Laia Estruch: «Crol es un entrenamiento»

Crol (mojado) de Laia Estruch, Piscinas Municipales de Montjuïc, 2019. Imagen: Anna Fàbrega.

Laia Estruch Mata presenta Crol en el Espai 13 de la Fundació Joan Miró, primera de las exposiciones del ciclo Gira todo gira comisariado por Marc Navarro. En una ciudad en ocasiones cerrada hoy a la confluencia entre campos artísticos, Laia Estruch y otras artistas visuales llevan tiempo abriendo otras performatividades posibles, insuflando maneras de decir, hacer y escuchar. Mezcla de mundos y lenguajes, como las influjos neoyorkinos presentes en su trabajo, en Crol Estruch se lanza a profundizar en gran formato. Sigue investigando el cuerpo, la voz y otras materialidades a partir de nuevas estructuras, arquitecturas o escenarios que junto con los anteriores podrían empezar a desbordar museos. Ahora el agua que conecta con trabajos previos en Crol llena piscinas, huecos abiertos en la ciudad, como la boca al cantar. Crol puede visitarse hasta el 8 de diciembre y tras la performance Crol (mojado) que ya pudo verse en las Piscinas Municipales de Montjuïc, el 28 de noviembre se podrá a asistir a Crol (seco) en el Espai 13. Quedamos con Laia a desayunar para hablar de Crol, pero la conversación se derrama.

¿En qué momento, de vida y carrera, llega Crol?

En un buen momento, con ganas de hacer un proyecto que había presentado para hacer en Londres. Llevo años intentando que me salga una residencia internacional y como no me salía, decidí presentarme para hacer unos estudios que me permitieran salir, que mi trabajo saliera de Barcelona y España. Cuesta entender cómo puedo presentar por ejemplo mi trabajo en Europa, y luego en España encontrar más variedad de espacios para poder presentar o conocer a gente con la que compartir procesos.

Entonces me pilla en un momento en el que me fui a Londres buscando un cambio en mi manera de trabajar y porque me dieron una plaza en el Royal College. Y en esas idas y venidas a Londres, intentando buscar la manera de financiar los estudios allí, escribo un proyecto para las piscinas de la ciudad, un trabajo que tenía ganas de hacer, que contaré más adelante y del que sale Crol. Así que de vuelta de Londres, cuando decido no hacer los estudios ése año, Marc Navarro me llama para participar en el ciclo Gira todo gira de la Miró. Yo estaba muy descolocada después de todo lo de Londres. Un buen momento, pues, de seguir adelante con el proyecto planteado en Londres y vincularlo aquí, a las piscinas de Barcelona, a las historias de Montjuïc, a la Miró. 

El Espai 13 siempre estaba ahí, han ido pasando comisarios y comisarias, compañeros y compañeras durante estos años que llevo trabajando y tenía ganas de que me llamaran para participar algún día. Se entiende como un espacio en la ciudad que te da una visibilidad más amplia, trabajas en equipo, con un presupuesto, también es un reto porque hace tiempo que no trabajaba haciendo un proyecto expositivo para una espacio-sala en concreto, en los últimos proyectos he creado unas esculturas entendidas como cuerpos y han sido a la vez la sala, la pared, el escenario… colocándolos en un espacio sin importarme mucho dónde porque ya son mini arquitecturas, lugares. Al final hemos salido también de la sala y hemos trabajado en una piscina. Un reto, muy buen momento. 

Mi recorrido ha sido muy solitario en los últimos años. Mis obras las he producido con otros trabajos y ahorros. Cuando recuperé las ganas de relacionarme con la escultura decidí que también quería cambiar la manera de trabajar con la que empecé, con dinero público, subvenciones, convocatorias… Decidí que esa no fuera mi única realidad ni mi única manera de trabajar. Esta opción te desvincula porque tienes que crear tu equipo de colaboradores. Todo lo he cocinado hasta ahora a fuego lento y sola. Esta soledad termina cuando explico a los colaboradores, a quienes voy con los bocetos para construir la escultura y con quien tengo ganas de conocer como trabajan y compartir y aprender de sus prácticas y disciplinas. Por ejemplo con quienes trabajo el hierro son un taller de escenografía en Sant Cugat en el que de más joven fui vigilante de sala del teatro-auditorio y me hicieron una pieza para la universidad. No solo son colaboraciones, con ellos aprendo, son proyectos que abren aprendizajes, cierran y rompen mi soledad durante los procesos de creación. Son mis pequeñas escuelas. Con la música igual. Xavi Lloses, el músico con el que he trabajado hasta ahora, me enseñó por ejemplo cómo se puede transformar la documentación sonora en una canción pop en Moat y lo mismo ahora trabajando con Aleix Clavera en Crol.

