Degustación de bacalao. Así sonaba la música de baile de Valencia de los 80s y 90s

Primero mal visto, luego olvidado y ahora recuperado en libros o documentales. Varios de los protagonistas de este artículo van a estar el 12 de mayo en el Festival Primera Persona en el CCCB de Barcelona: Carlos Simó, Nando Dixkontrol, Chimo Bayo y Jorge Albi estarán en una mesa redonda moderada por Luis Costa para hablar de bacalao.

El bacalao valenciano suele provocar incomprensión y controversia. Muchos que apenas lo conocen, lo menosprecian, y los que lo vivieron desde sus inicios, rechazan una etiqueta que les ha traído mala imagen.

Hay al menos dos variedades de música de baile, diferentes pero relacionadas, que llevan el nombre de bacalao: una en los ochentas y otra en los noventas. La escena musical de Valencia fue precoz y longeva. Las discotecas mantuvieron su filo vanguardista y novedoso al menos durante 15 años entre 1980 y 1995. Todo ese tiempo se las arreglaron para ir siempre un paso por delante, hasta que dejaron de destacar.

Es un placer zambullirse en un pasado que transmite una energía muy especial. Para hacerlo, en Internet hay testimonios de antiguos ruteros, entrevistas con los protagonistas o audios de sesiones de discotecas. Este material desperdigado por blogs y foros se ha enriquecido en estos últimos años con varios documentos mayores. Sobre el bacalao han salido documentales, ensayos, novelas y libros. Un interés en el que no hay solo nostalgia del hedonismo perdido. Las implicaciones culturales, sociológicas y políticas de un fenómeno, que primero fue demonizado y luego olvidado, lo convierten en un tema fascinante.

Os propongo aparcar los prejuicios, si los tenéis, y hacer una visita guiada por este género haciendo paradas en algunos documentos sonoros insertados para catar el verdadero bacalao de Valencia.

Iceberg

«Ya no vestía como un pringado con vaqueros de Inditex y camisetas del Decathlon. Reconoció su auténtico estilo marcando paquete con unos pantalones comprados en el continente y una chaqueta de macarra que olía a plastiquete del bueno.»

No Iba a Salir y me Lié. Chimo Bayo

A principios de los noventa uno de los Djs locales, aficionado a coger el micro para animar las sesiones, fue el que acabó llevando la voz cantante y haciéndose famoso. Vestido con sus complementos icónicos -protecciones de Motocross, gorra roja de la URSS y gafas con luces- fue Chimo Bayo quien llevó al Sonido de Valencia a su cima de popularidad. En 1991 «Así me Gusta a Mí» fue superventas internacional y consiguió el record nacional por ser el maxi-single más vendido de la historia, que todavía conserva.

En esos años la escena valenciana acababa de entrar en su fase «destroy» (así es como le llamaban a la ruta los asiduos). Se había allanado el camino para un sonido maquinero que fue derivando rápidamente hacia el hardcore acelerado y simplón, que hoy es lo que muchos identifican con la «ruta del bakalao».

Se equivocan los que piensan que esos fueron los inicios del bacalao. Tan solo era la punta del iceberg de un movimiento musical que llevaba años sucediendo en el underground.

Receta original

Bacalao Tienda Zic Zac

En Zic Zac se empezó a llamar bacalao a la música

Tan genuino y único como su sucesor fue el bacalao de los ochenta, aunque acabaría siendo eclipsado por la fama de lo que vino después. El bacalao ochentero se creaba en la cabina del Dj y apenas entró en un estudio de grabación. Era una forma peculiar de filtar el rock y pop de guitarras a través de los gustos del público de allí. Se parecía a lo que había pasado en Inglaterra con el nordern soul, donde no se hacía música, sino que se rebuscaban rarezas de soul americano con las que petar la pista de baile. En Valencia sucedía lo mismo, pero con el post-punk y la new wave como materia prima.

Luego, los temas que habían pasado ese particular filtro, que aplicaban los Djs locales, se mezclaban con los ritmos electrónicos de la EBM (Electronic Body Music) o del new beat del momento. Lo realmente curioso es que allí había tal afición por esa electrónica que se acabó contagiando fuera y empezó a llamarse bacalao también en otros lugares. A 500 km de distancia, en la discoteca a la que yo iba con 15 años, a ratos, dejaban de pinchar la música habitual y ponían cosas oscuras y con más misterio como «Rigor Mortis» de A Split Second o «Headhunter» de Front 242. Aunque eran grupos belgas, alemanes o anglosajones se les llamaba bacalao. Una palabra que había empezado a aplicarse a la música en la tienda de discos Zic Zac de Valencia.

