La noche de los cuchillos largos – parte 1

primera entrega de una parrafada en 7 puntos que creo necesaria

1: Todo atomizado
Si ya era difícil encontrar hilos con que unir temas para el reto abierto de asomar por aquí (hola), con las bandadas de cosas (muchas medidas antivirus, una navidad, varios desbordes de trabajo, un asalto al Capitolio de EEUU, 6 días de cuarentena, una tormenta enorme, otra (re)caída por agotamiento+ansiedad, algunos viajes) que cruzan esta escritura (acerca de multiplicidades y convivencias) encima este texto, como un motor viejo, ha arrancado en falso muchas veces, partiéndose en un pedregal de notas inconexas que miro sin saber si pegarlas, y presentar una nota-monstruo, o triturarlas y dar puré de notas. No se. Admiro la determinación de tanta gente. Flipo con la hiperactividad de otra. Veo todo cada vez más como un marciano o un viejo. O un marciano viejo. Y creo que a mi texto re-roto le pasa lo que a nuestros rompidos entornos: Tanto querer y no poder demoledor. Y habitar ruinas sin vocación romántica. Pero pasa que, con todo atomizado y en suspenso, lo que ocurre es justo eso. Que está todo en el aire. Desplazado, desplazándose. Una incertidumbre que también es ligereza. Y sostenida en el tiempo pasa de ser circunstancia a lugar:

Un lugar para las carambolas y los choques.

Para los giros inesperados y las separaciones.

Para los conjuntos impensables, las influencias y los agarres.

Para parar, reparar, respetarse, reproducirse, tras tanto producir.

Para las inercias, los afectos, las fusiones y los quiebros.

Para el turno de los últimos, aunque nunca lleguemos a primeros.

Para los contagios, las proximidades, los tropiezos, las cercanías y las negaciones.

(No, no iba a escribir negociaciones. Este no es su lugar. Pese a todo atomizado, habrá quien siga en eso, pero de verdad, que salga amablemente. Que libremente mercadee en el mercado libre, que aquí hay gente aún chocándose, en proceso de perderse, encontrando qué hacer con sus trozos revueltos entre los de las demás).

2: No puedo escribir porque estoy escribiendo
Tercera semana de noviembre. – Tomo un café antes de retomar el trabajo en residencia artística que hago en TEA (Tenerife Espacio de las Artes) dentro del programa La Cresta, comisariado por Carlota Mantecón. Se titula Contar con el otro como ningún lugar en la Tierra. La idea compartida ha sido convivir con la expo colectiva Como ningún lugar en la Tierra, comisariada a su vez por Néstor Delgado. Poner mi subjetividad en juego, dejándome atravesar por las obras que le dan forma para tomar apuntes que vertebren múltiples relatos sobre ellas. Y en una actitud que creo antiacadémica o al menos heterodoxa, dejarme arrastrar por el flujo de esos relatos, orientando sus rápidos en un caudal unitario que desde el primer día se lleva consigo mi punto de vista, mi juicio, mis formas de escribir. Que acaba transcribiéndome a mí mismo, conteniéndome, al pasar los días en un museo practicando una escritura que siento performativa, o al menos performativizada e incluso performativizadora. (Pero todo esto tal vez lo cuente mejor otro día). Porque a la vez llevaba ya unos meses cursando el Máster que ofrecen el Centro Huarte y la Universidad Pública de Navarra. Con clases online que recibo en el museo / espacio de trabajo / libreta de apuntes. Y dejo de saber si las clases son notas al pie de la resi o al revés. Así, mucho de lo generado en el proceso creativo se convierte en trabajo final para María Rosón y su asignatura de Cultura visual y Género. Luego, soy yo quien va a Pamplona. Y aunque mi cuerpo no esté en el TEA, el trabajo no para. Continúa allí en la semana intensiva, en mi pensamiento y sensaciones, en mis ratos libres y este ordenador, en mi cuerpo y mi conversación. Hasta sentir que ya me voy de Huarte. Que me voy, no que vuelva a Tenerife. Un movimiento que me hace caer de lleno al caudal del TEA. A más relatos. A algunos remolinos. Tocado, hundido.

