Semptiembre, ferias y festivales

Después del merecido descanso playero he vuelto preparada para ponerme en marcha con el máximo optimismo posible. Vamos a ver si el mundo me lo permite.

El hecho de pensar en septiembre -en cómo empezar el año, las cosas que quiero cambiar, etc- me ha llevado a la Feria de Tàrrega, el Festival Mapa y la Feria de Huesca. Ninguna de las tres propuestas tienen nada que ver, excepto en el hecho de ser encuentros con un cierto carácter festivo (unos más que otros).

Ayer estuve viendo unos vídeos del ICIC sobre encuentros profesionales[1] y le estuve dando vueltas a los conceptos de feria y festival, las diferencias que existen entre ambos y cómo se gestionan.

Un festival es un encuentro (acontecimiento cultural) singular que se celebra en un momento determinado del año, el cual va dirigido en términos generales, a la comunidad.

Una feria es un lugar de encuentro profesional que contribuye al desarrollo del sector -en este caso el de las artes escénicas-. También se celebra en un momento determinado, pero su duración no suele ser más de cuatro días, a diferencia de un festival que puede durar un mes, como es el caso del de Edimburgo.

Las aspiraciones de un festival deberían de ser las de conseguir una identidad muy bien definida y reconocible, así como crear un público propio que le sea fiel. Desgraciadamente no todos lo consiguen debido a ciertas deficiencias no sólo relacionadas con el factor económico.

Sin embargo las aspiraciones de una feria están más relacionadas con el business – una palabra que en cultura sigue chirriando. Este tipo de encuentros tienen como objetivo el contacto entre los profesionales, esto es, el conocidísimo networking.

Durante esos días se llevan a cabo acciones concretas, pensadas para el intercambio profesional entre los artistas y programadores, la compra-venta de espectáculos y como ya he dicho, todo aquello relacionado con el mundo de los negocios. Normalmente esto nunca es así de “negro o blanco”, por suerte hay una gama infinita de grises.

En Europa las fronteras entre festivales y ferias son muchos más amplias que en Cataluña y en el resto de España. Como cada encuentro tiene sus especificidades, la mejor forma de entenderlas es participando[2].

En los diferentes manuales de gestión cultural suele haber un apartado dedicado a los distintos modelos de festival. Y aquí es cuando llega el momento de hacerse el hara-Kiri. Mi corta pero intensa experiencia profesional me ha enseñado que no hay ningún modelo establecido. Existen tantas fórmulas como festivales posibles. La realidad de cada proyecto es tan diferente que cada una requiere unas estrategias determinadas.

Me parece mucho más interesante analizar la estructura y los agentes que posibilitan el buen funcionamiento del encuentro, a saber, el equipo, la programación y la relación con los creadores, la financiación y la comunicación.

La consolidación del equipo es en gran medida la clave del éxito. Por tanto es necesario que el festival lleve a cabo su recorrido al mismo tiempo que el equipo de gestión. De la mano para no caerse y poco a poco.

Si la gente se implica año tras año, se acabará trabajando desde la confianza, la transparencia y con una comunicación abierta y constante. Es clave el gestionar haciéndose preguntas, desde la crítica y el análisis. Estas son las herramientas necesarias para que el equipo sea capaz de resolver la cantidad de inconvenientes que aparecen a lo largo del proceso de producción y durante su ejecución.

Un buen equipo de gestión debe de trabajar desde estructuras horizontales, ya que sólo así, el trabajo se llevará a cabo de forma fluida. La dirección tiene que aprender a delegar, escuchar y confiar. Es todo un ejercicio, lo sé, pero merece la pena.

Como comentaba anteriormente, el hecho de que un festival consolide una identidad propia y reconocible tiene mucho que ver con el trabajo del programador@ (o director@). Cuando los Gestores Culturales de este país disertan sobre cómo programar, siempre hacen referencia a la calidad de los espectáculos.

De nuevo el momento hara-kiri. ¿Qué significa calidad? Obviamente, depende de quien lo diga puede tener significados radicalmente opuestos. Esto me lleva a pensar que ciertos “profesionales” de la gestión utilizan este término – abstracto y subjetivo- para encubrir decisiones y acciones que atienden a intereses más particulares que sociales o universales.

La programación de un festival es un trabajo de comisariado que se puede desarrollar desde diferentes perspectivas. De nuevo quiero destacar que no hay una fórmula exacta, divina o semi-divina. Se trata de buscar la forma que mejor se adapte a lo que se pretende comunicar, porque en definitiva, no deja de ser un proceso de creación en sí mimo, que como tal, nace de una serie de conceptos, ideas y valores que se pretenden hacer público.

Una posible forma de programar es a través de las convocatorias abiertas – los conocidos open calls-, otra más tradicional es la del envío del dvd –que por suerte, esto ya está cayendo en desuso- o también, participando en esos “circuitos” de ferias y festivales creados para la compra y venta de espectáculos.

Afortunadamente otra forma de gestión es posible, esto es, siguiendo la trayectoria de los creadores, generando complicidades, acompañándoles en los procesos de creación, compartiendo, hablando, tomándose una cerveza en una terracita… Esto siempre pasa cuando se trabaja desde el cariño y el amor a la profesión[3].

