Retronotas_1 / Claudia Faci / A-creedores.

Aunque esta entrada ya se publicó por aquí en el perfil de LEAL.LAV me parece oportuno colgarla de nuevo en este blog. Por tres motivos:
– inaugurar ‘retronotas’ como una sección del blog dedicada a comentar cosas que ya pasaron por este espacio.
– empezar el año con buen pie.
– mandar un saludo y animar a quien pueda regalar(se) asistir a este trabajo imprescindible que se verá muy pronto en el Teatro Pradillo.

Y cuando publiqué esta entrada decía tal que así:

Hay tanto por decir sobre la visita al LEAL.LAV de Claudia Faci con ‘A-creedores’ que mucho quedará fuera. Pero a veces lo callado resuena tanto como lo dicho. A ver qué pasa.

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1. ESPECTROS / VISIONES

2. EL SUECO
Me gusta pillar imágenes a boleo de internet. Me gusta lo que pasa con esas derivas. Esta vez pasó al buscar una foto de Strindberg para ponerla por aquí. Pero qué apuesto era. ¿Verdad, August? Tenías ese atractivo de Rimbaud, esa cosa de dandy de verdad que ya no puede ni imitarse. En la siguiente imagen quedaron atrapadas dos bellezas: esa y la de tu juventud. Y no nos referimos tanto a que con la edad te marchitaras, como todos estamos haciendo. No. Más bien queremos decir, sin nombrarlo mucho para no conjurarlo, que en este retrato no estaba todavía el espectro eclipsándote. Al menos no del todo. No se había hecho con el control. Pero antes estaba diciendo que es divertido lo de buscar una cosa en internet y encontrar otra. Para escribir esto buscaba un daguerrotipo o algo así de Strindberg y encontré una página con frases supuestamente célebres. Y esta es fuertecita. Y esta nos sirve. Y la tendremos en cuenta un rato.

2.2 (HACERSE) EL SUECO
Recuerdo que tenía una idea vaga de Strindberg hasta mi paso por la EAC. Por desgracia o por suerte, nunca interpreté ninguno de sus personajes. Me lo descubrió en profundidad mi querida Esther Terrón, profesora de literatura de la escuela. (Un beso fuerte, Esther). Esther tiene algo especial gracias a lo que es capaz de hacerte ver en sus clases (a pesar de lo limitado y caduco del formato ‘clase’) un dibujo de su carácter, de su creatividad, de su inconformismo, su ansia a rabiar de modernidad, su relación nefasta con las mujeres, sus conflictos y su genialidad, sus neuras y su complicada ‘salud mental’. Podríamos hablar del paralelismo de todas estas cosas colocadas entre la escena (sus textos y sus montajes) y su vida. Pero no sería verdad. Y eso es una clave para comprenderle y para comprender (si es que ese verbo es apropiado) lo que pasó el pasado sábado en el Teatro Leal. Porque la cosa es que hablar de paralelismos es estéril cuando resulta tan evidente que la vida y la escena son la misma cosa.

En mis derivas de internet, a veces aburridísimas, descubrí un post estúpido que decía cómo reconocer la obra de varios pintores de la historia del arte según topicazos. (Ejemplos: Si hay mucha gente haciendo mil cosas = Brueghel. Si hay mucha gente haciendo frikadas = El Bosco). Bien Juguemos a esa mierda:
Si hay una casa, mejor con amenaza de desahucio, si hay un pasado oscuro y una esperanza, con todo lo malo que ésta conlleva, si hay pocos personajes, si entre ellos se dan triángulos amorosos (y odiosos), si hay lucha de poder a partir de la diferencia de clase, si hay hombres que aprovechan su posición de poder para ejercer dominio, si se respira un deseo sexual bestia pero contenido, si hay mujeres que se revelan, algún que otro sometido y manipulado, si hay un sufrimiento atroz que se lleva por delante a alguno que no puede soportar ser torturado emocionalmente y en el mejor de los casos se queda muerto en vida = Strindberg.

Antes de eso, las reglas del juego de Zola. Después, Chéjov, todos los textos teatrales del siglo XX, Beckett, Pinter, Albee, y hasta Reza… y por supuesto otro señor sueco que también hacía cine, apellidado Bergman.

