Crònica Jueves dia 4 de Octubre/ Escena Criminal III

Estuvé el Jueves en Escena Criminal con las charlas de Roberto y Lipi en La Velvet y en la muestra de trabajos en proceso.

Uno de los miembros de CRIM me preguntó si yo podría escribir algo a cerca de ese día…. El domingo me planté delante de ordenador y escribí esto:

obscenidad, intimidad/comunidad, privacidad/publicidad

Después de recibir tanta información en unas horas, qué hago? cómo lo plasmo de manera que lo que esté haciendo no sea un ejercicio de memoria ni tampoco una crítica hacía lo que fue presenciado?
Supongo que todo empieza con llegar a la Sudorosa (en castellano mola más) encontrarte a poca gente pero todos conocidos por A o por Z. Todo empieza tarde. Hoy he pensado que lo íntimo, a veces, llega tarde…
Empieza con una falsa promesa de conversación. Una promesa de conversación totalmente utópica cuando una persona como Roberto Fratini empieza a hablar y verborrea(r). Que si lo privado, que si lo íntimo, que si en privado estoy absuelto de máscara y desprovisto de mi persona… Roberto respira. Lipi habla.  Lo sagrado y sin darte cuenta Roberto habla otra vez. PORNOGRAFÍA. Pornografía, pajas, realización, obsesión… Respira Roberto. Intenta escuchar. Victoria habla de una reseña. Roberto se toma la libertad de tener una crítica negativa del texto. Cambio de tema.
Working progress = producto líquido. Aquí empieza la problemática. De una boca salen verdades absolutas que yo cuestiono absolutamente. Hablan de un producto acabado y de lo horroroso de los working progress y las charlas posteriores. Me preguntó si se oyen a ellos mismo hablar así. Por un momento dejo de escuchar como un estudiante y me posicionó como un artista ofendido. Me doy cuenta de que los precedentes de cada uno son importantes para crear discursos. Aquí empieza la contradicción de gran parte de la última parte de la charla… Me doy cuenta de que tengo dos personas sentadas bastante cerca de mi hablando de que un artista debe separarse de su pieza y que su pieza debe existir por sí misma. ( puedo discutir un día esto con alguien?)  Que si una pieza no puede ser un discurso. Que el discurso o la justificación debería estar prohibida. Que hacer, hacer, hacer que si te matas pues te habrás matado. TODO ESTO, a la vez que se está creando un discurso como una casa de pagés. Creo que el gran problema del discurso es el discurso que se quiere defender. Creo que imponer opiniones a través del buen lenguaje es peor que un work in progress. De hecho, me encantaría pensar que la palabra/el hablar en vivo es un work in progress continúo.
Dónde voy?
Me doy cuenta, a través de mis notas que empiezo a sentirme molestado por la manera de hablar de Frattini y por su capacidad de invadir un espacio comunicativo a base de provocación y ese fascismo de la verdad que nunca se dice (la verdad que no se dice, también la dice el PP y no le damos la razón. Yo el que menos.) En mis notas aparecen maravillas como: “Frattini, cállate!!”. “ verborrea és una contaminación a mi opinión. Déjame pensar!”, “Fratini, te pones en la trampa de tus propias palabras”. En fin, que me molesté bastante. 🙂