Jingle de Laia Estruch, La Capella, 2011. Imagen: Carla Tramullas. 

¿Cómo te acercas a la performance?

En los últimos años de la facultad en el departamento de pintura hay unas asignaturas en las que podías mezclar disciplinas, materialidades y probar. Sale de una necesidad, cuando hacía instalaciones y escultura, un profesor me pidió romper con esas formas y que cada semana le presentara algo. Así que empecé a mezclar esas instalaciones invitando a compañeros y compañeras a que las intervinieran conmigo. Ya eran planteamientos muy coreográficos, algo así como partituras escénicas de las que luego hice pósters, una colaboración con una amiga. En clase hice muchas performances con participación de gente.

Ahora trabajo sola como ‘intérprete-performer’, de momento, y la gente me pregunta por qué, y respondo que por falta de dinero de producción. En Moat he priorizado en las piezas-esculturas o en la música, en las publicaciones… lo produzco todo con mis ahorros y a veces me encuentro que no puedo pagar más fee. Es mi regla, aunque tenga 50€ digo: “quiero colaborar contigo y pagarte lo que tengo”. No me gusta ni creo en otras formas de trabajar. Yo también estoy aprendiendo en cada proyecto y hasta ahora he trabajado con mi cuerpo para más adelante colaborar y destinar parte de la producción a poder pagar ensayos y bolos a otras performers-intérpretes. Son movidas que estoy empezando a entender, ahora creo que puede llegar el momento para colaborar con otros performers. A ver qué pasa, quiero tener claro cómo hacerlo bien o encontrar momentos de colaboración que desconozco y se pueden generar. 

Después estudiar en Barcelona te vas a Nueva York, ¿qué significó este viaje para tu manera de trabajar?

Recuerdo una conversación con un profesor de la universidad de Barcelona antes de irme a Nueva York… No sabía qué hacer, si un Máster u otra cosa, y me dijo que si quería saber de qué se trataba ser artista tenía que probar la vida real, salir a la calle. Hice lo que tenía que hacer, salir a probar que se hacía fuera de la universidad, y así hasta ahora, aunque ahora el Máster no lo tengo y me gustaría dar clase.

Me fui a Nueva York por un intercambio universitario internacional y con dinero familiar de una herencia, porque no te daban dinero, te daban una plaza en la universidad The Cooper Union en Nueva York, allí estaba la artista Sharon Hayes impartiendo la asignatura de performance, lo que para mí era como… ¿esto existe? Allí hacía lo mismo, una acción cada semana en clase. Con Sharon Hayes también hice vídeo, nos habló mucho sobre cómo documentar una acción, cómo el documento nunca es la realidad, sobre cómo falsear la performance y de otras cuestiones más políticas de ésta. También hice arte sonoro, retratos con la voz y otras prácticas que siguen presentes en mi trabajo. Todo viene de Nueva York de alguna manera, donde por ejemplo me compré mi primera grabadora de sonido con la que todavía trabajo. 

Estuvo muy bien, aunque fueron cinco meses solamente, de ahí salen Jingle y Serendipiti, dos proyectos que tienen el embrión en Nueva York y los traigo a Barcelona, donde empieza mi carrera cuando en Jingle digo “Hello everybody, my name is Laia Estruch…”. Una presentación inaugural, un inicio performativo y real porque nadie me conocía antes. Pero no sólo fue la Cooper Union, en Nueva York también aluciné con la retrospectiva de Trisha Brown, Marina Abramocivh, una pieza de Tino Sehgal…

/fu: d/ de Laia Estruch, Fundació Antoni Tàpies, 2014. Imagen: Núria Solé Bardalet.

¿Cuáles son tus referentes? ¿A quiénes copias?

