La noche de los cuchillos largos – parte 2

Obviamente, viene de La noche de los cuchillos largos – parte 1

Previously, on La noche de los cuchillos largos:

1.- Impresiones de esta época: vienen cambios porque nada es lo mismo
2.- Contar con el otro, mi residencia en TEA
3.- Itinerarios que dan pistas sobre las artes escénicas en Canarias
4.- Centro Huarte, su máster y su gente, de la que se apunta lo mismo que en este

– Intermedio –

Gente lista, sensible, abierta y dispuesta. Lo suficientemente loca como para leer sanamente en el año de la pandemia una oportunidad, no un obstáculo”

Aquí faltan muchas personas, ocupadas como estamos en tanto, desde lo familiar a lo laboral, en procesos artísticos o curatoriales y de mediación, o bien vitales (aunque todo lo anterior también sea la vida). Pero algunas sí han querido aparecer, sirviendo de embajadoras de las que no y de este conjunto inesperado tan enriquecedor formado en el Máster de Huarte.

Natalia I. Sarratea Historiadora del arte. Conservadora de bienes culturales. De Santiago de Chile, en Navarra. Web: dealtares.blogspot.com/

 

 

Jon Txomin Enciondo Pintor De Bilbao, en Lekeitio web: cargocollective.com/Jontxo IG: @jon.txo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ioana Hernandez Arriaga Pamplona Ceramista IG: @io.zeramika

Andrea. De Gasteiz-vitoria, en Barcelona Artista visual. Historiadora. Fanzinera. https://issuu.com/eki_zines

 

 

 

 

 

 

 

 

Oier Zuñiga Actor, pintor, artista visual Pamplona – Iruñea IG: @oier_zuniga web: www.behance.net/oierzuiga

Aitor Bengoetxea Odriozola. En Iruña. Gestor de proyectos artisticos y culturales en Dinamoa Sormen Gunea. www.dinamoa.eus.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Itziar Markiegi. De Atarrabia, en Bilbao. Artes plasticas-sonoras. Ruido. WEBs: – itziarmarkiegi.tumblr.com/ – janajan.bandcamp.com/ – janajan.tumblr.com/

Pía Troglio. Artista visual. De Buenos Aires, en Cuenca. IG: @piatroglio

 

 

 

 

 

 

 

 

Katixa Goldarazena Azpirotz Arruitz (Nafarroa) Artista plástica IG: @katixa_goldarazenazpirotz

 

Oihane Mcguinness Armendariz. De Iruña, en Bilbo Arte visual e investigación Web: centrohuarte.es/mapeo/search.html IG:@ oihanemcguinness

 

 

 

Sara Torres López Diseñadora De Tarragona, en Hospitalet del Llobregat IG: @saratorreslpz

 

 

 

Ana Cavilla Directora de escena y docente De Cádiz, en Madrid IG: @anacavilla

 

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6: De la trampa del centro a las constelaciones invisibles
Durante la residencia mencionada en TEA, hablando sobre obras que hablan del territorio y su reconfiguración, de colonialismos, del viaje como proyecto, del mapa como huella y potencia, o de la pieza de arte como rastro, testimonio y archivo, una conversación con Aitor, compañero de máster, acabó entrando a los paneles de apuntes a modo de mapa que fui encontrando:

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1 de los 2 paneles de apuntes en TEA

 Aitor. – Me hace sentir cerca de ti, de lo que hablamos, de que el proyecto (y la vida) más allá de la isla, lo supera, invade otros territorios no físicos. “Huarte” es en castellano. En euskera es Uharte. Ur = agua + arte = entre >>> Entre aguas! / Isla! Y hay otra coincidencia con lo que has escrito. Trampa también se dice “artea” en euskera. La trampa que comentas en el post-it. Parece que ya estaba escrito, ya estabas predestinado al ur-artea, la trampa entre aguas…

* * *

Tenerife es una trampa disfrazada de isla, como cada lugar que sucumbe a sus costumbres, se disfrace de capital o de pueblo. Con el tiempo disparado por alertas, pasa lo que en cada sitio. Una actividad frenética que indica un movimiento doble. De huida hacia adelante y a la vez de permanencia en lo esencial, soltando otras cosas. Aparecen así propuestas nuevas y otras transformadas. Más huecos abiertos en la realidad por donde enhebrar hilos para un tejido posible. Entremos:

  1. La Cresta, en TEA, muy mencionada por la contingencia de estos fragmentos, se expandirá este 2021 como un contexto donde Carlota Mantecón espera dar una atención especial al diálogo y trasvase entre lo individual y lo colectivo, atendiendo a lo que se está gestando por parte de muchos artistas locales y el contexto cultural que conforman. Un segundo año para esta propuesta que busca también servir para observar las correlaciones establecidas y su sentido.
  1. Un contexto que encuentra nudos y entrelazamientos como los de la Asociación Cultural Solar, un tejido en sí mismo que ha resistido las inclemencias de estos tiempos precisamente por haber trabajado siempre a largo plazo ese espacio de vínculo colectivo, y para el que este 2021 se plantea como una ocasión de expansión discreta y participante.
  1. Contextos hechos por gentes y aportaciones muy diversas, que ante la necesidad se juntan para protegerse y potenciarse. Así ha sido alrededor del Teatro Victoria y su festival Canarios dentro y fuera. Convertido ya en una tradición por el empeño insistente de Roberto Torres, con una edición más amenazada (y tal vez más defendida) que nunca, reforzada por una súbita metamorfosis a muestra online que ha producido una sensación de regeneración y frescura, posible por la acción de artistas (y públicos) afines, empujando todas a una.
  1. Versiones online que han salvado también propuestas recién nacidas, como el Festival Aarder, encabezado por Acerina Amador, apostando desde su la primera edición por la sostenibilidad un encuentro vinculante entre prácticas artísticas y ecofeminismos. Algo ya presente en sus trabajos escénicos y que estará en The last animal, pieza que trabaja para su próximo estreno.
  1. Versiones online que ya estaban planteadas de antemano para una nueva forma de resistir por parte de la segunda edición de HER feminist festival, planteado a través de una forma híbrida, donde una plataforma para el trabajo de artistas y creadoras se encuentra con un espacio para la exposición teórica y el debate desde perspectivas feministas y desde las disidencias. Festival pensado para el streaming, pero con la posibilidad de compartir estas transmisiones de manera presencial en nuestro amado Equipo Para, espacio imprescindible para entender que todo esto que contamos pueda suceder. Porque es un lugar que es otra casa y trinchera de afectos, refugio de encuentro para los entrelazamientos y las conversaciones.
  1. Mientras, el Festival, el Keroxen, latiendo entre lo virtual y lo presencial, con conciertos de aforo reducido pero con la misma potencia y calidad, deseando recuperar su lugar en el Espacio Cultural El Tanque, la catedral de la electrónica deseamos reencontrarnos.
  1. Porque nuestras acciones dejan huellas invisibles. Y de eso hablamos en Gran Canaria, de donde he contado mi paso, pero no qué pasa. Donde Gregorio Viera y Carmelo Fernández hablan entre sí de festivales y contextos, de memoria, de comunidades y vínculos pasados. De archivos y emociones. De la necesidad de una recopilación que revele historias aún vívidas. Donde Raquel Ponce me cuenta acerca de 4 colores en blanco, su nuevo proceso creativo, desarrollado a partir de su estancia en AltoFest, pequeña gran casa y familia que tenemos en Nápoles. Un vínculo afianzado a través de Dance Inter Faces, encuento bienal desde el contexto del LAV y gracias al que en esta nueva pieza diera sus primeros pasos, con todo por delante, para evolucionar ahora, muy arraigada a procesos anteirores como Taller de público para público, uno de sus trabajos fundamentales que a lo largo de cinco años le ha permitido evolucionar e investigar tanto como para entrar de manera prometedora en esta nueva fase. Raquel, que me cuenta también que no deberíamos perder de vista la exposición que está por llegar al CAAM, para la cual se convoca la audición ya mencionada de Xavier Le Roy, artista que tendrá su trabajo presente en ella a través de cuerpos de Gran Canaria, mi isla de en frente donde la suerte quiere que me encuentre también con Masu Fajardo.
  1. Masu me habla de Otros cuerpos, su comisariado para el TEA que, como suele ser habitual en ella, viene haciéndose desde atrás. Desde los Encuentros sobre cuerpo y performatividad planteados en varias ediciones, hasta The future is late(r), experiencia de donde se deriva la misma necesidad urgente de plantear otro tipo de encuentros para el contexto artístico que propicien la apertura a nuevas prácticas y saberes, capaces de proponerse como reto, y que participar en ellos suponga también poner en juego de forma común la valentía de dar un paso hacia lo desconocido, sosteniendo conjuntamente una incertidumbre. Un programa que aún en construcción, por las circunstancias que vivimos, contará con la participación de artistas como João Fiadeiro o, casualmente, también Xavier Le Roy, entre otros nombres locales e internacionales, en una intención de volver a las fuentes de trabajos iniciadores del conceptualismo escénico en Europa, de cuyas herramientas pueda empaparse el entorno, accediendo a un archivo vivo de la historia. Todo esto al mismo tiempo que Masu acaba de comenzar una nueva indagación escénica en la que será la primera residencia artística de 2021 de esta nueva fase de Tenerife.LAV y que aún solo con intuiciones al respecto, llevará el título de Una pieza desconocida, muy en coherencia con su línea y su momento.
  1. Y por supuesto, Tenerife.LAV, el Laboratorio de Artes Vivas de Tenerife, donde sigo haciendo labores de acompañamiento artístico a proyectos creativos, mediación, crónica y demás tareas, que tras años de experiencia avanza con un paso crucial que lo reinventa y transforma, en una andadura revitalizada por la incorporación de Tamara Brito de Heer y Beatriz Bello, y donde el Laboratorio hace un movimiento centrífugo y otro centrípeto: se cobija en el Espacio La Granja de Santa Cruz de Tenerife, enriqueciendo su actividad y programación, y a la vez que situa parte de sus acciones en distintas localizaciones de la isla, mediante el vínculo con muchas de las propuestas, personas y espacios nombrados anteriormente (¡y con otros!) Algo que ya venía sucediendo orgánicamente y que ahora cristaliza como parte central del proyecto.
  1. Espacios que sentimos marcados por nuestro paso, de los que nos llevamos su marca. Donde vemos su activación vinculada pero autónoma: por ejemplo, en Danza en breve, el programa estable y necesario de piezas de danza contemporánea propuesto por Javier Cuevas para el Teatro Leal de La Laguna, antigua sede del LAV, como una reminiscencia saludable de haber habitado ese lugar.