No quiero que esto suene a insulto a Frattini, por un lado me ha hecho pensar mucho estos días pero reconozco que él me excluyó del contexto en el que quería estar en el momento que él empezó ha hablar. Una persona que se dedica a hablar y a tener discurso, y a la vez destrozar el discurso del artista. Y vuelvo a la intimidad. Me siento íntimo cuando no tengo que defenderme y cuando las opiniones diversas crean confort entre los agentes que están implicados.
Salgo del Velvet SweatShop y pienso en los precedentes de los artistas. Pienso en como somos una consecuencia de las cosas que nos han ido bien y mal, y como, por supervivencia, estamos buscando maneras para seguir estando cómodos en todo esto. Pienso en mis ideas y la relación que yo tengo con ellas. Pienso en que me niego en que mis obras se conviertan en piezas de museo. Una obra, tiene que estar actualizada y ser consciente del contexto donde se expone. Un artista es la obra porque es la consecuencia de ella. Un artista puede dejar su obra existir porque es forma parte de la constelación donde se ha compartido también. Yo soy las obras que hago y eso no quiere decir que mis obras sean personales y si lo fueran, personales, no tendría ningún problema en hacer transparente ese hecho y dejar al espectador la relación que tomé con ello.
Después de mi paseo, voy al Antic a ver trabajos en proceso. La gente que estuvimos en la charla no podemos evitar sentirnos un poco raros. Hace unas horas atràs estabamos hablando con una persona con acento italiano que  se “cagaba” en casi todo el procedimiento de muestra en proceso… Y nosotros allí, mirando esas dos piezas. Al acabar sus trabajos, los chicos nos dicen que les gustaría hablar de lo que hemos visto. Yo pienso “ realmente estan interesados en lo que el público ha visto o tienen la necesidad de crear esta plataforma para excusar la existencia de su pieza?” Evidentemente, y debido a que una muy buena amiga actúa, yo me quedo. Puede ser útil si ellos quieren.
Pîenso en trabajos en proceso. Me doy cuenta de que tengo el poder de llevar el potencial de eso donde yo quiera. Me doy cuenta de que yo podría hacer mi propia pieza a partir de lo que he visto. Una de las peculiaridades de mi experiencia viendo un trabajo en proceso, es ese espacio indefinido que se abre delante de mí y que me permite ser creativo a mi manera. Los trabajos acabados ya no es una cuestión de potencial, sino de estrategia.
Y como acabó  este lío?
Pues situando mi texto en el punto de mira. Que es este texto? Un texto acabado? Un texto en proceso? Es un proceso y no es nada acabado. Desde mi intimidad y sin la necesidad de discutir ni contaminar con nada de esto, escribo. Hago transparente mi proceso de pensamiento libre mientras toco estas teclas y no sé hasta que punto estoy comunicando. De todas maneras, no tengo la necesidad de crear nexos ni conclusiones a partir de un día con información tan distinta y dispersa y, mucho menos haceros creer que esto que estoy contando es lo que realmente pasó. Fue un día genial, intensificó mis pensamientos y me sigue mostrando que en este campo hay gente con intereses distintos que chocan constantemente.

