Un fin de semana en el Rewire -de un viernes tarde haciendo ruido con cerámicas a un domingo noche de Tai Chi grupal- 

Nostalgias y fetichismo cero, pero si las coleccionara, ¿cuántas pulseras de festival tendría almacenadas en un cajón? Los festivales de música aparecen de tanto en tanto en mi vida para darme alegrías y hacerme una especie de refresh y reset a la vez. Esto se traduce en que sientan bien a cuerpo y mente. El Rewire cuenta con un carácter transversal donde además de la producción electrónica tienen cabida instalaciones audiovisuales y performances. Gran parte de los directos derivan en eso performances que incluyen coreografías y juegos de luz. 

El festival Rewire se lleva a cabo en la ciudad holandesa Den Haag, sede del tribunal internacional de justicia. Al visitarlo, entre las rejas decimonónicas de la fachada principal desee fuerte que de verdad hubiera justicia y funcionara pronto en contra de los actuales genocidas del mundo. En La Haya viven la familia real holandesa, cuando el rey está en palacio colocan una bandera, la joven de la perla y las obras más representativas del visionario Escher. Todo es precioso y barroco. Todo el mundo va en bici o tranvía y come en restaurantes de cocina indonesa o africana, allí donde Holanda tuvo colonias. La Haya es una ciudad de arquitectura y diseño contemporáneo que convive con el medievo y el Siglo XVII. Para mí fue una sorpresa descubrir que tiene playa y no tanto que está limpísima. Además, en todos los paseos encuentras flores, Holanda es el principal exportador floral del mundo y La Haya con sol, viniendo de un Madrid invernal donde tengo la sensación de que lleva lloviendo la vida entera se convirtió en una fantasía. Una villa silenciosa hasta que en el primer fin de semana de abril llega el Rewire, lo lleva haciendo desde hace 14 años y entonces la ciudad se transforma y su millón de habitantes más un gran número de visitantes extranjeros, principalmente italianos, con todo lo que de ruidismo implica esa nacionalidad, dan la vuelta a su tranquilidad y se vuelcan con la electrónica ocupando teatros, salas, tiendas de disco, clubes y hasta iglesias. 

De un par de años a esta parte es objeto de interés por la prensa la llamada “burbuja de festivales”. Holanda es junto a Gran Bretaña el país con mayor número de eventos musicales del mundo. Un buen día se decidió que eran rentables económicamente y fueron adquiridos por fondos de inversiones, se empezaron a clonar perdiendo esencia y un buen día también colapsaron. Solo en los últimos años Holanda ha cancelado hasta sesenta, algunos de ellos de música electrónica. Destacar también que en la vecina Rotterdam nacieron movimientos de la cultura de baile como la música gabber en los años 90 y algún viejo makinero te encuentras perdido también a ciertas horas de la noche. Los macro festivales resisten y también los más pequeños y especializados en un estilo de música mientras que los de medio formato y con menos personalidad están cayendo. El Rewire tiene una línea de investigación y programación muy definida y cuidada en torno a propuestas experimentales y esto es de agradecer muchas mujeres y personas no binaries formando parte del cartel. El hecho de que los espacios donde suceden las cosas tengan un aforo accesible, aunque haya que pasar por inevitables colas, ayuda bastante a lograr un festival nada masificado y sostenible.

De entre los muchos recorridos, el line-up es amplísimo y vi muchísimas actuaciones en tres días me gustaría compartiros ESTE:

