Compañía Nacional de Cine Clásico

Durante la representación del Romances del Cid, pensaba continuamente en el cine. Menos es más, la más sabia norma cinematográfica se usaba con prolijidad en este montaje.
Mi cabeza se iba hacia la idea de que en lo que estamos viendo había cine por todos lados: cambios de plano, música de fondo y efectos sonoros y sobre todo un guión, si un guión ameno y emocionante, listo para rodar. Me sale una película (ojo sólo en la imaginación) como Campanadas a medionoche ejemplo de esto precisamente: el mejor teatro en cine (y rodada en España) o el cine teatral (y comercial) de Kenneth Branagh.

Si montemos un Compañía Nacional de Cine Clásico (por qué no, los mismos criterios de existencia de una valdrían para la otra ¿no?) y que haga cine de bueno, por favor, aprovechando el mismo talento fresquísmo que están imponiendo a la de Teatro Clasico. Y que la dirija Eduardo Vasco, ahora que cumple cuatro años al mando de la por él renovada nave de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Ya tenemos buenos antecedentes: pensad en el hecho de que la mejor cosa que salío de la celebración del aniversario del Quijote (indigno ejemplo de nuestra sociedad actual en la que se tiran miles de millones de dineros públicos por el sumidero de la cultura casposa) fue la película Honor de Cavalleria, de Albert Serra (foto). Cine de autor, sin dinero, de hoy y para los espectadores de hoy, y sobre todo repleta de dignidad, de talento y de amor por la labor que tenían entre manos.

Lo dicho, llega la hora de hacer cine.
D.

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