Para crear esas atmósferas opresivas no hace falta ser sueco. Pero voy a escribir unas preguntas porque tengo como un hueco en el corazón (sí, soy un pesado con este tema). Ahí van: ¿Se hizo el sueco el público potencial de ‘A-creedores’ en Tenerife? Un público que imaginé acudiendo expectante, en mayor cantidad y también más variado. Porque de verdad que esta vez no me lo explico, no me cabe en la cocorota. A ver: ya dije que mi paso por la EAC me descubrió al amigo August. Bien. El trabajo que disfrutamos esta ocasión se basaba en una de sus piezas, sin reproducirla lo más mínimo, por lo que a mi entender (o mejor dicho, a mi sentir) se mantenía fiel a su esencia. De este modo, como el teatro tiene muchos amantes, ‘A-creedores’ es una pieza que puede contentar y contenta tanto a quienes les gustan sus virtudes más clásicas, (amantes que suelen tener un fino olfato para las esencias inoculadas) como a quienes se les despierta el deseo con su lado más contemporáneo. Pero es que además este trabajo en concreto sin lugar a dudas tiene la capacidad de dejar flipando en su asiento a cualquier espectador no familiarizado con nada de esto, a cualquier amante con capacidad de amar. Porque lo que vimos, lo que se nos dejó mirar y en lo que participamos, esa maquinaria llamada ‘A-creedores’, tiene el engranaje de sus partes tan bien engrasado como para que no las reconozcamos como partes, un sistema que pone en marcha algo que no es solo una obra, sino la mirada y al que mira, que en poco tiempo va dándose cuenta cómo su propio mirar es una acción, y que al llevarla a cabo está participando, está haciendo también la obra.

Mis preguntas, pues, son las de siempre. ¿Por qué a veces estoy tan solo? Quiero decir… mi sensación no fue esa. Mi sensación fue justo la contraria. Pero por qué, por qué no fuimos más los amantes colmados. ¿Dónde estaba puesta la mirada de el enorme conjunto de personas que imaginé que tanto disfrutarían, que se que se hubieran maravillado de presenciar una propuesta de este calibre? Se que en mi querida escuela estaban de estreno con un taller de fin de curso. No excuso a nadie porque tampoco acuso. Lo que otro diría como reproche yo lo siento como lástima. Pero dejemos a los alumnos y al público de los alumnos en paz. Me pregunto cómo pudo ser que tanta compañía de teatro local no aprovechara una ocasión así, ni siquiera para copiar. Porque es preciso copiar a los grandes. Y mis preguntas siguen bailando. ¿Por qué este tesoro en tan pocas manos? Que no queremos ser como los poderosos. Queremos repartir la riqueza para tenerla de verdad.

Pensando un poco en poderosos, me da por creer que muchas veces las instituciones conciben la programación como abandono, como un delegar absoluto que lejos de suponer confianza denota desinterés. El que hace no ir a impregnarse de lo que tenemos la suerte de tener en una sala, sino solo mirar las estadísticas de final de temporada para comprobar cuántas entradas se han vendido. Claro que pasa que muy poquitas de esas entradas son compradas por quienes deciden los presupuestos culturales. Pero pasa también que eso las estadísticas no lo reflejan. Y quiero pensar que esta maravilla que Claudia Faci y compañía nos han regalado y que todavía resuena en el cuerpo se les ha pasado a muchos tinerfeños en gran medida porque los de arriba ignoran las joyas que pasan por su casa. A ésta le espera lo mejor, y en adelante será vista una y mil veces por un número mayor de espectadores, aunque con la misma pasión con la que algunos pudimos disfrutarla.

3. CLAUDIA
Me da apuro hablar de Claudia Faci. ¿Qué podría decir de ella? Mucho más fácil hablar de Strindberg, aunque él podría vengarse con su espectro. Está vivo y hay que tenerle respeto. Un fantasma que se mueve en la propuesta de Claudia. Por eso hay que evitarlo con salud. Y esa, justo esa es una de tantas cosas que la directora ha planteado en su pieza.

