La resistencia: Maria Arnal y Marcel Bagés en LEAL.LAV

Mi padre ha estado delicado hace unas semanas y le hemos dedicado tiempo. Bromeamos viendo la tele. Ya no se ni quién juega en qué equipo. Cómo ha cambiado el fútbol, ¿no? Ahora solo es espectáculo… La broma sacó comentarios curiosos. Antes, me dijo él, en el fútbol importaba el deporte, los partidos eran para la gente, que se juntaba a verlos en cualquier canal. Ahora hay que comprarlos. Y los juegan a veces a las 12 de la mañana, para que los vean en otros países, que ponen dinero en los equipos, ¿tú te puedes creer?

Increíble, sí. Y pensé que en el fútbol, como en el teatro, canta mucho la distinción entre lo tradicional y lo convencional. Pero un momento:

El pasado viernes 19 celebramos la fiesta de presentación de la temporada 2018 del Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna (LEAL.LAV). Con la sala hasta arriba dimos la bienvenida al tándem formado por Maria Arnal y Marcel Bagés. Una pareja de músicos brillante y ante la que uno se queda sin palabras: imposible saber qué es más difícil de asumir, si la alta calidad de su propuesta, compacta y sencilla, apostando por un ramo de canciones trabajadas a conciencia con guitarra y voz, o lo altamente complementario que es este dúo al que da gusto ver y escuchar.

Su visita tuvo que ver coherentemente con el lema del LAV del presente año: La resistencia. LEAL.LAV ha conseguido labrar despacio un canal desde la isla para que fluyan las artes vivas, intercambiando sustancias con otros afluyentes y haciéndola desembocar aquí y fuera de aquí. Y todo, más que creciendo, persistiendo. Y también reinventándose. Por eso lo que pensaba sobre lo de mi padre.

Como el fútbol, las artes escénicas están aquejadas de un convencionalismo que tiene que ver mucho con el mercado. Para personas como yo, que empezamos en todo esto desde lo puramente amateur, justo para refugiarnos de lo convencional, las artes vivas contemporáneas no tienen que ver con la manida palabra vanguardia, sino al contrario, con tradición. Porque espacios como el LAV son y deben ser lugares de cuidado del oficio, de la diversidad de artistas y propuestas y del encuentro humano. El lugar donde se investiga. Ahí es donde queda lo que siempre hemos hecho. Y es ahí donde resistimos juntos.

María Arnal y Marcel Bagés han pulido entre sus manos un diamante delicado que suena y brilla con la contención de su rabia. Y lo dicho de la escena lo encuentro en el refugio que construyen sus canciones. Mientras este país se empeña en retroceder, sus artistas son como un buen político no elegido, capaces de hacer vibrar algo íntimo en cada persona, que nos hace reconocernos en el otro. Porque como diría Agustín García Calvo, lo que hace esta pareja, hiere. Y eso no puede nombrarse. Y la voz de María, del grito al susurro, nos inocula poesía como metralla. Y Marcel nos perturba y seduce, creando ambientes para sostenerla o dispararla, reinventando ambos una jota, acercándose al folk, al flamenco y al indie rock de aquellos Lagartija Nick que acompañaran a Morente. Porque el país que vio emerger el Omega es el mismo que se empeña en retroceder, resistámonos. Y desde ahí reconozcamos las luces que encienden en nosotros los demás para saber hacerlo juntos.