Mi referencias son un poco antiguas y se pueden ver muy claramente en mi trabajo, sobre todo las de finales de los sesenta de Nueva York. Desde las arquitecturas donde poner el cuerpo hasta la forma de colaborar todos con todos de la Judson Church, aunque aquí no se de mucho, ahora me gustaría buscar la manera de empezarlo a articular. También he escuchado muchos trabajos sonoros de artistas, poetas, músicos de los que he aprendido y me he sentido muy acompañada.

En realidad creo que funciono como una pequeña compañía en mis últimos proyectos. La idea de colaboración con unos honorarios no estaba muy clara cuando empecé en Barcelona, y la entendí al empezar a trabajar con dinero público en Barcelona Producció, donde tienes un fee de honorarios y otro de producción. Así empecé a colaborar con diseñadoras, fotógrafas, músicos, etc.

Ahora, me encuentro en un momento en el que me gustaría poder hablar con compañeros y compañeras sobre las condiciones en las que se nos invita muchas veces a hacer una performance y cómo se valoran los proyectos de performance dentro del arte contemporáneo. Hay muchas cuestiones a tener en cuenta en los trabajos de performance, en mi caso activo las estructuras que diseño y produzco y éstas necesitan ser aseguradas si se exponen, un fee para ser expuestas, un transporte. A parte se tienen que valorar los viajes, dietas, alquiler de equipo de sonido, sonidista, se alquilan espacios más destinados a las artes escènicas para ensayar. Cuesta mucho producir un proyecto de performance y a veces cuando me piden un bolo tengo que explicar que el fee que destinan a mis proyectos de escultura y performance no me funcionan, a veces te sientes que te piden un dos por uno, porque creo hay un desconocimiento de lo que cuesta la producción de algunos proyectos de performance dentro del arte contemporáneo donde no solo hay la acción sino más elementos. En cambio la gente de escénicas sí que lo conoce mejor creo pero en el arte contemporáneo todavía tenemos que trabajar en este sentido y hablar más sobre lo que nos proponen.

Mis referentes serían una mezcla, ingredientes que me interesan y puedo mezclar de Simone Forti, Esther Ferrer, Yvonne Rainer, Living Theater, La Ribot, Joan La Barbara, Laurie Anderson, Anna Homler, Jaap Blonk, Dimetrio Stratos, Albert Pla… En mi trabajo hay mucha supervivencia, de hacer en el momento y también de la imposibilidad de abarcar algo demasiado grande que me supera. 

A veces pareciera que trabajas la voz como una escultura, ¿cómo entiendes y practicas la relación entre voz y materia?

Llego a la acción desde el mundo del arte con mi cuerpo y para mí esto ya es escultórico. Entiendo la performance como un acto de volúmenes. Cuando nuestro cuerpo se mueve genera llenos y vacío, como los sonidos crean materialidades y volúmenes en el espacio, texturas, dimensiones, lo que para mí es escultura en un sentido abstracto y personal. 

Luego estarían las estructuras con las que trabajo, que tienen a su vez un volumen que me pide y permite performatizar el cuerpo. Por eso empecé con los playgrounds, porque me pedían colgarme, restregarme, apoyarme… jugar a partir de esas acciones, poniendo la voz desde diferentes formas y lugares, produciendo sonidos de otras maneras a las que no estoy acostumbrada, cuando estoy colgada con el diafragma cerrado la voz sale doblada, otras sale libre…. Si eso lo repites acabas sintiéndote más cómoda, más familiarizada con las acciones que te requieren estas otras esculturas que a la vez entiendo como cuerpos, lugares, arquitecturas o instrumentos. Para mí todo es escultura y acción, no las puedo entender de forma separada.  

Moat I de Laia Estruch, Antic Teatre, 2016.

¿Dónde guardas tus estructuras?

Mucha gente me lo pregunta. Es un problema, por eso empecé a trabajar con hinchables, por una cuestión también de almacenage y transporte. Las guardo en un garaje de una casa de la família cerca de Barcelona y sé que las condiciones de conservación no són las óptimas, pero estan bien de momento. Aunque todas las piezas son desmontables pienso en alquilar un trastero, es una parte importante de mi trabajo. 

La relación que estableces entre palabras y sonidos pareciera que lleva al lenguaje a una dimensión plástica en la performatividad de sus posibles significados. ¿Cómo describirías tu trabajo con el lenguaje?

