Ziomara Hormaetxe estrena el 15 de mayo LĀTTICE en Azkuna Zentroa.
Estudiaste Historia del Arte antes de formarte en danza en Niza y Cannes. Después pasaste por distintas escuelas como P.A.R.T.S o S.N.D.O hasta conformar tu propia compañía. ¿Cómo describirías tu relación con la danza y la coreografía?
Comencé formándome más como bailarina, descubriendo diferentes técnicas, pero creo que al final son las personas que te vas encontrando a lo largo de tu trayectoria la que te influyen. Más que formaciones oficiales que haya hecho, me han inspirado personas o coreógrafos. Tener una compañía grande es muy complicado, y trabajamos en compañías pequeñas que nos dan la oportunidad de hacer un trabajo más profundo o interno. Como bailarina, me han inspirado las personas con las que me he ido encontrando.
Después fui pasando por etapas, y apareció la necesidad de hacer piezas de danza propias y de hacer mis propias producciones, pero de una manera muy natural e intuitiva. Empecé mezclando las nuevas tecnologías y la danza. La inspiración me venía de festivales donde solía ir como el Sónar o LEV. Yo quería hacer algo así. Hay tanto que descubrir, aunque es muy peligroso, porque la tecnología te atrapa y te invade tanto espacio que es muy fácil que te olvides de tu cuerpo y del movimiento. Mi objetivo es buscar el equilibrio sin desconectarme de mí misma, porque cuando nos desconectamos, estamos perdidos.
¿Cuál es la relación de LĀTTICE con la física cuántica?
En la obra hay conceptos de la física que yo he bajado a tierra, los he acercado a mi parte más humana. LĀTTICE es un fenómeno de la física cuántica que dice que la estructura del universo la percibimos de forma vacía o invisible, pero ahora sabemos que la estructura del universo está constituida por diferentes puntos, los cuales poseen diversas gravedades, emocionalidades, dimensiones… puntos que a pesar de tener cada uno una información, si la información de uno de ellos se altera, cambia también la de los demás. Estos puntos están unidos y componen un todo. Me interesa la idea de conexión. Siento que estoy mucho más conectada a los puntos externos alrededor mío, al ruido, a la imágenes y los estímulos, al ritmo frenético de nuestra sociedad. Por un lado esta conexión me genera angustia, y por otro lado me resulta complicado conectarme con mi parte interna. Cuando conecto con mi parte interna, para lo que tengo que hacer fuerza, logro serenidad o calma. La tecnología nos hace estar muy conectados y desconectados a la vez.
En la descripción de la obra utilizas conceptos físicos como incertidumbre o gravedad. ¿Cómo los traduces a la danza o el movimiento?
Cuando conocí a Beatriz de Paz, la otra intérprete, ya estaba indagando en la cuántica, en cuestiones sobre la doble naturaleza de la materia (onda y partícula). Al conocer a Bea pensé que era la onda y yo la partícula. Antes de empezar ya teníamos dramaturgia. La onda nos permitió indagar en una cualidad líquida, flotante o vaporosa del cuerpo, y una relación consecuente y particular con el espacio. Cómo lo atraviesas, la conciencia de la gravedad, de las caídas… La partícula era más caótica, se mueve y cae mucho más rápido. Su textura refiere a la desconexión de una misma y a la rapidez actual, al no saber qué nos está pasando. Esta cualidad del movimiento, aunque suene abstracto, consiste en unir puntos como si fueran partícula, pero frenando el movimiento, de 0 a 100. Es como si las partes de tu cuerpo fueran puntos que unir, para lo que tienes que llegar de una manera exacta, tienes que frenar el movimiento.
¿Estas cuestiones también tienen resonancia en el espacio, la escenografía de la obra, la luz o el sonido?
Al final la obra trata de mi cabeza, de mi cerebro, de lo que ha sido todo este proceso. A pesar de esas dos naturalezas de la materia, hay un todo que está en mi cerebro. Una de las escenografías son unos plásticos con los que juego simulando ese movimiento de onda, el cual es una continuidad entre el movimiento de los plásticos y mi cuerpo. Hay una escenografía partida por dos que remite a esa naturaleza doble, aunque al final esas dos partes se juntan, porque de lo que estoy hablando es de que tenemos diferentes partes, pero al final somos un uno, como aquellos puntos que decía. Para mí lo más importante es buscar la continuidad entre todos los elementos que están en escena, los plásticos, la escenografía…. Luego está la tecnología, la parte de las imágenes, el sonido… Lo bonito es cuando hay una continuidad, cuando no te das cuenta que del movimiento pasas a la luz, entra la imagen… Encontrar el equilibro del todo es el gran reto.
El lenguaje visual de LĀTTICE «se genera en tiempo real mediante un sistema algorítmico desarrollado ad hoc con TouchDesigner, e IA real time, capaz de traducir sonido y movimiento en imágenes dinámicas y cambiantes». ¿Podrías contar más sobre este sistema de imágenes?
He trabajado con Paco Gramaje, del estudio Girasomnis, con quien ya colaboré en mis primeras obras. Es complicado encontrar a alguien con conocimientos técnicos y sensibilidad para las artes escénicas. En este proceso probamos muchas cosas, hologramas, láseres… Cuando hablamos de tecnología, parece que si no es efectista no funciona. Aunque la tecnología está en todo el proceso, el ChatGPT, las luces, los móviles con los que nos grabamos… hasta el cuerpo mismo es tecnología. Quería hacer algo diferente, encontrar la sutileza en integrarlo todo. Para mí es importante que la imagen y la luz vayan muy unidas. Que no vaya una y luego otra. Yo podría poner una escena con imágenes increíbles, pero la cosa es qué se quiere contar. Paco ha ido generando materiales con TouchDesigner, y los hemos ido integrando lentamente con la luz, el movimiento, la dramaturgia, la música…
En la sinopsis de la obra se dice que LĀTTICE está «pensada tanto para los públicos contemporáneos de los nuevos medios, como para quienes buscan una renovación en las artes escénicas tradicionales». ¿Qué clase de público esperas que vaya al estreno? ¿Quién te gustaría que fuera? ¿A quién va dirigida la obra?
Aunque voy pasando por distintas fases a lo largo de mi carrera, al final todo esto me lleva siempre al mismo lugar, a hablar de la humanidad. Lo que me llena y me remueve por dentro es hablar de mi parte interna, de lo que va sucediendo en cada época de la vida. Esa es la única manera de conectar con el público. A mí me sale mostrar mi vulnerabilidad, todo su poder, también lo que ha sido el proceso, y este ha sido particularmente caótico. Por lo que he tenido que buscar internamente la calma para tirar adelante. Como en la vida. Eso nos pasa a todos, y es la manera más directa y honesta de conectar con el público, que no tiene porque entender, pero que le remueva algo.
Teatron