PÉNDULA | Gichi-Gichi Do

El 15 de mayo de 2014 los Gichi-Gichi Do (Luciana Pereyra y Óscar G. Villegas) estrenan nuevo trabajo en Teatro Pradillo. Recogemos aquí sus reflexiones sobre el sonido, la acción y la palabra, y el espacio.

PÉNDULA (eppur si muove)

Sobre el movimiento de las cosas y del pensamiento
Sobre el peligro de tener nuevas ideas

EL SONIDO

Desde hace siglos se sabe que todo sonido proviene de un movimiento. Algo se mueve y al hacerlo roza o percute o choca contra algo, lo que da por resultado una vibración, un sonar. Ya Aristóteles enunciaba lo siguiente: «El sonido en acto es siempre producido por algo, contra algo y en algo».

Con la aparición de la música electrónica y de los aparatos de reproducción sonora, el proceso mover-sonar parece haber desaparecido. El sonido es generado aparentemente en el interior de cajas negras, el «algo» y el «contra algo» nos han sido birlados.

PÉNDULA  es una instalación para dos músicos-performers en la que el movimiento se sitúa en primer plano como causa visible del sonar. Y lo hace aludiendo directamente a tres conceptos:

1. El origen del tiempo, el pulso, el loop.

Se dice que algunos fenómenos naturales como el vaivén de las olas o el latido del corazón están en el origen del pulso musical. Con el tiempo el pulso devino en precisión metronómica pasando de lo orgánico a lo mecánico. Podemos afirmar que la música occidental ha tenido como ideal desde su nacimiento el pulso regular y la métrica precisa respaldados ambos por siglos de tradición sofista. Ya en el siglo XX el pulso regular -entendido hasta el momento como un ideal- se hace realidad gracias al uso de los secuenciadores; una realidad matemáticamente precisa.

Por otro lado, el loop -concepto seminal de la música popular contemporánea- viene a proveernos de materiales musicales perfectamente medidos o cuantizados (por utilizar una jerga más adecuada) que en ru repetición hipnótica inciden aún más en el ideal de perfección temporal.

En PÉNDULA, la música, el sonar, regresa a su esfera más orgánica: péndulos que oscilan o trazan trayectorias elípticas y que en su rozar y percutir devienen en erráticos; péndulos que debido a la fuerza de la gravedad se encuentran -como todo organismo- avocados a la detención.

2. Fonografía preparada.

En las últimas décadas la labor de los fonografistas ha hecho posible que accedamos a una nueva escucha. De la idea del mero registro sonoro de lo que nos rodea, hemos pasado a la utilización de esos registros con fines compositivos otorgándoles así un nuevo valor y un nuevo sentido que sitúa al conjunto de sonidos no musicales en el centro de una posible escucha atenta y activa que nos invita a abrir la oreja.

En PÉNDULA, el trabajo fonográfico sufre una abstracción para proponer no solamente el registro y su posterior escucha, sino la re-creación de la fuente sonora misma. Los dispositivos utilizados se basan en el uso de péndulos que rozan y percuten estructuras resonantes preparadas para producir un continuo pero cambiante acontecer sonoro que remite al acontecer sonoro del mundo.

3. Electroacústica.

En PÉNDULA la mayor parte del material sonoro tiene un origen acústico con un tratamiento electrónico artesanal más o menos acusado. El sonar de los cuerpos es filtrado, distorsionado, modificado en un continuo ir y venir entre naturaleza y artificio.

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LA ACCIÓN Y LA PALABRA

Nos interesa el concepto palabra-en-acción. También nos interesa que el movimiento pueda ser el motor de la palabra y de la acción de tocar (tocar un instrumento, generar un ruido). Hablar-Tocar-Moverse es en nuestro caso una acción de carácter tecnológico. Nos desprendemos de la emoción del intérprete para encontrar un canal de comunicación limpio y preciso que nos permite lanzar fogonazos desde la distancia.

En los textos aparecen -unas veces de manera subterránea, otras en la superficie misma del discurso- conexiones con el liberalismo asilvestrado de Thoreau, el decadentismo de Lautréamont, la marginalidad del Art Brut, y la literatura autorreferencial de la generación beat, por poner algunos ejemplos.

