Antiguamente y hasta hace no tanto, cuando las familias payesas catalanas recogían del campo los cereales y las legumbres, la cosecha se llevaba a una explanada circular llamada “era” que solía estar delante de les masies (caseríos). Allí se batía para separar el grano de la paja, una tarea que levantaba mucho polvo, por lo que se advertía: “Si no vols pols no vagis a l’era.”
Aunque el pasado sábado 3 de mayo en Mieres no hubiera trigo para batir, nos reunimos para compartir una jornada en el Espai Nyamnyam en torno a prácticas de investigación en artes escénicas. Fue la primera de un ciclo de jornadas –las próximas serán el 14 de junio, el 5 de julio y el 22 de agosto– que este año cumple su sexta edición y que lleva por título “Si no vols pols no vinguis a l’era.” Un nombre que sirve como gesto de memoria hacia aquellas expresiones del catalán que se van perdiendo con el tiempo y los cambios sociales, pero quizás también como declaración de principios o invitación a las personas participantes a tomar parte de aquello que vaya a suceder, a estar juntas, a estar dispuestas a llenarse de polvo si hiciera falta.
Al inicio de la jornada nos sentamos en semicírculo bajo uno de los árboles de la finca para conocer Roca de migdia, la revista del pueblo de Mieres, editada en colaboración con el Ayuntamiento pero que está, como enfatizó Monfort, uno de sus editores, al servicio del pueblo (y no de la institución). Ariadna e Iñaki, núcleo del proyecto de Espai Nyamnyam, nombraron las implicaciones complejas de sostener espacios artísticos en zonas rurales y la importancia de un hacer situado. Hablaron de proyectos como Això al poble no li agradarà o el propio Si no vols pols, que tratan de articular espacios culturales para y con la gente que habita Mieres y los pueblos cercanos.
Después de un pica-pica y algo de beber, nos desplazamos a la nave para ver una muestra en proceso de Aplauso, vicio de Noela Covelo Velasco y Élise Moreau, que estuvo en residencia en La Caldera y se estrenará el próximo año en el Festival Sâlmon. Sus cuerpos, sus voces, la música y una tela grande movilizaron el imaginario colosal de la ópera en un espacio casi vacío, desdibujando la separación entre el dramatismo y la comicidad. Después de una breve conversación con las artistas, subimos al altillo para ver La Vía Láctea, parte de una investigación de Maria Garcia Vera, artista en residencia en La Caldera que, en esta ocasión, invitaba a Néstor García Díaz a conversar con ella. Un collage de textos, preguntas y gestos, que se iba des-articulando como una conversación abierta que no tiene por qué llegar a ningún lugar.
Después de una rica comida, resguardades bajo las sombras de los árboles y del porche, nos reunimos otra vez debajo del árbol, entre café e infusiones. Les representantes de las distintas instituciones o espacios que han participado en la programación y/o han dado apoyo a las piezas presentadas durante la jornada –Javier Cuevas de La Caldera, Quim Pujol del Festival Sâlmon y Elena Carmona del Teatre de Girona– hablaron de sus experiencias en esta labor de dialogar, conspirar y colaborar en el contexto de las artes escénicas.
De ahí volvimos a la nave para Neti Neti Serie Oro de Amalia Fernández. Concebida como performance participativa, ofrecía un espacio en el que deambular a la escucha de las voces que salían de varios altavoces. La performance era una primera muestra del material que la artista ha estado recogiendo, en un trabajo de largo recorrido en residencia en La Caldera, a través de entrevistas con personas con varios años de dedicación y recorrido en el contexto de la danza en el estado español: Carme Torrent, Mónica Muntaner, Janet Novás, Idoia Zabaleta, Elena Córdoba, Ana Buitrago, Teresa Lorenzo y Juan Carlos Lérida. En estos registros sonoros, Amalia conversa con elles sobre su manera de comprender y vivir la danza.
La performance terminó dando paso a la música y convirtiendo el espacio en una efímera pista de baile, para luego subir a otra sala, dónde visionamos Mirar Neti-Neti de Tamara Brito de Heer. La pieza audiovisual de Tamara surge del acompañamiento que hizo de los encuentros que Amalia tuvo en La Caldera con les artistes mencionades. Con una mirada táctil y atenta, recoge la singularidad y la sensibilidad del encuentro entre dos cuerpos que se interrogan sobre qué es, qué puede ser y qué queremos que sea aquello a lo que llamamos danza.
Júlia Sentís
Imágenes de Sebastià Masramon