El pasado fin de semana estuve en Terrassa, a continuación doy cuenta de algunas de las cosas que pude ver durante esos días:
Les Chevaliers. Capítol 2, de Los Detectives

La compañía formada por María García Vera y Mariona Naudin estrena el segundo capítulo de Les Chevaliers, su serie sobre la búsqueda del Santo Grial. Este capítulo es un cuento medieval sobre dos caballeros que abandonan a sus familias, sus tierras y su patrimonio para emprender la búsqueda de un vaso mítico al que la tradición artúrica atribuye poderes grandiosos y un poco indefinidos. Durante diez años estos caballeros recorren Europa con determinación pero, a medida que el tiempo transcurre y las dificultades aumentan, su paciencia se desgasta. Con el tiempo la pareja acaba aborreciéndose: cada uno culpa al otro de su fracaso y de la pérdida de tiempo que esta búsqueda significa.
El Santo Grial promete algo (inmortalidad) para lo que la humanidad probablemente no esté lista. El afán de perder una vida finita buscando otra que quizá nunca encuentres parece confirmar que quien va detrás del grial es incapaz de valorar lo que tiene. Quizá el objetivo de este cáliz legendario sea enseñar eso, que lo importante no es vivir mucho, sino estar atentos a cómo vivimos, aprendiendo de lo que podamos. El problema de estos caballeros es que a lo largo de su camino no parecen hacerse más sabios, sino al contrario: cuando después de viajar durante una década son interrogados por otros caminantes no aciertan a responder con inteligencia. De la ambición insatisfecha pasan a la frustración y al odio. Lo terrible no es que los personajes no encuentren lo que buscan, sino que sean incapaces de encontrar otras cosas valiosas en el proceso. Habrá que ver qué pasa con estos caballeros en el futuro, es sabido que, mientras quede aliento, todo fracaso es provisional.
No ser ni la sombra de lo que se fue, de María Jerez

La última pieza de María Jerez se estrena en el teatro Principal de Terrassa. Entramos por una puerta que atravesando unos almacenes nos lleva directo al escenario. El cortafuegos está abajo, así que el escenario será para nosotros todo el teatro. En el centro hay un cuadrado delimitado por cortinas. El público se sienta a dos bandas que están situadas en los lados opuestos del cuadrado. Al sentarte te darás cuenta de que no ves al público que tienes enfrente porque se interpone la escenografía. Con el correr de la obra te harás muchas preguntas, probablemente una de ellas sea si la mitad del público que quedó al otro lado está viendo la misma obra que tú.
No ser ni la sombra de lo que se fue es un trabajo que está entre la duermevela y la invocación. Lo que se invoca son fantasmas, personas que fueron y que insisten en no desaparecer del todo. La obra es un estado en el que se mezclan recuerdos con cosas que imaginamos que sucederán o que podrían suceder o que están sucediendo. Llamaría a estas cosas sueños, pero no lo son, son algo diferente. Durante la duermevela podemos visitar el pasado, el futuro y distintos presentes en distintas realidades. Allí, más que un cuerpo, somos un hueco con nuestra forma, un agujero por el que se ven el espacio infinito y el tiempo interminable que transcurrirá después de que hayamos muerto, cuando el conjunto abigarrado de partículas que hoy somos se esté dispersando lentamente por el universo. Igual que un recuerdo, la invocación es un esfuerzo por volver a atraer esas partículas para que vuelvan a estar unidas y recuperen la forma que solían tener.
Es un lugar peligroso la duermevela, en el que puede pasar de todo y en el que todo pasa. Se viven vidas enteras en segundos. Te sientas en el sofá, te pesan los párpados y, de repente, un grito en la calle te devuelve a la realidad con el recuerdo de haber nacido, crecido y muerto en una tierra remota que no conocerás nunca. Por mucho que intentes explicarla, al ponerla en palabras esta experiencia pierde su sentido y se vuelve trivial. Por eso me dejó tan perpleja este trabajo, porque consigue llevarte a ese estado tan volátil y sostenerlo, y sostenerte a ti ahí adentro durante un buen rato, haciéndote transitar, además, por algunos de sus lugares más desconcertantes: pienso en cómo dudé de lo que veían mis ojos al presenciar una transmutación inesperada o en el segundo abominable en el que me vi, junto al resto del público, multiplicada por un espejo.
Fasting girls, de Marta Azparren

Vi la versión de conferencia performativa del nuevo trabajo de Marta Azparren, Fasting girls. Una pieza en la que a través de la superposición de materiales diversos (vídeo, imágenes, testimonios en formato de audio, acciones, sonido, texto, objetos) se asocian ideas que a simple vista no están evidentemente vinculadas, o se conectan personajes que en principio no tienen nada en común a través de un hilo conductor: el ayuno voluntario. A medida que avance el discurso iremos entendiendo que en muchos casos la voluntad de no comer tiene que ver con la imagen que tenemos del propio cuerpo, y que esta imagen se construye no exclusivamente, pero casi, a través de la mirada del otro. A lo largo de la conferencia se discurre sobre las historias de personas que en distintos lugares y por diversos motivos decidieron o deciden pasar hambre. Un hambre no relacionado con la escasez ni la pobreza, sino con un deseo de delgadez, de pureza espiritual, de ocupar la menor cantidad de espacio posible o de no ser vista, de que te dejen en paz, de desaparecer.
Fogonazo, de Serrucho