A-creedores

 A Claudia la vi actuar hace tiempo en aquella cosa desaparecida que se llamaba Escena Contemporánea. Eso me hizo no querer perderme un taller que ofreció en el Auditorio de Tenerife y que cerramos movidos por su batuta al son de La Pastoral de Beethoven. En esa misma ocasión disfruté de ‘Agnès’, en el Teatro Victoria, y más adelante de ‘Construyo sobre el ovido’, también en el Teatro Leal. Incluso la vi en el Teatro Pradillo como intérprete, con todo el cuerpo y el fuego a disposición de un texto de Fernando Renjifo en la pieza titulada ‘Mayo, S. XXI. ¿Es el fracaso un atributo del alma?’.

Por suerte, no puedo ser objetivo con ella. Si no, cómo diría lo que ya dije, que es un fuego, a veces llamarada, a veces brasa ardiente que espera incendiar o que calienta. Pero al margen de las hogueras y sin comparar sus distintos trabajos, para quien no estuviera el otro día tengo que decir con la mayor simplicidad que puedo que en las cosas que Claudia hace (y esto significa en las cosas que es) hay como un modo ancestral (probablemente el único auténtico) de filosofía. Sobre sus propuestas, y esta no iba a ser menos, queda muy bien colocadito el pensamiento, porque como un ramo en un jarrón, el pensamiento refulge como parte del cuerpo, y con él suda, se mueve, vibra y se marchita, sí, como lo hacen los otros pensamientos, cuyo cuerpo es todo flor.

4. UN TEATRO ÍNTIMO
Pero si Claudia Faci hace Rock ‘n’ Roll con los clásicos, trae consigo una pedazo de banda en la que se integra sin pretender para nada ser solista.

En escena, como la pareja que el viejo August dibujara, torturada por su matrimonio, unos inmensos Pablo Messiez y Fernanda Orazi que hacen un trabajo finísimo al que ningún comentario haría justicia. Uno se imagina al salir el enorme trabajo de co-creación para montar la pieza, donde utilizan un sinfín de recursos como intérpretes.

A-creedores

 Sin embargo no hay ni un atisbo de virtuosismo en nada de esto. Al contrario, ¿qué más dan los recursos actorales? Resulta delicioso ver cómo pasan de uno de esos, llamémosles ‘recursos’ a otro, ya que salió el palabro. Sobre el diálogo en off que escuchamos entre el personaje de Pablo y el exmarido de su mujer, interpretada por Fernanda, comienzan a ocurrir cosas. Pero cada nuevo elemento, con algunas excepciones aparece o se desvanece gradualmente, hay infinidad de subidas y bajadas. Luces, movimientos y acciones que entran en fade-in o que se difuminan en fade-out, disolviéndose como una niebla para hacernos ver el espacio donde se está jugando a Strindberg. Y disipados los cuerpos que bailan alocadamente el ‘Psycho Killer’ de Talking Heads, reaparece un nuevo espacio, o bien cuando algunos espacios son movidos, inesperadamente es entonces que los cuerpos reaparecen, empoderados o frágiles, o ambas cosas.

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 A todas éstas, Claudia Faci está presente también y su papel no es otro que el de directora de ‘A-creedores’. La entendemos como guía y acompañante para los intérpretes y para la propia pieza, como observadora, como cuerpo que entra en la acción y en fragmentos de la narrativa que se enlazan en un trabajo delicadamente iluminado por un diseño de luces de Carlos Marquerie que, como suele ser habitual, compartimenta el espacio a la vez que crea atmósferas crecientes y decrecientes, luces que danzan y se suman a esta coreografía de intensidades, como si la pieza al completo fuese manejada por una mano externa que moviera faders en una mesa.

No en vano, el espacio sonoro se ha cuidado de la misma manera, llevado por Óscar Villegas, habitual colaborador de Claudia y mitad de Gichi-Gichi Do. Probablemente no pudimos apreciarlo del todo porque el sonido de la sala no fue el mejor esa noche, y aún así, impresionó. Sea como sea (a mí me pasó y creo que no fui el único), tengo que decir que me excité una barbaridad con la selección musical para la pieza, que iba de un acierto en otro, con momentos musicales en directo especialmente mágicos. Casi me mata la versión de ‘Wild is the wind’, para la que Óscar entra a escena y toca la guitarra arrodillado junto a Pablo, tumbado en el suelo, roto, acompañando a su personaje para no dejarlo solo, porque éste sí que empieza a hacer aguas, a desesperar ante la tortura matrimonial que nuestro amigo August redactara con bilis. Y así dice ese ‘Love me, love me / Say you do / Let me fly away with you / We are creatures of the wind / And wild is the wind’.