7: herencia y agencia
Por supuesto que este listado es insuficiente y deja fuera otros contextos como el FAM, Festival de las Artes del Movimiento, que resiste igualmente. Así como la labor por las artes escénicas generada desde otras islas. Tampoco profundizo en la persistencia de un proyecto que me enamora: Barriometrajes. Una maravilla generada por la conjunción de gente de la arquitectura y el cine en un trabajo que lleva la estética al barrio no para hacer “cine participativo”, sino para que a través de su labor minuciosa, puerta por puerta y en conjunto, sea el propio barrio el que cuenta sus historias particulares en forma de cortometrajes, desde el documental y la ficción a lo experimental.

Ni siquiera en el apocalipsis de este texto puedo detenerme en piezas recientes o en proceso, de artistas como Élida Dorta, Teresa Lorenzo o tantas otras. Y lo que en ellas late entre primera vez y experiencia consumada, a veces fruto de nuevas colaboraciones. (Pero todo esto tal vez lo contaré mejor otro día). Porque esto se acaba ya, por fin.

Sin embargo, para cerrarlo como es debido, es preciso que volvamos sobre la idea de periferia. Porque siento que desde Tenerife, como desde otros «lugares lejanos» o «periféricos», todo este lío vírico nos ha hecho dejar de lado nuestros discursos de inferioridad, tan comunes, casi autóctonos. Tal vez, ocupadas por lo primordial, estemos notando cómo seguimos teniendo como referentes algunos grandes centros. Pero de otro modo. Como si ahora no los tomáramos como referentes absolutos, sino mediante una tendencia sana a reactualizarnos y conectar. Una tendencia que debemos cuidar al extremo. Para que en estos tiempos revueltos no se nos cuelen por debajo de la puerta narrativas similares a la de La noche de los cuchillos largos. Asegurándonos de colocar siempre filtros conscientes entre lo que vemos y lo que hacemos, para no imitar sin querer. Porque sea esto lo que sea, atravesamos un momento que parece crucial para implicarnos en lo que llevamos años interiorizando y reproduciendo acerca del tópico sobre lo común. Desde el 15M hasta las frasecitas de Mr. Wonderful que compartimos. Desde los libros de Marina Garcés hasta haber asimilado como propias esas frases de sobre de azúcar sobre la zona de confort, que repetimos como cotorras sin saber bien de dónde vienen. Parece que ha llegado el momento de poner todo eso en juego, pero de verdad. Y jugarlo en serio. Jugar este partido con el equipo que nos ha tocado. Momento donde ya no vale pararse a pensar en quién hubiéramos elegido. O en si me hubieran elegido a mí. Sino con quien nos ha tocado. Y si realmente queremos encontrar en nuestras prácticas algo propio y a la vez disidente con respecto a lo establecido, quizá deberíamos empezar por soltar los cuchillos. Liberarnos las manos para ocuparlas en construir algo que no sea una propiedad privada, sino la extrañeza desconocida de lo común, para la que no hay plano a seguir. Porque “trabajar a favor de algo que sabemos mayor que nuestra singularidad” es una noble apetencia que queda genial en la ficción de una peli, en una novela, en un anuncio de Amazon o en un discurso. Pero en el día a día no es algo muy agradecido, que quepa en cuatro stories de Instagram y chao. No viene con efectos especiales que nos indiquen que vamos bien. No tiene aplausos añadidos para cuando llegue la bajona, ni una épica que nos devuelva satisfacción instantánea. Así que…

Con todos nuestros centros fuera de eje, con nuestros bagajes, con nuestra historia, hecha de hallazgos y pérdidas. Con lo que nos ha conformado hasta ahora roto, sus trozos en el aire, con todo atomizado, caído en el pedregal de lo común… ¿Qué decidiremos hacer? ¿Al servicio de qué pondremos nuestro deseo? ¿A ser y hacer parte de algo por llegar, compartido y desconocido? ¿O a paliar la incertidumbre reafianzando lo que somos y poseemos? ¿Tendremos la templanza, la paciencia y los valores para recomponernos con trozos propios y ajenos, sumando partes de otros a los huecos que quedan en lo que somos? ¿Seremos capaces de dejar que con algunas de nuestras partes se conformen otros cuerpos? 2021 sigue siendo el año de la pademia. Un capítulo recién estrenado al que no se le ve el final, que iremos escribiendo vivamente. Se nos abre por completo la disyuntiva. Entre el camino de seguir luchando o el de encontrar otros modos de avanzar, ajenos a cualquier sentido belicista. Tal vez guardando los cuchillos, sirviéndonos de nuevas herramientas. O dejándolos a la vista, sobre la mesa, usados solo para partir el pan. Porque queramos o no, nos dirigimos a otro sitio, más revueltas que juntas. Y hace falta compartir ese pan. Necesitamos el apoyo, más allá del gusto. Igual que nuestro apoyo le será necesario incluso a quienes no le gustamos. Y aunque toquemos a menos cantidad, pasa que en la necesidad superada en común hay un alimento adicional. Porque aunque se olvide, ocurre que sumar no es siempre solo matemáticas. Y esa forma de sumar beneficia la memoria. Sería bueno no olvidarlo.

Esto no es una crónica del FAM 19

Entre los pasados días 5 y 9 de junio se desarrolló en Tenerife una nueva edición (y van 9) del FAM, Festival de las Artes del Movimiento, organizado por el Cabildo de Tenerife. Un nombre concreto pero ancho a la vez, que permite imaginar trabajos muy variopintos en su cartel, desde la danza al circo. FAM desplegó su programación por distintos espacios de de Tenerife, en teatros, calles y plazas, consolidando aún más la buena salud de este encuentro anual con una serie de actividades alternativas para hablar también de los alrededores de la escena y su salud. Por todo ello esta no será una crónica del festival, como indica el título. Si a estas alturas a muchas personas ya no nos atrae tanto la idea de festival, que suele suponer un atracón de trabajos sin tiempo intermedio de digerirlos, hacer crónica de ello sin un plan o sin colaboración sería un despropósito que obligaría a enumerar propuestas. Puede ser que esto también empiece a comprenderse desde algunas instituciones, pues esta vez se ha elegido no saturar y ofrecer también esos espacios de encuentro y discusión. Quienes quieran echar una ojeada a más información, el enlace del principio.

De todas las propuestas, tan variopintas como atractivas, haré unos comentarios solo de dos. Qué más quisiera que poder pasear por la mayoría (poder, con los recursos que eso supondría). Al menos este par de piezas, ni peores ni mejores, por suerte han nacido en lugares remotos la una para la otra, pertenecen a ecosistemas distintos y eso enriquecerá lo que pueda quedar entre líneas, que es probablemente lo mejor de lo que uno escribe, lo rozado, casi dicho, lo que se lee sin palabras.

Para hablar de Las Alegrías, trabajo en estreno con el que Paula Quintana inauguraba a la vez el festival es preciso hacer un ejercicio grande de distanciamiento, no se bien por qué, pero ya lo he dicho. Ahora recuerdo que viéndolo, viéndola no pude quedarme en el asiento, no pude abandonarme a contemplar, con ese abandono que significa involucración plena. De Las Alegrías hay tanto por decir que es un jaleo comenzar. Es un solo acompañado, como podría definirse, tanto, que requiere nombrar a muchas personas y alargaría esto como un gran programa de mano. Si bien, es ineludible la mención al acompañamiento artístico y la dramaturgia a cargo de Javier Cuevas, presencia constante que ha imprimido su carácter en lo que ocurre en escena y que también ha limado lo que de antemano pudiera caracterizar a la bailarina, haciendo posible tanto un entorno como un modo de habitarlo inexistente antes de que ambos colaboraran, y muy probablemente igual de sorpresivo y extraño para ambos. Aunque eso de limar no se ajusta a lo que quiero decir. Sustituyamos limar por moldear, pero sin molde, sino con las manos, pensando que dramaturgia, espacio, cuerpo, movimiento y carácter se han juntado de manera líquida para ser, ahora sí, un material con el que conseguir ese algo fluido que no termina de ser ante la mirada y que, por tanto, se escurre, se deforma entre las cuatro manos que lo sostienen, lo remueven, lo agitan o lo apaciguan.

