El artista aguijón

 

Había un artista que se levantaba por la mañana y se encontraba con su ego. Éste, que le observaba ya antes de que el artista aún hubiese abierto un ojillo, esperaba tranquilo a que nuestro hombre se vistiese un poco. Entonces, le soltaba un consejo que el artista recibía con cara apesadumbrada.

– Es muy buena bailarina, … original, innovadora. Debes conseguirlo. Tienes que llegar a ser como ella.

Daba igual que su ego le propusiera imposibles, como imitar o llegar a ser como Glenn Gould al piano o como Julio Cortázar delante de una hoja de papel, el reto no era un invitación, era una orden.

A partir de ese momento, el artista no paraba hasta conseguir acercarse a su ídolo. Se enteraba de como era su vida, le persiguía, casi le agobiaba hasta hacerse con él. Entonces, el artista desplegaba un potente aguijón que clavaba por la espalda de su admirado y triunfador colega, y le chupaba su interior.

A veces, sorbía sus ideas, su forma de venderse, su forma de ser, su forma de llegar a las conclusiones o su técnica pura y dura. El fruto era siempre de lo más variado y rico. Al final del banquete, abandonaba a su víctima y no volvía a preocuparse por ella.

Ese era su destino. Otro día llegaba y el artista volvía a encontrarse de bruces con su ego.
D.

Esta entrada fue publicada en General. Guarda el enlace permanente.