currando. Que a veces te pasas de la raya diciendo las cosas claras. Coño! no has visto los vídeos que ha publicado Cris (http://www.tea-tron.com/cristinablanco/blog/2012/09/07/bonnie-tyler-para-dias-de-lluvia/)? me he partido de la risa, con lo que nos gustan los ochenta. No me digas que te aburres…

  3. aimar says:

    Cariño, yo estoy trabajando en un post sobre el festival donde he estado en Essen, y que seguramente tocará temas que expones aquí en este post.
    Y por cierto, el punto 3 de tu auto-réplica sobra… lo de cuidao con lo que digas porque sino no te llamarán… bueno, pues si no te llaman por eso será porque no estáis en la misma onda, no? 😉
    Pronto publicaré este post…

  4. pazrojo says:

    Paola, no he contestado nada porque no he tendido tiempo. Pero que sepas que leo todos tus post con gran interés (siempre muy clevers y al punto). aun quue, estoy con aimar, ciertamente el punto tres está fuera de lugar…y pasado de moda incluso…un beso desde el frío Estocolmo!…

  5. rubén says:

    Tengo entendido que John Cage hablaba del arte fascista en relación a ese tipo de arte que pretende conducirte hacia donde el creador quiere cuando él quiere. Un ejemplo es una película de terror estilo Hollywood que consigue que estés pegado a la pantalla en el momento oportuno para pegarte un susto de muerte utilizando la típica música de peli de terror y cualquier medio al servicio del efecto que busca. Ese tipo de arte tiene éxito, funciona, cuando consigue que el público sienta lo que el creador busca en cada momento. Cage era de los que preferían otro tipo de arte en el que el público tuviese más grados de libertad. A mí muchas veces me pasa que cuando, como público, noto que me quieren dirigir demasiado, se produce el efecto contrario: consiguen que me evada, me libero del yugo del director y me monto mi propia película tomándome la libertad de utilizar el material que me proponen para construirme mi propia movida. Supongo que es un mecanismo de defensa automático. Pero claro, eso diría que me pasa cuando, por lo que sea, no estoy en sintonía con el lugar a donde me quieren llevar. Si conecto, entonces seguramente me deje conducir a cualquier parte, por muy fascista que sea el método que utilicen.

    Si el espectáculo se basa en mi participación agradezco saberlo antes de decidir si voy a asistir o no. Y en mi decisión influirán varios factores porque no es que esté en contra de participar activamente, no quiero ser un espectador pasivo, pero no siempre tengo ganas de participar, ni todas las propuestas me motivan a participar, ni me gusta que me traten como un muñeco sin voluntad a las órdenes del (o de los) artista/s. No me gusta que se dé por supuesto que voy a participar. Me gusta ser yo quien decida mi grado de participación.

    Eso me hace pensar en los comentarios de los blogs, curiosamente. Imagínate que me obligasen a comentar en un blog. Uno lee un post y tiene la oportunidad de hacerlo pero no es una obligación. Cuando sucede puede ser maravilloso o un infierno, depende, pero el que escribe el post no puede contar con que siempre va a suceder.

    La diferencia con un espectáculo es que ya estás ahí y, si no lo sabías, puedes sentirte algo así como medio secuestrado o, como mínimo, algo así como chantajeado por quien basa su espectáculo en tu participación. Quiero decir que puedes llegar a sentirte incluso algo obligado, como que no mola dejar colgado al pobre artista. O directamente puede que pienses en el aprovechamiento o desperdicio del dinero que has invertido en la entrada (si has tenido que pagar) o de tu tiempo.

    Bueno, supongo que forma parte del juego tal y como está planteado. Me parece bien cuestionar las reglas de ese juego y las relaciones de poder que plantea. Podría parecer que le están dando el poder al público y quizá sea precisamente lo contrario, se te insta a obedecer.

    Aunque yo creo que la clave está en las formas, quizás. Lo que Txalo Toloza apuntaba en un tuit sobre tu post: una cosa es obligar al público y otra es invitar al público.

