Literatura de replà (literatura de rellano) en el Macba

LITERATURA DE REPLÀ (LITERATURA DE RELLANO) 

O como Mireia Sallarés me convirtió en un trozo de una obra de arte

IMG_3536

DECLARACIÓN

En Octubre del 2013 realicé una intervención artística en el edificio donde vivo de alquiler desde hace quince años en el piso donde mis abuelos vivieron desde antes de la guerra civil y que nunca pudo ser de su propiedad. Encolé cuatro textos literarios en gran formato en las puertas de cuatro pisos que el administrador de la finca había dado orden de tapiar con muros de ladrillos y cemento justo donde poco antes vivió gente. Titulé el proyecto Literatura de replà (Literatura de rellano) y se presentó públicamente en la exposición Jo em rebel·lo, nosaltres existim (Yo me rebelo, nosotros existimos) de la Fundació Palau de Caldes d’Estrac. En la sala de exposiciones, dejé una fotografía de una de las puertas de los pisos tapiados y una hoja desplegable con instrucciones para que el público supiera cómo visitar la intervención en el inmueble de Barcelona. Durante el proceso pasaron una serie de hechos que yo no tenía previstos y que me parecen importantes porque interrogan los límites, las consecuencias y la utilidad del arte. Que no fueran previstos no sé si les quita o les da más valor.

Uno de los pisos vacíos de la finca que todavía no estaba tapiado y tenía la puerta reventada por un ladrón, fue habitado después por unos okupas que son libreros y que oyeron hablar del piso vacío y del proyecto que yo preparaba. Una noche, la policía vino alarmada por una vecina con la intención de desalojar a los libreros pero mi declaración confirmó que llevaban más de cuarenta y ocho horas y que por lo tanto, solamente una orden judicial los podía echar y se pudieron quedar. Tengo que decir que cuando el sargento que llamó a mi puerta los describió como «buena gente del movimiento social», dudé de si en verdad era policía. La primera reunión de vecinos que se hizo en el edificio tuvo lugar en el piso okupado el día que los libreros nos convocaron para presentarse a la comunidad. Yo aproveché para explicar mi proyecto y todos pudimos compartir los problemas de vivir en un inmueble desatendido por la propiedad. Cuando la exposición fue inaugurada, yo me fui de viaje y alguien me contó que, sin yo haberlo pedido, los libreros hacían de guías improvisados de la exposición al público desorientado que llegaba al edificio.

El tiempo pasó y uno de los muros de las puertas tapiadas fue tumbado. Me pregunto si fue algún visitante de la exposición que interpretó que la obra estaba inacabada, era participativa y mientras tiraba el muro al suelo pensó: «Esto sí que es arte». Encontré un trozo de muro en un rincón del edificio el mismo día que la galería ADN me propuso participar en una exposición titulada Cómplices y testigos. Guardé la ruina como pieza para ser expuesta sin saber si tenía que presentarla como objet trouvé, ready made o obra de autoría colectiva involuntaria. Tiempo más tarde me di cuenta de que un pequeño grupo de jóvenes okupaba el piso del muro reventado porque habían colocado una advertencia en su puerta. Hablé con ellos para organizar una cena en su casa con algunos vecinos, los escritores colaboradores del proyecto, y los libreros, donde terminamos hablando de los límites éticos y estéticos de un proyecto artístico como éste. Gravé el audio de esa charla y después de editarlo lo incorporé a esta obra.

Al cabo de poco tiempo, la propiedad denunció a los primeros, a los libreros. En la instrucción penal la abogada que los defendía utilizó mi intervención artística como una de las pruebas de su defensa. Después yo, con su autorización, incorporé a mi obra parte de la documentación legal de su caso. El administrador de la propiedad hizo instalar un servicio de vigilancia 24h con una cámara en la portería y unas alarmas flanqueando los muros que tapiaban los pisos. Los textos seguían ahí y yo pensé que pocas obras de arte debían estar tan vigiladas. Finalmente, un juez firmó una orden de desalojo cautelar, los libreros se fueron sin hacer ruido y yo escribí una primera versión de esta declaración que fue corregida y revisada por la abogada y el escritor del texto de la ruina expuesta. A medio camino entre el arte, la literatura y el documento legal, el texto sirvió de presentación de esta obra titulada Literatura de replà, una relectura (Literatura de rellano, una relectura). Una obra que acabó, si es que este tipo de obras pueden realmente acabar, el mes de abril del 2015 cuando los últimos okupas —que vivieron un año en el edificio— fueron desalojados y la propiedad dio orden de derruir todos los muros que todavía mostraban los textos intactos. ¿Habrá sido el paleta que los tumbó, su último lector?