Primera semana de diciembre. – Tomo una pausa con café. Recibo un mail que propone relatar para TEATRON qué ocurre por aquí y por Huarte. Cómo decir que no distingo. Que aquí es este cuerpo donde Huarte y Tenerife ocurren. Cómo decir que no.

3: Como ando en una cinta de Möbius,
cuando vuelvo se que estoy del otro lado

La RAE tiene una acepción de Casa que dice: “Personas emparentadas que viven juntas”.

Segunda semana de diciembre. – Salgo de casa (Tenerife) hacia Gran Canaria. A trabajar en lo poco presencial que ocurre. Con el grupo de Tenerife.LAV, que somos nuevo equipo. (Pero todo esto tal vez lo cuente mejor otro día). A hacer El Parlamento del Futuro, novísimo proyecto del LAV. Propuesta participativa, escénica y de mediación para jóvenes, a quienes se les propone un espacio híbrido, entre parlamento y tarima de go-go (con estrados enfrentados presididos por una dj a los que se suben para debatir temas y bailar temazos). Y eso hacen. Sesiones techno-parlamentarias para argumentar el cuerpo y posicionar las palabras. Los temas a discutir son la hipotética oportunidad de imaginarias leyes venideras, a aprobar en el porvenir. (¿2040?). Ese presente donde se verán las caras nuestra herencia y su agencia.

Acabada la sesión me quedo, sigo yendo. A Las Palmas, al encuentro de Raquel Ponce y Gregorio Viera, cuánto tiempo, y tú qué tal, antiguos proyectos, nuevas estrategias, risas y novedades. Me dan donde dormir (pequeña casa). Tiempo que paso ante esta pantalla, tanto atrasado del Máster. Día siguiente. Último envío. Apago y corro a reencontrarles. Llego segundos tarde a un momento crucial: El CAAM (Centro Atlántico de Arte Moderno) ha celebrado una audición para formar parte de una pieza de Xavier Le Roy. No me he presentado. A mi agenda no le quedan huecos. Quienes han ido toman algo ahora. Con mi llegada a la terraza de la cafetería los cuerpos se disgregan, la sonrisa aún puesta tras una foto que he visto sacar desde el fuera de plano que ocupo en la vida. Un encuentro inusitado para todxs, al darse aquí, ahora, así. Y entiendo que no llego tarde a eso, sino puntual a mi lugar. El de atestiguar la magia del pliegue de una historia de la que no formo parte. Y la foto era algo así:

4: Huarte es una isla que juega a estar en tierra firme
Día siguiente, avión Gran Canaria, Pamplona. Cuerpo – Afectos – Territorio subtitula el experimento que hacemos vestido de Máster semipresencial. El plural ancho de un grupo humano tal vez dispuesto a casi todo, formado por un entregado equipo directivo y docente, más un alumnado que es una extraña tribu. De orígenes muy vinculados al contexto navarro y vasco, o tan remotos que casi exóticos. De sensibilidades afines en una disparidad de personajes de toda índole, que pueden contener trazas de artista visual, historiadora del arte, bailarina, terapeuta, diseñadora, gestor, trabajadora social, activista, performer, ceramista, teatrera o músico. Gente lista, sensible, abierta y dispuesta. Lo suficientemente loca como para leer sanamente en el año de la pandemia una oportunidad, no un obstáculo. Gente que éramos solo caras en pantallas, convertida en ojos sobre mascarillas, deseando abrazarse, pero no. Queriendo que el máster vuele alto, pero paciencia. Como un motor roto, todo atomizado, fragmentos en el aire. La gestión de perder cada cual sus propios trozos en el pedregal común. De construir un nuevo cada cual con los trozos que toquen, cuidando un conjunto del que, más que nunca, sabemos que todo el mundo es parte.