Para mí el lenguaje y la palabra son muy importantes, algo que tiene que ver con la poesía y la música, aunque no soy poeta ni cantante… El arte es donde me siento libre. Cómo se puede decir un pensamiento o un sentimiento de maneras diferentes me lo ha enseñado el trabajo con la voz. 

Hice un trabajo que se llamaba Performance al teatre en el que entrevisto a mi padre, que es una figura que quise compartir. Una persona que ya no está y que me enseñó muchas cosas, buenas y malas. Cuando quise pasar esa entrevista que fue muy dolorosa a vídeo, acabé transcribiendo su voz en sonido para que vibrara dentro y fuera de mi cuerpo, convertirla en sonido vocal, en vibración y escultura. Performance al teatre consistió en pasar esas palabras borradas, que sonaban a partir de la transformación de mi cuerpo, de mi cara… y entonces ya no había intérprete, ya no estábamos ni él ni yo ni lo que nos habíamos dicho en la escena, fue una deformación, un trànsito, una vibración. Este trabajo me llevó a pensar en cómo las palabras pueden transformarse en sonido, paisaje… en cómo por ejemplo a través de microfonaciones podía detenerme en abrir y cerrar la boca, tragar saliva o todo lo que hace sonar al lenguaje. 

Después hice /fu:d/, proyecto relacionado con la política del comer, consistió en trasladar de diferentes maneras un libro que provenía de la tradición oral, desde recetas a protocolos sobre cómo doblar servillletas. /fu:d/ me sirvió para comprender cómo pasar de una documentación estática, muerta, a otra viva a través de mi cuerpo y mi voz. Esa transcripción fue en formato papel, carteles o partituras a partir de los que yo iba jugando con el ritmo y la relación entre la pronunciación del lenguaje y su significado. Así que pasé de una tradición oral a otra oralidad, cómica en varios sentidos, como el del cómic. Cada partitura era una viñeta, un mundo que al enfrentarme a él iba trabajando con lo que me salía y lo cocinaba en directo. Cada trabajo me sirve para transformar lenguajes, materialidades, en otros lenguajes y experimentar con total libertad. También me interesa mucho todo lo que tiene que ver con el anuncio oral, los flyers orales… Después empiezo a interesarme más por lo musical y a escribir yo. 

¿Cómo es tu trabajo con lo musical?  

He sido muy estricta, me gusta entender las cosas, y me costaba mucho comprender cómo la documentación llegaba al circuito del arte, al mercado, y me preguntaba cómo podría trabajarla yo. Así que están las publicaciones como editar /fu:d/ en un cassette o el flyer de Jingle en un disco. Hacer otros cuerpos para editar la documentación. Otros miembros dentro de los proyectos que pudieran viajar solos. 

La música tiene que ver con el hacer una pequeña escuela para aprender. Siempre he querido saber qué haría yo con la musicalidad. La melodía siempre me ha atraído, pero nunca he conseguido comprender la estructura musical, entonces me acerco a mi manera con músicos que me entienden y todos nos aportamos en en ese flirteo. Este es un recorrido que se acaba en Moat, obra en el que me lanzo al vacío o para arriba con la voz a partir de la melodía. Me he pillado mucho con fuerzas que están más allá de lo terrenal, porque con la voz vas más arriba. Yo no conecto mucho con el suelo o el equilibrio, como te dicen en danza. La voz es muy aérea. Por eso no toco el suelo cuando trabajo con las estructuras. 

Sibina de Laia Estruch, Capella de Sant Roc, 2019. Imagen: David Ortiz Juan.

En los últimos trabajos has empezado a escribir tú los textos de las performances, ¿por qué? ¿Cómo es tu proceso de producción de escritura? 

Hay un momento en el que ya no quiero jugar con documentos que me vienen o generarlos como en el caso de mi padre u otras documentaciones estáticas, y decido probar a ver qué puedo contar yo en proyectos como Crol o Sibina. Dos obras que se abren al agua, a cómo puede viajar la voz a través del agua y escucharla dentro o fuera de ella. Porque mi trabajo es de producción y escucha todo el rato. Una escucha que me sirve para seguir produciendo, porque hay mucha improvisación. En el agua este control se me escapa. 