Mireia Sallarès, Barcelona, Mayo de 2015

IMG_3537

ÁTICO CON TERRAZA (por Marc Caellas)

Una de mis primeras lecturas de infancia fueron esos tomos pesados bautizados genéricamente con el nombre de Superhumor: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Carpanta, son algunos de los personajes que lo poblaban. Mi preferido, sin embargo, siempre fue 13 rue del Percebe, una tira de una página donde el protagonista, el personaje principal, es un edificio. Sí, también están los hombres, mujeres y niños que habitan los distintos pisos del edificio. Pero lo importante es como esos personajes transitan por el ascensor, como llegan al terrado, como usan las ventanas. Pareciera que todo el edificio convive en una isla de anarquía, en donde no aplican las leyes que impone el estado, familia, religión. Ni en sueños sospechaba yo a esa tierna edad que unos treinta años después iba a vivir en Muntaner 14, una versión trash para adultos contemporáneos del edificio inventado por Ibáñez.

Aunque a ratos pueda ser divertida, la vida “real” no es un cómic. Así, a mi ático en Muntaner 14 nunca llegaron furiosos acreedores (eran años de solvencia económica, de vivir como un pseudo-funcionario cultural con pretensiones), pero sí facturas a nombre de la artista que vive allí desde tiempos inmemoriales. En otro mundo más justo, la artista ya sería la propietaria de ese ático en el que a veces circula el fantasma de algún antepasado suyo, que decide escaparse de la cárcel del retrato y recorrer su antiguo hogar. A mi ático también llegaron a visitarme amantes, amigos, músicos. Recuerdo bien que, en una de sus pocas apariciones públicas, las legendarias Burning Ladillas tocaron en la terraza una inolvidable tarde de junio, una terraza en la que pasé largas horas viendo el mar o los aviones, haciendo el amor o el cafre, siempre bien acompañado. Una vez mi amigo Abel cocinó un arroz negro y le salió gris marengo. Otra vez una amiga dejó unas bragas rojas colgadas en el baño y casi me cuesta una novia. Una noche de viernes empecé un romance que me llevó posteriormente a vivir en la Argentina. Una tarde de sábado le lancé huevos a un pitufo de la Guardia Urbana estacionado en la esquina de Gran Vía. Una noche de domingo escuché el concierto de los ACDC en el Estadi Olímpic como si estuviera allí. Hubo un día en que alguien decidió que ya no se construirían áticos en los edificios nuevos de Carcelona. Ese día, otro más, la ciudad perdió otro de sus encantos: las terrazas.

8 terraza PQ

De paredes adentro, me abstraía de todo lo que sucedía en el edificio. De paredes a fuera, era imposible esquivar el caos. Así un día me tocó el timbre una doctora uruguaya pidiéndome ayuda con el butano, y ya nunca más la volví a ver. Una noche casi bajo al tercero a comprar farlopa, pero me acordé de alguna película donde un vecino le pide a otro que le guarde un paquete, y me acobardé. Una madrugada un amigo terminó la fiesta en La Flor del Caribe, ese prostíbulo 24-hour-party-people con trabajadoras extra-comunitarias que sirve de portero automático sin filtro concebido: lo mandaron a su casa a dormir. Una tarde ayudé a dos viejitos a subir las bolsas de la compra del ático al sobreático, a donde no llega un ascensor que, incluso funcionando, parece averiado. La noche de los sábados era, ¿son?, intensas en Muntaner 14. Muchos domingos esquivé vómitos, jeringas o zurullos. Todos los lunes escuché a la señora de la limpieza borrar las huellas de ese tráfico constante sin controles de alcoholemia.

Creo que nunca fui tan feliz en un apartamento. Creo que nunca me mimeticé tan bien con las paredes, con la luz, con el aire que se respira en el ático de Muntaner 14. Defendí la fotografía que preside el dormitorio de las críticas de alguna novia, con la convicción del creyente en el poder del arte. Sin mover apenas una planta de sitio, sentí que el lugar lo había dispuesto yo en sueños. Creo que una ciudad necesita estos espacios de libertad, aún con sus a menudo desagradables efectos secundarios. Creo que un lugar donde uno pasa muchas horas debe ser íntimo y épico a la vez. Creo que, en un mundo ideal, todo el mundo viviría en un ático con terraza. Creo que hay pocos edificios como Muntaner 14.

Marc Caellas, Barcelona, noviembre 2013

IMG_3535

About marccaellas

MARC CAELLAS Marc Caellas, natural de Barcelona, es un artista multidisciplinar cuyos proyectos se concretan en forma de libros, performances, obras de teatro o proyectos culturales que mezclan literatura, música, teatro y arte contemporáneo. Su últimos montajes estrenados son Sin timón & en el delirio (Ciudad de México, 2021) y Bolaño, vuelve a casa (Barcelona, 2020), inspirados en la poética de Mario Santiago Papasquiaro y Roberto Bolaño respectivamente y Suicide Notes, con David G. Torres. Ha publicado 7 libros: Notas de suicidio (Editorial La Uña Rota, 2022) Dos hombres que caminan (Ediciones menguantes, 2022) Neuros Aires (Editorial Libros del Zorzal, 2020) Drogotá (Editorial Planeta, 2017) Caracaos (Editorial Melusina, 2015) Carcelona (Editorial Melusina, 2011) Teatro del bueno (Editorial Tea-tron tinta, 2015) marccaellas.net https://linktr.ee/mcaellas https://twitter.com/mcaellas
This entry was posted in Uncategorized. Bookmark the permalink.