5: Casa era otra cosa era esto
Una semana al mes trenzo otra vida con cinco de esos cuerpos a las otras tres semanas que paso solo. Cuerpos presentes que al juntarse dan cuerpo a esta realidad volátil como gel hidroalcohólico. Que llenan de atención, mirada, presencia y risa algo que llamar común, en un acto de activismo nanométrico, de terrorismo afectivo. Familia construida con la que vivo a dosis, maquinando llevar a cabo alguna acción cultural. Tramando posibilidades desde nuestro piso-trinchera. Todo en torno a este Máster en Huarte, irrepetible y raro. Hueco abierto en la realidad para tocar su raíz, donde sembrar otras. Donde cualquier persona es antes novata que alumna o profesora. Y donde entre cuerpos, afectos y territorios, encontramos asignaturas que aprobamos, de las que aprendemos y algunas que se vuelven reveladoras.

fin de la primera parte – segunda parte aquí

Indicaciones Artificiales / Carmelo Fernández

CARMELO FERNÁNDEZ

Carmelo Fernández es la concentración de un nogal en cada una de sus nueces.
Y el relieve de un centauro que pretende ir más allá de su metopa.
Carmelo Fernández es un Laocoonte apolíneo.
Y el letargo entre erupciones que hace al volcán parecer solo montaña.
Porque Carmelo Fernández es el desplazamiento de una montaña.
Pero solo porque es una crisálida a punto de volver a entrar al aire.
Carmelo Fernández es el año que una rinoceronta blanca amamanta a su cría.
Y la superposición de capas de nácar en la redondez imperfecta de una perla.
Carmelo Fernández es lo que ocurre entre la raíz de un drago y su flor.
O una pluma de faisán cayendo al mar en espiral desde lo alto de un acantilado.
Carmelo Fernández
es la línea imaginaria que separa y une las estrellas para hacer constelaciones.
La ceguera de un cangrejo muy pequeño en el fondo de una fosa del Pacífico.
Carmelo Fernández es todo lo que pasa tras la cáscara de un huevo de serpiente.
Y la fricción que desde dentro ilumina la tormenta
justo antes de que el trueno haya estallado.
Carmelo Fernández es la paciencia de la seda pendiente
en la tela de todas las arañas.
Y el abrazo de piedra que se dan la gravedad y los arcos del crucero de una iglesia elevada por la fe de sus cimientos.
Sí: Carmelo Fernández es un centauro.

Me apetecía mucho situar estas palabras diciendo dónde, cuándo, con quién. Hubiera dicho cómo intercambiamos nuevas ideas, antiguas batallas, renovadas identidades (algunas documentadas) en un ambiente afectado por lo que nos vapuleó en el teatro. Pero cambié de opinión. Nombrar a cada cual es tedioso como la alineación de un partido de fútbol. Me vi tentado por el entusiasmo ante cierta cantidad de ‘escena contemporánea’ asistente (por llamarla de algún modo). Banalidades mías que me hacen comprobar que al menos uno todavía no está completamente seco: a veces aún la emoción puede a lo demás. Como sea, en este esperado estreno en la Sala Insular de Teatro de Las Palmas de Gran Canaria el pasado viernes (y sábado) un grupúsculo de artistas salpicó el nutrido público, llenando un espacio que aunque conocía como espectador e intérprete, me parece siempre nuevo. Y Carmelo vació el patio de butacas para moverse ante el escenario. Y esa iglesia reconvertida , flanqueada por grandes pilares y con tanta altura, resultó tan atractiva por sí misma. La foto no hace justicia, pero era justo sacarla.

¿Qué es ‘INDICACIONES ARTIFICIALES?

No lo se. Ahí voy: Indicaciones Artificiales es un conciertazo. En él, Toño del Barco plays el piano y Carmelo Fernández plays el cuerpo. Decir esta aberración me parece imprescindible. El castellano cojea, no me acerca a lo que creo entender.