Sibina es llevar mi cuerpo y mi voz a un terreno y unas historia que vienen de fuera de la ciudad, que viene del campo. Así que empiezo a investigar los espacios donde hay agua, hasta que me centro en los bebederos para animales, porque son estructuras que contienen agua y no la dejan pasar. Entonces profundizo en los bebederos, en cómo el cuerpo del animal se tiene que incorporar y ambos se adaptan. Busco bebederos en el campo, en el Garraf, y me doy el tiempo para estudiarlos junto con canciones de tradición oral donde la gente canta experiencias, preocupaciones, el día a día, muertes, amores… y aparece el tema de las mujeres de agua, mujeres que viven en los ríos, hadas que encantan a hombres y viven en las pozas. 

Antes de Sibina hago Toll gorga ull d’aigua, una performance que presento en L’Automática, una especie de escena verde de plástico con pequeñas pozas que son ojos de agua. Uno de los colaboradores de L’Automática me dice que en México se llaman ojos de agua, las pozas en donde se dejan ofrendas para cuidar a tus avatares en el bosque. De aquí sale mi escritura, por ejemplo, de las acciones que hago al sacar agua de un pozo en el que me encuentro dos pájaros muertos… me encuentro mucho folclore que tomo prestado de las tierras del Ebro hasta Valencia y Lleida y lo hago a mi manera, está el canto de la butifarra, me detengo en los acentos… Por esa época mi madre y yo cogemos un virus por el que te lloran los ojos meses sin parar. La canción empieza diciendo “Mare que els ulls se’ns han fet d’aigua” (Madre, que nuestros ojos se han hecho de agua). Todas son experiencias personales que me conectan, como si me poseyera algo, porque está empezando a darse, muy sutilmente, esa conexión. Con Moat ya me pasó, pero ahora lo busco. Si conecto viajo, y así viaja la gente conmigo. Si no conecto, no. 

Crol (mojado) de Laia Estruch, Piscinas Municipales de Montjuïc, 2019. Imagen: Anna Fàbrega.

El agua también conecta tus últimos trabajos, ¿de dónde viene Crol?

Crol es la recuperación de una práctica que hice de joven: la natación. Yo estaba muy cómoda nadando, el deporte ha estado muy presente en mi vida. Creo que hubiera podido ser deportista. Crol consiste en llevar la experiencia de los cuerpos en las piscinas de la ciudad.

El proyecto empezó en Londres, en donde hubo un plan diseñado por un banquero y urbanista en los años 30 que llevó las piscinas a los barrios para juntar a la gente de todas las clases sociales. Eran espacios para la democracia, para el placer. Muchas de ellas se llaman lidos, como en Venecia. El plan era llevar a todo el mundo la posibilidad de abundancia, spa y relax a la ciudad y los barrios. “Que todo el mundo pueda bajar y entrar en la democracia”, decía él, a las piscinas que acogían cuerpos de diferentes nacionalidades, clases sociales,allí todo el mundo era igual y tenía los mismos derechos, en el agua todas somos iguales. 

Por supuesto Margaret Thatcher cerró las piscinas y los baños públicos, y está siendo muy difícil recuperar algunas piscinas de la ciudad, sobre todo las que están al aire libre. Mi proyecto consiste, aún lo quiero llevar a cabo, en hacer diferentes acciones en piscinas paralelas a una radio que acompañe la lucha social que hoy existe de muchos activistas que quieren rescatarlas.  

La piscina para mí es un lugar agradable y terrorífico a la vez ya que planea una inmensidad dependiendo si estás sola o acompañada. Es un laboratorio dentro de la ciudad para entrenar un cuerpo que luego se puede lanzar al mar. También es un gesto ligado al conocer otras tierras, al pescar o la supervivencia.

Después está la voz en este espacio que entrena cuerpos, escenario de democracias donde nos igualamos, la piscina como laboratorio para entender cómo el cuerpo puede relacionarse con la voz, cómo viaja allí, cómo te puedes escuchar cuando tu cuerpo flota. En Crol sumamos otro escenario y otro cuerpo, la Cadena, 22 eslabones hinchables, estructura suele conectarse con la boya para veamos, pero también con el fondo, con lo desconocido. La performance la hice en las Piscinas Municipales de Montjuïc que tienen 5 metros de fondo, es muy horroroso. La primera vez que entré allí sola creía que no lo podía aguantar. Entonces hay una fuerza de superar lo desconocido que hay debajo de ti. 

