Qué pasa cuando no pasa nada

El año pasado la Sala Inestable nos pidió a Sandra Gómez y a mí que organizáramos un taller para los residentes 2015. Se nos pedía que tratáramos de dar referencias “europeas” a todas aquellas compañías que iban a trabajar en la sala durante el año. Las compañías eran muy diferentes entre sí con líneas de trabajos muy heterogéneas. El proyecto Inestable está realizando una serie de actividades en los últimos años con el foco puesto en Europa. Se nos hacía muy complicado cumplir las expectativas de los artistas porque nuestras referencias “europeas” en cuanto a compañías y artistas no eran seguramente las que ellos elegirían. Además, ¿cómo construir un corpus de referencias europeas con cierto sentido? La tarea era imposible de cumplir así que finalmente decidimos hacer un proyecto diferente y que se llamó Europa en un Altar.

Europa en un Altar era un grupo abierto de trabajo. Durante los meses de enero a julio de 2015 este grupo estuvo planteando un espacio de juego, intercambio, análisis y experimentación en torno a la pregunta ¿qué es  cultura? A partir de esta pregunta surgían una serie de acciones como un programa de radio, un ciclo de cine, una comida, una sesión dance, pasar la noche en la sala de teatro, etc. Estas acciones estaban abiertas a la participación de todo el público. Además, durante ese tiempo, en el hall del teatro, se estuvo trabajando en la construcción de un altar que aglutinaba materiales, enfoques y respuestas aportadas por el grupo. Abrimos un grupo en Facebook donde circulaban los textos y otro tipo de referencias.

Nuestra intención desde el primer momento con este proyecto fue ocupar una sala de teatro realizando actividades que no eran representaciones propiamente dichas, para así expandir los límites de aquello que entendemos por teatro desde la propia arquitectura del lugar.

Una de las actividades que organizamos consistió en un programa de radio con los invitados: Mijo Miquel, Marivi Espinos, Maribel Bayona, Xavi Puchades y Ximo Flores.

Otra de las actividades que nos colocó en un lugar muy diferente con respecto al edificio fue pasar allí la noche. Quedamos un grupo de gente para cenar, dormir y desayunar en el escenario. Esta experiencia nos puso en un lugar que nos interesó mucho, nos pudimos tomar el tiempo para hablar de “nuestras cosas”, compartir nuestra comida y dormir juntos. De algún modo vivimos una experiencia intensa, fuera de lo ordinario y que en el fondo es lo que tratamos de hacer cuando hacemos teatro.

Una vez acabado el proyecto pensamos que teníamos que repetir la experiencia y rescatar la idea de dormir juntos en un espacio cultural. Por esas fechas en Valencia empezaban a cambiar muchas cosas: elecciones, nuevos políticos, nuevos partidos, nuevos gestores dirigiendo diferentes instituciones, movimientos vecinales reivindicando equipamientos municipales, asociaciones profesionales proponiendo nuevas reglas que redistribuyeran de otra forma los recursos culturales, etc. Durante años en Valencia no habíamos tenido acceso a las instituciones y pensamos que proponer la acción de dormir en un museo – decidimos que el primero sería el IVAM, por todo lo que significaba – era lo que tocaba en ese momento. Así surgió QUE PASA CUANDO NO PASA NADA. La idea era ocupar el museo en el horario de cierre. Desde que se cerraba hasta que abría sus puertas al público. Habitar la cara b.  Escribimos este texto para presentarla.

A principios del siglo XIX, en plena expansión de la industria telar en Inglaterra surgió un movimiento encabezado por artesanos llamado Ludismo. Este grupo de trabajadores se rebelaba contra las nuevas máquinas, telares mecanizados que bajaban los precios de los productos y dejaban sin trabajo a numerosos obreros especializados. Su objetivo era destruir mediante acciones violentas las máquinas de las fábricas. Este movimiento se extendió a otras industrias similares y también al campo con el ataque a las máquinas trilladoras que recogían el trigo de manera mucho más eficiente dejando sin trabajo a muchos campesinos.  Había, por lo tanto,  que destruir la máquina ya que ésta arrebataba a la clase obrera la capacidad de producir. Una producción que quedaba en manos de un cuerpo sin alma y había que aniquilar ese cuerpo mediante la violencia.

El museo puede entenderse como una máquina de representación y producción de sentido.  Esta máquina remite a aquellos artefactos que en la época griega se encargaban del artificio en el teatro. Máquinas que hacían volar a los actores, que reproducían el sonido de los relámpagos y hacían aparecer el infierno en la escena. Como la chistera del  mago, los artilugios y mecanismos que provocan la ilusión y la fantasía constituyen esa máquina. La muestra u ocultación o la propia destrucción de esa máquina ha sido la base de los grandes movimientos renovadores, no solo artísticos sino también políticos del siglo XX y lo que llevamos del XXI.

