Hace unos días, en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, dos estrenos, el estreno en Madrid de Out of the blue de Silke Huysmans y Hannes Dereere, y el estreno absoluto de Cuerpos Celestes, el nuevo y esperado trabajo de AzkonaToloza. Cuerpos Celestes es el primer capítulo de los dos que formarán su proyecto Falla, y viene precedido por Canto Mineral, pieza que funciona como bisagra entre esta serie y el anterior trabajo de la compañía, la Trilogía del Pacífico. Las dos piezas (Out of the blue y Cuerpos Celestes) componen un díptico al que Condeduque ha dado en llamar Ciclo Barbarie Mineral, y se aproximan de diferentes maneras al problema que representa el nacimiento de dos nuevas industrias mineras, la del lecho marino y la espacial. La obra de Huysmans y Dereere dirige nuestra mirada hacia abajo, al fondo del mar, y a nuestro alrededor, al presente, mientras que la de AzkonaToloza nos hace voltear la cabeza hacia arriba, al espacio exterior, y al futuro.
Como se la plantea hoy en día, la transición energética requerirá de la extracción de minerales a una escala muy superior a la que la humanidad ha visto hasta ahora. Según parece, la única forma de dejar de depender de combustibles fósiles es fabricando una cantidad inimaginable de baterías. Para fabricar esas baterías necesitamos níquel, litio, cobalto, etc. La extracción de estos minerales, que ya supone un desastre ecológico y humanitario en zonas de Chile, Argentina y el Congo, está a punto de desplegar una faceta cuyas consecuencias no podemos prever, porque el territorio en el que va a suceder es prácticamente desconocido. El lecho marino permanece en gran parte inexplorado. Debido a la presión, a las temperaturas extremas y a la nula visibilidad, estudiar el océano es relativamente más difícil que explorar el espacio. A día de hoy doce humanos han pasado un total de trescientas horas en la superficie de la Luna, mientras que a la Fosa de las Marianas, el punto más profundo de nuestro planeta, solo han descendido tres personas que permanecieron allí un total de tres horas. A simple vista el fondo del mar parece un lugar inhóspito y estéril, un suelo de barro y piedras, el caso es que estas piedras contienen metales raros.
En Out of the blue se nos cuenta sobre la primera expedición de minería del lecho marino. No hace mucho tiempo se dieron cita, en un punto del océano Pacífico, tres barcos: el de la empresa de dragados belga DEME-GR, uno ocupado por un equipo internacional de biólogos y geólogos y el Rainbow Warrior, de la ONG Greenpeace.
El motivo de este encuentro era la realización de una prueba de extracción de rocas del lecho marino. DEME-GR envió al fondo del mar un robot aspiradora que levantó de este suelo toneladas de piedras y las envió a la superficie para su posterior procesamiento. El barco ocupado por el equipo de científicos estaba ahí para evaluar los riesgos que pudiera implicar un movimiento semejante. Mientras tanto, Greenpeace intentaba documentar el nacimiento de una nueva industria extractiva y encontrar maneras de llamar la atención sobre la destrucción de un ecosistema del que todavía sabemos muy poco.
En escena, Huysmans y Dereere sentados de espaldas al público, frente a sus ordenadores y frente a ocho grandes pantallas en las que se irán yuxtaponiendo y superponiendo las capas que constituyen este documental.
La información nos llegará a través de vídeos, de imágenes, de texto proyectado y de la reproducción y transcripción de entrevistas y conversaciones que los creadores mantuvieron con tripulantes de los tres barcos mencionados vía satélite, desde el pequeño apartamento en el que viven en Bruselas.
Huysmans y Dereere operan el espectáculo seleccionando en sus ordenadores el material que nos irán enseñando en pantalla. En dos de esas pantallas los veremos abrir carpetas y buscar archivos, seleccionando, entre todo el material que han producido durante la investigación, los fragmentos que utilizarán para contarnos esta historia.
Pronto en la pieza aparece el testimonio de una de las tripulantes del Rainbow Warrior describiendo la sala desde la que llevan a cabo su investigación: una habitación oscura con una de sus paredes tapizadas de pantallas en las que se ve a tiempo real lo que capturan las cámaras que han enviado al fondo marino. La entrevistada describe la experiencia de estar en esa sala como algo difícil de distinguir de una visita real a las profundidades. Habla de cómo, por momentos, mirando las pantallas, se olvida de que está en la superficie, a cuatro kilómetros y medio de los paisajes que observa.
El dispositivo escénico de Out of the blue remite a esta sala y en ocasiones consigue el mismo efecto. A la vez hace hincapié en la idea de que son quienes están en escena los constructores del discurso. La importancia del relato que se teje alrededor de los grandes acontecimientos es un tema fundamental de este trabajo. La jefa de prensa de Greenpeace explica que, en este caso, el mayor desafío para la divulgación de lo que está sucediendo es la escasez de formas de vida de aspecto simpático, de personajes “mascota” que puedan protagonizar campañas de comunicación conmovedoras.