Crol (mojado) de Laia Estruch, Piscinas Municipales de Montjuïc, 2019. Imagen: Anna Fàbrega.

En cuanto a la Cadena Crol… En Crol (mojado), además de nadar, tu movimiento consiste en flotar en ocasiones ayudada por la Cadena. Flotación que no te permite producir y escuchar al mismo tiempo, o por lo menos no en el mismo medio. A partir del texto que puede leerse en Crol (seco) del Espai 13, el anclaje de la Cadena remite por igual a la seguridad de la superficie a quien la sigue en un sentido, en otro al miedo hacia lo profundo. Flotación y anclaje, ¿cómo ha sido tu relación con esta nueva estructura? 

El Espai 13 de la Fundación Miró por un lado, donde falta el agua y la piscina por otro son dos huecos hundidos en Montjuïc. El cuerpo de la Cadena reside en ellos totalmente diferente. En la piscina flota, pierde la gravedad, como mi cuerpo y mi voz y en la sala del Espai 13 actúa la gravedad. Aunque he hecho pruebas previas con hidrófonos con los que ya he probado qué articulaciones o sonoridades se podían hacer, siempre remitían a algo parecido a cetáceos. Los sonidos de cuello sonaban mejor porque si no había mucho aire o mucha burbuja. El problema era cómo podía viajar la voz con poco oxígeno, que es lo que la da energía. En la perfomance “mojada” en la piscina canté mucho con la oreja medio en el agua medio afuera, con la dificultad que donde se amplificaba no la podía escuchar. Una manera muy distinta a cómo solía trabajar, que era producción, escucha y producción a partir de lo que mi voz me devuelve, entendiendo que mi voz ya no forma parte de mi cuerpo si no que estoy produciendo algo que ya está fuera de él y que se va lejos y vuelve sucesivamente.

En la piscina estaba en la inmensidad de los litros cúbicos de agua, eso te hace flotar más. Entonces tanto yo como la cadena nos deslizamos allí suavemente, sin gravedad, con flotabilidad extrema. La performance Crol, mojada y seca, están siendo laboratorios para entender en estas prácticas cómo articular esta voz dentro y fuera del agua, nadando de otra manera para que la voz salga de otra manera, qué ritmo y qué respiración acciono… Crol es un entrenamiento. Una performance de entrenamiento, reconocimiento y procesamiento. 

También me interesaba que se viera un cuerpo solo en una piscina como una boca inmensa que se llena de agua como cuando abres la boca en ella. También la piscina se abre al cielo en Montjuïc, y cuando abres la boca eres como otro agujero en la montaña, otra cavidad en la ciudad o posible piscina. Mi manera de trabajar me lleva a entender este trabajo como una investigación que me irá desplazando con cada piscina con la que me pueda relacionar. 

En la performance había dos bestias, la piscina y la Cadena. La Cadena son cuerpos que se entrelazan, la hicimos así para que tuviera muchas configuraciones diferentes, para que a su vez fueran cuerpos independientes con sus brazos. Arquitecturas otra vez que te acogen pero que te superan, te ponen en problemas. Es un trabajo que acaba de empezar. 

¿Cómo ha sido el trabajo con Marc Navarro, el comisario de Crol?

Muy bien, y no es para quedar bien. Muy bien trabajar con un comisario como él en este momento de mi carrera. No es que haya currado mal con otros/as, pero es un perfil de persona y de comisario que se ha involucrado con unas ganas brutales. El momento vital y de energía es muy parecido al mio en estos momentos: seguir trabajando pero dando un paso más o un paso diferente al que llevavamos haciendo en nuestras prácticas. Ha sido todo muy transversal, con mucho diálogo y como si se hubieran juntando las cabezas. Colaboración y equipo total. Seguiremos trabajando.  

Crol (seco) de Laia Estruch, Fundació Joan Miró, 2019. Imagen: Arnau Oriol.