En la música que suena cuando ambos intérpretes tocan lo suyo hay espacio para que un bordón haga de mantra y nos meza por momentos alargados. También para que la melodía de uno repose y se deje transportar suavemente sobre el lecho armónico trenzado por el otro. Ambos comienzan el concierto en unas sonoridades mínimas que transitan de manera delicada hasta llegar sutilmente a momentos de gran intensidad y volúmen. Ahí ya pueden jugar con los contrastes, con lo abrupto, liberando bandadas de semicorcheas para que se difunimen en el aire y reposar de nuevo en otro bordón monocorde. O en el silencio. Porque en este concierto hay silencios. Muchos. De piano. O de cuerpo. O de ambos. Silencios de los que ocurren, que se escuchan. Silencios que, como están antes sobre el papel (anotados, porque han nacido de las músicas del cuerpo que baila el sonido y/o de los sonidos de mover el cuerpo) necesitan ser leídos. De ese modo, el silencio no es un ‘no hacer’ o una espera, sino la interpretación de una figura muda entre compases. Silencios donde ambos músicos se asoman a su partitura sin dejar de estar ante nosotrxs, y así reflejan la escritura con la acción. Escuchándose, en los transportes y apoyos mutuos con los que suenan y hacen sonar al otro, hay también espacio para la disonancia. O para abandonarse. Y buscar el camino del propio instrumento (piano o cuerpo), desentendiéndose del otro. Desencuentros desde donde sus frecuencias van ajustándose a cada vuelta. Y al reencontrar el unísono, asistimos al derrumbe controlado de toda la densidad de este trabajo sobre nosotrxs. El canal: la mirada de Carmelo, un estribillo capaz de volver siempre diferente e idéntico a sí mismo.

Un concierto, incluso, con momentos para solos, donde Carmelo casi desaparece para que veamos la voz del piano golpear su aparente inmovilidad, con nuestra mirada espiando cómo se mueve el otro cuerpo, atrincherado tras su instrumento. O donde una melodía de Toño resuena sin que pulse ninguna tecla, presente ahora en la secuencia: torsión de hombro / flexión de codo / giro de muñeca / rotación de homóplato /retroversión de columna / desequilibrio de pelvis / giro sobre el talón / paso al fondo / quietud.

Nuestro querido Jaime Conde-Salazar incluye en La danza del futuro un capítulo titulado La danza del futuro también está en el pasado, tal vez el cogollo de todo su ensayo. Viene muy bien recordarlo. Porque lo que Carmelo ha hecho con Indicaciones Artificiales, como dice Jaime,  «existe en muchos tiempos distintos. No es una cosa reciente, ni siquiera novedosa. Lleva pasando desde hace mucho». Al asistir (y observar, escuchar, dejarse abrazar por) Indicaciones Artificiales ocurre algo o todo de eso. Frases sueltas: «En esta habitación dormía el Califa» / «Este es el traje que usó la actriz para esa película» / «Los aborígenes fueron bautizados en este templo» / «Esta es la cama donde murió nuestro abuelo». Cada una da paso a un silencio que creemos hacer nosotxs con nuestro estupor. Y no. Es el pasado, que no ha pasado, pasando, haciéndose presente. Igualmente, en Indicaciones Artificiales muchas frases dan paso a un silencio que creemos hacer nosotrxs con nuestro estupor. Y no.

Podemos decir que con Indicaciones Artificiales viajamos al pasado. Es mentira, claro. La metáfora ayuda a nombrar algo incomprensible, que es que el pasado nos llegue. Asistimos a algo como una pieza de danza moderna de principios del siglo XX que en su intención antigua de ser avanzada reformula todo lo bailado antes y nos lo presenta de manera inusitada. Nuestros ojos de 1910, que nunca habían visto algo así, dibujan figuras geométricas siguiendo el movimiento de los brazos de Carmelo sin saber que éste sale de sus tobillos, articulados para desplazarse hasta el siguiente acorde, en 2017. En esta danza cuántica, Carmelo compromete su cuerpo en habitar un lienzo tridimensional, el enorme prisma del SIT, cuyo aire es capaz de centrifugar. De la geometría trazada nos hace ver cada punto, cada línea, cada mancha mientras la realizada, y es Toño quien les da color con el tono de sus notas.

