Correspondencias alrededor de una célula obstinada del corazón # 1

En el proceso de creación de Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera me acompañan Jaime Conde-Salazar, Oscar Dasí, Cristóbal Pera y Carlos Marquerie. Con cada uno de ellos he mantenido un diálogo diferente, algunos se han producido cara a cara y otros en la distancia, las voces de todos ellos han ido dirigiendo los pasos de este trabajo. Nos ha parecido bueno desvelar algunas de estas correspondencias a la vez que vamos dando los últimos pasos de este proceso.

Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera es una aproximación al latido y a su ausencia, es una aproximación a lo vivo y a lo muerto.

Gracias a los cuatro.

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Oscar Dasí me ha mandado una pequeña serie de postales a modo de respuestas a los diálogos que hemos mantenido en sala de trabajo. Aquí va la primera postal que Oscar encabeza así: un encuentro con el cuerpo (o la imagen) que ya no soy.

Aproximaciones a la idea de diario (II)

Paralelamente a la presentación de la pieza «28 Buitres vuelan sobre mi cabeza» de Carlos Marquerie, se realizaron dos encuentros sobre la idea de diario.

Asistí a la segunda sesión, el jueves 31 de enero y, como suelo hacer, tomé notas en mi cuaderno que también es un diario sobre las acciones de Carlos Rod, David Mallols, Claudia Faci y colectivo maDam.

Diario Carlos 1 (2)

Diario Carlos 2

 

Diario Fere

 

Diario Caludia

 

Diario maDam

huellas: 28 buitres vuelan sobre mi cabeza

silla

 

«4.30 de la madrugada, el cielo está despejado con nubes en el horizonte, la luna está llena y sus reflejos bañan o impactan en el paisaje, mejor unir los dos verbos: bañanimpactan, como si propusieran dos acciones simultáneas, pues producen estas luces una mezcla de melancolía y violencia, y dejan ver algo como un espectro disuelto en el aire, sombra luminosa, que se extiende esta noche por toda la rivera del Guadarrama.»

huellas: 28 Buitres vuelan sobre mi cabeza

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«Un atardecer hermoso, con esas luces que me gusta conservar para poner en los rincones oscuros, que nos asaltan en las noches tumultuosas. Hoy los colores fueron suaves, y viraron continuamente entre los violetas y los salmones. El encinar situado en la pendiente de la otra orilla del río se veía entre penumbras grises…»