Walter Benjamin en El narrador habla sobre dos tipos de narradores. El campesino, apegado a la tierra, cuenta historias ligadas a su comunidad y costumbres, algo parecido a tus fuentes folclóricas en Sibina. Mientras que el marinero, venido de lejos, trae consigo relatos extraordinarios, como los cantos ibicencos y su influjo en Crol. Mediterráneo de por medio, entre otras cosas hoy campo de exterminio, es difícil separar la actualidad de las últimas palabras de la canción de Crol“El gemido pegado a las paredes de la garganta”. 

Todo lo que está cogiendo el mediterráneo ahora es terrorífico. Aquel grito de “cuerpo al agua”… Sí, inevitablemente está en Crol, tiene eco, pero no queríamos abordar este tema porque se nos hacía enorme. Lo del gemido puede querer decir que no os olvidéis de mí, estoy en el agua, dentro de esta inmensidad. Igual no sé nadar. También están las corrientes o la resistencia. La Cadena refiere a la boya, los eslabones son los cuerpos que se encadenan para resistir. Cuando hay un cuerpo al agua tiras la cadena, la cuerda, para ayudar a ese cuerpo flotante. Pensamos en los colores para remitirnos más a una cuestión deportiva, pero los nombres que llevan recuerdan a embarcaciones… La tradición oral de los cantos ibicencos los hemos trabajado en la pieza sonora y para las dos performances, pero las voces del éxodo no he podido ni imaginarlas por el horror.

Hay una pieza cantada en la sala relacionada con poblaciones que están cerca del mediterráneo. Con el músico Aleix Clavera investigamos sobre músicas que podrían estar dentro e hicimos algo así como una performance en el estudio, grabando de una sola vez mi canto. Al final tomo antiguos cantos ibicencos, parecidos al yodeling, de glotis, como de tragar, de cerrar y abrir, en el que cuentan experiencias que les pasan en su vida en la isla rodeada de mar. Yo empiezo a practicarlo y lo incorporo a un texto sobre el mundo de las piscinas, la natación, de lo animal dentro del agua, de la incapacidad de hacer ciertas cosas dentro de ella, sobre las cavidades en la ciudad… Aleix también me habla de otras tradiciones y cantos de marineros que llevan a tierra, se cantan en puerto, a la orilla, en tierra seca. Yo me lo apropio todo a mi manera de forma honesta, respetuosa y particular. Pero mi proyecto es de piscina, no de mar. 

¿Cuál es la relación de Crol con Montjuïc y Barcelona?

Las piscinas de Montjuïc han quedado después de un evento tan heavy para Barcelona como fueron las Olimpiadas del 92, con todos sus cambios económico y sociales. En invierno son casi un vestigio, como un documento de lo que fue. Aunque siempre están activas, respirando, los motores no se paran. Allí va a entrenar equipos de waterpolo, se hacen spots publicitarios, vidoclips, hay gaviotas, gente que se cuela por las noches… Y para mí allí también está la historia de la Barcelona que viví de niña. 

Las piscinas están a pocos metros del Espai 13, dos surcos en la montaña casi a la misma altura. Luego está toda esta relación con una montaña que de al mar, que a su vez está llena de fuentes y de circuitos de agua, que suenan, como las piscinas, que son un circuito cerrado. Montjuïc no es para nada una montaña seca. En un principio queríamos poner el agua dentro de la sala, pero las piscinas están al lado y así la exposicion se desdobla. Hemos pensado el proyecto doble, pensado para que funcione en las dos instalaciones. 

De momento no hemos atendido tanto a la relación de Montjuïc con el mar, como hace Marc Vives, ahora también con las piscinas de la Barceloneta. Ha sido muy fuerte porque yo desconocía el proyecto de Marc en su totalidad hasta que el otro día fui a ver Vengo cada día por si acaso. Igual es porque no tenía Instagram hasta hace poco, y me he perdido el trabajo de un compañero muy apreciado. No sabía su historia con la natación y el canto… Teníamos que haber hablado antes. Estamos muy cerca. Hablaremos ahora.

Quiero entender Crol como un inicio muy trabajado, pero con el que en realidad empiezo algo. Quiero que vaya de gira. Construir otros cuerpos con otras materialidades. Quiero seguir.

Crol (mojado) de Laia Estruch, Piscinas Municipales de Montjuïc, 2019. Imagen: Anna Fàbrega.

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