Esta cosa y esta otra, con esta otra cosa

Cuando desde Teatron me dicen de hacer un texto sobre Crura, pieza escénica de la investigadora Malén Iturri, no sé muy bien como posicionarme. Porque por un lado estoy trabajando con ella desde el acompañamiento, somaturgia, o incluso luces. Y por otro lado somos amigues con una afinidad e intensidad por cosas relacionadas al cuerpo y a sus materias. Hay personas que tienen investigaciones enteras dedicadas a lo que es acompañar, a la somática o al diseño de iluminación. Yo creo que voy a hablar desde la amistad.

Cuando nos saludamos con Malén siento el abrazo como una mantita. Su abrazo no es a brazo, sino que es con todo. En Chile diríamos como una lapita. A partir de ahí puedo decir que empieza la relación que establecemos para currar juntes y las variantes de esto.

Para mí hablar de Crura es hablar de una forma de hacer específico, y no concreto. De acercarse a las cosas orgánicas y no orgánicas con ojos de niñe de noventa años. Cuando escribo esto pienso también en qué significa diferenciar y pensar en las definiciones de la materia orgánica y no orgánica, de la materia discursiva y su relación con lo corporal, temas que están de manera transversal en las conversaciones viscosas que tenemos entre ella y yo.

Malén me invita a su movida, a su friqueada. Hace un tiempo fui a ver su trabajo en proceso a La Poderosa, y verla llevar su cuerp+ a los lugares que exploraba fue volver a hablar con ella como cuando vivíamos en un piso de Sant Antoni. Somos dos personas que comparten una forma de observar y sentir la materia, y a la hora de trabajarla entendemos que el campo relacional de las cosas es donde sucede la chicha (curiosamente en Sudamérica la Chicha es un fermentado de la uva muy dulce que te pone muy dulce). Ella había tenido un proceso práctico del trabajo y yo me metí en Crura cuando ya había una cantidad de materiales, movimientos, aparatos y uvas. Así que empezamos a mirar más de cerca esas cosas que ya estaban para pensar cómo se podían hacer más de ellas mismas, y así que se extendieran en su propia naturaleza. Entendimos que cada parte tenía su propia fórmula y empezamos a fermentarlas, a hacerlas chicha, a jugarlas, pero de hacer jugo como se dice por allá.

Había cuatro estructuras que se esparcían en sus múltiples:

  • Reptar
  • Las uvas
  • Perreo Amniótico que se hace Perreo Tentacular que se hace Perreo Dusamelengua Confuriacuir
  • Lamento

Una vez tuve un profesor de danza clásica que me dijo – solo unas cuantas cositas, con estas cositas lo tienes todo. – Pues ahí había algo don profe.

En etapas previas estas estructuras tenían otros nombres u otras maneras de enunciarlas, y lo más seguro es que si hubiera más tiempo para seguir elaborando Crura aparecerían otras formas con otros nombres que se manifestarían de forma natural, porque cuando Malén dice que esta pieza es una invitación a ablandar, el mensaje es para las personas que vienen a observar, pero también para nosotres al trabajar. Al final ese es el núcleo de toda esta materia chichosa, la cosa va de mantenerla blanda y que podamos amasarla con unas fuerzas tiernas. Tacto y fuerza. Que el tacto permita una sensibilidad precisa y que la fuerza mantenga la pulsión que hace cuerp+ en movimiento.

Yo diría cuerpo, pero es Malén y su cuerp+. Así que cuerp+. O cuirp+.

Cuando empiezas a currar en piezas para transformarlas y notas que te transforman, es un gustito. De alguna manera es como si entrando al ensayo me crecieran extremidades de diferentes partes del cuerpo que se van uniendo a sus extremidades, y todo esto desde nuestras cabezas, pero también desde nuestra piel. Hay un campo sensorial que nos permite hablar de lo raro y conectar con otras formas de conversación, de los detalles que son densos y pequeños, ahí nos podemos permitir hablar horas de algo que sucede en diez centímetros cuadrados y que se inicia en un pulso eléctrico desde el sistema nervioso.

Cuando llegamos al Antic Teatre para trabajar las muestras, intentamos hacer del teatro lo menos teatro posible, y llevarlo a que sea una especie de habitáculo, un lugar para entrar a otros tiempos. Me imagino que Malén está leyendo un libro en su cama y lo deja para ponerse a producir lo que acaba de entender sobre estados embrionarios en el suelo de su habitación. Así que acondicionamos el espacio para que las personas que se sentaran cerquita estuvieran en esa habitación, porque la idea era que pudieran ver lo que Malén hacia con esos diez centímetros cuadrados, pero también para que se imaginaran lo que ha sido esa pulsión eléctrica, que luego se convertiría en tentáculos de diez kilómetros de largo y llenaría el espacio.

Estuvimos cuatro días mostrando y Malén fue oscilando a través de la pieza en diferentes duraciones, que es algo que demarca también el lugar desde donde ella siente y hace. Permitirse hacer porque lo siente. Ahora, ahora, ahora. Y en definitiva daba lo mismo si es que eran treinta y ocho o cuarenta y cinco minutos, lo que sucedía era un viaje hacia su interior y ella abrazaba todo a su alrededor para digerirlo y devolverlo en un canto que se posaba y resonaba en nuestro interior.

Lautaro Reyes

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