Sin embargo, hay gente cuyo trabajo es materializar ese espacios, hasta entonces solo ensoñación, al que Javier invita a pasar a Paula, al que Paula pasar atravesando a Javier, sin que ninguno lo reconozca como casa. Construir un espacio para el tránsito hecho de tránsito. Un espacio líquido, como el sueño vívido de un paraje natural extraño, orgánico, un espacio en movimiento, constantemente auto-regenerándose, de lo micro a lo macro, un hueco en una profunda caverna subterránea o una burbuja a unos centímetros del borde de la atmósfera, pero ya en su exterior. La gente que hace que eso sea posible y se den párrafos como éste se hacen llamar CUBE.

Ese espacio, caverna o burbuja, es un vacío latente, como el interior de un órgano de un animal vivo, recorrido por una la luz como sabia o sangre blanca, que hace que resulte lejano e ingrávido en su conjunto, o bien que se nos acerque y apreciemos el peso del cuerpo milagroso de Paula sostenida sobre las aguas. Pero su cuerpo no se establece en lo milagroso para ser admirado como tal. Porque las formas en las que se mueve son salpicadura, agua que quiere sublimarse, como primera vida en un caldo primigenio con la voluntad de saltarse cada peldaño de la evolución y erguirse. Esa salpicadura, que es agua buscando una verticalidad invertebrada es Paula en movimiento.

Reversionar el mito de Narciso hoy, del que tan aquejados estamos, y superarlo solo se puede hacer desde lo femenino, en un sentido amplio. Y claro que Narciso era femenino, basta pensar que se enamoró de su imagen líquida. Sin embargo, esta Narcisa de Paula sabe de su propia naturaleza líquida y tiene lo que le faltara al mito, el compromiso al completo con la feminidad, que no desdeña la escucha. Y es ahí donde otros cuerpos entran a bailar, dando forma a un sistema que como público astrónomo podemos estudiar, investigando qué gira en torno a qué, qué leyes rigen el campo gravitatorio de ese hueco robado a un sueño en que se convierte por instantes la caja escénica.

Vuela, ajeno y suficiente, el asteroide o la roca, el tótem o la montaña desprendida, ese artefacto fruto del hacer de Tahiche Díaz, escultor y realizador de instalaciones que en este caso también ha participado de la misma escucha. Con ella ha dado forma a otro cuerpo, tosco y pesado, corporizando lo primario como un diamante no tallado que entra en la órbita que los pasos de Paula generan en ondas concéntricas, plegando la piel del espejo sobre la que se reflejan las distancias, volúmenes y huecos de este dúo. Poco a poco, la evolución peculiar de este mundo/pieza supera el vacío inicial. Como si el movimiento de estos dos cuerpos y sus reflejos lo produjeran, el sonido comienza a fluir, dando cuenta del aire que vibrando, aúna las distancias. La música, a cargo de Óscar Villegas, genera todo esto de un modo sutil, tanto, que sus distintas capas van apareciendo sin que lo notemos especialmente hasta que algo se instala y desaparece, tal y como ocurre con el cuerpo del meteorito y el de Paula.

Las Alegrías es una oda sin épica, una ensoñación sin referentes obvios que mientras transcurre nos mece, nos baja la tensión pero no la atención, que cuando acaba no acaba, porque va acabando, está acabando desde el primer segundo, en una concepción del tiempo como vórtice que subraya lo efímero de la mínima eventualidad. Las Alegrías no tiene euforia, no trata el sentimiento, sino que a través del establecimiento y la retirada de las distintas capas de los elementos que la integran va atravesando sensaciones. Es una obra sin palabras que no necesita que quien la mira se las ponga. Mucho menos éstas que escribo. Así cada cual la hace desde fuera, dejándose arrullar por un baile cósmico y moviéndolo al mirar un posible ritual folclórico del futuro donde nada está exacerbado.

Amuhaici Luis, con un vestuario igualmente adecuado ha sabido rimar su verso con el resto del poema para que cosas como ritual del futuro puedan ser imaginadas. Y por otra parte, Roy Galán ha tenido la tarea de escribir un texto de, para, por, desde, entre, la pieza. Un texto homónimo, publicado por Con tinta me tienes que no se ve en la pieza, que no sirvió de inicio ni le da fin, que no explica el trabajo ni lo apoya. Un texto que es otro reto, pues es escribir sobre un poema que ya dije que está hecho sin palabras. Un texto que nace del mismo cogollo creativo, como si una semilla del espacio exterior hubiera germinado en la tierra y al brotar la planta diera cuerpo, agua, diamante, sonido, palabras, luces, gravedad, reflejos, ecos y silencios. Porque tal vez toda alegría comparta el mismo átomo de paz sin la que no podría ser posible.

La segunda pieza de la que diré cosas es Esto no es una prueba de sonido, de Carlota Mantecón. Al igual que antes, que no lo dije, se me hace un poco más complicado comentar cosas de personas a las que conozco. Este vuelve a ser el caso, como antes, con tantas personas cercanas formando equipo, gente nombrada y no nombrada. Tal vez empiezo así porque ésto es lo único que ambas piezas comparten. Esto y que ambas son solos, pero solos que no están solos. Ahí se abre otra puerta por la que no entraré, pero que señalo para pensar cuánto de la vida cotidiana puede haber en eso. Hacer solos acompañados. Ahí lo dejo.

Como Magritte, Carlota comienza estableciendo lo que no es. Las expectativas, a las que les gusta la marcha, están deseosas de saltar. El linóleo blanco, la luz uniforme y general. Vaya. He usado dos adjetivos muy militares para hablar de la luz. Puede que no sea casual, y por eso algo en nosotros asimile rápidamente que Carlota entre en escena vestida de una pieza, con un mono de trabajo, cual obrera, a lo Meyerhold. Y sí, todo esto es la mar de subjetivo, son construcciones mentales elaboradas a partir de pequeñas informaciones de alguien que ha asistido a su (también) estreno, construcciones incluso de lo que el resto de espectadores podría estar recibiendo subliminalmente. ¿Es consciente esta decisión? Mejor dicho, ¿es intencionado sugerir algo de esto al tomar esa decisión? Realmente no importa. La información está ahí, pero no es imperativa. Podemos tomarla más o menos. El trabajo comienza a desarrollarse, vamos entrando en él. Sin embargo, cuando las primeras propuestas de la bailarina se establecen para que entremos en su juego, algo estalla, algo conecta con todo eso de antes. Esas cosas que eran solo ideas y ahora brillan con lo demás en escena.

Carlota está bailando. Se está desplazando a un ritmo rápido, y constante, algo sincopado, dibujando círculos, más bien óvalos que no son concéntricos, sino que parten más o menos del centro del espacio, como pétalos de una flor. Y ahora acelera el paso, y corre alrededor, manteniendo los giros laterales del torso hacia atrás mientras avanza. Antes de eso no se desplazaba. Su movimiento se mantenía en su eje. Y antes era aún menor. Solamente recorría algunas partes de su propio cuerpo. Todo esto porque antes hay un micrófono inalámbrico en escena. Un cuerpo pequeño cuya cabeza tiene voz. Los pasos de Carlota hacia el micrófono suenan amplificados. Al agacharse a recogerlo, el crujido lento del tejido del calzado, el chirrido amortiguado de la suela en el linóleo. En ese planteamiento mínimo queda establecida la base del juego. Y luego, todo lo anterior.

Hablar de la biomecánica de Meyerhold a estas alturas es como si este blog estuviera lleno de polillas, como si fuera a soltarme una chapa aburridísima. Sin embargo, sin ningún interés en hacer una arqueología escénica, hay algo de todo eso filtrado lo que Esto no es una prueba de sonido propone, y digo filtrado adrede, por no decir infiltrado, pues no podemos saber hasta qué punto ha sido una decisión consciente y hasta qué punto un hallazgo o una intromisión mágica del destino, estas cosas buenas que aparecen cuando uno iba en busca de su cosa.

Esto no es una prueba de sonido es una pieza de danza sonorizada, o un instrumento musical bailado, un solo tocado a cuatro manos y dos cuerpos, un dúo dinámico, o una instalación sonora intervenida. Poner micrófonos a la danza o poner cuerpo a la instalación sonora. O poner la norma de no definir cuándo se está en una cosa y cuándo en la otra. No distinguir. Estar. Estar vibrando. Bajar. Bajar mucho. Ir a un principio muy básico. Si lo escuchas es porque ha sonado. Si suena es porque algo ha movido otro algo que se mueve, que mueve una onda que mueve el aire que sigue moviendo la onda que entra en tu oído y que martillo, y que yunque, y que tímpano y que estribo y que microvibración, que electricidad, que información neuronal, que escucha.