VIERNES 4 DE ABRIL

Merche Blanco. Imagen de Natalia Piñuel Martín

Merche Blasco, única española de esta edición junto a Silvia Jasss y los visualistas Hamill Industries (actuaron en el opening del festival, fuera de abono con la performance CORTEX). Blasco es una desconocida para el público español que tiene que dejar de serlo sin embargo es una de nuestras artistas multimedia y compositoras con mayor proyección internacional. Su práctica se centra en la construcción de dispositivos tecnológicos diseñados para ser imprecisos, jugando con el error y permitiendo que salgan sonidos imperfectos y vibrantes. Ella misma interactúa con estos dispositivos y enreda literalmente su cuerpo con ellos. En la tarde del viernes presentó en la sala 2 (la pequeña) del Theater aan het Spui la performance Fauna que ya había estrenado un año antes en el CMT berlinés. Vestida con un top de vinilo reflectante que le daba un aire futurista, el escenario nos llevaba a una mesa clásica de DJ donde los habituales CDJ han sido sustituidos por objetos de cerámica en colores pastel que una vez abiertos simulan también un plato de vinilo que ella con sus movimientos con sensores escrachea como si fuera una peli SCI-FI. Existe una exploración tremendamente sensorial entre su propio cuerpo como artefacto sonoro y los elementos escénicos generando frecuencias muy intensas y a su vez también casi imperceptibles. Así Merche Blasco nos hace estar atentas a todo lo que en el escenario sucede. Algo que resulta muy bonito también es que estamos habituadas a tener que alcanzar la perfección y la excelencia en todo y en la composición musical también. Que el error y el proceso hacia el mismo sumado a la performatividad del cuerpo y el gesto sean lo que importa nos lleva también a un posicionamiento con la tecnología mucho más horizontal y feminista. El ruido es político. 

Oklou. Imagen cortesía del Rewire

La de Oklou era una de las actuaciones más esperadas de la jornada especialmente para les más jóvenes que llenaron la sala de conciertos grande de Paard. Oklou es el aka de la cantante y productora francesa Marylou Mayniel que lo petó en plena pandemia con su primer disco y este año acaba de sacar el segundo Choke Enough una colección de temas entre el hyperpop y el R&B con mucha postpro y autotune místico y etéreo. Su propuesta y puesta en escena resultan cercanas con su público y cuenta con un toque infantil. Es autoconsciente de que le están sacando vídeos para Instagram todo el rato y sabe cómo actuar para los miles de móviles que tiene enfrente. Esto que podría resultar un tanto pesado se convierte en todo lo contrario en un acto performativo y de comunión intima junto a todas las audiencias que la siguen. La actuación de Oklou rozó momentos extremadamente sensibles y de cuidados hacia ella misma embarazadísima que usando la estructura que atravesaba el escenario se iba sentando donde podía para descansar. También paró la actuación en un par de ocasiones preocupada por el estado de salud/falta de hidratación, sorprendentemente hacía bastante calor un 4 de abril en La Haya de algunas personas del público. Eso gustó y también la complicidad con su compañero sonidista, un tierno men in black en toda regla que se redescubrió como ejemplo de nuevas masculinades lanzando corazoncitos al final del concierto. Todo muy edulcorado y preciosista #afavor.

aya. Imagen de Natalia Piñuel Martín

La disrupción total llegó por la noche en ese mismo escenario del Paard con aya, un rayo de luz desde la oscuridad del industrial, el noise y la performance más radical. En su práctica conecta el club con el footwork, la abstracción, el techno sucio y el uso de la voz y el texto más activista dentro de la comunidad queer y muy focalizade en su posición como artista de género no binarie. En sus directos se mezclan muchas emociones, hay dureza en la forma, en la agresividad de sus movimientos por el escenario, en las palabras que dice y grita y pone por escrito a través de las visuales de MFO, pero también hay una capa fuerte de vulnerabilidad y de dolor que le hace preciose. Conocí a aya el año pasado en otro contexto de festival, el MUTEK de Montreal y me comentaba que le preocupaba cómo llegar a un público mayor con una propuesta tan personal y anticomercial, ¡creo que puede estar muy tranquile porque lo ha conseguido con su nuevo disco, hexed! llevando una línea coherente y también el ruidismo y cómo canalizar como persone neurodivergente su práctica artística a través de la producción electrónica. Además, es la portada más bonita de la historia de The Wire magazine (abril 2025). 