    @paolamarugan prefiero pensar en invitar, si quieres juegas y si no quieres no ya q nadie vendrá a decirte que tienes que hacer con tu lapiz— Txalo (@txalompd) septiembre 3, 2012

    Sobre las razones que apuntas sobre la falta de comentarios, yo creo que:

    1. Hay gente que encuentra interesante este tipo de posts y otros no. A mí me interesa.

    2. Aunque me interese me cuesta mucho encontrar el tiempo para responder como se merece a todos los posts que leo. Y luego me pasa que no siempre me apetece, aunque me parezca que el debate sí puede llevar a algún sitio. El post-fordismo me está matando.

    3. Sí creo que en muchísimas ocasiones todavía nos cuesta mucho criticar públicamente a nuestros semejantes. Y creo que es más fácil criticar al gobierno que ejercer la crítica entre nosotros, con los que están a nuestro lado. Parece que en privado sí, pero en público aún no. En privado puede llegar a entenderse como algo constructivo. Pero en público, la misma crítica, suele interpretarse como una puñalada trapera. Y claro que en muchas ocasiones tiene consecuencias, estoy convencido. Cuestión de costumbres, supongo. Pero opino que detrás hay razones menos nobles que la costumbre. Tiene que ver con el control de la información y el poder, por pequeño que sea.

    Yo echo de menos en el ámbito que trata tu post discusiones públicas como ésta, por ejemplo: http://www.demasiadosuperavit.net/?p=182 . Aunque si te fijas, en el post anterior de ese mismo blog nadie ha dejado ni un solo comentario, así que eso va como va.

  6. Paola A says:

    Aimar:
    Gracias por la respuesta. Que conste que no iba dirigido a nadie en especial sino a todxs en general. Espero con ganas tus reflexiones sobre el festival de Essen. Un beso grande.

    Paz:
    Gracias por tus comentarios. El estar fuera o dentro “del lugar” lo comentamos en cualquier momento con un vinito y buen rollo. Que vaya bien en Estocolomo. Besos

    Rubén:

    Mil millones de gracias por tus comentarios. El cansancio por culpa del postfordismo (:)) lo entiendo perfectamente. Efectivamente con Txalo, via Twitter, estuve comentando el tema de invitar al espectador en lugar de empujarlo o arrojarlo. Esto pasa por un detalle tan simple como comunicar de qué va la cosa, para que cada una decida qué quiere hacer, como bien dices. La línea divisoria es fina y depende mucho de cómo se sienta cada persona.

    No se suele decir que la participación del espectador también está relacionada con el estado de ánimo. Hay días que tengo ganas de recibir información sentada en la butaca o en el suelo o dónde sea… y por el hecho de no moverme físicamente y no salir a escena o no dar un paseo, o no tomarme unos vinos con el público, ¿quiere decir que soy pasiva? porque si la pieza transmite, si tiene contenido, mi cabeza no para de funcionar, ¿eso no es implicación? ¿eso no es participación? (y todavía más, ?no es participación estar escribiendo un post y debatiendo con la comunidad?) Después de ver la pieza de Juan en Berlín tuve una conversación con una artista canadiense, Myra Davis (http://www.moabitmusik.de/myradavies.html), sobre este tema y me comentaba que ella como espectadora participaba (se implicaba en la pieza) en la medida en la que la obra le transmitía. Por tanto ella NUNCA quería moverse de la silla, que para eso había pagado una entrada. 🙂 Se puede o no estar de acuerdo con lo del pago de la entrada (yo nunca lo pienso) pero me parecía interesante la idea de moverse, de participar, que me presentaba a través de la asimilación del contenido, de la participación a través de las ideas.

    Por tanto, ni estoy a favor, ni en contra. Sencillamente me dejo llevar por quién propone y la propuesta. Agradezco profundamente saber qué se me exige cómo espectadora antes de comprar la entrada porque según cómo me encuentre, voy o no voy. Insisto en lo del estado de ánimo.

    Revisando material que todos conocemos, “Mi querido publico” editado por Roger Bernat, el que todos conocemos de Rancière “El espectador emancipado” y una publicación de la Whitechapel donde hay diferentes artículos interesantes, “Participation”. Dándole vueltas al tema…

    Gracias de nuevo a todxs.

  7. Elisabet says:

    Creo que esto forma parte aun de la transición. Por un lado tenemos esa necesidad a implementar nuevos modelos socioculturales de los que ya no hay vuelta atrás, como dicha “participación”, que ya se inició hace décadas pero ahora es el momento en que se percibe en casi muchos estratos de la sociedad.