La última pieza del colectivo Serrucho es una reflexión sobre la abundancia de imágenes con las que nos relacionamos a través de redes sociales. Mientras en una gran pantalla se proyectan paisajes capturados por cámaras de vigilancia situadas en lugares inhóspitos, unos robots-pantalla se mueven por el escenario, sobre ellos se proyectan transmisiones en directo de Tik Tok. Vemos canales en los que personas que se preparan para rendir exámenes de oposiciones estudian frente a la cámara, o en los que una persona rastrea objetos de metal enterrados en la arena. En otras dos pantallas más pequeñas leemos fragmentos de diálogos que algún miembro del equipo creador mantuvo (o quizá esté manteniendo en directo, creo que no) con algunos de los responsables de las transmisiones mencionadas, según entendí, con uno de los que estudiaba y con el que buscaba metales.
De a poco la pieza avanza hacia la saturación de imágenes que se superponen en la pantalla grande, vemos sesiones de ASMR, un grupo de hombres que se acuesta, se levanta, baila un momento y se vuelve a acostar una y otra vez (es evidente que hacen esto a pedido del público que los mira), personas durmiendo, tocando el piano, haciendo ejercicio o cantando. El algoritmo (digital o humano, no lo sé) que selecciona el material que vemos parece tener cierta inclinación por la sordidez suave y por las mujeres jóvenes y atractivas. Quizá la cosa no fuera solo sobre el exceso de imágenes en general, sino sobre el exceso de un tipo de imágenes, o sobre el surgimiento de ciertos fenómenos propiciados por la facilidad de producir y compartir imágenes que surge con las redes sociales, tendré que seguir pensando.
Extraña alegría, de Javier Hernando
Extraña Alegría es un monólogo interpretado por Rocío Bello. Un texto que es un intento de homenajear a los muertos (a algunos muertos, claro) de una forma particular: buscando formas de mantener la fe en la humanidad, o el optimismo por el futuro o las ganas de vivir. Para encontrar esta fe, este optimismo o estas ganas la obra busca en las historias de algunas personas que nos precedieron. Personas que en algún momento, de forma inesperada, se vieron envueltas en conflictos y decidieron oponerse con más o menos éxito a maquinarias que parecían imposibles de doblegar. Se habla, entre otras cosas, de un pequeño gesto que desencadenó una huelga nacional, de un intento de detener un desahucio con un poco de pintura, de una madre que se enfrentó a narcotraficantes y de un barrio que se salvó a sí mismo del olvido administrativo y el aislamiento. Creo que la obra va de recordar que quizá podamos hacer poco, pero casi siempre podemos hacer algo. En una conferencia pronunciada hace un par de años de la que hablé brevemente aquí, Andrea Soto Calderón dijo que “no es lo que existe lo que necesita de nosotros, sino lo que debería existir, lo que podría existir”. Desde entonces pienso mucho en esta idea y la recordé varias veces mientras veía esta obra: las cosas que son solo una posibilidad son las que requieren del esfuerzo de imaginarlas primero y de llevarlas a cabo después, un futuro posible es una criatura frágil de la que hay que estar pendiente, nada se arregla ni mejora si no hay alguien tomándose el trabajo de imaginar cómo podría funcionar bien. El problema es que últimamente y sobre todo en las ciudades, estamos todos muy reventados como para ponernos a imaginar, y también, creo, que nos está comiendo el discurso de que las cosas son ahora peores que nunca y que los sistemas están tan establecidos y son tan grandes y omnipresentes que un individuo no puede cambiar nada. En la obra de Javier Hernando el optimismo es una decisión política, pero no viene dado, se fabrica con voluntad y disciplina, se busca y es necesario para no languidecer en la angustia que, si bien es una respuesta natural a muchas de las cosas que nos rodean, al final nos vuelve dóciles, manejables. Algo habrá que hacer, porque los buenos no pueden haber muerto para nada.
Symphony of horror, de Sara Manubens

El festival se cierra con el estreno del último trabajo de Sara Manubens. En una sala diáfana el público se acomoda en sillas situadas alrededor de un cuadrilátero vacío. Quien salga a ocupar ese espacio no tendrá dónde esconderse, los cuerpos que allí se sitúen estarán inevitablemente expuestos durante toda la pieza, serán observados desde todos los puntos de vista.
El espectáculo comienza, mientras canta una canción de amor, Sara (o el personaje que Sara interpreta) es atacada por una vampira que sin que ella se diera cuenta la había estado acechando. Después de beber su sangre, la vampira descansa satisfecha y presume de su victoria. La que acaba de ser mordida queda inerte en el suelo, pero este estado dura sólo unos segundos al cabo de los cuales despierta, convertida ella también en una no-muerta que ataca a su creadora. A partir de esta primera interacción se sucederán entre Sara Manubens y Norma Pérez resurrecciones y transformaciones que las llevarán a transitar todos los estados y a habitar todos los cuerpos que son posibles en las historias de vampiros en sus diferentes versiones y variantes estéticas. El vínculo entre los dos personajes se reiniciará cada pocos minutos, una situación se convertirá en otra, cada una pasará de ser víctima indefensa a monstruo temible, de humana a criatura con poderes sobrenaturales. Cada vez que creamos que los roles se han establecido algo nuevo se desplegará y todo cambiará completamente. Los personajes se irán componiendo y descomponiendo a medida que se desprendan de su vestuario y se lo vuelvan a poner. La pieza es una sucesión de historias dentro de historias y personajes dentro de personajes en la que veremos doncellas frágiles, demonios, vírgenes puras o cazadoras. Entre las dos habrá un vínculo móvil, que irá de la amistad a la persecución, del ataque a la ayuda, como si fueran enemigas que no sabrían ni querrían vivir una sin la otra.
La parodia y el humor aparecen a través de la sorpresa incesante y del esfuerzo máximo. Este trabajo es un ejercicio barroco durante el que las artistas entregan deliberadamente todo lo que tienen, sin preocuparse por administrar energía ni recursos, poniendo en juego todo el cuerpo que en más de un momento desborda el escenario.
María Cecilia Guelfi
Imágenes de Alessia Bombaci