Desde este punto de vista, tal vez gracioso, pero torpe en mi exposición, el hacer de Carlota se entiende mucho mejor como operaria de su pieza que estrictamente como bailarina, y mucho menos como intérprete. Al presentar su propuesta, Carlota se dispone como cuerpo vibrante a surcar las dinámicas del sonido de su propio movimiento en escena. Pero como una mesa de sonido retroalimentada, que recibiera el mismo sonido que estuviese emitiendo, a lo largo de su travesía encuentra, cómo no, momentos de acople de frecuencias que producen estridencias, tanto como silencios producidos porque las ondas sonoras que recibe y produce se neutralizan. Así, el cuerpo genera sonido y el sonido corporalidades posibles a las que el cuerpo-operario, sujeto y a la vez objeto de la propuesta reacciona en un presente contínuo.

Pero Carlota no está para nada sola en todo esto. Ese dúo, ese solo a cuatro manos y dos cuerpos lo realiza con la encomiable labor de Luz Prado, que además de su buen hacer, apoya el discurso anterior sobre la operatividad de la pieza y su concepción instalativa estando muy presente en todo momento, pese a permanecer inicialmente tras la pantalla y la mesa de mezclas. A las primeras incursiones de Carlota al micrófono va añadiendo paulatinamente delays con cuyos tiempos y feedbacks va jugando. De ese modo, algunos sonidos del cuerpo de Carlota quedan atrapados en repeticiones largas, sonando idénticos o degradándose cada vez, perdiéndose o permaneciendo en bucle. Y es aquí donde entra un cuerpo invisible en la propuesta: el tiempo (y con él, la memoria, la memoria de otros cuerpos y la memoria de los espacios). Sin ningún afán ilustrativo, y del mismo modo que actúa en nosotros el sentido del olfato, el sonido repetido del cuerpo y las voces, bien instantáneamente o bien transcurrido un tiempo en el que lo olvidamos, nos trae de vuelta (representa) los movimientos que lo produjeron. Por eso nombro ese tercer cuerpo, actor evocado, como cuerpo real. Sobre todo si la bailarina ha parado o ha entrado en una dinámica más pausada y lo que oímos es parte de un momento anterior de gran dinamismo, donde la musicalidad de su repetición nos hace revivir, casi ver la coreografía que suena, completada con la memoria de nuestros ojos.

Con todo esto, hay tiempo para uno de los momentos más hermosos del trabajo, en la que Luz Prado entra en escena, colocándose lejos de Carlota para que tomar ambas el extremo de un cable, hacerlo girar como una gran comba y convertirlo en una onda que gira en M sobre sí misma al acercarse. Una sinusoidal orgánica, ocurriendo en escena, que escuchamos girar ante nosotros.

Grandes trabajos recién estrenados, ambos solos acompañados. De este último uno se va con algunas preguntas que apuntan a lo dramatúrgico. Tal vez por mucha o poca, o otro tipo de dramaturgia, en Esto es una prueba de sonido ocurra que algunas propuestas se dilaten en detrimento de otras que no llegan a establecerse del todo, o donde cabría profundizar aún más sonoramente. Lo mismo ocurre con el efecto que produce el sonido en la memoria. Ambas cosas son minas donde sin duda ambas artistas pueden seguir excavando. Sin embargo, volviendo a lo esencial, pienso en que Magritte decía que no era una pipa su pintura de una pipa. Tal vez Carlota y Luz podrían presentarnos aún más una auténtica prueba de sonido (que negar con el título y la acción), pero que como tal tuviese tanto de sonido como de prueba. Y dejarse naufragar en ella, entrando por caminos que funcionen y abandonando otros que no lo hagan tanto según el día, siguiendo la prueba, moviéndose tras el sonido y viceversa, en ese presente.

Como dije al principio, muchísimas otras propuestas formaron parte de esta novena edición del FAM. Entre otras contamos con la siempre bienvenida Janet Novás presentando Mercedes y yo, o varias piezas con la firma de nuestro querido Daniel Abreu, al frente de LAVA, Cía de la que es director artístico. Me comentaba una amiga hace poco que este año había mucha presencia de artistas canarios y tenía razón en lo que quería decir. Es necesaria esa presencia. Pero así, del modo en el que se está dando. Si hace no tanto festivales como éste tenían un cartel más internacional, lo cual siempre es bueno para nutrirse de otras sensibilidades, en esta ocasión ha habido un porcentaje bien alto de propuestas canarias. Y lo bueno es que se nota que no tiene que ver con un proteccionismo por lo local. Se trata de un cambio de paradigma, pequeño, que no levanta ningún revuelo, pero donde la creación escénica canaria va encontrando naturalmente su lugar. Qué frágil es todo esto. Sigamos haciéndolo entre muchas.

Las actrices siempre mienten, de El Pollo Campero / Teatro Victoria

Nos obsesiona la verdad. Qué es cierto y qué no. Podría significar que compartimos un sentido común crítico, que nos ayudamos frente a lo que nos falsea. Pero la obsesión es un caballo desbocado difícil de llevar. Nuestra preocupación con lo verdadero es el reflejo de que sabemos que vivimos en un estado y un Estado de engaño constante. Hace mucho que la verdad no es algo que se atisbe tras un buen trabajo de reflexión y conciencia. La verdad se produce. Y los productos se venden. Y se compran.

El Pollo Campero, comidas para llevar, es la Cía. teatral integrada por Gloria March y Cristina Celada, dos actrices (y performers, y dramaturgas, y auto-directoras, y auto-managers…) que forman un tándem electrizante en escena. Los días 11 y 12 de noviembre compartieron ‘Las actrices siempre mienten’ en el Teatro Victoria, una pieza que les está dando algunas merecidas alegrías. De hecho, las recibimos en Tenerife a su vuelta de Brasil, donde mostraron este mismo trabajo.

‘Las actrices siempre mienten’ es un fino ejercicio de metateatralidad abierto en canal en el que la pareja de creadoras nos muestran constantemente las entrañas, los mecanismos de esta cosa tan rara que es el teatro. Solo que para ir un paso más allá, en lugar de establecer una ficción para romperla, como dos magas que mostraran sus trucos, Cristina y Gloria nos han tomado la decisión valiente y fresca de establecerse en el lugar de la ruptura, en el estadio ambiguo y frágil de lo desarmado, donde están las piezas, para de vez en cuando juntarlas de distintos modos y que se den momentos de magia donde la ficción toma cuerpo, crece y se desvanece. Algo que es muy agradecido de observar como espectadores. Porque nos deja mucha libertad para elegir cual de las dos cosas queremos mirar más sin que podamos dejar de ver la otra. Y porque la mayoría de estas ficciones armadas a tiempo real están cargadas de mucha comicidad, realizadas a veces con la frescura del juego infantil, otras con el ridículo o el absurdo, pero sin perder en ningún momento un sentido un tanto más profundo sobre eso que veíamos antes de la verdad y la mentira, una raíz invisible, más política y filosófica, que lo vertebra todo sin ser nunca un discurso o un alegato.

Algo que funciona tan bien como eso de mostrar las piezas y juntarlas de distintas formas para crear algo como sombras de escenas efímeras es el modo en el que ambas nos reciben al llegar. Las actrices están en la calle y entran al vestíbulo con todo el mundo. Nos reciben y nos dan a elegir entre ir con una u otra para pasar un primer momento. Decimos adiós a la otra actriz y a la mitad del público. Vivimos algo que se nos cuenta, establecemos un síndrome de Estocolmo con la actriz que hemos querido que nos rapte. Nuestros acompañantes dejan de ser público y pasan a ser personas a las que nos une algo. Al volver al vestíbulo recuperamos a la otra actriz y a la mitad del público que habíamos olvidado. Y ocurren más cosas. Se ha roto algo en todas direcciones, no sabemos qué ha vivido la otra mitad y sobre todo, nosotros también somos recuperados. Así entramos a la sala. Con un relax y una sonrisa leve dibujada. Hemos compartido un pequeño ritual. No somos los de antes.

De las ficciones que comienzan a jugar ante nosotros, una de las que más seduce al público es el hallazgo de los doblajes en directo que Gloria y Cris realizan sobre fragmentos de películas. Poniendo voz a Marylin Monroe o Bette Davis, tratan los miedos y dudas indisociables de hacer el teatro que quieren hoy. Pero son Marylin y Bette quienes nos lo cuentan. A Gloria y Cristina las vemos hacer su trabajo de doblaje. Un distanciamiento entre lo que dicen y hacen presente en todo el trabajo, que han sabido desarrollar con sensibilidad e inteligencia para que las imágenes que nos muestran coincidan con el texto que se escuchó antes o con el que se leerá después, generando espacios de vacío de significado donde un poquito de poesía es posible si queremos participar en el juego con la mirada.

Teatro de hoy hecho por ellas. Hay que animar a esta pareja a que siga trabajando. Pero espera…

Tengo la sensación de que toda esta crónica es mentira. Primero, porque es solo una visión subjetiva. Y segundo, porque al decir ‘metateatral’ caemos en una trampa: distinguimos entre esa muestra de ‘lo real’, donde solo hay trozos que se nos muestran, de ‘la ficción’, lo que construyen con esos trozos. Pero, ¿no es todo construcción, incluidos esos momentos naturales donde parece ‘no pasar nada’? ¿Hasta qué punto las actrices que nos reciben en el vestíbulo son personajes de otra ficción invisible? Al final va a resultar que el teatro, esa cosa tan rara, está también poderosamente viva, porque sigue despertando preguntas sin respuesta cierta a estas alturas. Y eso es muy necesario. Vayan a ver este trabajo. No se engañen.

