Apuntes en sucio | El abrigo de cactus | Estela Lloves

estela 1

1985/una contención de 15 años/antes les escupo a los chicos con escopeta de balines/ellos lo saben/me enseñan la entraña abierta del pajarillo/yo callo/les protejo su hembra/dejo mi pupila en los labios de ella/hacer mal la cama cada/cohetes de misa de domingo/no muerde el perro/le rabia el dueño /le duele el miedo 24 enciclopedias de color verde/

estela 2

Apuntes en sucio | A party for bad people | Belén Cueto y Rosa Casado

Rosa y Belén

El lunes pasado tuvimos nuestra primera reunión de Apuntes en sucio, donde nos encontramos con el equipo de Pradillo y con algunos de los artistas que participan en este proyecto. Uno de esos artistas es David Krapoola. Durante la sobremesa, y al hilo del punto de partida del trabajo que Belén y yo vamos a hacer en estos día, David contó una historia que nos está inspirando en nuestras primeras notas. La historia es que hace unos días, en Berlín, David y un par de amigos suyos se pusieron medias en la cabeza para ir a hacer un trámite al banco. ¡Gracias por la historia y por la imagen, David!

Correspondencias alrededor de una obstinada célula del corazón # 7

DIÁLOGOS SOBRE EL COLOR III

La Una y La Otra siguieron sus caminos. Cada cual se dejó llevar por sus propias preguntas pensando que quizás esto les separaría. Pero, para su sorpresa, se volvieron a encontrar en el azul. Todo comenzó cuando La Una descubrió que el nuevo color tenía que ver con la falta de oxígeno, un fenómeno que se denomina «cianosis». El «cian» no es otra cosa que un tono de azul muy profundo. La Una se dio cuenta de que «cuando predomina la hemoglobina sin oxígeno, cuando nos falta oxígeno en alguna parte, percibimos un color azulado a través de la piel aunque la sangre sigue siendo rojo oscuro». Pero, ¿por qué se ve la piel azul si la sangre siempre es roja?

PIETÁ CARRACCIY en la respuesta llegó la revelación: «dicen que las propiedades ópticas de la piel distorsionan el color rojo oscuro de la sangre para que parezca azulada, en un proceso similar al de «radiación difusa» que hace que veamos el cielo azul. Azul y escarlata se vuelven pigmentos opuestos. Lo que me parece impresionante de esta movida es como color y función biológica están profundamente unidas y a su vez están profundamente ligadas a la luz y al oxígeno». Al leer esto, La Otra salió disparada a Viena y se metió como loca en el Kunsthistorisches Museum. Sabía que allí encontraría la demostración más bella de la oposición del azul de la muerte y el rojo de la vida en la pietá que Annibale Carracci pintó sobre una plancha de cobre hacia 1603. La obra está colgada en una de esas típicas salita-pasillo que utilizan en los grandes museos para amontonar los cuadros pequeños. Pared de terciopelo rojo granate. El formato alargado y el hecho de que esté pintado sobre cobre hace que la pintura tenga un brillo alucinante. Y las llagas son azules. Como si la sangre se hubiera desparramado por la pared y la escena dentro del cuadro se hubiera quedado sin posibilidad de rojo. El azul y las aristas cortantes de la losa sobre la que se vencen los cuerpos blandos. El azul del manto de María y el cuerpo azulado de Cristo muerto. Agua. Es una fuente. Y la losa implacable.

Ante aquella imagen, las Dos entendieron que el azul era el color de la horizontal. El cuerpo se hace objeto en el azul. El cuerpo muerto y azulado se posa sobre la tierra y se convierte en algo mineral, en una realidad material pesada y contundente. Aristas cortantes como las de la otra pietá que Annibale Carracci pintó unos pocos años antes y que ahora está en Capodimonte (Nápoles). Entonces, llegó el momento de volver a casa. Los tesoros del Prado esperaban ya impacientes.

ROMA NAPOLES JULIO 08 286

Jaime Conde-Salazar

De Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera

Correspondencias alrededor de una obstinada célula del corazón # 6

DIÁLOGOS SOBRE EL COLOR II

Como seguramente era inevitable, en su viaje juntas, La Una y La Otra llegaron a la cuestión de la luz. El color de la muerte tenía que ver con la luz y con cómo ésta se comportaba al encontrarse con los tejidos y fluidos orgánicos. La Una aprendió algo maravilloso: la sangre pesa y está sometida a la gravedad como cualquier otra realidad física. “Hay un principio mecánico que sucede en la sangre y que es el causante del casi inmediato cambio de color entre lo vivo (lo latiente) y lo muerto y que tiene que ver con ese impulso mecánico que proporciona el corazón al latir y que se llama «livor mortis»: la hemoglobina, una proteína roja de la sangre, se precipita bajo la fuerza de la gravedad una vez que el corazón no la impulsa y, como todo en el cuerpo muerto, tiende a yacer, la razón es mecánica es el componente más pesado de la sangre”. Abandonada a su propio peso, sin nada que la ponga en movimiento, la sangre yace con el resto del cuerpo muerto, dentro de las venas. Y eso es lo que hace que la luz cambie y se comporte de otra manera dando paso a otros colores. “Quizá ese color de muerte -comenzó a sospechar La Una- es un color al que le faltan todos los rojos y el rojo de la hemoglobina el color de la vida”.

