No enciendas el móvil hasta después del desayuno

Sigo en El Paraíso. Duermo en la antigua escuela, una sala diáfana que parece una pecera porque tiene ventanas por todas las paredes menos por una. Comparto el dormitorio con más gente pero cuando me despierto ya no están, siempre soy el último en levantarme.

Esta mañana, después de vestirme, estaba acabando de desayunar sentado a una mesa desde la que se puede contemplar la montaña del otro lado del río, estaba medio extasiado contemplando una nubecilla que cruzaba el cielo increíblemente azul a velocidad de crucero, cuando por delante de la ventana ha pasado una parejita, una chica muy mona y un chico que no conozco mucho pero que duermen en esta misma sala. El caso es que el chico me ha mirado y me ha hecho una señal como de «¿te piras?», que yo he interpretado, en traducción libre, como «oye, pírate, si no te importa, que esta chica tan maja y yo queremos follar juntos y esta sala en la que tú estás desayunando tan plácidamente es el único sitio que tenemos para acostarnos juntos, no te importa, ¿verdad?».

Yo lo he entendido perfectamente y no me ha importado demasiado abandonar mi estado semicontemplativo, recoger rápido los restos del desayuno y abandonar la casa.

Para salir del recinto hay que pasar por la cancha de básket. Había partidillo. He reconocido a Holy, con la que últimamente me carteo bastante vía email pero que nunca saludo en la calle por razones que no sabría explicar muy bien. A veces pienso que hace tanto tiempo que no nos vemos las caras que quizá no se acuerda de qué pinta tiene la mía y por eso no me saluda. Esto de no saludar a mí me parece una descortesía, como mínimo, y casi una agresión en otros casos pero a veces las condiciones no se dan, el saludo no fluye demasiado natural, no te pones de acuerdo con el protocolo, las guiris te van a dar la mano cuando ya te habías tirado de cabeza para darles dos besos, o las artistas te dan un beso en los morros mientras tú le pones la mejilla o los amigos te dan un abrazo rockero o dos besos mientras tú les ofreces la mano, que muchos no saben ni coger. Pero bueno, si no te reconocen o no se acuerdan de ti y no tienen por costumbre saludar a desconocidos aunque vayan acompañados de amigos (otra modalidad, las presentaciones) pues mira, eso que te ahorras si no te apetece mucho integrarte, si estás esquivo y lo que quieres es darte un paseo solitario hasta las fiestas del pueblo más cercano, a poder ser echando un vuelecito, como es el caso, ligero de equipaje y aprovechando que nadie se va a sorprender, que nadie te va a molestar, que nadie se fija ya en ti porque por fin eres totalmente invisible.

Esta entrada fue publicada en Astronauta ficción, El Paraíso. Guarda el enlace permanente.

Una Respuesta a No enciendas el móvil hasta después del desayuno

  1. masu dijo:

    pues que suerte

Los comentarios están cerrados.