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5 Respuestas a Crònica Jueves dia 4 de Octubre/ Escena Criminal III

  1. roberto fratini dijo:

    La premisa es que al cabo de unos días de tenerse la charla sobre intimidad en la Sudorosa tuve ocasión de volver a charlar con Quim. Supongo que nos aclaramos sobre muchos de los temas «sensibles·. Por entonces aún no había leído su entrada, y confieso haber sido algo afectado, a posteriori, por la agresividad que desprende. Por esa razón me he preguntado durante un tiempo si fuera el caso de contestar a las observaciones de Quim por este mismo canal. Después se me ha ocurrido que si a Quim le ha parecido oportuno compartir con el público aleatorio de Teatron lo que renunció a decir en el contexto bastante íntimo de la charla susodicha (donde otros sin embargo hablaron – se ve que la verborrea de Roberto Fratini con una T admitía fisuras -), tal vez la respuesta no debería limitarse a una cerveza de post-estreno (como se intuirà, personalmente me hubiera quedado encantado y gustoso con un intercambio personal. Es lo que tiene el modelo democràtico de la participación: que te inflige como un abuso el supuesto derecho a la publicidad). Entonces contestaré.

    Por supuesto voy escribiendo sin borradores. (En caso de que esto de lugar a una cierta verborrea, me consolaré pensando, querido Quim, que en materia de verborrea tu tampoco – lo digo con todo el cariño – te quedas corto).
    Ahora bien, en casos de este tipo, y ante la desaprobación que se transparenta a destiempo, como es lícito, en el après coup de mi discurso, es inevitable preguntarse si a Quim le molestara más lo que decía o el hecho de que lo dijera de forma clara, procedente y sin descuentos. Creo que en el caudal de tu desaprobación, Quim, confluyan ambas cosas, lo que no deja de ser sintomático. Recuerdo claramente haber empezado el encuentro del 4 de octubre explicando que prefiero por norma contestar o rebatir a preguntas y observaciones que ir simplemente exponiendo mis consideraciones deficitarias sobre el tema que sea. Y recuerdo que, en el mismo debate, otros han aprovechado sin complejos mi invitación a participar a la discusión. Si hay una erótica del debatir, estriba precisamente en la sensibilidad que pide recoger el rumbo de la conversación y amoldarse a él sin dejarle irse por las ramas. La verdad es que no pido nada mejor. Por eso, suelo interpretar el silencio de los demás en los términos más benévolos, como el síntoma de que han entendido lo que quería decir, o como el síntoma de una perplejidad que pide más explicaciones, más aclaraciones de mi parte. A falta de argumentos ajenos, añado argumentos que puedan enriquecer la reflexión. Desde luego que, en presencia de personas que en general no pertenecen a mi mundo de afectos, NO TENGO EL DEBER DE PRESUMIR QUE LOS ARGUMENTOS AJENOS EXISTAN MIENTRAS NADIE LOS ESTÁ COMUNICANDO (y me parece que, a parte cotillear en tus apuntes sobre lo que no te molaba, no has dicho estrictamente nada para rebatir los contenidos de lo que se venía diciendo, y estrictamente nada para contribuir a la reflexión). Horror vacui? Puede ser. La verdad es que, fuera de los contextos íntimos (y la reunión aquella, por muy esmirriada que fuera la asistencia, no dejaba de ser un debate público), los silencios me parecen más empachados que inspirados. Si puedo evitarlos enriqueciendo la argumentación me parece hacer un empleo aceptable del tiempo de los demás, y por supuesto del mío. No ya porque mi discurso venga ya hecho sino, al contrario, porque es precisamente hablando a los demás cómo viene haciéndose mi pensamiento. Lamento que esto cree malentendidos y malhumores. Tampoco aceptaría que me mandaran callar, puesto que no mando callar a nadie. Si molesta la fuerza que puedo tener ocasionalmente de dejar a lo demás sin palabras, la verdad es que solo espero que alguien me deje literalmente sin palabras; que por ejemplo en lugar de sentirse genéricamente atacado por la fuerza de mis argumentos, respondiera con argumentos igual de contundentes.
    Por cierto, encuentro francamente repugnante tu observación sobre el supuesto fascismo del buen lenguaje (aliñado entre otras cosas de referencias delirantes al PP – qué poco me conoces, tío -). Y simplemente incomprensible tu boutade sobre «el fascismo de la verdad que no se dice» (pues me parece haber dicho la mía de forma bastante exhaustiva, y muy comprensible). Tal vez porque me ha parecido siempre que precisamente emplear correctamente el lenguaje fuera un homenaje a la verdad de las cosas y de los argumentos: todo el contrario del fascismo; tal vez porque mi respeto hacia el lenguaje es superior al tuyo; tal vez porque defender mi opinión con argumentos fuertes y con palabras acertadas sigue pareciéndome la manera más democrática que exista de tomar posición; tal vez porque veo este tipo de desautorización del lenguaje como la forma más típica de ese victimismo que es la principal enfermedad del pensamiento débil: en resumidas cuentas, los que no saben hablar cuando toca (gustando en cambio de insultar cuando no toca) llaman fascistas a los que sí hablan cuando toca, y además lo hacen sin pedir licencias de estilo, y sin acomplejarse por su acento. Verás, Quim, llevo años escuchando este quejío, de que cuando una opinión molesta sale de mi boca se la liquide alegando argumentos de expresión. Es una manera barata de desacreditar los contenidos. No me hagas una culpa de hablar tan bien (pues yo no te hago una culpa de escribir tan mal). Oféndete, si te parece. Y volvamos al tema del debate.

