Apuntes sobre DIEstinguished de La Ribot

En el verano de 1993, la destacada coreógrafa y artista visual La Ribot (1962) da inicio a su carrera al presentar la primera de sus Piezas distinguidas titulada: Muriéndose la sirena. Esta obra, inspirada en la imagen de una sardina muerta, llevó a La Ribot a tumbarse en el suelo cubierta con una sábana y una peluca mientras recreaba los espasmos de un pez-sirena justo antes de morir, con la particularidad de que el sonido de un camión de recogida de basura la acompañaba. La pieza marcó el inicio de una nueva forma coreográfica, pensada para reconfigurar los límites tradicionales de la danza, tanto en términos espaciales como temporales, lo que hizo que la artista se estableciera desde entonces como una de las coreógrafas más influyentes en el panorama europeo (Écija Portilla, s.f.).

Desde entonces, La Ribot se propuso el objetivo de crear un total de 100 Piezas distinguidas, numeradas y organizadas en series según su presentación en teatros y museos. Hasta la fecha ha concebido y presentado 60 Piezas distinguidas agrupadas en siete series-espectáculo: 13 Piezas distinguidas (1993), Más distinguidas (1997), Still Distingui shed (2000), PARAdistinguidas (2011), Another Distinguée (2016), Distinguished Anyways (2021) y DIEstinguished (2022).

El pasado sábado 2 de febrero, en Teatros del Canal en Madrid, se estrenó por primera vez la séptima entrega de la serie, correspondiente a la Pieza distinguida número 58, titulada DIEstinguished. Esta pieza no solo representa el séptimo episodio de la serie, sino que también es el número 58 de las 100 mencionadas obras que La Ribot quiere componer. En esta última, la artista propone una aproximación experiencial a la danza en lugar de focalizar exclusivamente en su tratamiento como una forma artística convencional. A pesar de ser la primera vez que se realiza en Madrid, la obra tiene su precedente en otras como LaBola (2022) que ya se accionó en el Museo del Prado o en su retrospectiva Escala humana (2022) en la sala de Alcalá 31 en Madrid, su ciudad natal. Se podría decir que LaBola es un preludio de la distinguida 58 que en este caso la ha trasladado del espacio expositivo a la caja negra.

Del mismo modo que la aproximación experiencial que se propone en DIEstinguished narro mi análisis desde el momento en el que entré a la sala del teatro: Los intérpretes se movían frenéticamente de un lado a otro, calentando en el escenario y desplazándose entre las gradas de una manera que simulaba ser caótica. Mientras esperaba a que me acomodasen en mi asiento una de las intérpretes me saludó: «Hola. Bienvenida». Me entregaron un papel con un código QR y me indicaron mi asiento. El escenario estaba compuesto por tablones de madera dispuestos en forma de círculo, pintados en colores vibrantes: azul, verde, naranja y blanco. En el techo colgaban lámparas de papel blanco, y los intérpretes continuaban con su calentamiento.

Con una elegante sutileza, La Ribot hizo su única aparición en el escenario para proporcionar las instrucciones sobre el uso del QR que permitiría ver la pieza en dos dimensiones: en la escena, y a través de un video emitido en directo dirigido por los propios bailarines. La Ribot concluye su discurso así: “En el video podréis ver el cuerpo de las bailarinas y bailarines bailando. Nada más que eso”. Mic drop. Acto seguido, los intérpretes vestidos con prendas muy coloridas recorren el escenario y comienzan a moverse cada vez más rápido describiendo diagonales organizadas dentro de lo que parece un caos cuidadosamente controlado. Ocupan la escena hasta sus límites como intentando huir a algún sitio y en el proceso giran, saltan, y se arrastran. Se detienen. Aplauden y consecutivamente reanudan el movimiento de nuevo. Empiezan a llenar el escenario de objetos y prendas de ropa hasta que queda abarrotado por completo. En este proceso se turnan dos cámaras que emiten el contenido que los espectadores siguen en las pantallas de sus smartphones. Esto provoca un exceso de información al que hace alusión la obra, que en palabras de la propia artista: “busca la transformación en un mundo donde nada es estático, ni las formas, ni los pensamientos y que está afectado por la saturación de imágenes”. Al escuchar esta declaración de La Ribot, instintivamente me asalta el texto de Andrea Soto Calderón que tiene como título La performatividad de las imágenes. El libro se detiene en el exceso de producción visual de nuestro tiempo inmediato, y en la problemática de que siempre se emite desde una hegemonía que no para de repetir los mismos arquetipos visuales, y conecta con la idea de esta Pieza distinguida sobre la realidad de la saturación visual. 

Las cámaras que llevan los intérpretes funcionan como una extensión de su cuerpo que nos remite al concepto de cuerpo-operador con el que La Ribot trabaja en su producción videográfica. La imagen que se genera muestra la experiencia extraña de bailar desde el propio cuerpo a través de un plano-secuencia, y es en esta obra donde se ejecuta este procedimiento en escena por primera vez. Si bien en un plano físico y material un objeto no puede ocupar dos espacios en un mismo momento, tenemos que eso sí que sucede aquí al ejecutarse la pieza simultáneamente en el espacio digital y en la sala en sí misma. Esta situación produce una concomitancia temporal que funciona en el duplicado de la acción como un efecto eco que colapsa la localización del presente. Se duplica este último y aparecen dos planos de realidad: el material, y la abstracción inmaterial que producen los cuerpos en el vídeo. 

Además de proporcionar una imagen experiencial sobre el acontecimiento de bailar, se genera una relación de triangulación entre los intérpretes, la cámara y el espectador. Esto ocurre debido a la rotura de la cuarta pared en el momento en el que los intérpretes toman la sala, continúan la coreografía entre el público, y recorren las gradas como una masa que intenta despegarse de sí misma y que luego retorna al escenario en un tiempo más lento.

A medida que desciende el ritmo de la música de Alexandre Babel, la pieza pierde rapidez hasta el cambio de posiciones mientras los intérpretes mantienen poses fijas. Es entonces cuando aparece la voz, los bailarines comienzan a leer varios textos de forma simultánea dando lugar a un intertexto que intercala fragmentos de Un apartamento en Urano (2019) del filósofo Paul B. Preciado y un libro de gramática española del que sobre todo se leen preposiciones de lugar (ici – aquí). El texto se cierra y con ella la pieza en el momento en el que se lee: “Nacimos para morir y para eso hemos nacido”. Y así acaba esta última Pieza Distinguida que se recorre con los ojos sobre una masa abigarrada de elementos que vuelven a su centro a través de un proceso de acreción, en el que el espectador se marcha habiendo visto demasiado a la vez que ha perdido información en un coladero visual.

Paula Noya de Blas

Referencias bibliográficas

Écija Portilla, A. (s.f). Vista de danza distinguida, las piezas de La Ribot. (s. f.). https://revistas.uma.es/index.php/boletin-de-arte/article/view/4268/3963.

Soto Calderón, A. (2020). La performatividad de las imágenes. Ediciones metales pesados.

Imágenes de Nicolas Montandon.

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