PUZZLEATÍPICO – Entrevista con Beatriz Bello y Adán Hernández

Adán Hernández, creador escénico desde el LEAL.LAV Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna, y Beatriz Bello, socióloga desde ASPERCAN, Asociación Asperger Islas Canarias, realizan un taller de videocreación con un grupo de personas con síndrome de Asperger, segunda actividad de larga duración planteada por el LEAL.LAV. Adriana García, colaboradora de Lagenda de Tenerife, recoge esta conversación para Unknown Pleasures, ya que Adán forma parte del taller junto a su compañera Beatriz. La conversación es muy extensa. Pedimos paciencia, si hay interés, porque esto suele pasar cuando se tratan temas un tanto silenciados y se habla en nombre de muchas personas.

Nos interesa mucho esta experiencia. ¿En qué consiste, cómo se llega a ella, cómo se desarrolla y, sobre todo, por qué este colectivo?

Adán.- Muchas preguntas. Vamos por partes: Curro en el LAV como ayudante de producción y coordinador de proyectos. La política del laboratorio ha ido derivando, definiéndose aún más como espacio de investigación y acogida de prácticas artísticas contemporáneas, más allá de la mera exhibición. Al visitarnos, cada artista comparte sus prácticas con la gente local. Hay un número importante y heterogéneo de personas asiduas a esta rutina de formación, hasta el punto de que se ha creado un sentimiento de comunidad, al compartir experiencias y herramientas de creación. Este año hemos dado un paso más, planteando actividades de larga duración, con un cariz un tanto más social, extendiendo el alcance del LAV hacia colectivos a los que, por lo que sea, estas propuestas no llegan. Pero también para reinventar qué es lo que pasa en un laboratorio de creación al usarlo como refugio, donde lo grupal, lo humano y lo escénico ocurran. La primera de estas propuestas fue PRINCIPIANTES: Carlota Mantecón trabajó con un grupo de mujeres mayores de 65 años. Juntas crearon una pieza de danza contemporánea. Ahora Beatriz y yo presentamos PUZZLEATÍPICO, un grupo de personas con el síndrome de Asperger a quienes acompañamos en un taller de videocreación. Para ello hemos tomado como referente a nuestras amigas de La Rara Troupe, el grupo de videocreación que con Chus Domínguez o Alfredo Escapa lleva funcionando en el MUSAC de León aproximadamente cinco años, formado por personas con y sin diagnóstico en salud mental.

Bea.- Llevamos un año ideándolo todo en conversaciones con Javier Cuevas y los miembros de ese grupo. Hace un mes y medio Adán y yo nos fuimos a visitarles al MUSAC en un encuentro organizado por el LAAV (Laboratorio de Antropología Audiovisual). Allí pudimos conocer su experiencia de primera mano, así como a Alfredo Escapa, que está siendo nuestro acompañante en este proceso.

Y para mantener el feedback…

Adán.- Es importante la presencia. Alfredo nos ha devuelto la visita y ha sido un subidón de autoestima. No nos ha marcado por dónde ir. El propio grupo se ha autodefinido al integrarle como uno más, mostrándole lo que somos.

Bea.- Esto es importante siempre al trabajar con colectivos en riesgo de marginalización, que necesitan visibilización o que están pidiendo un lugar donde poder ser y tener voz propia, empoderarse. Desde nuestra entidad, ASPERCAN también llevamos un tiempo tratando de hacer otras prácticas, procurando que sean culturales o artísticas, y ahí está el enlace. Antes de este taller hicimos una residencia artística en el Auditorio de Tenerife con Quantum Enssemble, que repetiremos de manera ampliada. Lo buscamos con el mismo objetivo que el LEAL.LAV busca el ofrecer espacio a otros colectivos que quieren trabajar sus problemáticas, dificultades o fortalezas desde un punto de vista menos tradicional. Coincidimos en las visiones o la manera de trabajar, por lo que nos gustaría que este taller de videocreación, igual que el del Auditorio, no fuera puntual, sino que continuara. Vemos siempre resultados muy favorecedores que tienen un impacto muy positivo, y nos gustaría pasar de la anécdota al trabajo continuado.

Qué contento sale mi hijo del taller. Nos gustaría que fuera permanente.

Imagino que también será terapéutico y que debería ser apoyado por otras instituciones.

Bea.- Debería haber implicación de áreas como educación o salud. Nosotros siempre decimos que con este tipo de prácticas lo terapéutico no es el objetivo, sino lo artístico, ya que el efecto terapéutico es siempre un efecto colateral: las cosas que te hacen sentir bien tienen una repercusión positiva en tu bienestar. Es significativo que pese a que esta es una primera experiencia, muchas familias nos digan: “qué contento sale mi hijo del taller”, o “he visto algunas de las cosas que hacen, qué bonito, qué curiosidad le despierta esto, nos gustaría que fuera permanente”. Ojalá lo consigamos con la ayuda de las instituciones.

Adán.- El nexo entre Bea y yo es el mismo entre ASPERCAN y el LEAL.LAV: no hay una finalidad terapéutica primordial en el planteamiento, sino creativa y artística, pero la creación en grupo te hace encontrar espacios para crecer personalmente y estar con los demás. Y si tienes la oportunidad de invitar a otras personas que vengan a verte eso conlleva un bienestar, algo sanador.

Debería haber implicación de educación o salud. Nos gustaría que este taller no fuera una anécdota, sino algo continuado. Ojalá lo consigamos con ayuda de las instituciones.

¿Por qué la videocreación?

Adán.- Usar vídeo no era prioritario desde el LAV, sino abrir una actividad a personas diagnosticadas en salud mental. El referente de La Rara Troupe nos hizo pensar el vídeo como un medio asequible. Todos tenemos móvil. Queríamos facilitar que el grupo hiciera una especie de autorretrato o un diario. El vídeo es en este caso una forma de escritura muy instantánea, igual de accesible si uno no tiene facilidad para escribir o dibujar y fácil de compartir al ser proyectado. Con esto planteado entramos en contacto con Bea y…

Bea.- …y vimos que era una herramienta que encaja perfectamente con sus necesidades. Una de las características singulares de las personas con síndrome de Asperger es que asimilan mucho mejor todo aprendizaje si va acompañado de una imagen, por lo que se les suele llamar “aprendices visuales”. Su déficit está más en el lenguaje verbal. Un discurso puede volverse complicado si es muy subjetivo o si tiene mucho vocabulario con doble sentido. Por eso es común usar pictogramas con las personas con autismo. Les ayuda en su compresión. Un taller con la herramienta del vídeo es perfecto.

El vídeo es una forma de escritura muy instantánea, accesible y fácil de compartir

¿Cómo han respondido los usuarios?

Adán.- Sorprendentemente. En mi caso, tengo una experiencia larga en las escénicas, pero en el tema del Asperger soy novato frente a una especialista como Bea. El tándem funciona porque ambos estamos en terrenos incómodos, siempre alerta. La comunicación es fundamental. Primero crees que vas a llevar al grupo por algún lugar. Pero es el grupo quien te lleva a ti. Hay que escuchar mucho. Tras las primeras sesiones, el grupo ha naturalizado e integrado la herramienta vídeo. Eso ha marcado un antes y un después, yendo más allá de lo que esperábamos.

¿Cuántas veces se reúnen para el taller?

Bea.- Es una sesión a la semana de dos horas. Los vídeos que graban los realizan en el teatro pero también a lo largo de la semana. Esta frecuencia y estos tiempos tienen que ver con la limitación de disponibilidad y los recursos que tenemos. También vimos que las sesiones más largas no suponen trabajar mejor. Esto ha sido un acierto. Con más horas aparecen el cansancio y la pérdida de atención. Puede hacérseles cansino y ser contraproducente por la dispersión individual y grupal. Nos hemos acostumbrado al ritmo que llevamos y creo que es el idóneo.

Es importante encontrar esa comodidad para alcanzar los objetivos que se habrán marcado.

Adán.- Aunque parezca raro, no conocemos exactamente nuestro objetivo. Trabajamos con vistas a una sesión final que compartir, pero cada día hacemos el taller sin ideas preconcebidas, abiertos a lo que ocurre. Por eso será importante contar cómo está pasando todo, que el propio proceso sea casi el tema a tratar

Es decir, que es más importante el viaje que el punto final.

Adán.- Sí. Y a lo mejor ese punto final es un «continuará». Si te vas de viaje, cuentas el recorrido. No hablas solo de un lugar, sino del movimiento. Esto es un poco lo mismo, un lugar nuevo para todxs. Lo bueno es ir juntos y ver qué nos supone a cada uno y al grupo como totalidad. Dónde llegar es secundario.

¿Qué les supone esta experiencia a ustedes, como profesionales?

Bea.- Para mí es súper gratificante. Primero por la invitación del LEAL.LAV. Eso sí que lo agradecemos y lo subrayamos. Normalmente se reivindica desde la entidad y el colectivo que no nos dejen en espacios de la periferia, espacios que sobran, aulas en desuso, sino que nos abran los espacios centrales. El LEAL.LAV es un espacio muy interesante a muchos niveles y formar parte de él es muy grato. Luego, personalmente, considero completamente innovador el uso del vídeo con personas con autismo. Puede ser incluso inspirador para otros colectivos. De hecho, ha despertado gran interés al comentarlo con más profesionales. Consideran que efectivamente pueda tener muy buenos resultados. Por otro lado, volver a trabajar con Adán es muy enriquecedor. Todo fluye de una manera tan natural que a una lo que le apetece es que esto dure mucho más allá de la frontera que tenemos en diciembre.