Es conocida de sobra la cercanía íntima de Carmelo a las prácticas de Gurdjieff, uno de tantos códigos ocultos y presentes en la sinfonía en movimiento que nos hace escuchar. Con el viaje al (o del) pasado que hemos visto, estos códigos secretos bailan con lo que vemos, e igualmente posibilitan que la sombra de Nijinsky entre en la danza, dentro y alrededor de su cuerpo, permeable y rotundo. Pero quien haya resistido a leer todo esto podría pensar que Indicaciones Artificiales es un ejercicio de arqueología. Nada más lejos. En ese figurado «viaje al pasado», Carmelo estaría incorporando una danza sin pretensión vanguardista o rompedora, sino clásica, en el mejor de los sentidos, como es el de abrazar las danzas del futuro que le precedieron. Por eso Carmelo no revisita ni reversiona nada. Se vacía ante nosotrxs y es él quien se deja visitar por algo. Entregándose, es poseído y nos lo traspasa.

Así llega, incluso, el personaje, con un juego de máscaras. Desde el fauno a la bailarina, el humor y lo sensual desarticulan el lugar que ocuparan antes la geometría o la fuerza. Y en ese carrusel de posesiones, humor y sensualidad se dan la mano para irse al extremo: aparece entonces Belcebú. Temperatura de horrores profundos, de negrura y exceso. Y la voz (única parte del cuerpo que quedaba por mover) escupida como lava.

Discutimos luego lo oportuno de la textualidad en la pieza. Opiniones. Tal vez en una propuesta donde debamos hacernos cargo tan claramente de nuestras expectativas e incomodidades, enfrentarnos al texto y encajarlo sea otra de ellas, otro reto más que nos es lanzado. Como sea, ese otro Carmelo, el de fuera de escena, no el eterno, trabajará para decidirlo. Porque últimamente parece que es lo único que hace. Trabajar. Y por eso le debemos tanto agradecimiento.

Como epílogo:
ENTRE LO QUE PODRÍA HABER SIDO Y LO QUE AÚN NO SERÁ.

No sabía que escribiría y menos esta parrafada. Uno acaba de actuar en una nebulosa donde no atisba muy bien quién es y qué acaba de pasar. Fuera de lo racional y el lenguaje. Lo curioso es que me pasara a mí viendo hacer. Las primeras líneas de este texto nacieron en un barco de regreso a Tenerife. Me resistía a que fueran un poemita, qué cursi. Luego me abandoné. Pensé: si viene de algo tan honesto, el poema será una herida. Y una herida nunca es cursi. La estética es una ética, dicen por ahí personas que saben.
Carmelo Fernández trabajó y compartió un embrión que aún no era esto en el LEAL.LAV para ir a trabajar a Graner con Sonia Gómez. Qué gusto verla siempre y qué bien le viene al trabajo. Es bonito preguntarse si es ella, o ella y el entorno, o el entorno y el triángulo Toño/Sonia/Carmelo quienes han compuesto una serie de indicaciones artificiales con que dar organicidad a lo geométrico, o bien desnaturalizar lo orgánico. O si es la pieza una composición de indicaciones artificiales para quien mira.
Sea como sea, pienso en lo que aún no será, pero será. Muchos programadores o espacios queriendo este trabajo vibrando cerca. Habrá quien diga que tengo demasiada imaginación. Pero lo que digo es lógico: siendo avispado, ¿quién no programaría una pieza donde aparece Nijinsky? Sería vivir con mentalidad de 1910. Y ahora debemos trabajar nuestro presente.

Afortunados

Se que cualquier lugar puede ser isla. Y que el primer lugar es el cuerpo. He aprendido cómo funciona la máquina del miedo. Y cómo no estar aislado. Y aunque quieran que lo estemos o lo creamos, cómo no ser solo isla, sino archipiélago. Que archipiélago significa red, y las redes eliminan los miedos. Y sin miedo, amanece sobre lo común. Y que esa luz descubre palabras que apelan a la comunidad desde el primer lugar, desde el cuerpo. Hay jaulas que pueden ser más o menos fuertes, pero ninguna hace al pájaro olvidar el vuelo.

canario

canario en su hábitat

Me dice Rubén Ramos en su visita relámpago a Tenerife acompañando a Cris Blanco: «Escribe más, tío, no lo dejes. Lo haces bien y es necesario». Como el «bien» es relativo y subjetivo, me dejo halagar, pero lo dejo pasar. Ahora, el «necesario» se me clava. Lo hace en el sentido que Rubén percibe clara una red que ha de ser alimentada por todos sus lados para seguir siéndolo. Y me siento comprometido con ello. «También prometiste una retrospectiva de cosas que ya han pasado por el Teatro Leal y la seguimos esperando», me dice. Y tiene razón. Y yo tan poco tiempo. Pero usa un plural que me dice que debo hacerlo. Y aquí estoy para declararme afortunado. Como llaman a las islas estas donde hago todo lo que puedo, de las que necesito escapar para poder volver.