SÁBADO 5 DE ABRIL

Kali Malone. Imagen cortesía del Rewire

El Rewire es uno de esos festivales en los que conviven distintos espacios repartidos por la ciudad (todos a 15 minutos a pie o en bici) y diversos estilos musicales; electrónica de baile, experimental, composición electroacústica, experimentación vocal, pop también ¿por qué no? Y lo más bonito, la mezcla entre artistas emergentes, muches de elles a descubrir y veteranísimas como la norteamericana Joan la Barbara. No era la primera vez que la veía en directo, pero es una de esas grandes damas de la experimentación a la que siempre vuelves y que te da un profundo respeto y mariposas en el estómago en cada reencuentro. La exploración vocal y polifónica hace que resuenen en sus elegantes performances el trino de los pájaros, murmullos, gritos, suspiros, respiros en interminables piezas en loop basadas en cualquier momento de la vida, de su propia vida. Tanto ella como Laurie Anderson, también presente en el festival, son grandes contadoras de historias. El espacio del conservatorio en la fantástica sede principal de Amare envuelto en madera, sobrio y con luces cálidas la convierten en la venue soñada para este tipo de actuaciones.

JASSS & Ben Kreukniet. Imagen de Natalia Piñuel Martín

El sábado de festival justo después de Joan La Barbara y muy acertadamente programada actuó otra gran dama de la experimentación Olivia Block presentando en premiere su nuevo trabajo The Mountain Pass, acompañada en el directo por los músicos Paige Naylor en órgano y sintes y Jon Mueller a la batería con los momentos más logrados en sus solos pero vaya, ¡que ahora a cualquier propuesta que suena un tanto cinematográfica se le pone la etiqueta de Lynchniana! y no todo vale para recordar esas atmósferas surrealistas. Olivia, no sé si nos leerá, pero se ha quedado antigua. Kali Malone también. Ella era una de las grandes apuestas de este año. Siempre que hay conciertos en iglesias barrocas una a priori se emociona. Aquí la importancia la tenía el órgano de tubos, eje central de la que una vez fue nave principal. Una serie polifónica ancestral sumada a un coro y un ensemble hacían prever sin apenas vibración e intensidad en la propuesta una noche aburrida y monótona junto a Malone. Mucho ruido y pocas nueces. La falta de calor en este espacio pese a la multitud lo hizo todo aún más soporífero. Menos mal que a pocos metros se presentaba el A/V show más potente junto a la productora de origen asturiano y afincada ahora en Barcelona Jasss aka de Silvia Jiménez Álvarez y el artista audiovisual holandés Ben Kreukniet. En 2022 ambos estrenaron en el marco del festival Sónar un primer paso de la propuesta AWOS- A World of Service- que parte del álbum publicado por Jasss con ese mismo nombre. Pop industrial, Jasss se atreve con voz y acierta, estéticas retro futuristas y techno rupturista envuelto todo por una escenografía y vídeos espectaculares de Kreuniet. Jasss está enrejada literalmente y apenas percibimos su silueta detrás de una pantalla sólida creada ex profeso por el propio artista. Las narrativas de la película nos conducían hacía un mundo distópico e inquietante con una parte en 3D, otra de montaje en archivo de imágenes y una tercera más sugerente donde una anónima webcam recorre los espacios vacíos e íntimos de una casa. 

DOMINGO 6 DE ABRIL

Self. Imagen cortesía del Rewire

La última jornada del Rewire fue la mejor o al menos la más emocionante. Por la tarde la sala 1 (grande) del Theater aan het Spui se vistió de queerismo, brilli brilli y reivindicación socio política. A Colin Self le empecé a conocer allá por 2016 cuando formaba parte de la troupe de la famosa productora e investigadora Holly Herdnon. Self estrenó la post ópera Gasp! Muchas capas y muchas sensibilidades en un momento en el que un situacionismo político crítico, divertido, progresista y no- gender hace más falta que nunca. Estamos en un año de delirio y tristeza sin fin y un personaje como Self desbordando talento con peluca rosa, hiper maquillade y con indumentaria kitsch nos llena de esperanza en la humanidad.  Su performance es un canto de libertad hacia las disidencias haciendo una historiografía de género donde caben Klaus Nomi, Fassbinder, el teatro de marionetas, la simbología de las máscaras, coreografías grupales, la ópera en tres actos, Alicia en el país de las Maravillas, un bosque y elle un duende. También hay mucho pop excéntrico a lo Lady Gaga y el teatro musical de Broadway y mucho sentido del humor, ternura y rabia hace su país y hacia un mundo en general donde las cosas están lejos de estar bien. Esto último fue algo reivindicativo por las que viven allá en América a favor de una Europa que, con sus cosas malas, sienten como último refugio occidental.