Adán.- Cuando trabajas en grupo te lo tomas muy a saco. Eso desgasta, pero además, en mi caso, como miembro del taller y equipo del LAV, el hecho de estar a la vez dentro y fuera, lo acentúa. El agotamiento tras las sesiones se nota, aunque se contrarresta por la potencia del mismo grupo. Hay mucha energía en juego. Es necesaria mucha atención y cuidado. Ya dijimos que esto va de entrar en lugares desconocidos. A veces derrapamos, porque hay sitios donde la gente no quiere entrar. Pero luego nos llevamos tantas satisfacciones… Desde la primera sesión empecé a observar cómo cada cual se implicaba físicamente a la hora de grabar, las distintas relaciones con sus cuerpos, su psicomotricidad. No pude evitar pensar los cuerpos de quienes grababan como cuerpos que bailan, se mueven, accionan en escena. Entonces planteé abrir un campo completamente independiente al trabajo de La Rara. Pensé en algunas cosas que he hecho y dicho con Silvia Zayas. Adaptamos algunos ejercicios del trabajo que hace Sonia Gómez con la cámara. Los cuerpos empezaron a crecer, a abrirse, tomando presencia, soltura e importancia a través del juego. A día de hoy hacemos este ejercicio por turnos, para que la mitad del grupo vea a la otra mitad moverse. Le pusimos a eso música y de repente hubo una explosión, una liberación. Moverse con la cámara les hace encontrar una danza. Un universo completamente distinto al de los cuerpos de la primera sesión, imposible de encontrar si les hubiéramos pedido que bailaran. No sabemos a dónde llevará esto. Quisiera explorarlo un año entero.

Moverse con la cámara les hace encontrar una danza. Un universo completamente distinto al de los cuerpos de la primera sesión, imposible de encontrar si les hubiéramos pedido que bailaran.

Es muy interesante. Y según me cuentas, el síndrome también puede afectar la psicomotricidad.

Bea.- Sí, claro. Pero como dice Adán, la herramienta del vídeo funciona como excusa. Focalizan su atención en hacer una grabación personal y divertida. No están expresando nada, simplemente se lo están pasando bien moviéndose. Cada uno con su cuerpo, con sus peculiaridades pero con un nivel de compromiso altísimo.

Entonces sí que se ha dado un paso más allá.

Bea.- Como ya vimos, no teníamos objetivos cerrados. Luego, como en todo camino que se avanza, llegan sin haberlos marcado. Hay casos de dificultad o limitación en la psicomotricidad fina y gruesa, por distintas razones. Hay quien tiene cierta rigidez corporal que le dificulta este tipo de ejercicio. Pero en conjunto hemos avanzado con él hasta el punto de alcanzar otro logro inesperado: la coordinación. Una dificultad del espectro autista radica en las capacidades para trabajar con los demás. Tendemos a pensar que a estas personas no les interesa. No es así. Tienen muchas ganas de acercarse, pero encuentran dificultades para hacerlo. Sufren, digamos, de cierta “torpeza” en la relación con el otro. Les cuesta mantener una escucha activa, intuir determinados códigos de expresión no verbal, lo que dificulta la comunicación con los demás. En el taller hemos hecho mucha incidencia en eso y ha salido naturalmente. Un gran logro. Incluir al otro y estar concentrados les supone todo un reto.

Adán.- Pensemos que esto que dice Bea le cuesta a todo el mundo. No estamos acostumbrados a estar con los demás, a escuchar, dar espacio al otro, permitir un silencio, a estar juntos en algo e ir en una dirección. Imagínate lo complejo que tiene que ser con Asperger. Lo que planteamos son cuatro parámetros simples y difíciles: escuchar, dejar pasar, estar al servicio y hacerlo juntos. El logro ha sido focalizar estos cuatro parámetros en uno, con la frase: “haz un vídeo”. Esto pone esos parámetros en juego de manera natural. Porque lo fundamental está en la realización de la imagen, no en comportarse de ninguna manera. Esa es la cosa.

¿Y hasta qué punto son ellos quienes realizan propuestas?

Bea.- Nos alegra que sean tan participativos y tengan tanto entusiasmo. Para nada hemos dicho lo que tienen que hacer. Les damos referentes y consejos. Luego han traído muchas propuestas. Tenemos en el grupo una persona que escribe muy bien y le gusta hacer rap. Alguna canción suya estará en la muestra. Creemos que habrá aportaciones casi hasta el último día.

Adán.- Creo que el grupo está fuertemente configurado porque cada persona está focalizada en lo suyo, y desde lo individual forjan lo colectivo. Otro de nuestros compañeros dibuja estupendamente. Tras insistirle entre todos, por fin trajo un vídeo con una grabación de un cómic entero, página por página, dibujado por él. Esa diferencia es quizás la que les inspiró el nombre para el grupo: PUZZLEATÍPICO. Según ellos, porque somos un puzzle que no es muy normal, donde cada pieza es distinta y aporta algo al conjunto. Me parece que es un nombre bastante acertado.

¿Qué edades tienen?

Adán.- El más joven 19 y el más mayor tiene 35 o 36 años.

¿Y por fin, ya hay algo que nos puedan adelantar del 1 de diciembre?

Adán.- En primer lugar que no va a ser un espectáculo, sino una invitación a venir a nuestra casa para compartir lo que estamos haciendo. Pensarlo como una obra no lleva a ningún lugar. Pero abrir las puertas, hacerlo público es fundamental. Y que un espacio de estas características y gestionado por el Ayuntamiento de La Laguna ocurran cosas tan bonitas y tan poderosas. Pienso que hay algo de magia en que el mismo escenario donde ha bailado, por ejemplo, Daniel Abreu sea el que presente al mundo a PUZZLEATÍPICO. Que cosas así son tan beneficiosas para PUZZLEATÍPICO como para Daniel Abreu, y claro, para cada persona. Como decía Bea, para marginalizar a un grupo no es necesario más que cerrarle la puerta a un espacio normativo. Sin expectativas, saldremos al escenario para decir: “yo soy este, y esto es lo que hago”. Una gran autoafirmación.

Nadie se rehabilita en un garaje. Hay que estar en el centro de las cosas. Si hay un orgullo gay o un orgullo indígena, también hay un orgullo de salud mental.

Bea.- Nadie se rehabilita en un garaje. Así de de sencillo y así de claro. Puedes decir ‘rehabilitar’ o usar otra palabra, porque depende de la característica de salud mental. Pero si buscas un encaje, que sí que necesitas, no puedes hacerlo en lugares que invisibilicen o refuercen los estigmas. Hay que estar en el centro de las cosas y ojalá en los mejores espacios, los que compartimos todos.

Adán.- Si hay un orgullo gay o un orgullo indígena, también un orgullo de salud mental. El vídeo y la muestra son una manera de poner eso sobre la mesa, de exponerse totalmente. Estamos seleccionando los materiales más beneficiosos que mostrar, pero cada vez vemos más la necesidad de que los autores se presenten ante el público, hablen de sus vídeos y por qué los han hecho. Combinar el material videográfico con la presencia de sus autores.

Bea.- Claro. Y dentro de los nuevos discursos para hablar de discapacidad y salud mental es importante decir que para que la inclusión exista no es bueno no hablar del síndrome, o hacer como si no existiera, porque sí que está. Hacemos un taller de videocreación y además somos síndrome de Asperger. Taparlo no es una forma de incluir. Para el grupo es un orgullo mostrar su característica.

Hemos alargado la conversación porque queríamos arrojar luz sobre un proyecto tan llamativo como pionero, explorar sus recovecos, transmitirlo bien. No tanto hablar aquí de los vídeos, sino de lo que conlleva esta experiencia. Las imágenes de esta entrada son capturas de los vídeos de PUZZLEATÍPICO, que se presentará el próximo viernes 1 de diciembre a las 21h Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna.

El proyecto de implementación de La Rara en Tenerife es una iniciativa de LEAL.LAV en coordinación con la Asociación Asperger Islas Canarias y monitorizada por Alfredo Escapa en representación de La Rara Troupe, desde el MUSAC de León, a quienes aprovechamos para enviar fuertes abrazos y un gran agradecimiento en nombre de todo el equipo, los usuarios de Aspercan y sus familias.

 

El límite sin lugar

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EL LÍMITE SIN LUGAR

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LO QUE NO ES EL CENTRO DE NADA.

Observando discusiones por lo del Nobel de Dylan o el día de la hispanidad, los comentarios radicales a favor y en contra rechinan mucho cuando los escuchas desde el único lugar del planeta conquistado por los castellanos igual y a la vez que América, pero donde tienes DNI de España y pagas IRPF. Las discusiones acentúan esta extrañeza que ya forma parte de uno, y todo esto llega cuando iba escribir otra cosa.

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Hipertrofia de un Kit-Kat. Parece mentira, pero tiene que ver.

El otro día imaginé algunas cosas a partir de otras dos que me encontré. La primera, el vídeo de Vicente Arlandis en El Lugar Sin Límites donde le preguntan por el teatro en Valencia. La segunda, el escaparate de una pastelería desde dentro de una guagua (autobús, en castellano) al parar en un semáforo.

