Cosa. Intervenir un cuerpo

Dentro de la programación del 41º Festival de Otoño, en la sala Réplika, sucedió el 18 de noviembre el estreno en Madrid de COSA. Intervenir un cuerpo, la última creación de Macarena Recuerda Shepherd, creada en colaboración con Maia Villot, quien la acompaña en escena, Jorge Dutor, que colabora en la creación y en el vestuario, y George Marinov, responsable de la iluminación. 

Producida por el Antic Teatre, la pieza llega a Madrid después de haber pasado por Bilbao, Barcelona, Valencia, Bizkaia y Lleida, y es el cierre de una trilogía que completan ¡AY! ¡YA!, estrenada en 2018, y The watching machine, estrenada en 2020.

A lo largo de esta serie Macarena Recuerda Shepherd se ha dedicado a estudiar distintas facetas del ilusionismo, el arte de producir eventos que, en apariencia, son contrarios a las leyes naturales. Para esto ha estudiado los mecanismos de la percepción visual y ha desarrollado diferentes formas de manipularlos.  

En ¡AY! ¡YA! dos cuerpos se entrelazan multiplicando las posibilidades morfológicas de cada uno, adoptando posiciones y haciendo movimientos imposibles. En The watching machine la luz, el reflejo y las sombras son utilizados para producir un catálogo de ilusiones ópticas. En COSA. Intervenir un cuerpo, el cuerpo se vuelve parte de la escenografía al recibir el mismo tratamiento que los objetos que la componen. Enfundado, además, en los mismos colores de los que se ha vestido la caja escénica, se camufla con el cartón, material que protagoniza la obra.  

Al entrar en la sala nos encontramos con un espacio blanco ocupado por una gran bolsa arrugada de papel marrón y dos pequeños muros construidos con tubos de cartón. Al principio no hay nadie en escena, hasta que del interior de los tubos comienzan a asomarse manos, pies y cabezas que no se comportan como si formaran parte de una persona, sino como si fueran seres autónomos, curiosos y precavidos. 

A partir de aquí se nos irá presentando una población de criaturas con corporalidades y personalidades bien distintas. Especímenes de diferentes tamaños y fisonomías que conviven en un mundo fantástico que al principio nos había parecido inhabitado y que de repente se revela lleno de ¿gente, animales?, no sabría decir. Los seres que vemos en el escenario no se parecen a ninguno conocido, algunos tienen características difícilmente compatibles con la vida como la entendemos: Estamos en un ecosistema nuevo de atmósfera cálida, un lugar tranquilo, austero en lo referente al color, pero exuberante en su creatividad anatómica.  

Con el correr de la pieza el bestiario da lugar al despliegue arquitectónico. Es como si después de haber visto a los moradores de este mundo se nos diera la oportunidad de conocer también el aspecto que tienen sus ciudades o instituciones, lo que inevitablemente nos llevará a pensar en cómo este mundo está organizado. 

Si durante la primera parte de la pieza todo lo que parecía cosa se había acabado manifestando como cuerpo vivo, al acercarse el final veremos objetos que, sin dejar de ser objeto, han adquirido la capacidad del movimiento: Un escenario que se reestructura solo, una escenografía que se construye a sí misma para dar lugar a una imagen que, sin ser nada concreto, evoca muchas cosas. 

En COSA. Intervenir un cuerpo, Macarena Recuerda Shepherd hace desaparecer el cuerpo, pero no de una vez, sino retirándolo gradualmente de la escena. En la primera parte de la pieza este se presenta desarmado, algunas de sus partes se utilizan para constituir otros seres. En la segunda, se fusiona con los elementos de la escenografía haciendo que estos cobren vida. En la tercera los objetos son del todo independientes. 

COSA es un trabajo que no impone discursos, que acepta muchísimas lecturas. A partir de lo que se ve en escena cada persona del público puede iniciar un viaje muy distinto. Para mí, este viaje comenzó cuando empezó a desaparecer la diferencia entre cuerpos y objetos, cuando los primeros empezaron a cederle a los segundos parte de la vida que contienen. Fue un viaje inesperado que me llevó a pensar en por qué somos capaces de depositar afectos en cosas inertes, en si es posible señalar con exactitud el momento en que aparece o desaparece la vida, en si no sería más correcto pensar la vida como algo que sucede, que pasa por nosotros momentáneamente, en vez de como algo que se tiene o no se tiene, en cómo nos relacionamos con lo desconocido y en cómo podríamos llegar a relacionarnos con lo inimaginable, entre otras cosas.

Al final de la pieza el trasvase se ha completado, la vida que traían los cuerpos ha pasado al cartón, que me saca de mis divagaciones haciendo un último gesto espectacular que, paradójicamente, tiene algo de inauguración. Un gesto que deja claro que las cosas han alcanzado autonomía, que los objetos ya no necesitan del cuerpo de nadie para moverse (esto sólo en apariencia, claro, recordemos que la cosa iba de ilusionismo). 

María Cecilia Guelfi

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