A propósito de La Operación, de Norberto Llopis Segarra, presentada dentro del festival Dansa València en Espacio Inestable.
Al abrir la puerta de la sala del Espacio Inestable, nos recibe Norberto Llopis sentado en la mitad del escenario, mirando hacia la grada y hablando hacia las personas que pasan por delante. El público se va sentando y la voz del artista intenta situarnos dentro de un acuerdo temporal marcado por su propuesta, que se titula La Operación. Lo que empieza solo con la voz muy rápido se transforma en movimiento, Norberto cubre su rostro y sus manos recorren las hojas de papel que tiene por delante. Mientras nos describe, compone y descompone la situación, como también la palabra operación, robamos un poco de tiempo para pasear por toda la información que, desplegada en orden, llena el suelo de un escenario alargado que desafía la separación entre escena y grada, ya que los papeles llegan hasta los pies de las personas sentadas en la primera fila. A medida que sus manos se mueven e interactúan con objetos, parecen transformar la voz en un sonido ambiental. Esta sonoridad de la voz y de los objetos moviéndose aporta lecturas alternativas sobre su entorno. En esta disposición Norberto es un elemento más de los que aparecen ordenados cuidadosamente en el suelo. Como público, acompañando la danza que marcan sus pensamientos, experimentamos el universo y las referencias que le rodean. Las escenas creadas son abstractas y concretas a la vez, la estructura de lo hablado está impregnada de la aventura de sensaciones en continua transformación.
Norberto no reacciona con los objetos que tiene a su lado sino con las relaciones potenciales que estos pueden generar. Los objetos no son solamente lo que parecen pero cada objeto sirve para hacer eco de la voz que suena a su lado y así generar una sensación de movimiento añadido. En esta primera escena Norberto estira de una polea, gira unas páginas, levanta los papeles y hace sonar unas tijeras añadiendo lecturas alternativas a lo que a la vez propone hablando.
Norberto nos invita a pensar si entrar o qué significa entrar, una vez que ya estamos dentro. Propone al público distintas situaciones, define lo que tiene por delante o cita a otros artistas y referentes. En su intento de colocar el lenguaje dentro de un entorno complejo y multisensorial sigue creando relaciones que hacen que el espacio lingüístico sea más enrevesado de lo que las palabras simplemente connotan. Habla pero a la vez toca, recoloca o acciona los papeles y los objetos, camina, se tumba y repite movimientos de baile haciendo resonar a cada acontecimiento. Hay algo en la experiencia de Norberto que nunca vamos a entender, porque para entenderla sería necesario sentirla. El lenguaje no puede describirlo todo pero aquí se muestra capaz de aportar cierta complejidad a los conceptos que presenta creando nexos entre distintas ideas. Quizás Norberto nos está enseñando cómo se puede ordenar o articular el pensamiento mientras se siente.
En un momento, Norberto empieza a recolocar unos martillos de color y a dar golpes con ellos sobre unas maderas de color que sirven de base a estos martillos. A priori lo que pueden simbolizar los martillos o sus colores no interfieren en el curso de la pieza, este movimiento podría ser un simple hecho para generar sonido. El lenguaje no pretende sustituir la experiencia sensorial del entorno pero sigue moviéndose con ella siendo una herramienta más para su interpretación. Aunque Norberto nos vuelve a explicar su idea sobre esta propuesta, situándose en un tiempo y un espacio cada vez más amplio, el lenguaje no nos puede ayudar para ver qué es lo que hace a Norberto moverse. La descripción de los acontecimientos que vemos es una traducción que evoca mucho más de lo que sus propias palabras manifiestan.
Norberto aparentemente utiliza las palabras para ofrecer su trabajo al público pero, a su vez, desarrolla una cantidad de operaciones que a simple vista no tienen una finalidad concreta. La forma en que se mueve parece ser una respuesta continua a lo que le rodea. La Operación ofrece un lugar para poder sentir y pensar en sincronía con lo que se propone, en vez de simplemente hablar sobre esto. Los símbolos, las palabras, los colores y los elementos particulares que se disponen, en principio en el suelo pero a medida que pasa en tiempo también en las tres dimensiones del espacio, no intentan diseñar un sistema para su interpretación. Todo esto se encuentra aquí en forma de una conversación constante con el universo de la obra, en donde Norberto tiene la posibilidad de reaccionar con su cuerpo.
Entre definiciones, descripciones o proposiciones nos encontramos en un continuo dentro y fuera de la situación. En unos momentos nos movemos en un futuro imaginario o imposible y, en otros, nos volvemos a lo que nos concierne sobre el tiempo o la duración de lo que estamos viendo en escena. Es un movimiento que cuestiona nuestras ideas en relación a lo que vemos o a cómo lo vemos. Responder a lo que nos rodea, a los colores o a los motivos, de forma corporal y física, debería considerarse también un modo natural de comunicar, como es cuando comunicamos con palabras. Esto lo podemos ver como una proposición creativa de nuestro pensamiento mientras se está generando.
Simultáneamente, en un lateral de la escena podemos leer los subtítulos en inglés que intentan seguir el ritmo y el juego de palabras que hace Norberto. La proyección sirve para ayudar a los invitados internacionales del festival Dansa València, que acoge la función, pero, a la vez, este texto nos ofrece una alternativa a lo que sucede en escena, se genera, aparece y desaparece en un tiempo paralelo a todo lo que hace Norberto en directo.
Es evidente que lo que se encuentra dentro de la sala pertenece al universo de las ideas que Norberto nos despliega para habitar. Aquí el resultado de la composición dramatúrgica no parece ser algo impuesto sobre la obra, pero se trata de una extracción o, mejor dicho, comprensión de los ritmos que proponen los objetos en el espacio. El montaje pone en primer plano el ritmo que puede generar lo que normalmente se queda entre bambalinas. Las escenas no solamente representan un movimiento por el espacio; están moviendo el espacio, reordenando su contenido para intensificar el aspecto palpable del espacio-tiempo. El plano de la dramaturgia desde la cual se articula esta operación está habitado por los pensamientos y su propio ritmo. Así que cada estructuración en movimientos y palabras alberga en su interior un devenir potencial, donde el público está invitado a participar.
Pensar en la operación como un territorio más allá de la representación permite generar un lugar que no tiene una definición clara, un lugar que se siente en vez de un lugar que se ve, un punto de fuga que se despliega infinitamente. Así, nos podemos preguntar si la operación es la obra o si la operación genera la obra. En la sinopsis leemos que la operación en sí misma no la podemos encontrar, solo podemos ver sus efectos.
A veces es inevitable dejar que el rumbo del pensamiento se contagie entre lo que ves y lo que tienes visto, lo que de verdad tenemos por delante y lo que esto parece ser. Es quizás lo que resulta que tienen en común lo que percibimos y lo que habita nuestra percepción. El título de este texto es también el título de un texto de Erin Manning, profesora investigadora y escritora canadiense, y el contenido hace referencias a sus escritos sobre investigación-creación. Esto surge como una intuición inevitable que crea afinidades con el trabajo de Norberto. Afinidades que alteran de manera encubierta lo que podemos pensar y también potencian una recomposición participativa. Según Deleuze no hay fenómeno, palabra o pensamiento que no tenga múltiples sentidos. Una cosa tiene tantos sentidos como fuerzas que le pueden poseer.
Aris Spentsas
Imágenes cortesía de Dansa València