Algunas personas de las que vivimos sobre estos volcanes flotantes junto a África hemos seguido en silencio desde nuestras pantallas las muchas crónicas y entrevistas generadas alrededor de cosas tan bonitas como parecen ELSL o el TNT. Una buena cantidad de tiempo y energía empleados en atender a textos y vídeos para sentir cierta conexión (si es posible, y necesario hacerlo, que no siempre). Intención de conectar con lo que ocurre en los centros más importantes por parte de quienes observamos esa escena desde esta oscuridad. Pero también una conexión con nosotras mismas, un iluminarnos cuando algo de lo visto nos resuena y moviliza. Porque observar qué vibra por simpatía con respecto a lo que se observa afuera siempre ha sido un buen modo de hacer inventario, reconocerse, distinguirse.

Para quienes nos dedicamos a estas cosas y no hemos acudido por ejemplo a ELSL es como mínimo llamativo que todo exista en el diferido de un diferido. No vemos ningún trabajo, ni siquiera en vídeo. Escuchamos a artistas responder con más o menos acierto a preguntas más o menos pertinentes sobre cosas que ya han hecho. Contemplamos la ficción de una ficción sostenida por un armazón de vídeos y textos, una dramaturgia resistente, bien tramada, pero a la vez colectiva y caótica, impredecible. Fragmentos que generan un discurso sobre lo realizado que acaba por tener un carácter representativo y narrativo, y que para funcionar no deja de necesitar ser completado por la voluntad de creer en él por parte de quien lo recibe. Tal vez con todo esto y a tantos kilómetros el título del festival tome un sentido inusitado. Nuestra perspectiva es la de un satélite considerado ausente (si se considera) y  al echarle un vistazo accedemos a su relato desde nuestra propia casa. Toma ya.

En los fragmentos que conforman esa pieza para la distancia de ELSL el solo de Vicente Arlandis contiene una parte de opinión crítica. Bien. Sirve para informarnos. Pero además su aparición me produce vibraciones por simpatía. Como cuando uno tiene una guitarra y un sonido cercano en la misma frecuencia hace que una de las cuerdas se mueva “sola”, vibrando “mágicamente”. Es esa frecuencia, ese algo igual lo que invita a mirarse adentro y preguntarse. Y es que por diferentes que seamos, quienes no estamos en el centro de nada tenemos esa negatividad en común en un mundo que apesta a positividad. Vicente dijo eso de que “en Valencia parece que lo viejo no acaba de morir y lo joven no acaba de nacer”. Una frase que parece autodestruirse mientras se dice, por haber sido dicha en muchos momentos hasta hacerse casi convención. Vale, sí, está manida, pero ojo: no dejemos de usarla solo por manida si sigue siendo necesaria. Porque eso se llamaría claudicar. Total, que se me quedó enganchada. Y le di vueltas. ¿Y si en Canarias y otros sitios «no centrales» pasara que lo viejo no acaba de nacer y lo nuevo de morir? Y vi que aparte del juego (que ya es bastante) ahí había algo que desenterrar escribiendo.

De la mano de esa frase que parece obsoleta, miro hacia atrás y no encuentro momentos donde no haya habido intenciones (incluso competitivas) por encontrar algo en el hacer que pueda ser “lo nuevo”. Y eso convierte la idea de “lo nuevo” en algo más manido que la frasecita. Un intento idéntico en tiempos distintos. Un algo oscuramente deseado con un principio contradictorio: como si siempre hubiéramos querido hallar algo nuevo que atrajera las miradas de los otros pero, justo por eso, causara su admiración, separándonos de ellos. Una preocupación constante por crear lo nuevo que imposibilita ocuparse de gestionar lo viejo. O lo actual. Y mientras lo viejo, por su parte, a veces por pretencioso, otras ninguneado, ni siquiera se ha ocupado de cumplir su papel con dignidad (realizarse como tal, comprometerse a ser lo viejo, que podría ser tan provechoso, dedicarse a lo suyo coexistiendo en armonía, lo que finalmente le hubiera llevado a una muerte dulce y oportuna). No. Lo viejo, para no morir, tampoco vive, y así se convierte en zombi. Y los zombis comen cerebros. Y los cerebros se fugan de países infectados.

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Vas a un Parque Nacional a subir esa montaña. La ves a lo lejos posando como en el folleto. Te sientas un rato. Sin querer levantas una piedra y allí están, frescas, blandas, maduras, húmedas, activas, cohesionadas e inquietas, las arañas, los escarabajos, las hormigas, los gusanos las lombrices, y todos sus túneles, sus despensas, sus larvas. Sus cuerpos, con su acción y su muerte, oxigenan, humedecen y nutren el suelo, al que se agarran la piedra y la montaña que pensabas subir. Todo eso que no es el centro de nada o que al menos no aparecerá en el folleto. Porque el folleto sirve para que vengas. Tú y tu dinero. Lo que no es el centro de nada.

Bajo la piedra pierdo la cuenta de cuánto llevo vinculado al LEAL.LAV porque la palabra vínculo es ancha. Sí se que el LAV es parte de un ecosistema donde sobreviviría mal sin las demás especies y cuyo sentido le viene dado en gran parte por ellas, a las que le es devuelto en un movimiento mutuo que enriquece el sustrato. Así es aunque no se vea, aunque no se quiera. Aunque muchos terratenientes aprovechen esa fertilización sin entender cómo la hacemos o qué es. Aunque a veces algunos quieran pisarnos en algún Sitio.

Con trabajo concienzudo y tiempo lo institucional se reblandece un poco, se hace transitable y coexistimos con ello. Bajo esta piedra los organismos de cada especie estamos descubriendo cómo movernos esquivando instituciones y aprovechando puntualmente su presencia para impulsarnos y revertir en lo común. Y así pasan cosas como que todas formemos parte de la Asociación SOLAR, en el día a día y en proyectos como «Turista de Interior», en los que participamos de todos los roles, desde el de artista al de público sin abandonar nuestro propio túnel. Y pasan cosas como que otros artistas en residencia en el LAV se asomen allí a ver qué ocurre. Y que la gente de SOLAR devuelva la visita como un proceso natural. Que propuestas como el festival Keroxen se hayan vuelto indispensables. Que todos acudamos para disfrutarlo y apoyarlo sabiendo que al hacerlo nos apoyamos a nosotros mismos. Que la próxima Sun Dance Family Sessions del LAV sea una edición especial «Keroxen Kids» donde seguir mezclándonos. Ocurren cosas como que el Equipo Para siga siendo un centro estratégico de encuentro, una casa para todas las especies. O que una vez más aparezcan los Encuentros sobre Cuerpo y Performatividad, con la sensación general de que no solo son algo bueno, sino que se han vuelto tan necesarios, nutriéndose y nutriendo el contexto y convertido en otro proyecto que profundiza, afianzándose en la tierra, pero lo suficientemente plástico como para mutar sobre sí mismo y reinventarse. De alguna manera me gusta tanto contarlo como que pase con nuestros actos, y que esté pasando aquí, con nuestros límites tan marcados y en un no lugar tan claro. Aquí, en lo que no es el centro de nada.

Gracias a todas las personas por tejer una parte de la red que nos soporta.

¡Ay, lo de la pastelería que vi desde la guagua! ¡Casi lo olvido! Cuando uno tiene algo que celebrar, ¿qué mejor que encargar una tarta de las ricas, con el nombre del cumpleañero y todo? Sin tiempo o delicadeza uno compra cualquiera en Mercadona. Pero por encargo siempre es mejor. En fin, en el escaparate había un cartel que decía “TARTAS ARTESANALES POR ENCARGO. ELIGE ENTRE NUESTROS SABORES”. Creí que encontraría lo típico, lo tradicional, lo que siempre funciona: una de chocolate y galletas, otra de limón, de hojaldre y manzana, de queso y frutas, aparte de los típicos postres canarios. Y eso que no soy nada fundamentalista de lo canario que un postre de tiramisú o dulce de leche sería buenísimo. Pero atención. Atención, porque es que los sabores eran estos: en vez de chocolate, tarta de Mars, Kit-Kat o Kinder Bueno. En vez de coco, tarta de Bounty. En vez de tiramisú, tarta… ¡de Nescafé Capuccino! (¿?) Y ya el disparate, tarta de Lacasitos. En serio. Y me quedé pensando en el valor de lo artesanal y lo tradicional, y que para que al niño (y al padre) le guste, mejor decir que la tarta es de Kinder Bueno. Mejor ocultar lo artesanal bajo una marca. Como añadir un logo de Samsonite a un cesto hecho a mano. Me imaginé al pastelero abriendo paquetes de Kit-Kats para su tarta, metiéndola al horno. Y luego pensé lo contrario, en las marcas de chocolate que para vender más sacan una línea de chocolate gourmet o tradicional: relleno de salsa de mango, de crema pastelera, de mouse de trufa, de yogur griego, de praliné de almendras. Chocolate industrial relleno de oficio. Y fue incómodo ver en el escaparate de una pastelería el ejemplo perfecto de espacio de convivencia grotesca entre lo nuevo y lo antiguo, una sopa pútrida sin vida ni muerte donde tal vez lo viejo no acababa de nacer ni lo nuevo de morir. O al derecho, como decía Vicente Arlandis mejor que yo. Pero donde sea y como sea ninguna de las dos cosas encuentra espacio para ser ni permite ser a la otra. Incluso se me ocurrió algo más pero no me acuerdo bien porque en ese momento el semáforo se puso en verde.