Por otro lado el dispositivo escénico traslada al teatro el proceso de la investigación que los artistas condujeron desde su casa, desde sus ordenadores, y hace una interesante referencia a la forma en que cada vez más nos relacionamos con el mundo. La atmósfera de la pieza es íntima y tranquila, acogedora hasta el punto de resultar hogareña. Es desolador que sea tan familiar (y más desolador que por familiar resulte incluso un poco reconfortante) la sensación de estar en casa viendo al otro lado de la pantalla gestarse el próximo desastre. En momentos así se agradece especialmente lo colectivo del teatro, es agotador lidiar siempre en soledad con la impotencia de sentir que es imposible participar del debate público, que las decisiones las toman otros a los que no vamos a entender nunca. Sobre todo cuando caemos en la cuenta de que el futuro ya está aquí: Out of the blue se estrenó en el Kunstenfestivaldesarts en 2022, la expedición de prueba de la que habla sucedió en 2021, si esta resultaba exitosa, como resultó, las excavaciones efectivas comenzarían durante la primavera de 2024.
Laida Azkona y Txalo Toloza trabajaron durante más de un lustro desarrollando una investigación que los llevó a entrar en contacto directo con pueblos originarios de distintas partes del continente americano. Al final de este proceso se preguntaron a quién debían escuchar ahora que ya habían pasado años prestando atención a lo que los humanos tenían para decir, y se volvieron hacia la tierra para prestar atención a los elementos que, según nuestra concepción del mundo, ocupan el lugar opuesto a la vida. En Cuerpos Celestes combinan esa escucha con lo que habían aprendido durante su trabajo anterior y elaboran una hipótesis sobre el futuro de la relación entre la humanidad y los minerales.
Aunque se acabe minando toda la superficie del lecho marino, la cantidad disponible de metales raros en nuestro planeta es limitada. Como sabemos que el capitalismo no funciona sin crecimiento, cuando esto suceda habrá que pensar de dónde se extraerán las materias primas con las que continuará la construcción del futuro. Aquí es donde entra en el panorama la minería ultraterrestre.
En Cuerpos Celestes, por un lado, se nos cuenta la carrera espacial desde sus inicios mientras que, por otro, un falso documental trae el testimonio de Valentina Kuznetsova, una científica espacial que en 2040 es reclutada por la empresa SpaceX para liderar la primera expedición a Marte. Una vez en el planeta rojo, Kuznetzova será responsable de iniciar su terraformación y establecer una colonia que alojará las instalaciones necesarias para minar asteroides previamente capturados en busca de metales raros.
La historia que nos cuentan hunde los pies en el pasado y el presente de la exploración del espacio para proyectarse hacia su futuro. A partir de testimonios sobre lo que está sucediendo ahora se teje el entramado de acontecimientos venideros. El juego con el que se construye la ficción de esta pieza consiste en otorgar la categoría de hechos a hipótesis actuales, y convertir estos hechos en hitos de una historia que todavía no ha sucedido.
A medida que esa historia aparece, el espacio escénico se va construyendo y poblando de objetos de superficie metalizada y brillante, de asteroides, de lunas, de rayos láser. Se superponen cine creado en directo, efectos especiales, proyecciones, cartas, una conferencia, humor, noticias reales, noticias posibles, una iluminación bellísima y un espacio sonoro sobrecogedor.
Después de haber estudiado durante años los procesos colonialistas y las dinámicas que mantienen vigentes las estructuras de poder establecidas por ese colonialismo, la de AzkonaToloza resulta una voz bastante autorizada para elucubrar sobre el futuro inmediato de la expansión de la humanidad. Con las agencias espaciales estatales perdiendo (siendo despojadas de) su financiación, la exploración del universo va quedando en manos de corporaciones privadas sin más ética que la del beneficio.
Todo parece indicar que la inminente conquista del espacio se llevará a cabo por las mismas razones y con los mismos métodos con los que se llevaron a cabo las conquistas que sucedieron en la Tierra. El afán de extraer materias primas de asteroides nos llevará a poblar los planetas cercanos con la misma violencia con que la fiebre del oro llevó a poblar (exterminio mediante) el oeste de lo que hoy es Estados Unidos. Los recursos para construir el futuro se conseguirán con ideas del pasado.
La intención de dar voz y agencia a entidades minerales conduce a AzkonaToloza a incorporar en este trabajo la ficción al lenguaje documental con el que han trabajado previamente. En esta pieza la compañía, además de hablarnos del estado actual de la relación entre la humanidad y los elementos, ha echado mano de toda su potencia poética e imaginativa para aventurar un relato sobre el porvenir de ese vínculo. Un relato de un optimismo en el que me pareció entrever cierta ambigüedad, aunque no desarrollaré esta idea por no destripar acontecimientos de la trama.
Cuerpos Celestes es un trabajo que se impulsa en el análisis del presente para pensar el futuro, y en la ficción especulativa para imaginar cómo en ese futuro la humanidad podría comenzar a pensar una exploración no colonizadora. Al contrario que en otros trabajos de la compañía, aquí realidad y ficción se superponen hasta confundirse. Distinguir una de la otra no es importante en este caso porque esta pieza es algo distinto a la suma de sus partes: es un trabajo que nos recuerda que el gesto poético es un medio del que podemos valernos para diseñar lo que queremos para el porvenir, para trazar hojas de ruta sin atender a las limitaciones materiales. Cuando Kuznetzova entra a trabajar en la compañía de Elon Musk, le encargan que revise las historias de ciencia ficción y que determine cuáles de las máquinas imaginadas por sus autores en el pasado pueden fabricarse con los recursos de su presente. Puede que algún día algún científico se dé a la tarea de construir el aparato que nos conduzca a todas a un final como el que Azkona y Toloza encuentran aquí para su cosmonauta.
Cuerpos Celestes se podrá ver en el Festival Grec, los días 10, 11 y 12 de julio, en el CCCB.
María Cecilia Guelfi