Teatros concertados

Llego al edificio de Poble Nou donde viven y crean los nyamnyam, puntual. En el rellano de la escalera ya hay unas 15 personas esperando. Hay hambre y también curiosidad. Buena combinación. Sale entonces Ariadna y nos explica que, antes de entrar, nos va a leer un manifiesto. Se trata de una declaración firmada por un grupo heterogéneo y dispar de creadores independientes, que no independentistas, en protesta por la gestión del dinero público destinado a la cultura en Barcelona, y también en Catalunya.

manifest

Son casos distintos, claro. Del conseller Vila y de Junts pel Sí no esperamos nada, aunque no por ello dejaremos de criticarlos, finalmente ese dinero es nuestro también. Aunque estén juntos por el sí siguen votando con los que están juntos por el no en los temas importantes, el dinero, y siguen coreografiando enfrentamientos en lo accesorio, las banderas, y la plebe ni se entera porque en el NODO, digo TV3, les hablan de juicios y otros teatrillos de Madrid, y se excitan y gritan y hacen la ola, y mientras tanto les roban la cartera los hijos o nietos de los que aplaudieron la entrada de las tropas franquistas por la Diagonal. Catalanes todos, que diría Pérez Andújar.

De Barcelona en comú sí que lo esperábamos todo, o al menos bastante, o algo, no sé, algo más que reuniones y cargos para algunos, y por eso fuimos a reuniones que nos daban mucha pereza, quin Grec volem?, a mítines en Plaza Catalunya con Nacho Vegas, quien ahora también está cabreado, quin Mercat de les Flors volem?, por eso mismo escribimos tweets y posts en Facebook a favor de Ada Colau e incluso intentamos convencer a amigos que pensaban que la CUP era mejor opción, y lamentablemente tenían razón, y todo para que un día nos despertáramos con la noticia de que Xavier Marcé, o sea el PSC, o sea Focus, volvían a tener el poder sobre la cultura, como lo han tenido siempre en Barcelona, menos cuatro años irrelevantes, con lo que todas las esperanzas de que, al menos, el discurso cambiara se han ido por esa alcantarilla humana que son las Ramblas. Así que todo sigue igual: marca Barcelona, smart city, vecinos expulsados, alquileres impagables, los mismos desahucios, sala Beckett te doy 500 mil euros por la patilla y Molt soroll per a res, el musical, otra vez, que es un éxito y ayuda a cuadrar las cifras de asistencia de público… Colau, on ets?

colau

Aquí hago un paréntesis. Creo que uno de los grandes problemas de las escénicas (teatro, danza, performance, artes vivas, etc.) es la confusión entre público y privado. Todo el mundo tiene claro que el TNC, el Lliure o el Mercat son de titularidad pública o que el Apolo es privado. Pero, ¿qué pasa con el Romea? Privado ¿el Goya? Privado, ¿la Beckett? Privado. Sí, sí, aunque no lo parezca, son salas privadas pero es que más del 50%, qué digo, más del 75% seguramente, no tengo los datos concretos, ¡porque los esconden!, son subvenciones públicas. ¿Entonces no sería mejor llamarlos teatros concertados? Sí, como las escuelas. ¿Estamos en contra de los teatros concertados? Depende. Igual que nos molesta que demos dinero público a escuelas que en pleno siglo XXI separan a niños y niñas (otro caso en el que Junts pel Sí y PP votaron lo mismo), también nos molesta que un teatro concertado discrimine y sólo programe teatro de texto, obviando que hay mucho más teatro posible, aunque no quieras llamarlo teatro, que adaptar una dramaturgia o un clásico, y que en Europa, sí en Europa, donde nos queremos mirar, esto ya está normalizado y en cualquier sala pública que se precie se programa aleatoriamente teatro clásico con artes vivas, teatro documental o performance, o incluso conciertos, vamos, que las etiquetas dan igual cuando es algo que sucede en vivo y con un sentido de puesta en escena y experiencia compartida. Pero volviendo a nuestra aldea, también nos molesta a los del manifiesto que un teatro concertado tenga al mismo director durante 16 años. Sí, hablo nuevamente de Casares y la Beckett -no es nada personal, Toni, si quieres nos tomamos algo (pagas tú que tienes sueldo fijo y puedes permitírtelo) y lo hablamos-. Si una administración pública se gasta tres millones de euros en una nueva sala, digo yo que al menos debería poder organizar un concurso abierto y democrático para decidir quién dirige esa sala… Por lo menos los de Focus disimulan, con sus diversos teatros concertados, y cambian de director cada 4 años… en fin.

