Boletín # 12 a 15/11, 2014

LZXXIX FESTIVal internacional madrid en danza

proyecto en residencia

danza degenerada | madrid

TANIA ARIAS WINOGRADOW

B A I L A R I N A   D E   F O N D O   E N   C O N C I E R T O

12 a 15 de noviembre de 2014 | X a S, 21h

Tania Arias_Infinito Besos_©Susana Paiva_005Bailarina de fondo en concierto es la diatriba contra el viento de una bailarina que baila un tema detrás de otro en concierto. Cada diálogo con sus colaboradores da paso a un tema bailado en varios kilómetros de movimiento. La meta no está marcada, sólo sabemos que desde el primer movimiento el corazón de quien baila trabajará al ritmo de una carrera con el mismo empeño de los mensajeros que hace mil años corrían llenos de secretos. En su origen fue infinito + besos, luego infinito – besos =, y ahora este concierto.

Idea e interpretación: Tania Arias Winogradow
En colaboración con: Mauricio González, Juan Loriente, Mónica Valenciano,
Johannes de Silentio, Carlos Marquerie y Sonia Guisado
Acompañantes: Arantxa Martínez, Jaime Conde-Salazar y Cecilia Molano
Diseño de iluminación: Carlos Marquerie
Foto: © Susana Paiva

Con el apoyo de: Comunidad de Madrid

Y la colaboración de:
LCE / CA2M (Programa Artistas en Residencia), Teatro Pradillo
y Canarias Crea-Gobierno de Canarias

Duración aproximada: 2h 15′

LZMás información

teatropradillo.com
madrid.org/madridendanza

LZ

Atlas, el gigante y la vértebra /Elena Córdoba

El pensamiento es siempre expresión de un tipo de vida, así mismo, podríamos decir que el movimiento de un cuerpo es demostración de una manera de vivir.

Atlas, si bien no pertenece a la trilogía de Anatomía Poética, es una pieza que vuelve a aproximarse minuciosamente  al cuerpo y el alma, en este caso, a partir de la primera vértebra cervical que sostiene la cabeza. Por una parte, esta imagen, o digamos realidad física, sirve para comenzar pensando en la tarea agotadora de la fuerza y el esfuerzo al que está sometido nuestro cuerpo. Y continúa adentrándonos en un territorio metafísico siempre complejo, el de percibir nuestro principio y fin, el de la vida atada inexorablemente a la muerte, que, como dice la pieza, sabemos, intuimos, pero no comprendemos ni asumimos.

Con pocos recursos escénicos que la sostengan, Elena danza entre estas dicotomías que se funden entre en sí: el gigante y la vértebra, la mujer joven y la que envejece, la hija y el padre, la bailarina y la madre, el esfuerzo y el cansancio, la tierra y las estrellas. Digo danza y con ello quiero decir lenguaje híbrido delicadamente construido para ser comunicado con sinceridad. Para ello, nos invita a compartir un espacio y tiempo de intimidad -en el sentido en que Pardo utiliza este concepto- a un territorio de pliegues,  inestable, sobre el cual es difícil sostenerse, como Atlas equilibrando el mundo sobre sus hombros en un infinito bucle de ajustes entre fuerza y fragilidad.

Este estudio sobre fuerza y esfuerzo además de abrir la reflexión a partir del movimiento y la fábula de Atlas sobre los límites de esas potencias (sobre esas capacidades en las que nos reconocemos como hombres hechos de pura resistencia) me permiten hacer una distinción entre esos dos conceptos. El esfuerzo es algo que nos enseñan y que nosotros aprendemos porque se nos dice que no hay otra manera de hacer las cosas: es así o el mundo cae sobre ti. Es poder hacer algo mediante la práctica y el aprendizaje. Implica repetir la forma una y otra vez, hecho que se encuentra en la base de la praxis social y artística. Mientras que el esfuerzo se adquiere, los humanos disponemos de fuerza antes de ser adiestrados como sujetos sociales. La fuerza opera por sí misma y no siempre tenemos certeza de sus límites. La fuerza es formadora y por lo tanto carece de forma, a diferencia del esfuerzo que siempre tiene una meta, algo con qué medirse. En este sentido, la fuerza es pre-social y el esfuerzo social. Pertenecen a la misma historia y a los mismos cuerpos, pero una es potencia de la otra aunque sus naturalezas sean diferentes. Esa es la lección que Atlas aprende cuando liberado del peso de sostener el mundo vuelve a tomarlo al ser engañado por Hércules: el esfuerzo.

La pieza se compone de cuadros de distintas duraciones que van sucediendo uno detrás del otro. Todos poseen intensidad, aunque lo que vemos en algunos momentos apenas sea perceptible, y en otros, sea la cadencia de un baile que emociona hasta las lágrimas por su dulzura. De esta manera se desplaza hacia esa dimensión más oscura de la obra, aquella que alumbra nuestro destino efímero como un enigma que podemos ver como su reflejo en la inmensidad del cielo estrellado; el vínculo más antiguo que poseemos como la propia certeza de nuestra extinción. Si la naturaleza del ser humano sobrevive debajo de las capas de lo social, es quizás por mirar su rostro cada vez que alzamos los ojos hacia esa oscuridad, por saber que lo que define su naturaleza es estar inclinados a la muerte.

En Atlas, el gigante y la vértebra, vestida con chandal y zapatillas de escalar, Elena construye una ficción y deja ver al mismo tiempo toda su hechura. En ese gesto radica la veracidad de su historia dentro de esa otra historia del Titán, la de su fragilidad ante el momento en que la fuerza la deje de sujetar y la abandone.