Rigor Mortis – A Split Second

 

Técnica local

«La mesa de mezclas era muy sencilla. No tenia cadencias pero si balances. Entonces los usaba para poner dos discos iguales y balancear uno a cada lado haciendo ecos. Luego cada uno canta una estrofa y se van contestando. Queda muy bonito porque parece una versión especial.»

Fran Lenaers Dj de Spook

El bacalao también fue una forma de pinchar. Poco a poco, Djs como Fran Lenaers fueron desarrollando una técnica propia para mezclar vinilos manualmente con los pocos medios de la época. Uno de sus trucos era poner dos copias del mismo tema a la vez para generar ecos.

En medio de una sesión típica del estilo de Spook de los ochentas se escucha esta mezcla de «The Whole of the Moon» de los Waterboys con los ritmos superpuestos de «Haydn» de Attrition. Convertir en música de baile una canción como esa añadiéndole un ritmo electrónico, es otro truco 100% valenciano. Entonces, solo se hacía allí y no se podía escuchar en ningún otro sitio.

The Whole of the Moon + Haydn

 

El guitarreo bailable y la electrónica fueron los dos elementos del genoma del bacalao de los ochentas que fueron combinándose de diferentes formas a lo largo de la década haciendo evolucionar el género. Al principio la proporción de guitarra era mayor y al final había más electrónica.

Bandas y pubs

«Te regalo mi ternura, traspasando tu silueta, veo mi imagen futura.»

«Imágenes» del grupo Glamour.

Antes de que la música underground diese el salto a las discotecas del extrarradio, en la capital, había una escena efervescente de bandas que se juntaban en pubs como Teléfono o Pijamarama. Allí se iba a escuchar la música alternativa del momento y a ver tocar a los grupos locales o a algunos internacionales que se pasaban por la ciudad.

Hay que reconocerle a Valencia el mérito de que hubo cosas que sucedieron a tiempo real, justo cuando estaban pasando en la escena original de donde salían. En el año 81, a la vez que los Duran Duran publicaban su primer single «Planet Earth», los valencianos Glamour aparecieron vestidos de arriba abajo como nuevos románticos auténticos, justo en los inicios de ese movimiento. La canción «Imágenes» fue un éxito en programas de la tele nacional como Aplauso.

Los que tenían las mejores pintas o conocían más música empezaban a ser los protagonistas. Estaban surgiendo nuevos valores que ofrecían una alternativa a los jóvenes de la transición, con pocas opciones hasta el momento más allá de los dos grupos predominantes : pijos o garrulos. Esto despertó una fiebre por ser moderno que se contagió por toda la ciudad. Betty Troupe, Comité Cisne, Glamour o Vídeo fueron los grupos más destacados de la Moguda Valenciana de los primeros 80s de la que se habla en este documental, aunque había muchos más que no aparecen en él.

Menos ligar, más bailar

«Entonces el concepto tenía sentido: música blanca para blancos.»

Carlos Simó (Barraca) en ¡Bacalao! de Luis Costa.

A finales de los 70, unos pocos Djs pioneros como Juan Santamaría o Carlos Simó estaban cansados del ambiente discotequero para parejitas con rumba y disco, donde la música era básicamente una excusa para arrimarse. Supieron ver que lo que iba a hacer vibrar de verdad a los jóvenes valencianos era lo que ellos llamaron «música blanca». Fue con ellos con quienes el post punk y la new wave dieron el salto de los pubs del centro a una discoteca en condiciones. La gran originalidad de las de Valencia fue que lo que se pinchaba en ellas no era música de baile sino música alternativa a un volumen y para una audiencia de un tamaño desconocidos en otros lugares.

La apuesta fue arriesgada porque al principio la gente no sabía como bailar aquello. ¿Que haces cuando estás en la pista y lo que suena son los ecos de minimalismo de la cancion «Oh Superman» de Laurie Andersen o los alaridos de Johnny Rotten del primer disco de PIL?. Las drogas, en especial la mescalina, fueron un elemento que contribuyó a que la gente acabase de soltarse y conectar.