Gasp! es la segunda ópera de la serie Shadow y trata sobre el diálogo transdimensional, la guía espiritual y la ascendencia fuera de la normatividad vigente. Una pieza coral, participan ocho bailarines que van cambiando según la ciudad en la que actúa, formando con elles comunidades horizontales y diversas. Si tenéis oportunidad en vuestras ciudades no lo dejéis pasar. 

Lyra Pramuck. Imagen cortesía del Rewire

Es bonito llorar en un festival de música electrónica, el cierre del domingo fue eso muy de llorar y de emocionarse. El Concertzaal de Amare es el escenario principal de todo el Rewire. Un teatro con aforo para más de 1500 personas. La clausura, con dos de las mejores artistas del panorama internacional. La primera Lyra Pramuck. Post-diva de la ópera y el folk futurista, iba deliciosamente vestida de rojo satén, cual una Callas del Siglo XXI con poderío y dominio escénico. Sobra todo cuando ella performa con la voz, la palabra a través de sus poemas y el cuerpo con sutiles pero firmes movimientos. Sin embargo, iba acompañada, algo muy de moda esto de que las músicas electrónicas lleven músicos y visuales en directo, siento que sobran la mayor parte de las veces y que prefiero verlas solas con sus máquinas, ese binomio mujer-máquina en el escenario sin más florituras. En La Haya estrenó su nuevo espectáculo, previo al disco que dará a luz este mismo año, Hymnal, cinco años después de su aclamado debut con Fountain. El oyente/espectador de sus conciertos se siente atrapado por su voz sinuosa y pramen que, en checo, lengua materna de Pramuk significa manantial, aprende a fluir de manera orgánica junto a elle. 

Laurie Anderson. Imagen cortesía del Rewire

La última actuación del Rewire, en ese mismo escenario fue para un artista que no necesita presentación, Laurie Anderson, la pionera, la mejor, con ella empezó todo y está en plena forma a sus casi 80 años. Anderson fue la más política y la más precisa a la hora de compartir la terrible situación de opresión que vive su país con esta segunda administración Trump, ella que ya vivió y protestó a Reagan muchos años atrás cuando sacó su famoso disco Big Science en 1982. Las cosas ahora están peor y esa distopia que estamos viviendo, donde somos perseguidas las minorías quedaron reflejadas en sus visuales y su discurso a través de una voz hipnótica que lo inunda todo. Anderson nos contó a través de IA y con mucho sentido del humor, la historia de su familia, de su abuelo migrante y de ese cómo construimos américa que ahora se quiere tirar por tierra. En escena, un estrambótico set de vídeo donde aparecía como el villano de videojuegos que es Elon Musk, toda una serie de palabras-lugares-personas-ideas prohibidas por el actual gobierno, y ella tocando su violín preparado y a ratos haciendo partícipe a su profesora de música y amiga la compositora y violinista electro acústica Martha Mooke. Anderson no se ha quedado para nada en los 80, sino que sus performances han ido evolucionando e incorpora sensores y VR en sus directos. Lo más lindo es la complicidad que genera con el público y su imponente presencia teniendo en cuenta que es una mujer mayor, menuda y de apenas metro y medio de estatura. El epílogo de su historia lo marcó un libro por terminar sobre la cultura del Tai Chi y la meditación que lleva décadas practicando. El Rewire terminó con un auditorio puesto en pie guiándose por la profesora de Tai Chi llamada Laurie Anderson y la mayor de las ovaciones después.

Después de este recorrido os animo a poner un festival de música en vuestra vida, sentir la electrónica que es la música más activista y necesaria en toda su diversidad, dejarse llevar y poner el cuerpo en la escucha y el baile en comunidad, aunque solo sea por unos días os prometo que resulta sanador.

Natalia Piñuel Martín

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