    Por otro, este intento de colar ciertas obras en los espacios de siempre -pongamos el típico escenario ante una cavea distanciada hasta por lo psicológico-, tratar de hacer colar con calzador lo clásico -por muy contemporáneo que se etiquete.

    Pero el problema es que hay mucha teoría, pero es un arte muy arduo saber cómo animar al público a participar, lo que significa la interacción y la aproximación hacia el público sea de la obra, del producto, lo que sea.

    Como hay mucha teoría y poco savoir-faire, se presiona al público, se trata de obligar con “técnicas complejas” de psicología y marketing. Esto es como la presión que a las dependientas obligan a hacer en las tiendas: “hola, ¿qué desea? ¿qué colores le gustan? ¿seguro que no quiere comprar este otro artilugio inútil que le ayudará a usar el que se acaba de comprar?”

    Aunque parezca una comparación absurda, la presión sobre el público es parecida “¿tengo que participar?” “¿para qué?” “¿hacia dónde quiere ir?” “¿tengo que formar parte de la obra? yo pagué para ver una obra, no ser parte de ella, lo mío no es el arte y salir delante de la gente”.

    Hay obras que se prestan a la participación, y otras que no. Si el público no quiere participar, puede significar dos cosas: que el público de ese día y espacio casualmente no se presta, o lo más probable, no tiene un diseño y un contenido -sobretodo- “participativador”, o incluso un tipo de lenguaje inadecuado.

    No digo en el fondo nada más aparte de lo que Rubén ha expuesto.

  8. T* says:

    Mis comentarios ya los hice por twitter y hacerlo por ahí fue una opción meditada. Lástima que no recuerde bien cuales fueron mis propios argumentos para tomar esta decisión: rapidez, optar por comentarios concisos, hablarle directamente a @PaolaMarugan, poco tiempo…

    Sólo un comentario más. Creo que en los tiempos hardcores que vivimos, donde el fascismo campa a sus anchas por todo Europa y además dirige su destino tratar a una pieza o a un creador de fascista me parece tratar el término con demasiada ligereza.

    Pero es más, entiendo que hay algunos creadores, algunas piezas, algunos gestores, y bastantes “públicos” que se merecen este apelativo, pero creo que en ese caso se ha de ser directo e ir a por todo, decir “un tanto fascista” me parece qudeatrse a medio camino, o eres un facha o no lo eres.

    PD: Muy chido el fondo rosa de tu blog, envidia sana.

  9. Paola A says:

    Mi querido Txalo, una cosa es hablar del fascismo que está ejerciendo, desde su mayoría absoluta, el partido que está en el gobierno, es decir, hablar de una política partidista y otra muy diferente es hablar de una forma de posicionarse a la hora de crear. Eso también es una forma de hacer política que nada tiene que ver con la de nuestro gobierno. Son dos temas diferentes que en cualquier circunstancia es legítimo comentar (debatir, pensar, etc…).

    Como dice Rubén, es muy fácil criticar al gobierno, que por otro lado, con los cambios estructurales que nos ha impuesto en pocos mesos, tiene todo el sentido que sea el centro de las conversaciones. Pero como dije en Twitter y en Facebook cuando publiqué este post, quería empezar el año hablando de otros temas ya que estoy un poco cansada de que cada día se hunda el mundo con una noticia chunga.

    En este post, como digo, apelaba a ese “juego un tanto fascista” en la creación de las piezas de Roger porque, desde mi punto de vista, se utiliza a los espectadores para dirigirlos como marionetas sin dejarles espacio para “crear” – participar libremente, sin que ese juego te lleve a ningún otro sitio que no sea el de participar siguiendo unas instrucciones.

    Estoy totalmente de acuerdo contigo que o se es fascista o no, en la vida en general. Pero en este caso sí que es un tanto porque el espectador tiene la posibilidad de marcharse o de apartarse y no jugar. O te dirigen o te apartas. De ahí el “un tanto”.

    Igualmente, mil gracias por leerme y comentar por Twitter. Te beso.

  10. T* says:

    Mil gracias por tu respuesta. La conversación seguirá entre gin y tónica.

  11. Pingback: Aimar Pérez Galí

  12. Paola says:

    Bravo! grandísima idea. Espero que sea pronto. Muas!

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