Esta lista que se avecina en este post son la mayoría de cosas que me hacen sentir que no tengo tiempo, que no puedo pararme a escribir y a la vez lo que me obliga a no poder afirmarme sino como afortunado.

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Claudia Faci

Octubre lleva todo el año deseando llegar. Importante. Empiezo una residencia artística titulada «Colectivo Translúcido», seleccionada el año por la ASOCIACIÓN SOLAR para ser realizada ahora. Solar es un grupo de personas con cabecitas muy bien amuebladas, fresco, despierto, independiente y tan maravilloso como los proyectos que sacan adelante. No confundir con el Festival Sitio, del que ya hemos hablado por aquí, aunque sí, claro, muchas de las personas que estamos en una cosa estamos en muchas otras. Como yo mismo, que a pesar de querer dedicar tanto tiempo a mi trabajo en residencia no dudo un segundo en realizar un curso con nuestra amada Claudia Faci. Gracias a las energías puestas por Javi Cuevas y el LEAL.LAV y la confluencia con el TEATRO VICTORIA empiezo por todo lo alto un mes que no olvidaré aunque quisiera.

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Adriático Adentro con Carmelo Fernández.

Pero en otro momento hablaré de mi trabajo. De la importancia de acabar las mañanas afectado por la mirada sabia de Claudia sobre mí y los compañeros que nos reunimos, de continuar con esas energías la tarde con mi residencia, recibiendo personas de manera individual en una sala para entregarme por completo a la consecución de sus deseos, deseos con forma escénica pero del todo privados e íntimos, pues ese ha sido uno de los dispositivos de mi residencia artística.

No, ahora eso no. Ahora seguiremos hablando de confluencias. Y es que sin tiempo para asimilar el huracán que supuso el curso de Claudia, llegaron otros dos a Tenerife, Carmelo Fernández nos trajo al LEAL.LAV un novísimo trabajo en mini-residencia. Sin embargo la muestra de «Adriático Adentro», tras diez días en la sala de cámara, tuvo que ser aplazada por el amago de uno de los huracanes de los que hablo. El otro probablemente estaba dentro del propio Carmelo, detrás de sus ojos.

Digo novísimo sobre el trabajo de Carmelo con toda la doble intención del mundo. Lo digo porque no puedo hablar de su trabajo con gran conocimiento de causa. Porque se que llevaba cierto tiempo sin presentar un trabajo nuevo. Y que «volver», signifique lo que signifique, siempre es un empezar de cero, casi una nueva primera vez. Muy interesado por una mística del movimiento en la línea de Gurdjeff, el propio Carmelo nos cuenta cómo en lo que nos presenta hay todo un trabajo fino y honesto de observación hacia su propia interioridad y la de su movimiento. Y tal vez esa sea la mirada que constantemente es nueva, ese poner la conciencia en el interior para descubrir y tensionar sin las interferencias de la voluntad una sintonía entre el cuerpo que baila y el cuerpo-público de quienes miramos. Un vibrar juntos. Y ahí es donde algunos de nosotros sentimos toda la armonía de este animal escénico que es carmelo, y como en ella conviven huracanes agitados al borde de desbocarse, sin hacerlo.

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Sonia Gómez en Bailarina.

Ya que dijimos confluir, confluyamos. Conocí a Cris Blanco y A Rubén Ramos el día antes de ver esa muestra de Carmelo, en el Auditorio de Tenerife. Bueno, Rubén me conocía a mí y se me presentó mientras yo estaba aún en las nubes, muy, muy arriba. Él me había visto actuar antes con «Acciones para bordear la nada», que la última pieza que he hecho, estrenada en el Antic Teatre en Julio dentro del Experimental Room Festival del que ya hablara por aquí. Los tres salimos del artilugio que Calatrava le regaló a la ciudad tras haber visto a Sonia Gómez y Javier Cuevas realizando «Bailarina Lírica», una pieza que muchos conocerán y en distintas versiones, una pieza de trasmisiones, realizada por Sonia con 8 pautas de movimiento, pautas que pasa a otros artistas para que con la misma receta cocinen otros platos.