El texto documental, el panfleto, el texto poético, la cita académica y el diálogo cotidiano son piezas que engarzamos una tras otra para cambiar la perspectiva. Esta variedad de tonos y formas funcionan para nosotros a modo de dispositivos, como lo son la cámara fotográfica, el carboncillo, la grabadora de audio o la acuarela a la hora de capturar un paisaje.

EL ESPACIO

Dos de los personajes que en cierta manera han vertebrado nuestra propuesta son Galileo y Darwin. Las observaciones de ambos supusieron un cambio de paradigma en la concepción del espacio y del origen de la vida. Ellos nos han proporcionado también dos elementos que nos sirven a la hora de pensar en el espacio escénico de la pieza: el observatorio y el lugar remoto.

El espacio de PÉNDULA se sitúa en un lugar remoto (y constantemente cambiante por medio del espacio sonoro) formado por un pequeño observatorio-refugio y diferentes elementos repartidos por la sala que aluden al instrumental científico, y que no son otros que nuestras herramientas de trabajo: sintetizadores, instrumentos electroacústicos, grandes péndulos generadores de sonido, láseres y sensores de movimiento.

Este observatorio-campamento es el espacio de la fabulación: el lugar desde el que observamos y emitimos nuestros informes.

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Visiones desde dentro

Fabulamundi
1 y 2 de marzo de 2014

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Tuvimos también un paseo de tigre y una jaula de pavos reales.

Pavos reales

El encuentro fue aproximadamente fortuito. Planificado, gozosamente aceptado, pero fortuito. Lo programado eran las lecturas de tres obras de tres autores en el marco del programa Fabulamundi: Primer amor, de la italiana Letizia Russo, con Miguel Ángel Altet; Micaela, la tigresa de nuestra ciudad, de la rumana Gianina Carbunariu, con Fernanda Orazi, Ziad Chakaroun y Claudia Faci, y The End, del italiano Enrico Castellani, de nuevo con Fernanda Orazi y Claudia Faci, con la intensa colaboración transversal de los músicos Nilo Gallego (voz en off en Micaela) y Óscar G. Villegas y Luciana Pereyra en Micaela y The End, con una preciosa versión final de la canción de The Doors, todo muy redundante y muy hermoso.

En la página web de Pradillo la cosa se anunciaba así: «Fabular. Fabular es hablar. El origen de fábula está en el habla. Hablemos, pues. Hablemos entre nosotros. Con los otros. Ante los otros. Desde y contra unos y otros. Hablemos y estrenemos un nuevo territorio. Sin centro, sin un centro definido, a ser posible. Escribamos conjuntamente un espacio cien por cien periférico. Conformado sólo por márgenes. Esto es Fabulamundi para Teatro Pradillo. O si no, algo parecido a esto: una escritura escénica contemporánea diversa y diferencial. Que se arriesga y se atreve. Y se maneja entre los intersticios de nuevos ámbitos aún por explorar».

Y después de esta declaración de comienzos, el grupo de personas que nos comprometimos con la realización de estas lecturas de Fabulamundi hablamos. Y hablamos y hablamos, con, antes, desde y contra, hasta crear un entorno compartido en el que poder sentirnos muy a gusto, con muy poco tiempo por delante, pero con muchas ganas de trabajar juntos y de dar una pequeña vuelta de tuerca a la manida y consabida propuesta de lectura/presentación de unos textos. Ajenos. Con el objetivo de convertir lo ajeno en propio, lo lejano en cercano, lo extraño en familiar. Tomar esos textos, mostrárnoslos, mostrarlos, ver hasta dónde nos llevaban, acompañarlos, crear el necesario entorno para que aquello cobrara un sentido especial. Y cada uno hizo lo que tenía que hacer. Incluidos los autores, que por allí anduvieron, unos más y otros menos, como suele suceder, como siempre sucede.

No queríamos una representación, sino una presentación. En el breve proceso de preparación se llegó a la propuesta de un espacio y un tiempo comunes, una propuesta de recorrido para que los espectadores pudieran experimentar la escucha de las tres obras como una mínima pero coherente y gozosa propuesta casi escénica: un triángulo de pequeños espacios dentro del espacio de Pradillo, iluminados por Cristina Libertad Bolívar; un desplazamiento de las posiciones y de las miradas de los espectadores en las tres etapas de ese viaje a través de la escucha de los textos.