Por otro lado quiero llamar la atención sobre la importancia de los espacios, ya que las creaciones pueden verse muy afectadas. Un ejemplo claro de lo que no debe pasar es lo que le ocurrió a la compañía de teatro La Tristura en la Feria de Huesca del año pasado. Además de programarlos a las 23h de la noche, momento en que los posibles “compradores” están cansados y son pocos los que deciden hacer el esfuerzo, el espacio escénico estaba a la misma altura que la zona destinada al público.

¿Qué paso? Que a partir de la tercera fila no había visibilidad. Si a eso le sumas, el cansancio, ¿qué siguió pasando? Pues que el público no aguantó hasta el final. Hacer que una compañía haga el esfuerzo de participar en una feria en tales en condiciones es un flaco favor. Esperemos que este año no se comentan este tipo de errores[4].

Por otro lado debemos insistir en el tema de la financiación, ya que es la piedra angular de cualquier proyecto. Desgraciadamente los equipos de gestión no suelen tener profesionales especializados en la materia y por tanto suele reinar un cierto caos que no ayuda a optimizar al máximo los recursos del festival.

No hablaré del problema de las subvenciones públicas porque esto es un tema largo y harto complejo, pero sí hago un llamamiento a pensar otras formas de financiación posible, como por ejemplo, el crowdfunding.

Sé que hay un cierto escepticismo frente a esta nueva vía de supervivencia porque implica un trabajo de promoción y difusión muy grande. Pero, ¿acaso las subvenciones no suponen un trabajo brutal también? En fin… habrá que darle más vueltas a este tema.

Ojeando la programación del festival Temporada Alta he quedado maravillada con lo que Salvador Sunyé se ha “inventado”: el club del mecenaje teatral. Confieso que no conozco con profundidad el funcionamiento del festival, pero ejemplos como este, me llevan a seguir pensando que hay que sentarse, pensar, compartir, hablar, viajar, ver y leer para buscar y crear nuevas fórmulas que aseguren la continuidad de algunos de los festivales de este país. Me preocupa ver como cada vez quedan menos  encuentros por los que merezca la pena hacer la maleta.

Además de la financiación, otra asignatura todavía demasiado pendiente es la comunicación. Siempre me pregunto por qué en los proyectos hay un cierto abandono en relación a esta materia, teniendo en cuenta que es una de las partes más creativas del proceso. Se deja para última hora y se acaba no haciendo. Error-horror.

El equipo de comunicación debería trabajar codo a codo con los programadores (comisarios) para crear juntos los diferentes discursos, ya que la comunicación forma parte del mismo proceso de creación del festival.

Para este tipo de acontecimientos, un buen plan de comunicación debe de ser muy diferente al de una sala de programación regular. El festival requiere una comunicación de impacto, es decir, mensajes claros, acciones concretas, respuestas rápidas, creatividad y diversión.

Se me nubla la vista cuando veo como NO se utilizan –por ignorancia, dejadez, no-lo-sé– las múltiples herramientas que existen en la red para la difusión y promoción de los proyectos.

En muchos casos las webs no tienen ni tan solo los elementos básicos: si un festival acontece en un pueblo perdido en la montaña, es importante la información relativa al “cómo llegar”, alguna referencia, un mapa, etc.

Aunque a algunos nos parezca mentira, todavía no se ha comprendido la importancia de las redes sociales y siguen repartiendo flyers por los bares de la localidad o de los barrios. ¿Se pueden hacer las dos cosas? Sí, claro, pero entiendo que si trata de hacer llegar la información al máximo número de personas interesadas, la red es uno de los espacios más idóneos.

No es difícil encontrar a director@s cuya máxima es aparecer en El País y La Vanguardia. Siguiendo con el discurso pro- presencia en la red, es importante (y necesario) saber que existen múltiples plataformas para comunicar el encuentro, dirigidas a un segmento concreto de la población, que en muchos casos es el público objetivo del proyecto.

A la vez que se va gestando el discurso del festival, se va definiendo el tipo de público al que va dirigido. Esto acontece siempre así. Por tanto, se debe definir (conscientemente) el segmento de la población, para llevar a cabo las estrategias necesarias de captación y fidelización de ese público al cual va dirigido el festival.

Como llevo tiempo circulando por diferentes festivales entre España y el Reino Unido, mis reflexiones han girado en torno a este tipo de encuentros. Desde mi humilde opinión considero que las ferias deberían –si no desaparecer- transformarse en otro tipo de encuentros, también dirigidos a los profesionales, pero no pensados desde el mercado sino como espacios de discusión, reflexión y de trabajo en común.

Cierro el tema pensando en el próximo encuentro del IETM. Nos vamos Cracovia. Ya os pasaré el informe.


[1] Sé que estáis pensando: ¡Vaya coñazo de tía viendo esos vídeos! En fin… no puedo dejar de reconocer que en definitiva soy un peñazo. Pero no me lo digáis que no me sienta bien. Me reservo el derecho.

[2] Lo que los ingleses llaman el “Go & See”.

[3] Pido disculpas por la vena sentimentaloide que me entra cuando me refiero a este tema.

[4] No iré para comprobarlo. Espero que alguien me lo cuente.

This entry was posted in Uncategorized. Bookmark the permalink.

4 Responses to Semptiembre, ferias y festivales

  1. Q says:

    ¿Son esos los grises muñecosde papier maché del Equipo Crónica para los encuentros de Pamplona del 72 o se me va la olla? Bs! Q

  2. Paola says:

    no se te va la olla, son, son…. Bsss

  3. monica says:

    Siempre me gusta lo que escribes
    gracias Paola

  4. Paola says:

    muchas gracias, Mónica!

Comments are closed.