Tribus en Barraca

«Si Magazine sacaban un maxi, o Siouxie o John Foxx, a la semana lo tenía Carlos Simó y ya lo estaba pinchando. No te daba tiempo ni a leerlo en el Melody Maker, porque llegaba más tarde que el disco a manos de Carlos.»

Rafa Cervera en ¡Bacalao! de Luis Costa

Ese salto del underground a una discoteca sucedió hacia 1981 en Barraca, la primera de las grandes que se puso en marcha. Su Dj Carlos Simó consiguió crear una mezcla musical ecléctica y excitante que atrajo a todas las tribus urbanas a escucharla juntas.

Pero Barraca no se conformaba con ser una discoteca. Fue un proyecto que incorporó otros elementos de la cultura contemporánea asociadas al ocio y la música. Un concepto elaborado de forma consciente por un equipo audaz. Implicaron a bandas de música, diseñadores de ropa, interioristas, artistas escénicos etc. Transmitían aquella vibración de modernidad a través de programas de radio que les daban apoyo como «La Conjura de las Danzas», de Jorge Albi. Él era también el que ponía discos en Barracabar, un pub satélite en la capital. El público recibía el mensaje con expectación. Participaba transformándose para salir por la noche con un aspecto muy cuidado y a la última.

El fenómeno de las discotecas valencianas, que empezó entonces, fue realmente fascinante y todavía le pone los dientes largos a cualquiera que aun conserve un resquicio de clubber en su cuerpo. En Barraca fue donde todo aquello empezó a despegar. Pronto llegarían Espiral, Chocolate, Spook y las demás.

Templo cañero

«Siniestrismo, gualdraperío, rock y electrónica.»

Los ochenta de Valencia para Alaska

En 1983 Chocolate no funcionaba y el dueño le dio carta blanca a Toni el Gitano para poner en marcha el experimento situacionista que tenía en mente. Él no se veía a si mismo solo como DJ sino como el gurú de una secta siniestra. Suele contar en entrevistas que pactó con su equipo suicidarse si no conseguían hacer funcionar aquel local reconvertido en una anti-disco transgresora.

Para llamar la atención de la gente que salía de Barraca, se presentó en un concierto de Killing Joke en Barcelona y se los llevo a Chocolate donde dieron un concierto sorpresa. A los que se lo perdieron no les hizo ninguna gracia, pero caló el mensaje: allí se iba cada noche a ver cual era la locura que habían pensado Toni y los suyos esta vez.

Pinchaba desnudo, se paseaba con un látigo, simulaba un suicidio, se lanzaba con una tirolina a lo largo del local y programaba conciertos a las siete de la mañana. La discoteca, que había sido diseñada como un sueño de fantasía inspirada en el cuento «La Casita de Chocolate», empezó a parecer una pesadilla gótica. Los «cañeros», que era como entonces se llamaba a los que les gustaba el guitarreo y la electrónica más oscura, ya tenían su refugio.

Luego resultaba que la música no era tan oscura todo el rato y sonaban cosas diferentes, como se escucha en esta sesión. Pero si lo era la gente y el ambiente.

Chocolate introdujo el horario after hours y la estrategia de abrir cuando los otros echaban el cierre. Fue el inicio de la ruta y de los fines de semana sin fin. Su inclinación por lo siniestro acabó caracterizando a los ochentas valencianos.

Fábrica de espectros

«Spook tenía una poderosa particularidad que hizo escuela: no excluía, sino que incluía»

Joan Manuel Oleaque en el libro «En Éxtasi».

También siniestra y aún más electrónica fue la línea de Spook Factory que se incorporó en 1984. Los temas de electrónica oscura con brochazos de guitarra fueron el signo distintivo del estilo de Fran Lenaers, primero, y de José Conca, después, en Chocolate.

Este es uno de los pocos vídeos que circulan del ambiente discotequero de los ochenta. Está grabado un domingo a medio día en Spook en el verano del 88 y se ve a la gente bailando «The Saint Became a Lush» del grupo canadiense Psyche. En las sesiones de esta época en Spook la música no era excesivamente dura. Incluso en esos horarios after hours podían sonar «Tindelstone in the Rain» de The Blue Nile o cualquier otro de los himnos ruteros más calmados. Además, era un ambiente inclusivo. Había modernos, pero la gente extravagante no era la que predominaba, solo formaban parte de un público variado. Spook y Espiral ayudaron a abrir las puertas de las discotecas a la gente normal.