    El debate no es una lucha, pero tampoco ha de ser una liturgia del consenso. El discurso cultural rezuma de liturgias así, donde en principio el intercambio es cordial, razonable, dialéctico, paciente, íntimo, sweet & tender, mientras que de hecho es inconsistente, hipócrita, banal e inconcluyente como un piropeo entre amiguetes. Al parloteo de muchos he preferido siempre la voz de pocos. Cargando, cuando me toca hablar, con la responsabilidad de mi voz y de lo que dice (o de mi silencio y de lo que no dice), pretendo que otras voces, que otros silencios sean igual de responsables. Que por ejemplo quienes tienen miedo a hablar no proclamen haber sido intimidados: por muy extraño que pueda parecer, en el debate la postura de indefensión no es la de quien escucha, sino la de quien habla (a esto me refiero cuando utilizo la palabra “responsabilidad”); tal vez haya en tu silencio, dispuesto a culpabilizarme con tal de no culpabilizarse, más prepotencia que en todas mis palabras: por ejemplo, te brinda la impagable ocasión de decir que hablo demasiado, y así de pasar en segundo plano el verdadero meollo de la cuestión, que es posiblemente la clase de contenido que defiendo.
    Es más, cuando me encargan una charla (“Háblanos de…” es precisamente el tipo de encargo que me confió la plataforma Crim), doy por descontado que esperen de mi parte una argumentación articulada, coherente y dotada de suficiente autoridad (no ya por el autor, sino por la fuerza intrínseca de los argumentos) como para ofrecerse sin vergüenza a quienes decidan sacrificar una parte de su tiempo para escucharla. Y exponer una tesis “generosa” (o verborréica, como prefieras) me parece un deber ético. Juzgaría totalmente indigno, sin haberme obligado a reflexionar sobre el argumento del encuentro, venir sentarme entre vosotros únicamente para presenciar a una bonita conversación temática. Para decirlo claramente, iría en contra de mi ética intelectual convertir mi nombre, tal y como aparece en el programa de los encuentros, en algo así como el anuncio de una participación mística: “El debate tendrá lugar a la presencia de la Infanta Elena”. El papel del contertuliano de honor sigue pareciéndome vomitivo. El concepto de «fila 0» me parece una distorsión más del mercadillo actual. Sin contar que dicha presencia aurática es normalmente pagada: el que en este caso no hubiera dinero de por medio no ha implicado en ningún momento el que el listón de mi compromiso tuviera que bajar. Por muy escandaloso que pueda parecerte, al invitarme el Festival no me preguntó si me apetecía «escuchar a la opinión de otros», sino si me apetecía comunicar mi opinión a otros. Cuando estoy del otro lado, en la posición de escuchar, me parece en todo momento que esta escucha es también una forma de condivisión. No espero de hablar. Y en general detesto que se espere que yo hable. Si hay una diferencia (para enriquecer esta sucinta fenomenología de la charla) entre mi situación y la tuya, es que tu puedes sentirte totalmente libre de callarte (y esta libertad te parece un abuso), mientras yo me siento en la obligación intelectual de no callar mientras no haya agotado mi argumentación (e intento gestionar este abuso como una extraña forma de libertad). Aún así nadie te obliga a callarte (salvo la timidez que, un poco histéricamente, prefieres achacar a la agresividad del ponente), y todo pone en la obligación de hablar.
    Por cierto, esa obligación me divierte. Menudo conferenciante de mierda sería si no me gustara tanto, como dices, hablar.
    Ya sería tiempo que esta mandanga, alimentada por lecturas muy superficiales de los 30 últimos años de filosofía, fuera redimensionada: en cambio la disidencia contra el lenguaje (esta, que halla en tí un abanderado tardío, pues te parece muy fascista hablar claro y muy revolucionario callar), no deja de representar la columna vertebral de incontables programas poéticos recientes: cagarse en el valor del lenguaje parece ser, después de todo, la catarsis favorita, entre otros, de los mismísimos artistas que son artistas únicamente por (y para) el discurso crítico que los vampiriza. Si articulo este punto de vista, a ti te parece que estoy atacando los estatutos del Arte en general, y ofendiendo a los artistas reunidos. Si «como artista» te siente ofendido por mis palabras lo lamento. Celebro desde luego haberme limitado, para ofenderte, a expresar unos contenidos teóricos, sin necesidad de aludir a tu acento, a tu estilo de exposición, a tus apneas (y eso que fueron prodigiosamente largas). Si el que mi opinión no encajara con la tuya te hacía sentir que el contexto no amparaba tu exigencia de «intimidad», lo lamento. Es sobre todo una lástima que hayas podido sacar el tema, con toda la cordialidad del mundo, y en una situación más convivial e íntima, solo tras haberte desquitado a insultitos por este canal. Verás, no tengo el deber de proteger a los demás del impacto de mi opinión mientras ni siquiera conozco su nombre, y mientras lo callan con todo lo demás. Intimidad, el 4 de octubre, era el tema de una charla, y bajo ningún concepto una poética performativa.