Sobreescribir

Hay una peli de Woody Allen que no me gusta mucho (‘Granujas de medio pelo’) pero con un inicio curioso: un matrimonio más o menos patético decide robar un banco cavando un túnel desde el edificio de en frente, donde alquilan un local y ponen una tienda de galletas como tapadera. Pero el negocio de las galletas va tan bien que se hacen de oro con él antes de consumar el robo.

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El ejercicio del amor: Carlota Mantecón + Jesús Rubio

Jugar a imaginar tal aglomeración de esculturas que ya solo pudiéramos percibir el cuerpo.

Así, con un título más largo que un día sin pan iba a empezar esta entrada. Luego he cambiado de parecer por esto de la utilidad. Un título es de esos lugares donde un recorte puede venir bien cuando no se ajusta, cuando no es justo. De resto, a las piezas que conforman eso que con la boca llena llamamos la Cultura habría que dejarlas intactas. Deshacernos en su lugar de los dueños de las tijeras, que normalmente no las comprenden o ni se interesan en ello, por tanto, no se ajustan. Pero como las palabras siguen siendo gratis y nunca viene solas, no solo mantendré la frase larga, sino que haré un despilfarro y añadiré la imagen que la acompaña. Una no es anterior a la otra. Ah, por cierto, esta parte sirve para hacer libre asociación. Yo lo he hecho y me lo he pasado bien:

Ahora me tiraré el rollo de que este es uno de los cuatro análisis de la belleza que realizara nuestro amigo William Hogarth en pleno siglo XVIII. Abigarrados y misteriosos, con toda la mala leche o el sarcasmo, si se prefiere, en sus grabados esa parte ácida es muy importante, como si gracias a ella se elevara el discurso presentado entre líneas de la mera exposición a un lugar de fresca lucidez donde el que mira puede acceder al código que se le presenta también desde una leyenda icónica, y usándola interpretar la imagen con libertad.

Porque el marco que precede la imagen es un damero sistemáticamente dividido, con una variante graduada, entre otras cosas, de la curva serpentina, junto a dibujos de objetos donde ésta está presente: un corsé o el propio rostro humano. Según la S de la línea se pronuncia menos o más los dibujos que la contienen pasan de lo anodino de un simple monigote al paroxismo de lo grotesco, como ocurre en las versiones extremas de los corsés, incomodísimas: una extremamente plana, la otra demasiado curva. El marco abre una perfecta perspectiva canónica donde personajes ilustrados (en los dos sentidos) estudian esculturas clásicas. Libros gordos abiertos con apuntes. Torsos de mármol colocados de espaldas frente a un señor muy moderno y estirado que se relaciona desde su dimensión humana con la escala de un cuerpo griego de piedra y su curva praxiteliana. Y Venus desnuda eternamente entre tanto desorden masculino y académico. Muy al fondo, el grupo del Laocoonte dentro de una pirámide de tablas, usada para sacar sus medidas, que es que estamos inventando los manuales y resulta tan necesario copiar a los clásicos.

Por mi parte, me he puesto a escribir y he empezado por lo fácil: mis asociaciones con lo inesperado. Pero, ¿qué le voy a hacer? Es muy complicado escribir sobre una obra a la que me cuesta llamar obra. Lo que Carlota y Jesús tienen entre manos, entre cuerpos, es una pequeña joya, valiosa, delicada y frágil que produce la curiosidad, la inquietud y también la incomodidad de ciertas miniaturas. Y aunque se supone que conocía un poco lo que iba a ver (tuve la suerte de olisquear algún ensayo), casi diría que me engañaron. Porque no es para nada lo mismo jugar a imaginar cientos de esculturas que verlas. Eso junto al cómo en la ejecución de esa aglomeración son factores clave que convirtieron este estreno en algo capaz de cambiarme considerablemente.

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Foto de Irene Zireja.

En escena: linóleo blanco, luz general y silencio total. El cuerpo de Jesús que entra y mira, y nos mira como si fuera la primera vez que lo hace para empezar a moverse, despacio, de manera fragmentada, tal vez solo una articulación por movimiento. Y hacernos ver así que el ‘como si’ es nuestro y solo nuestro. Carlota llega. Se le acerca. Hace lo propio. Intentan acoplarse. Se desencuentran. Comienzan de nuevo. Cuando se han acoplado, cuando es ese cuerpo doble el que mueve casi una articulación por turno, como naciendo de sí mismo, de su propio encuentro, observamos ‘desde fuera’, como usando mirada ‘más global’. Vemos que los dos van vestidos en distintos tonos de gris. Que efectivamente, la propuesta es esa. Y ya está. Y que en lo que le hemos dado permiso a esa mirada externa hemos perdido la finura de la otra: la criatura doble Jesús-Carlota ha evolucionado. Ahora el movimiento tiene múltiples motores en su lentitud, pero la clave ha pasado a los apoyos de uno sobre otro y realmente no sabemos cómo han llegado a enroscarse de esa manera. Porque en lo que estamos viendo no hay una exhibición de formas. Digamos que es toda la pieza la que tiene una forma indivisible, y que cada una de las imágenes que encontramos es el accidente de haber mirado este momento del paisaje: Para nosotros, justo eso ahora. Para los cuerpos que vemos, la consecuencia de una decisión conjunta.

¿Hasta qué punto en esto que veo hay coreografía?, me recuerdo preguntando en uno de los ensayos, con ganas de saber pero también haciendo preguntitas incómodas para que ponerse a responderlas ayude a lo que se estaba gestando. ‘No hay coreografía / No siempre / A veces sí / Tenemos algunas pautas que…’ recuerdo escuchar. Por ahí nace otro cogollo de este trabajo. ‘El ejercicio del amor’ es una maquinaria que organiza pautas de movimiento conjuntas de una manera muy cuidada y precisa para que en ella quepa la apertura y la dispersión. Pautas que los creadores conocen pero que sus cuerpos, sorprendidos o desconcertados, encuentran siempre por primera vez, pautas que el que observa no siempre identifica, a las que han de plegarse y que generan la necesidad de una escucha constante, intensa e imprescindible, incluso cuando ésta se ha roto, o no incluso, sino sobre todo. Cuando llega el error. Cuando estoy caminando sobre tu espalda porque me ofreciste confianza y ahora no se cómo hacer para salir de aquí y encontrar lo mejor para los dos, así que voy a rodar hacia atrás y dejar que me pases por encima.

Creo que la propuesta de Jesús y Carlota es arriesgada. Mucho. Digo creo porque para mí es preciosa. Pero comprendo que en el conjunto de el público sea más o menos difícil entrar. Cuestión de gustos, de expectativas… Hay quien se remueve en su butaca contribuyendo a la banda sonora. No. No nos van a explicar nada. Las cosas no significan explícitamente. Ahora Carlota vuela sobre las piernas de Jesús. Pero es mentira. ¿Por qué he visto eso así y no que ahora Jesús soporta el peso de Carlota? Sea lo que sea, es ambos. Más mi intervención, con o sin palabras. Pero decía que todo es arriesgado. Desde el comienzo todo se presenta sobre un silencio denso, sin concesiones. Un silencio ensordecedor, a lo John Cage, pues no deja otra alternativa que escuchar. Pero ¿cómo podría haber escuchado la música en directo de esta pieza si me hubieran pinchado un tema? El pliegue de la ropa. La piel contra el suelo. Un chasquido de la madera. La respiración acelerada que recuperan en la renuncia o tras la consecución explosiva de una propuesta. Alguien tose. Los móviles que vibran. Todo. Estamos vivos y no hay otro lugar donde mirar que el espejo que Jesús y Carlota sostienen entre el placer y la dificultad, con la libertad del compromiso. Y de nuevo es arriesgado el número 2. Ante el 2 formado por un hombre y una mujer proyectamos la idea de pareja. Proyectamos Disney. Hollywood. Romanticismo barato y peligroso hasta la náusea. Tarde o temprano hay un click. Entonces vemos más allá o más acá. Dos cuerpos ejercitan el amor con toda su dificultad. Y nos conmueven en lo mínimo aunque nos cueste dejarnos, tras haber visto tanto porno. Cada movimiento es evidente, ocurre ante nuestras narices. Sin embargo, todo está velado. Y quiero recorrerles con la mirada, conocer algo del secreto de cómo hacer para estar juntos, ese sitio donde tanto me he equivocado, disfrutado y aprendido.

A todas estas, para despedirme, pienso que no he hablado de emoción igual que no he hablado de narratividad. Tal vez alojo mi parte de miedo a que el amor de verdad me toque (como si uno fuera un agente externo, como si cupiera la abstención). Miedo a que mi cuerpo sea también frágil y a la vez apoyo para otro cuerpo. ¿Y si por eso miro tanto lo que miro, lo sobrio, y no ese otro campo de emoción y narratividad que no dejará de existir porque no lo comente? Bien. Como ya dije lo que la propuesta tiene de maquinaria orgánica de pautas y forma conjunta, puedo escaquearme por la puerta de atrás sin que se note. Pero no lo haré.

Epílogo.