En la crisis de la industria de los ochenta en España los trabajadores se encerraban en las fabricas para reivindicar sus puestos de trabajo. La fábrica se convertía en un espacio de vida,  muy diferente al día a día laboral. La convivencia reforzaba los lazos sociales y aparecía un mundo de posibilidades. 

Permanecer en un mismo sitio es ya un acto de subversión per se. Ningún estado, ninguna autoridad, ningún poder permite este tipo de acciones: la inacción. La represión se fundamenta en obligar a la masa social a desplazarse, desalojar(se),  y a estirarse para que la fuerza se distribuya hasta su propia neutralización,  básicamente esto es lo que sucede en las manifestaciones, desfiles y marchas. 

Para este proyecto queremos pasar una noche en el museo. Dormir, hablar, comer, bailar. Habitar un  estado de semi-ficción, de divagación mental, de bricolaje imaginario.  Esto es una invitación a detenerse, acampar, pararse, tumbarse y ocupar un lugar en el espacio simbólico del museo. Habitar por unas horas la máquina, parar por una noche el mecanismo y dormir en su engranaje.

LA PRIMERA VEZ QUE DORMIMOS JUNTOS

Como ya hemos dicho fue en el IVAM y la experiencia fue muy sencilla. Llegamos unas cuarenta personas a las ocho de la tarde, entramos con nuestras mochilas, nos distribuimos por el hall de entrada (el acuerdo con el museo era que sólo podíamos estar en el hall ya que ocupar cualquier sala con obra suponía un gasto en seguridad que la institución no podía asumir).

Durmiendo en el IVAM

El principal problema que nos planteamos era cómo proponer sin proponer. Hacer que lo que pase ya sea. Pensábamos que era necesario hacer algo que nos reuniera. El hecho de compartir la cena ya hacía que eso pasara, pero además propusimos una relajación para conciliar el sueño juntos. Nos inventamos una exposición que se llamaba Gravedad 0 donde los asistentes experimentaban la ausencia de gravedad al entrar en una de las salas del museo. La sorpresa fue que a mitad de relajación ya estaba casi todo el mundo durmiendo.

LA SEGUNDA VEZ

Durmiendo en el MARCO de Vigo

Meses después nos llama por teléfono Roberto Taboada del Festival ALT de Vigo y nos propone dormir juntos. La idea era hacerlo en el Museo MARCO de Vigo durante el festival.  Al cerrar el museo llegaron cincuenta personas con mochilas y todo lo necesario para pasar la noche y subimos a una de las salas del primer piso. Lo curioso es que la mayoría de la gente que vino eran chavales jóvenes que tenían poca o ninguna relación con el festival y con las artes escénicas. Cenamos sobre un gran mantel de diez metros de largo que compré en la ciudad. Había al menos diez versiones diferentes de empanada gallega. Durante la noche estuvimos hablando de cosas muy personales, de nuestras frustraciones, de nuestros deseos, de la receta del arroz con leche, de las oportunidades perdidas. Llegamos a un grado de intimidad muy fuerte. Imagino que  el hecho de no conocer de nada a la gente, de tener que dormir juntos, de estar encerrados en ese espacio hacía que eso fuera posible.

Sobre las tres y media de la mañana y para hacer que la gente se fuera a dormir leímos varios fragmentos de la novela Un hombre que duerme de G. Perec. La novela es una narración de un joven estudiante de sociología que una mañana decide no ir a la Universidad, no acabar la carrera, abandonarlo todo, los amigos, los proyectos, la vida social y dejarse llevar, dormir y vagar por la ciudad sin objetivo concreto. La guinda final la puso Roberto. Días antes contactó con una amiga suya chelista para que se quedara a dormir y sobre las ocho de la mañana nos despertó tocando varias piezas de música clásica.

Es extraño presentar esta propuesta como un proyecto personal porque se ha ido haciendo tan sigilosamente que uno tiene la sensación de que no le pertenece, que es como una planta que simplemente has ido regando de vez en cuando y dándole los cuidados necesarios a partir de las sugerencias y los consejos de los amigos y los participantes. Y de pronto te das cuenta que esa planta tiene un tronco firme, hojas verdes y flores, muchas flores.

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Una Respuesta a Qué pasa cuando no pasa nada

  1. bea dijo:

    …me alegro de que las experiencias se contagien y sigan abriendo y provocando nuevos encuentros, es muy bueno conseguir de la manera que sea que el encuentro suceda de verdad.
    Por aqui intentando imaginar otras maneras para seguir contactando con realidades invisibles…..
    un besazo tia!!

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