    Las reivindicaciones participativas, en un ámbito tan modesto como el debate, estas que tildan de prepotencia toda teoría molesta para quienes la reciben, saben un poco a hipocresía; en general, apuntan más a repartir y repersonalizar el supuesto «poder de decir» que a desterrar del ámbito del decir toda idea de poder: personalmente no me siento nunca tan desprotegido como cuando verbalizo mi pensamiento ante los demás. La demonstración es este sombrío refunfuñar de tu queja, esta sí realmente sin fisuras, y vagamente parecida a una represalia.
    Yo culpar a los artistas en general? No recuerdo haber en ningún momento pronunciado este veredicto. Tampoco acepto este maniqueismo barato con el que divides el mundo en críticos protervos y artistas indefensos. Porque si expreso mi punto de vista sobre los protocolos de la intimidad, lo hago precisamente desde mi experiencia personal del trabajo de creación, y mi derecho de plasmarlo, imaginarlo y también teorizarlo no es menos sagrado del tuyo. Ser procedentes no hace los críticos automáticamente más impuros. Ser improcedentes no hace los artistas automáticamente más puros.
    Tampoco recuerdo haber atacado la Plataforma Crim por expresar una idea de “proceso de creación” que no comparto. No me siento en la obligación de hacer un discurso que resulte digestivo para el contexto que lo acoge, o de callarme las críticas que pueda tener. Puedo haber dicho en algún momento que, accediendo a ciertas prácticas de puesta en visibilidad de los procesos, los artistas estaban de hecho, en general, cediendo a un chantaje, justamente ellos que no se hallan en condiciones de chantajear a nadie, siento el último eslabón del chantajeo en cadena que es nuestro sistema político-económico y – joder –cultural. Ahora bien, ceder a un chantaje es un síntoma de inocencia, más que de culpa. Esta inocencia de tantos artistas, dispuestos a celebrar el festín de migajas que se les depara a nivel institucional, sería imperdonable, de no ser que precisamente los artistas pagan el precio más alto. Potencialmente criminales serán, si acaso, los operadores culturales (cuidado, no ya los que elaboarn el discurso, sino los que arquitectan el mercado del discurso); creo que los artistas se vuelven poco creíbles precisamente cuando actuan como operadores culturales, cuando se adelantan a los protocolos del mercado, cuando regatean, por obligación o por adhesión íntima, sobre su poética.
    Insisto: las lógicas de la exclusión, que también detesto, no son menos deleznables, en este aspecto, que las de la participación; ambas se fundamentan de hecho en el prejuicio, una vez más, de que el lenguaje sea de por sí la expresión directa e inmediata de un Poder mayúsculo (a tí, por ejemplo, te sale más a recibo ver este ejercicio de poder en la performance de un teórico vaciando el lote que en mil muestras de trabajo en los que los artistas se ven obligados a vaciar SU lote, a argumentarlo, a defenderlo, a venderlo, a hacerlo visible, a hacerlo disponible para el parloteo; a convertirlo, por así decirlo, en Cultura).
    El día después del debate fui a ver una muestra de procesos de trabajo. Con debate, por supuesto. Aprecié las muestras por el contexto que creaban, y no por el contexto que las había producido. El arte me gusta justamente muy impuro, y no hygienizado por el proceso cultural que lo tramita. Creo que, por muy abierta que sea en su hacerse, una pieza queda maravillosamente cerrada mientras no la «abre» el debate. Y por esa razón, el debate que siguió a las performances me pareció, para variar, vano, involuntariamente ofensivo, folklórico a ratos, y peor que simplemente inútil: falsamente útil (es decir muy poco útil a la labor creativa, pero extraordinariamente útil a las razones del consumo cultural y a los imperativos de la participación – que es la última frontera del consumo -). Por supuesto callé. Lo apreciarías.
    Cordialmente,
    Roberto F. S.