Muchas eran mis expectativas, lo confieso. Antes de viajar a Barcelona por el estreno que ya dije, Javi me había contado y mostrado incluso preguntado cosas acerca de su versión. Para mí todo era al revés. No había visto el trabajo de Sonia y sabía por dónde empezaba a caminar el concierto en movimiento de Javi, pues eso es en lo que se fue convirtiendo su versión. Por eso al hablar con Cris y Rubén mi pelota estaba aún en la estratosfera, pues si la pieza de Sonia me hizo de algún modo bailar con ella (y para mí tuvo un sentido musical de por sí poderosísimo, además de ofrecerme imágenes a partir de las que construir libremente y llegar muy lejos), aquello no fue una pieza, sino dos. Un díptico simétrico en el que un cuerpo sale de escena con lo suyo hecho para que el otro entre a comenzar lo suyo. Y uno ve algo bonito y vuela.

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Javier Cuevas en Bailarina (lírica).

Aparte de un trabajo fino y cuidado, apareció ante mí la palabra coherencia, que me doy cuenta que a estas alturas no es sinónima, pero es familia cercana, al menos en mi mundo de significado, tanto de dramaturgia como de poesía. Sonia y Javi pueden estar contentísimos de haber confiado el uno en el otro para depositar y amparar un trabajo que una vez soltado a la brisa no pertenece a ninguno pero es de los dos, que pueden manipular para mejorarlo, pero que les contiene.

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Éste que escribe canbiando el boli por la guitarra en el festival Keroxen.

Claro, yo tuve que concentrarme en el fin de semana y ver el pase del sábado obligatoriamente. Y es que cuando en este volcán pasan cosas, pasan de verdad. Sin olvidar mi proceso de residencia en SOLAR, el viernes anterior, a 500 metros de donde Sonia y Javi estrenaban me tocaba a mi estrenarme por primera vez en el Festival KEROXEN. Muchos lo conocerán de oídas porque a lo largo de bastantes ediciones y contra viento y marea se ha sabido mantener con un cartel exquisito y propuestas arriesgadas, amparando desde la electrónica a la cumbia, del post-punk a la psicodelia. En mi caso, no fui solo. Se trata de uno de mis proyectos paralelos, Hernández&Fernández, un dúo que nació con la idea lúdica de destruir el concepto de recital poético generando ambientes sonoros para presentar textos en directo y que poco a poco hemos ido consolidando, trabajando con el cuerpo, el vídeo y el ruidismo. Sin embargo, la palabra sigue siendo un pilar fundamental en nuestras propuestas. Tal vez el Keroxen, que se realiza, sí, dentro de un antiguo tanque industrial de gasolina reconvertido en espacio cultural, es uno de esos lugares donde una propuesta de perfopoesía puede convivir con toda naturalidad con un cartel meramente musical y eso no solo lo honra, sino que es otro de tantos motivos para cuidarlo.

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Plano general de Cris Blanco en su coche invisible junto a plano detalle de Christ White perseguida por T-Rex.

Por eso estaba tan agotado cuando conocí a Cris y Rubén. Y a la semana siguiente no quise dejar de acompañarles a rato en el berenjenal de montar «El Agitador Vórtex», compañía de la que resultó un vídeo promocional un tanto desastroso y divertidísimo que tenemos por costumbre hacer a todo el que pasa por la sala.

De «El Agitador» Comentaré poco porque creo que quien lea estas líneas probablemente lo conozca bastante bien. Sobre todo en Barcelona, de donde Cris venía de hacerlo dos semanas en la sala Hiroshima con un resultado bastante bueno. ¿Será hora, señoras y señores, de volver a desempolvar aquel concepto de «hacer temporada» que tan bueno es para algunas cosas? Sobre todo porque estando en temporada se actúa. Y necesitamos actuar, en todos los sentidos.

