Extraños mares arden

Cartel de Pacífico #3. Extraños mares arden.

De camino a Madrid, cerca de los Monegros, escuchamos el grupo Quilapayún, suenan las letras de Pablo Neruda, donde narra la matanza de Iquique. En una escuela, encerrados, trabajadores mineros de las salitreras de la Pampa son aniquilados. Mi padre me dice que hasta hoy (aquí, en este coche) siempre había llorado con este disco. Hoy, aquí, en este coche, en cambio, le parece que la calidad artística de este grupo no es buena.

“Yo siempre he creado desde la rabia, pero mi deber es hablar de amor”.

En Pacífico #3. Extraños Mares Arden, el último trabajo de Txalo Toloza, junto a Laida Azkona, recién estrenado en el TNT, estas palabras del poeta chileno Raúl Zurita se hacen obra.

“Lo que procuro transmitir es que no iremos a ninguna parte en nuestro estudio de la agresión si en nuestra mente la tenemos inextricablemente ligada a los celos, la envidia, la ira ante la frustración, la operación de los instintos que denominamos sádicos. Más básico es el concepto de la agresión como parte de un ejercicio capaz de llevar al descubrimiento de los objetos externos”  (Winnicot, 1970)

(Capaz de llevar al descubrimiento del amor)

La primera vez que fui al museo Guggenheim de Bilbao yo tenía 14 años. Visitar el museo se convirtió en cita obligatoria para todos los alumnos y alumnas de las escuelas vascas. Nadie nunca nos explicó quién era el tal Guggenheim, ni cuál era el sustento económico de un proyecto como aquel. Para eso, he tenido que esperar veinte años. Fuera ya del entramado educativo (público). Me he sentado en una butaca de la Sala María Plans (Terrassa) y la Historia cual rizoma (mía, tuya, de ellos, de aquella, entonces, aquí, allí, siempre) ha inundado mis sentidos, mis memorias, mis odios (Y ahora, ya sé, ya sé un poco más. Ahora, ya comprendo, ya comprendo un poco más. Ahora, ya odio, ya odio un poco más. Ahora tolero más la belleza).

En mi cuaderno encuentro: Arte de acción/ Desierto/ Plástica/ Capitalismo/ Recuperar el Folk/ que le baile a la virgen/ Ritmo/ Dios de los mineros aborígenes/ Historia/ Chuquicamata/ ¿Simbolismo de la máscara?/ Dummies/ Recuperar a la Diosa/ Atacama/ Art-Attack/ voy a hablar de que mi familia se ama/ el cuadro / La contemplación de un cuadro/ Salitre/ Profundidad, lejos/ Paisaje/ pese a todo, esto sigue siendo bello/ Minotauro hecho mujer/ diablada.

Lo primero que me hizo temblar fue el sonido de un órgano. Todo se veía negro. Pero de invisible no había nada, porque todo temblaba. Con la luz, se me apareció una instalación, de focos, pies de micros, calavera swarosky. Creo que fue entonces cuando el texto se empezó a proyectar. Justo, cuando Txalo pasaba la mopa por el escenario. En ese momento en el que Laida y Txalo se miraron. Cuando emergía el placer en sus caras por el mirar, yo, ya, me quedé con ellos. Esos ojos eran el atenuante que calmaba mi opresión y mi conmoción, a medida que los textos, y con ello la historia de Atacama, sus gentes y sus no tan gentes, avanzaba.

Ver telas que se despliegan, como sábanas que se despliegan, siempre en dependencia, me atrapa. No es lo mismo desplegar y colocar una sábana solo o hacerlo con alguien, el dos aquí me parece maravilloso. La superposición de los tiempos, en esa sencilla práctica de desplegar una sábana y dejarla posar. Algo se para, y se le da espacio a lo bello, a la suspensión. Ceder el tiempo, ceder un poco de tu tiempo, para que lo absurdamente bello sea, aligera el vivir.

Foto: Voltar i Voltar. Click en la imagen para leer lo que ellos han escrito sobre Pacífico #3.

Laida nos mira, tiene una máscara de cuernos enormes y cara de dragón entre sus manos. Se la coloca con lentitud. Su cuerpo está contenido, compacto. Las manos suben despacio, la máscara parece pesada. Sus piernas están abiertas a la segunda, en paralelo. Coloca los brazos, en los costados de su torso. Sus manos parecen tocar, no están posadas, están tocando. A cuatro patas, con las rodillas elevadas del suelo, la máscara nos mira. Se desplaza en la horizontal, a veces apoya una rodilla, es cuestión de señalar, la esfinge, camaleón al sol, león, el animal y la quietud. Entre la contemplación y la amenaza. Entre el reposo y el ataque. Sus piernas se abren, súbitamente, aparece su sexo, es mujer, se cierran, súbitamente, el sexo desaparece, es un animal. Sus brazos se elevan, las palmas de las manos miran hacia el cielo, los codos se doblan. Parece egipcia, pero es un Minotauro hecho mujer, diosa de los mineros aborígenes. Que, en las llanuras de Atacama, deja reposar su cuerpo, lo posa. Lo posa para nosotros, para nosotras, las que la contemplamos desde estas butacas. Mientras nos mira, nos deja mirarla. (Nunca llegaremos a tocarla)

Verás un mar de piedras
Verás margaritas en el mar
Verás un dios de hambre
Verás figuras como flores
Verás un desierto
Verás tu odio
Verás un país de sed
Verás acantilados de agua
Verás nombres en fuga
Verás la sed
Verás amores en fuga
Verás el poco amor
Verás flores como piedras
Verás sus ojos en fuga
Verás cumbres
Verás lagartijas en las cumbres
Verás un día blanco
Verás que se va
Verás no ver
Y llorarás

(Diálogo de Chile, Raúl Zurita)

 

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