  2. Quim Bigas dijo:

    Roberto,

    Como dices, hablamos.
    Ya habían pasado unos días y pude pensar de manera totalmente distinta sobre lo que pasó en esa charla. Podría haber hecho otro post peró no lo he hecho. Creo que este post esta fuera de fecha.

    En Tea-tron yo escribo de manera intuitiva y saco lo que me pasa por la cabeza (algunas veces pervertido…) Es aquí donde me expongo a través de las palabras y es una iniciativa con la que quiero practicar y colaborar. No tengo un manejo de la palabra y siempre juego a eso. Es mi excusa para no tener que pensar demasiado y no sentirme atado y condenado por las palabras.
    En este caso, la cosa me ha salido mal ya que las palabras han vuelto.
    De todas maneras, este post es una manera de ver la jornada que yo tuve ese día. Aunque sea a partir de lo erróneo, a veces.

    Debo decir que me has dejado sin palabras Roberto. No las tengo. Creo que mi referencia al fascismo de la verdad, es excesivo y mal planteado. Creo que tenemos diferentes relaciones con el silencio ( de eso ya lo hablamos en el café) y creo que imprimiré tu comentario en la pared de mi habitación para no olvidar algunas cosas importantes que has dicho en este post.

    Lo único que puedo hacer es hablar de mí, con la esperanza de que hablar de mí es una manera de hablar de otros.

    No quería coger la posición obvia del indefenso al hablar, sino que estaba en esa posición en la que me sentí intimidado por tus palabras casi absolutas que rebotaban. Como digo, me posicioné como el artista ofendido. Ese artista ofendido (que no sirve para demasiado y menos para tener opinión) no puede hacer otra cosa que sentirse atacado y renunciar a muchas de las cosas de las que hablabas. La verdad me gusta creer que es relativa. Pero, en este caso y valga la paradoja, tienes razón.
    En el caso del blog optó por lo indefenso de no saber que estoy haciendo pero que estoy generando algo… lo que sea. Es probable que sean pajas mentales más grandes de las que me podría quejar, pero esas pajas tiene fecha y forman parte de un momento concreto. Es posible que lo que ponga me ponga a tiro de muchos.

    Dejame volver a mi post (que ya que es el detonante, lo repesco con algo que, a lo mejor me parece útil)
    «No quiero que esto suene a insulto a Fratini, por un lado me ha hecho pensar mucho estos días pero reconozco que él me excluyó del contexto en el que quería estar en el momento que él empezó ha hablar. (esto fuera)Una persona que se dedica a hablar y a tener discurso, y a la vez destrozar el discurso del artista. (hasta aquí) Y vuelvo a la intimidad. Me siento íntimo cuando no tengo que defenderme y cuando las opiniones diversas crean confort entre los agentes que están implicados. »
    Tomamos como partida de que compartimos diferentes maneras de ver el silencio. Para mi, el silencio es algo que se comparte y es un espacio (en las charlas) donde se puede almacenar y llevar algunas preguntas que quedan en el aire. Es en el silencio dónde la personas encuentran espacio para manifestarse. Suena poético, claro! Pero para mí, es algo muy práctico a la vez.