El origen y la fecha de las sesiones de las discotecas de Valencia se suele discutir. En especial las de Fran Lenaers que apenas se preocupó de grabar un par de ellas en cinta. Esta mezcla si que es suya con seguridad ya que viene de un CD doble que publicó Spook.

Sonido de Valencia

«A Área le funcionó bien con Chimo Bayo y la música de discoteca, todo el mundo en Valencia se puso a hacer música»

Fran Lenaers de Megabeat e Interfront

No fue hasta el inicio de la década de los noventa cuando productores como German Bou o Megabeat se metieron en el estudio y empezaron a componer y a publicar música en sellos locales.

Los primeros temas que salieron de Valencia entre el 90 y el 92 están influenciados por lo que se venía oyendo en sus discotecas todos esos años anteriores. El «Así me Gusta a mí» de Chimo Bayo es una tema que compuso German Bou por encargo, en la línea de los grupos belgas o alemanes que le gustaban al Dj. Éste luego incorporó la parte vocal con la letra escrita por él y los coros cantados por sus fans en una de sus sesiones el El Templo.

También de German Bou es el himno rutero por excelencia «Espiral» que se publicó bajo el nombre de Dunne.

Dunne – Espiral

 

La gran diferencia del bacalao de los noventas es que las guitarras, que eran un elemento definitorio la década pasada, han desaparecido. Esta sesión es una buena muestra del primer Sonido de Valencia de esos años.

Pronto empezaron a aparecer discográficas como setas y se produjo mucha música para unas pistas de baile que competían por llenarse como «Guitar Spell» de Dj Sylvain o esta otra de Piropo

«The Dream is Just in my mind» – Piropo

 

También hubo una hornada de la que salieron versiones y temas «cantaditos» con melodías vocales altamente edulcoradas cantadas sobre ritmos maquineros como «Get it up» de Sensity World o esta versión de Police que hizo Spanic.

«Bring on the Nigth» – Spanic

Ruta Destroy

¡Wellcome to the culto destroy!

Pintado en la ruta cerca de Heaven según el blog makineros.com

En la frenética ruta destroy de los primeros noventa uno podía ir enganchando una discoteca tras otra sin parar durante fines de semana de cuatro días. Ésto fue posible gracias al ecosistema de salas, horarios y público que había ido tomando forma en los 10 años anteriores. Los ruteros venían ahora de todas las partes de España y pedían cada vez más. Los Djs y empresarios buscaban la forma de dárselo. Seguía habiendo sesiones de guitarras oscuras con bases como las de antes, que empezaban a sonar anticuadas. El bacalao empezó a derivar hacia un sonido máquina que se iba acelerando. Era música que se producía ad hoc en un ambiente de mucha competencia por el público entre las salas.

El tipo de gente había cambiado también. Los veteranos se retiraban mientas que otros jóvenes se incorporaban con una forma distinta de entender la fiesta. Los telediaríos empezaron a hablar de la «Ruta del Bakalao», una expresión que nunca se había utilizado en Valencia. En el 93 Canal + emitió su especial 24 horas La Ruta del Bakalao Hasta que el Cuerpo Aguante. El enfoque sensacionalista de los medios centrado en las drogas aumentó el efecto llamada. Cualquiera con ganas de pasarse, ahora sabía el lugar exacto de la bacanal.

Pastelitos

«En Puzzle se pinchaba pastel, no máquina a muerte. Música pastel, chicas guapas, y color»

Carlos Simó (Puzzle) en ¡Bacalao! de Luis Costa

En medio de todo aquello, Puzzle (otro proyecto de Carlos Simó) dio un giro controvertido que supuso un poco de aire fresco en un ambiente que había empezado a recalentarse. A los platos se pusieron los Gemelos que en sus sesiones empezaron mezclar sin complejos eurodance, house con pianos o temas que habían dejado de pincharse tiempo atrás. Tomaron prestada la fórmula que años antes había utilizado Fran Lenaers para crear música oscura en Spook. Ellos la aplicaron para hacer sus «pastelitos» de melodías y ritmos con buenas dosis de azúcar.

Las sesiones de ACTV en la playa de la Malvarosa intentaron mantener el nivel a mediados de los noventa. Continuaron ofreciendo sonidos de vanguardia en medio de una escena que ya no destacaba en lo musical como lo había hecho antes.