Aquí algunos esperábamos la obra de Cris como se espera a un amigo que viene de lejos. Y eso que hemos visto dispositivos similares, pues en distintas visitas hemos visto el trabajo de Macarena Recuerda e incluso hemos realizado talleres con ella. Pero en este caso, el modo de realizar su película en directo, el uso de la planificación del lenguaje cinematográfico y la parodia total y absurda a través de los tópicos hollywoodienses mezclados a las joyas de su imaginación nos hicieron pasar un rato de lo más agradable. «El Agitador», es también una obra de difícil de manejar, como pasa con todas las miniaturas, y que no funcionaría tan bien si Cris no tuviera esa soltura en escena para integrar cualquier mínimo error. No obstante, sentí que algunos vacíos en los que la cámara tenía que desplazarse de un lugar a otro no le hacían del todo bien al conjunto. Una lástima que en esos recorridos no entrara más esa magnífica voz en off, casi improvisada de Cris, capaz de decir cosas como «mientras tanto, al otro lado de la ciudad ocurría algo completamente inesperado… mientras intento encender de nuevo la cámara», y seguir adelante. Sea como sea, otro auténtico lujo verla en acción. En Acción y en «ReAcción», festival que se está realizando ahora mismo en la isla de en frente, Gran Canaria, y a la que Cris Blanco ha dado el salto tras visitarnos para consolidar otro año más esta iniciativa que poco a poco va afianzándose como otro de los eventos referenciales en este lado  de paradojas atlánticas.

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Colectivo Translúcido en la ASOCIACIÓN SOLAR.

Tras toda esta vorágine Rubén podrá entender que no escriba más, aunque se que me insistiría para hacerlo, aunque lo entienda. Tras tantas cosas en tan poco, no he dejado de meterme en esa sala de la imagen de arriba, foto de la que he hecho un montaje cutre, entre una foto del espacio y el cartel de la residencia. Y es que tras una experiencia tan intensa, cuando me meto a trabajar ya en esta recta final para esa sesión abierta a compartir en la Asociación Solar, de algún modo siento los ecos de cada una de las personas que se han interesado, han pasado, han mostrado sus deseos, han intentado realizarlos conmigo y han dejado materiales, pero también senaciones tangibles e intangibles en el cuerpo y en el aire, y es como si un eco resonara todo el tiempo. Gente a la que desde aquí quiero dar una infinita muestra de agradecimiento y que me ha influido tanto acudiendo a la sala como tropezándose conmigo en este mes imposible de imaginar.

conde

El Conde de Torrefiel visita el LEAL.LAV con un taller de dramaturgia.

Gente de la que me despido igual que de todo quien pueda haber llegado hasta aquí leyendo (yo he conseguido vivir cada minuto de esto y sí, es intenso), y me despido diciendo que desde hace dos días, más confluencias, más solapamientos. El Conde de Torrefiel está aquí con nosotros, realizando un más que suculento taller de dramaturgia en el LEAL.LAV algo que como lo de Cris esperábamos con gran ilusión y que no nos está defraudando. Al igual que los cuerpos que pasan por el estudio donde trabajo, cada compañía, cada persona, cada línea que forma parte de esa red pasa por nosotros y nosotros por ellos para liarse y liarnos, para hacer un nuevo nudo y estirar a otros lados. Y así nos interconectamos y lo hacemos más fuertemente. Y para acabar como empecé, sí, todo esto, incluso no tener tiempo casi de vivirlo y menos de escribirlo, todo es un gran motivo para sentirse afortunados.

Si estas palabras que disparo como metralla entre tanto que hacer sirven para rebotar en la red, llegar donde sea y que otras nos lleguen, bienvenidas sean. Haré entonces lo posible por abrirles la jaula más a menudo. Saludos!

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Las fotos del LEAL.LAV son cortesía de Javier Pino.
La del Keroxen, de David Perreko.
Las de Bailarina se las he robado a Javi y las demás a internet.
Si es necesario añadir créditos por algo de esto estaré encantado. Mientras, dar las gracias.