    Respeto el hecho de que tu profesión requiera de cierta posición a través de las palabras. Creo que si hubiese sabido de ti antes, me hubiese relacionado con esa charla de manera muy distinta. A parte de tu manera de hablar y comunicar y navegar entre pensamientos, la esencia de lo invasivo no estaba en las palabras sino en el cuerpo. Pero no quiero que suene a opinión o a represalia o a cualquier cosa parecida… El punto es, que ese día no entré en la charla por distintas razones y seguramente muchas tienen que ver con mi manera de posicionarme dentro del contexto y de que soy un poco novato o formal en sitios donde se establecen tales roles.

    A veces lo que odio más, son esa gente que necesita tomar distancia para sentirse valorada o con opinión. Y está claro que, a veces, podemos llegar a ser lo que no nos gusta.

    Disculpa mi humildad al decir que mi posición la establezco a través de las experiencias de mi cuerpo y que me estoy entrenando a base de aplicaciones, post y experiencias varias que me retumban en la cabeza.
    Ese día aprendí y pensé mucho.

    Y si. La cago ( o, como tu dices, defeco ) muy a menudo intento tirar de la cadena y utilizar la escobilla para quitar rastros.

    Me he saltado cosas de las que has hablado y no respondo punto por punto a este mensaje. Ya he dicho que me has dejado sin palabras. Estoy de acuerdo contigo y lo inteligente hubiese sido no contestar a este mensaje debido a lo expuesto que me siento con estas palabras.
    Peró aún así, me he sentido con la necesidad de compartir contigo (y todos los voyeurs que vean esto) algunos pensamientos que me «has» despertado y así no esconderme en el victimismo que me delata.

    Un abrazo

    Quim B.B

  3. m dijo:

    Uy… yo que me había salido de tea trón por falta de sangre ! Esto me recuerda a la histórica batalla verbal (siempre verbal claro) entre Roger Bernat y Quim Pujol donde este último calificaba «la consagración de la primavera» de fascista… estaría bien lincar todas las discusiones de este tipo en las que la palabra fascista aparece… :-))) bueno, no es para tanto, nunca es para tanto !

  4. roberto fratini dijo:

    Querido Quim,
    agradezco de todo corazón tus palabras. Yo tampoco soy inmaculado. Y creo que una cierta vulnerabilidad sea, de entre las máculas, la que más me empuja a tomarme la dureza, a veces, como un imperativo ético hacia mi mismo: defiendo ese Fratini que pocos conocen y que muchos tergiversan. Ocurre lo mismo en mi relación con la teoría: creo que la verdad es un lugar frío e inhabitado (precisamente porque cada uno lo habita con su verdad, con su hada Morgana). Me parece inevitable transitarlo con una cierta dureza, de una forma metódica pero aventurosa. Lo dulce de la teoría es que representa en sí un acto de supervivencia: la constancia de que tanta peripecia por los descampados de la verdad no ha podido con nosotros. Entiendo lo que dices del silencio, y lo puedo compartir. Pero me pregunto si en un momento como este, cuando las administraciones se dedican a desmantelar con una arrogancia sin precedentes todas las bases de la creación, no es el caso de abastecerse con la artillería de unas palabras tan precisas como para reventar las inflaciones de discurso de quienes nos gobiernan (cuyo poder depende en buena medida de un empleo majaderamente necio del vocabulario del estado de derecho). Yerra quien piensa que el discurso es ajeno al universo de la acción: el discurso es de hecho la única revancha no violenta del tiempo contra lo inmediato. Entiendo también tu manera de vivir el discurso visceralmente. De buscarte a través de la escritura. Yo intento lo mismo, aunque la verdad es que escribo con una cierta tacañería, por no decir con una cierta pereza. Creo que entre otras cosas esta pereza me ha salvado de consentir que las palabras se adelantaran al pensamiento. Y le he cogido un gusto algo azaroso a tensar mucho la ballesta del lenguaje antes de soltarla, para dar puercamente en el blanco. El resultado no es un discurso menos desnudo, y no menoscaba el valor de exponerse. Al contrario, haber pasado por una criba especialmente severa es lo que hace las palabras más atacables, más potencialmente culpables, más útiles a la lucha: porque son las palabras que has sonsacado al silencio: llevan todas tus insignias, pero viajan más lejos, a luchar para algo más que tu cuerpo. Basta con conocer la poesía para saber que las palabras más selectas, las que más silencio viene rodeando, son también las que con más fuerza declaran que un cuerpo ha sido lanzado a la batalla. Esa diferencia entre escritura y cuchicheo. Es también la diferencia entre escritura y devaneo: el simple devaneo puede llegar a delatar un cuerpo, con la misma eficacia con la que el cotilleo «delata» las imperfecciones (casi siempre de naturaleza corpórea, orgánica y pulsional) de los demás; pero la escritura «hace» un cuerpo. Si es buena, si surge como una cura, y no ya como un síntoma, la escucharás respirar y todo. Creo que la precisión es el secreto de muchas cosas: de los sentimientos (que cuando son imprecisos se prolapsan en sentimentalismo) y de la escritura (que cuando es imprecisa se prolapsa en mera externación). En este aspecto, mis dudas sobre la eficacia de las poéticas del work in progress apuntan también a poner en guardia contra las retóricas de la imprecisión, contra las estéticas de la irresponsabilidad que demasiadas veces se cuelan entre las buenas intenciones del protocolo. Para ponerlo en los términos más esperpénticos, la cosa sería más o menos así: el artista se presenta ante el público diciendo «Hola, mellamo fulanito, y soy artista», con el mismo tono con el que un adicto se presentaría ante la peña de su centro de recuperación diciendo «Hola, me llamo Fulanito y soy alcoólico». La respuesta de la peña es un protocolario «Hola, Fulanito.» Siguen piropos de todo tipo al chico problemático por haber compartido su problematicidad; «Ya que en el fondo – piensa la peña – todos somos artistas (es decir chicos problemáticos); y consuela ver que el artista no es menos irresponsable que nosotros en la gestión de su vicio «.
    Personalmente prefiero los artistas viciosos a conciencia y sin posibilidad de redempción o de compasión. Intento ser un artista de este tipo, una causa perdida de los cojones. Prefiero los artistas plenamente responsables de su irresponsabilidad.
    Asimismo, la escritura no necesita ser «caliente» para ser incendiaria: ocurre más a menudo lo opuesto, que con tal de reflejar sin mediaciones la temperatura interior acaba consumándose, y quemando a quien la escribe, antes de haberle prendido fuego al mundo. Espero que sigas escribiendo. Creo que puedes, y que es una senda bastante difícil como para no ser aburrida. Pero quiero que pienses que si hablo mucho es porque mi escritura viene rodeada, precedida, exprimida por enormes, tal vez excesivas cargas de silencio. Y yo pensaré que si callas mucho es porque tu escritura viene vehiculada por enormes, tal vez excesivas urgencias de hablar. No tengo recetas sobre esto. Pero creo que es tiempo de conspirar en algún lugar, entre el intestino y el cerebro. Me refiero más al hígado que al corazón; más al astucia y al valor que a los sentimientos. Fundamentalmente poque no creo que, en la batalla actual, el enemigo merezca conocer cuánto nos afecta el daño que hace. Mañana intentaré pasarme por la manifestación. Y me gusta pensar que, entre otras cosas, mis palabras, dichas en otros lugares, son lo que ha merecido a mi cuerpo estar ahí en silencio. Un abrazo a quienes lean esto. Y a tí.

  5. Marco Regueiro dijo:

    Roberto Fratini, olé tus cojones por pasmar!

    Me lacero con esto:

    «tampoco ha de ser una liturgia del consenso»

    y con esto otro

    «personalmente prefiero los artistas viciosos a conciencia y sin posibilidad de redempción o de compasión. Intento ser un artista de este tipo, una causa perdida de los cojones. Prefiero los artistas plenamente responsables de su irresponsabilidad.»

    y por último

    «pero creo que es tiempo de conspirar en algún lugar, entre el intestino y el cerebro. Me refiero más al hígado que al corazón; más al astucia y al valor que a los sentimientos»

    porque llevo demasiado tiempo en la estulticia emocional… gracias por hachar.

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