La Otra necesitó un tiempo para responder porque nunca se había parado a pensar en el cadáver como un objeto físico. Hasta entonces para ella, el cuerpo sin vida había sido algo así como el lugar de la tragedia y la tragedia lo absorbía todo. Pero, a partir de los pensamientos de La Una, La Otra se quedó pegada a lo que pasaba en sus ojos y empezó a formular preguntas encadenadas. “Quizás ese proceso hacia el gris-azul que realiza el cuerpo tras la expiración, es un proceso de pérdida de luz. Si esto fuera así, entonces podríamos pensar que la vida-alma tiene algo que ver con lo lumínico… si es que no es lo mismo!! ¿Será que en lo luminoso se debate lo anímico? ¿o que lo anímico se debate en lo luminoso? ¿Qué es eso de que el cuerpo tenga un color? ¿Cómo un cuerpo de carne puede tener luz? Es un fenómeno de la piel que actúa como superficie reflectante… ¿o es algo más? ”.

Las dos comenzaron a imaginar la hemoglobina precipitándose dentro de las venas. En ese mínimo trayecto hacia la postura yaciente de las células, se producía el fenómeno de gradación lumínica que va del rojo al azul y en el que la carne pasa de la vida a la muerte. Habían encontrado el camino a seguir, el hilito del que tirar.

Manet

Cristo muerto con dos ángeles, de Édouard Manet (1864)
Las manos de Cristo con sus llagas secas, sangre que no corre, hemoglobina precipitada.

Jaime Conde-Salazar

 De Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera

Correspondencias alrededor de una célula obstinada del corazón # 4

La correspondencia que he mantenido con Jaime Conde-Salazar durante el proceso de creación de Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera, ha girado alrededor de la imagen, de los colores de la vida y de la muerte, de la sangre, de la luz, de la pintura. Pasado un tiempo él me la está devolviendo convertida en una narración que podríamos titular “Las cartas de La Una y La Otra”.

Aquí va la primera entrega

* * *

DIÁLOGOS SOBRE EL COLOR I

Todo comenzó con una coincidencia: estando en dos lugares distintos, las dos llegamos al mismo tiempo a la misma imagen del misterioso pintor veneciano Giovanni Bellini (1433-1516). La Una perseguía los orígenes de la pintura moderna: Giotto, Masaccio, Fra Angelico… Y La Otra estaba en Milán donde había tenido la fortuna de encontrarse en la Pinacoteca Brera con la exposición dedicada a Bellini y al nacimiento de la imagen de devoción humanista. La imagen en la que tuvo lugar el encuentro muestra el cuerpo muerto de Cristo erguido sostenido por la Virgen y San Juan. La Una dio con un dibujo preparatorio, La Otra con el cuadro.

MILÁN 047

El cuerpo de Cristo muerto se convierte en el paradigma del cadáver. En vez de mostrarse un cuerpo muerto tumbado, abandonado al peso, entregado a la horizontal, aparece erguido. Cuerpo muerto en postura de cuerpo vivo. De esta forma se convierte en objeto de contemplación como si la posibilidad misma de que ese cuerpo fuera una imagen pusiera en cuestión la propia idea de lo vivo y lo muerto.

La pintura hace evidente la cuestión: la clave está en el color, en la diferencia entre el color del cuerpo vivo y del muerto. A veces veo que lo que los separa es un matiz de temperatura, pero en otros cuadros los colores son tan diferentes que parecen cuerpos de naturaleza distinta, esas veces me parece que esas imagines se vuelven un vánitas, una forma de decirte: hoy sonrosado, mañana gris.

DetalleEl del muerto es un color con muchos matices. Aquella noche/mañana que La Una pasó junto al cuerpo de su padre, se dio cuenta de que el color fuera lo más cambiante de la muerte, lo que la delataba y lo que delataba cada uno de sus estados. Eso estaba en todas las representaciones de la muerte que vio en aquellos días de viaje por Italia.

Al volver a casa, las dos se dieron cuenta que la imagen de Bellini les había hecho pensar en el maravilloso cuadro de Antonello da Messina (1430-1479) que se conserva en el Museo del Prado. Aquello era una señal: el siguiente encuentro tendría lugar frente a aquella imagen.

MILÁN 042Jaime Conde-Salazar