¿Qué tiene todo esto que ver con el festival Sâlmon y Quim Bigas? Pues todo y nada. Me decía el otro día un amigo que trabaja en el Musac que en Barcelona parece que la cultura o es institucional o es punki. No parece haber clase media, no hay espacios de tamaño medio, como sí los hay en Berlín o Bruselas, sin intervencionismo ni manipulación pública. O grandes equipamientos, con sus funcionarios, directores con sueldos de más de cinco mil euros, secretarias y demás personal indispensable, aunque luego nunca hay dinero para los creadores, y equipamientos o espacios o colectivos autogestionados que hacen lo suyo a su manera y, a los que, de vez en cuando, se les suelta alguna migaja en forma de subvención para que no protesten mucho. Algún día habría que debatir seriamente sobre el dinero de la cultura. ¿Por qué no una renta básica cultural? Un reparto equitativo entre los creadores y que cada uno haga lo que pueda, sepa y quiera con eso. Colau, on ets?

nyamnyam

Total que, una vez leído el manifiesto, entramos al espacio y nos sentamos donde nos indican. Raquel Tomás separa y pone en mesas diferentes a los que vinieron acompañados. La idea, supongo, es generar conversaciones, sinergias distintas a las habituales entre conocidos. Algunos ya hemos estado aquí muchas veces, pero otros no, y es bueno que así sea, que esta suerte de zona temporalmente autónoma crezca y vaya ampliando la lista de cómplices. Sucede que hoy no hablamos tanto como otras veces ya que la propuesta que plantea Quim Bigas va más de leer, masticar, pensar, volver a leer, mirar, masticar, deglutir, y así ser más conscientes de qué comemos, con quién, y qué rituales, llámalo coreografía, hacemos sin darnos cuenta cuando nos enfrentamos al hecho inevitable de tener que alimentarnos.

No soy mucho de cocinar, pero leyendo el libro que han cocinado Quim Bigas, Ariadna e Iñaki, me doy cuenta que sí es verdad que cada mañana represento una pequeña coreografía. El desayuno lo preparo, y muy bien por cierto, con esmero. Especialmente el café. Nada de Nexpreso ni mucho menos café instantáneo, horror de los horrores, café americano. Una buena cafetera Volturno de rosca (las de los chinos parecen lo mismo pero no, haced la prueba), café colombiano molido en la tienda del barrio, agua embotellada (porque en Barcelona el agua del grifo tiene un sabor asqueroso), sin leche ni azúcar, por favor. En definitiva, una serie de movimientos y acciones que ejecuto cada mañana casi del mismo modo siempre y que hoy he recordado y he visto en mi cabeza mientras masticaba una hoja de lechuga que había llegado desde el Maresme pocas horas después de haber sido recogida del huerto.

Es la tercera vez que participo en una versión de Appraisers. La primera fue en Pamplona, dentro del festival Inmediaciones, una activación perequiana sobre la que ya escribí algo aquí. La segunda en el Graner que me dejó pensando en lecturas pendientes y en por qué nos obsesionan unos temas y no otros. Hoy, de nuevo, esta otra ramificación del dispositivo ha disparado otro tipo de reacciones, más desde el estómago, no sólo por el hecho evidente de que comía mientras pensaba esto que ahora escribo sino porque el hecho de estar ahí y de re-encontrarme, por ejemplo, con Eloísa Jaramillo, colega de Bogotá, no era debido a ninguna casualidad, que ya sabemos que no existen, sino a ciertas sinergias que proyectos como los de Quim provocan.

Tampoco habrá sido casualidad que esta mañana haya pescado del muro de la poeta Natasha Tiniacos esta entrevista al filósofo Peter Pal Pelbart que viene muy al pelo para todo esto que estoy contando, aunque ya es hora de callar.

“El silencio no consiste necesariamente en oírnos a nosotros mismos. El silencio es la condición de poder oír a los demás, de oír otras voces de la historia, de las muchas tribus que nos rodean. Creo que hoy en día hay un exceso de gregarismo. La voluntad de estar juntos todo el tiempo, con todos a la vez, no permite oír nada en absoluto. La soledad no refiere a la idea romántica que tenemos de oír nuestra voz interna; más bien se trata de una soledad poblada. La soledad puede ser atravesada por muchas voces. En mi caso, la enseñanza de Nietzsche en relación con el gregarismo es totalmente válida. Él dice que el espíritu de la horda es siempre del orden de la homogeneidad, del consenso, de la servidumbre. En ese sentido, un modo de desapego de ese gregarismo es condición para algo nuevo, para una cierta singularidad, un cierto disenso, una cierta diferencia. Pero esto no es una oda a la soledad misma como una especie de insularidad. No se trata de eso. Es precisamente lo opuesto: es necesario tener cierta soledad para poder establecer otras conexiones que el gregarismo no permite.”

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