Sí, vale, soy un flipado de la música. Pero cuando hablo de que la selección musical es un acierto tan grande no me refiero a que las canciones sean bonitas, que lo son. Hablo de la dramaturgia, del sentido interno que ha hecho encontrar esas canciones, del momento para hacerlas sonar y el modo.

5. LA SEGUNDA CUARTA PARED
Ese otro personaje de la pieza de Strindberg que ya comentamos, el exmarido de ella, que aconseja con la peor intención al personaje de Pablo, aquí ocupa dos lugares: el del texto en off al que hicimos referencia y que deja ese diálogo y al interlocutor en uno de los muchos fuera de plano que se proponen, y el del cuerpo de un alguien distinto que lo encarna en cada función. Alguien con quien ya se ha negociado previamente es invitado a subir desde el público, pero esa persona no sabe qué va a pasar en ningún momento. Alguien que en escena se mueve con la inocencia y la soltura de una primera vez, que, que es invitado a beber, y bebe. Que se sienta a una mesa y mantiene una conversación en segundo plano con Claudia y Pablo, mientras el foco principal está en una de las múltiples y a veces fieras, sensuales y a veces bestias acciones de Fernanda.

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 Comprendemos, porque hemos entrado en la propuesta hace rato: alguien mira desde dentro con nuestra misma curiosidad. Desde nuestra posición miramos el conjunto, elegimos dónde situar la mirada y miramos al que mira. Tenemos un satélite en escena, un repetidor de la mirada que nos da una visión desde dentro hasta que volvemos a comprender que no estamos fuera de nada, que no hay nada de lo que estar fuera. Como el cantante de Talking Heads en el vídeo que he encontrado, tras un mobiliario casual nuestra mirada no encuentra un telón de fondo teatral, sino que tropieza contra el muro y la puerta de fondo del teatro, desde donde reverbera y nos dice que formamos parte, que somos nosotros los mirados.

A-creedores

 A la salida escuché decir a varias personas que al principio fue un poco difícil entrar. Sin embargo, percibí también que era una manera rápida de hablar. La pieza comienza con el actor tumbándose sobre una alfombra y la actriz jugando a descubrir su cuerpo sin vida, lamentándose, ¿sobreactuando? En fin, es lo mismo que la manera rápida e imprecisa de hablar. No comprendo muy bien lo que se quiere decir a estas alturas con lo de la sobreactuación, según qué códigos. Disculpas por eso. Pero inmediatamente después esta cadena de fundidos de la que ya hablamos introducen los textos en off, los juegos de luces y espacio, el movimiento y los múltiples puntos de vista.

Tal vez hay una ansiedad por querer seguir la cosa, pensando que se escapa, ganas de cada cual por encontrar dónde o a qué engancharse. ¿Pero qué es eso sino precísamente estar metido hasta el cuello en la obra? Casi tan metidos que para el tercer acto (porque se nos ha ido hablando de cada uno) no nos cuesta pasar a escena cuando han montado un bar donde nos invitan a tomar un gintonic.

Y ahí el buen número de espectadores que nos sumamos a la fiesta, copa en mano, como en una celebración algo trágica y vitalista, tarareamos con los demás una versión preciosa de Lhasa de Sela o el estribillo de ‘Femme Fatale’, de la Velvet. Porque ahora estamos dentro. Porque siempre lo estuvimos. Porque ahora tenemos el punto de vista del que antes mirábamos, y somos objetos dentro del lienzo. Somos comensales a la mesa del ‘Cristo en casa de Emaús’ de Caravaggio. Somos extras de una peli de Fellini. ¿Yo qué se lo que somos? Estamos vivos.

6. CAUSE EVERYBODY KNOWS

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 Estéticamente, el fin del siglo XIX es una joyita. No me voy a meter con esto ahora porque escribo una tesis. Solo reitero que me encanta. La representación del cuerpo femenino, el tratamiento de la pintura prerrafaelista y simbolista, la sífilis en Europa campando a sus anchas y todas esas imágenes lanzadas desde la cultura masculina, por supuesto, pasando del lienzo al cartel publicitario. Lo dicho, una joya. Una joya porque toda estética implica una ética, porque en algunas épocas precisas y a algunos buenos trabajos se les nota, como aquí. Y un poco de eso está hecho el personaje de Fernanda Orazi.