Bacalao con K

«También va a ser consecuencia de las coberturas periodísticas el cambio de la c y q (de bacalao y máquina) por la k, para dar un aire más duro, más extremo, más marginal, más antisistema al asunto.»

Joan Manuel Oleaque en el libro «En Éxtasi»

La «ruta del bakalao» fue una expresión que apareció por primera vez en un informe de la Guardia Civil. Los telediarios de la época no pararon de utilizarla. Pero, olvidaron la parte cultural para hablar de pastilleros y accidentes de tráfico. Por eso en Valencia no les gusta, aunque alguno de los protagonistas haya empezado a aceptarla por aclamación popular.

El Dj catalán Nando Dixkontrol, que llevó a Barcelona el sonido valenciano en 1989 a Psicodromo, tiene una interesante teoría. Suele explicar como el caso del asesinato de las niñas de Alcasser tuvo un papel en la persecución y la demonización de la ruta. Según él, la ruta llamó la atención de Interpol que estaba ayudando a la Guardia Civil a rastrear matriculas de coches relacionadas con ese caso.

Es curioso como la mezcla de gays, famoseo, jet-set y turistas ingleses de los fiestones de Ibiza no provocaba tanta alarma social. En cambio, los jóvenes ruteros, haciendo lo mismo en un ambiente menos Vip y elitista, si que preocupaban.

Los políticos se posicionaron en contra del ocio basado en la música electrónica por la mala imagen que le acompañaba. Algunos candidatos a alcalde prometían cerrar la discoteca del pueblo.

A partir del 93 la calidad de la música empieza a disminuir. La decadencia llegó rápidamente con artefactos sonoros como los Pitufos Makineros o las recopilaciones Mascachapas. Al final de la década, un sector minoritario de la derecha se apropia de la mákina y escucha el himno bakala del PP.

Espacios de liberación

«El ambiente era muy horizontal, con un montón de gente de los pueblos y sin los clásicos piques entre tribus urbanas que podías ver en otras capitales»

Joan Manuel Oleaque autor de En Éxtasi

En sus inicios el interés por la música de baile en Valencia fue un fenómeno comarcal, que trajo a las mismas discotecas a jóvenes de la capital y de los pueblos cercanos. El periodista Joan Manuel Oleaque recuerda que las discotecas fueron lugares interclasistas que permitieron «que el labrador pudiera juntarse con el rico del pueblo».

El empresario nocturno Vicente Pizcueta considera que las discotecas fueron espacios de liberación, también para las mujeres, y que para Valencia han supuesto una oportunidad perdida:

«Podría haber sido la réplica de lo que hizo Londres con el pop-rock o Berlín con la música techno. Perdimos un tren cultural, industrial y turístico».

Es verdad que los dueños de la discotecas asociados no consiguieron apoyos para desarrollar la parte cultural y social de su industria. Pero, también es muy posible que en la segunda mitad de los noventa musicalmente la escena perdiese calidad y no supiese adaptarse a los tiempos.

Memoria

«Esta historia de nuestra cultura cuyo legado ha quedado desdibujado y deformado por lo que trascendió a través del eco distorsionado de los medios de comunicación»

Luis Costa en su libro ¡Bacalao!

El bacalao primero estuvo mal visto y luego fue olvidado. Sin embargo, hace unos años se empezó a hacer memoria y a reconocerse el valor de la escena valenciana de música de baile de los 80s y los 90s.

En el 2004 Joan Manuel Oleaque escribió «En Éxtaxi: Drogues, Música Mákina y Ball». En el 2007 salio a la luz el documental »72 horas…Y Valencia fue la ciudad». En 2013 el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad le dedicó una exposición a su propia ruta. A finales de 2016 se publicó «¡Bacalao! Historia Oral de la Música de Baile en Valencia, 1980-1995» de Luis Costa y la novela de remember bakala «No Iba a Salir y Me Lié» de Chimo Bayo.

El próximo 12 de mayo varios de los protagonistas que han salido en este artículo van a estar en el Festival Primera Persona en el CCCB de Barcelona: Carlos Simó, Nando Dixkontrol, Chimo Bayo y Jorge Albi estarán en una mesa redonda moderada por Luis Costa para hablar de bacalao.

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Una Respuesta a Degustación de bacalao. Así sonaba la música de baile de Valencia de los 80s y 90s

  1. cris b dijo:

    a sus pies Carlos García, peazo artículo!

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