‘She’s gonna break your heart in two / it’s true’, que decía Nico. La mujer perra. La puta. La manipuladora. La mujer degenerada (de-generada). La que es mala por naturaleza porque va más allá que ella, porque sabiéndose objeto de deseo para el hombre, no se mantiene sumisa y accede a su propio deseo, y utiliza sus encantos para atrapar al hombre en sus redes y sodomizarlo con el falo de su propio pensamiento podrido. Y el deseo reprimido de los hombres de ser dominados, envuelto en miedo.

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 ¿Cómo no iba a escribir Strindberg esas cosas, siendo como era? ¿Cómo no iba Fernanda a contarnos su versión de la amistad entre la mujer y la serpiente? Lilith está por todos lados. ‘¡Me quemo viva!’, le hace decir.

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 Fernanda en escena es un animal desbocado por su personaje y a la vez un estribo para el mismo. Una escultura que se arrastra por el suelo, una venus que baila en bañador la mitad de la pieza, que se calza las botas de ‘La Señorita Julia’ como si Juan las hubiera olvidado en una escena de Claudia y que ya vestida, armada con una fusta que lleva por dentro, se duele de su propia rebelión. Cuánto sufrimiento. Supongo que no hemos cambiado casi nada.

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 Supongo también que por ese no haber cambiado casi nada hay gente que sí cambia. Prueba de ello es esta maravillosa versión, olvidando el terrorismo psicológico con el que Strindberg minara sus piezas, por desgracia para él, sacado de su sinvivir, y sustituyéndolas, dándoles la vuelta o descartándolas para contar justo eso, el cómo y el por qué del descarte. Por eso, en lo que en una crónica convencional de una obra convencional alguien llamaría ‘clímax dramático’, la pareja comienza a discutir y el conflicto pasa de lo que se está diciendo al hecho mismo de decirlo. Pablo quiere abandonar la escena. ¿Y cómo no va a querer? Su personaje ya se ha suicidado, inducido por los demonios, al empezar la pieza. Está escrito por el autor sueco y ese es el final de su obra.

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 Supongo que en esta fiesta de la dramaturgia (esa cosa que también tiene que ver con el texto) hay que felicitar a toda la banda, sin excepción, incluyendo a Jaime Conde-Salazar y su cruce de miradas con las de tantas otras personas. Gracias a eso, el espacio se llena de líneas, como trayectorias proyectadas de a dónde miramos, cómo y por qué en cada momento, y cómo cada cosa en esta obra de la que formamos parte nos mira. Sin duda, entre tanta mirada, ‘A-creedores’ es un trabajo de Claudia y compañía que clama ser visto. Así será, y dichosos quienes lo hagan, porque también serán mirados.

7. POST
Al final de su carrera y de su vida, esto es muy interesante, Strindberg fundaría lo que llamaría ‘Teatro Íntimo’. En su momento no fue muy comprendido, como tantas otras cosas, y fue juzgado como algo decadente, como un teatro menor. Sin embargo, la cosa se trataba de hacer una especie de teatro de cámara. Y pasarse por el forro todo el rollo del naturalismo de Zola: si lo que se quería era ver la realidad a través de una cuarta pared o como quien mira a través de la cerradura, lo mejor sería meter al público dentro de la acción, pensó el bueno de August. Y eso hizo. Y en ese contexto escribió puso en pie ‘El Espectro’, una de esas piezas ‘de cámara’ donde la subjetividad y ese fantasma ya lo habían impregnado todo. Porque la verdad, por mucho que dijeran los naturalistas, no era algo que se pudiera colocar ante nosotros por los dones del artista. Son los dones de las distintas miradas los que crean realidad y acceden por partes a la verdad. Tal vez compartiendo esas miradas estemos más cerca de ella. Tal vez.

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Créditos de las imágenes:

  • Las fotografías son cortesía de Javier Pino (soy fan), como suele ser habitual. Gracias.
  • La imagen de portada retrata, sin que él se sepa retratado, al famoso Peeping Tom, y es de Jean Carolus.
  • La Lilith y la serpiente que están teniendo un rollo, literalmente, es de John Collier.