Esta pieza se baila por eso

Hace un par de fines de semana se presentaba en Mercat de les Flors, en la Sala Pina Bausch, la pieza Desbordes de Amarante Velarde, ya estrenada en el Festival Grec el pasado mes de junio.

Estaba dentro del Pack Escena Híbrida, de esto me enteré porque había descuento si decidías ir a ver más de una pieza que formase parte de esa categoría.

Quise ir a ver dos y me salió más barato.

Cuando llegamos a nuestras butacas estaban en escena Amaranta, Guillem y Cristóbal, pero yo no me di cuenta hasta que se apagó la luz de patio y se encendió la luz que nos acompañaría durante una hora y cuarto más o menos.

Y cuando todo comenzó tampoco reconocí a Amaranta, a Guillem y a Cristóbal, sabía que estaban ahí pero lo que proponían me permitía distanciarme de ellos ya que habitaban otros estares.

Esos estares se tomaban su tiempo para hacer sus cosas, mirar una flor, respirarla, suspirar, caminar con pasitos cortos recorriendo una diagonal… Inauguraban una serie de acciones que tendrían lugar durante un rato sin una lógica aparente. Inauguraban un estado mental, un estado visual, un estado corporal, y otro y otro y otro…

Y digo inauguraban porque abrían con cada gesto un caminito en el que se quedaban un buen rato, un caminito que les permitía explorar, les permitía estirar el momento y la acción, sacar hasta la voz y a nosotras espectadoras nos permitía diluir las expectativas, desdibujar el final de cada gesto, olvidarnos de nuestras premoniciones, desparramarnos con ellas.

Durante los días siguientes pensé en la palabra desbordes, pensaba en los bordes y en cómo se rebasan y entonces derivó mi pensamiento hacia la idea de border, como mi gran amigo juarense Roberto Cárdenas llama a su ciudad fronteriza.

Roberto dice que el border es el lugar donde pasan las cosas más interesantes. Es difícil habitarlo pero te engancha, es difícil sostenerse pero es fascinante tambalearse ahí. Un border no es el final de algo, o el principio de otro algo, es justo el lugar que se atraviesa, y ahí, todo se derrite y se mezcla, las normas, el lenguaje, la cultura.

El border avisa de que es parte de algo y sugiere más posibilidades de las que se había sospechado que podía ser ese algo.

Y durante esos días continuó la deriva dirigiendo mi pensamiento hacia la palabra periferia.

Hace un tiempo llevo definiendo cierto tipo de prácticas que componen el panorama de las artes vivas como periféricas. A mí a veces me funciona nombrarlas así, pero está sobrevolando esa idea de que en la periferia pueden suceder las cosas más interesantes, (de nuevo esta frase) cosas que en el centro no, y empiezo a pensar que es quizás ese un romanticismo del que no me apetece formar parte, la periferia siempre será y es jodida, la periferia de verdad.

Nombrar a algo periferia es condenarlo a aplazarlo, a confirmar que te harás cargo de ello con la energía que sobre.
Nos nombramos periferia y se lo dejamos todo hecho.

Si todas fuésemos periferia, esta dejaría de serlo y sería entonces desborde, y sería todo mucho más bonito.

Y aquí me quedo atascada varios días, la deriva se convierte en una caminada circular que vuelve y vuelve sobre estas ideas, a veces aparece la idea de lo híbrido, pero no mucho.

A veces sufro un ímpetu que me lleva a desarrollar esta idea delicada de la periferia y el border, y empiezo a escribir cosas como sin sentido como que supongo que a mi amigo Roberto le creo cuando dice cómo es el border porque ha crecido y vive allí, y supongo que cuando utilizamos la palabra periferia me hace ruido porque detecto rápidamente la falta de implicación y conocimiento de ello, y es por eso que la exotizamos y utilizamos como metáfora.
Y entonces empiezo a ponerme como mal, como a enfadarme y entonces intento retomar la dirección en la que inició el viaje mental y en ese momento intento aterrizar en el trabajo de Amaranta de nuevo.

Y aparece esa palabra Desbordes, que es el título.
Y me quedo mucho más tranquila.

En la descripción de la pieza se nombra la cultura Camp, y el New Romantic, como principales referentes.

La cultura Camp fue descrita por Susan Sontag hace unos años, en un artículo precioso que lo puedes encontrar aquí:

https://docs.google.com/file/d/0B6F7Eoeev69vYV9acnY4WWFGa1U/edit?resourcekey=0-ekT-fAG08j5BcURTK5AQAA

Quizás ha elegido esta estética por eso, porque le gusta y le permite desbordarse, con todo el buen gusto y delicadeza que Amaranta propone, piensa y se mueve.

Quizás esta pieza se baila por eso, porque el desborde que permite la danza es infinito.

Un montón de diamantes desparramados, plumas de todos los colores, paraguas, tacones, puntas, un manto negro, un antifaz, la puerta abierta, de repente luz de sala, de repente un aura tremendo, pinzas de colores, brazos, ojos, piernas.

Recuerdo la pieza ahora y todo es una composición en la que aparecen y aparecen elementos, cosas, trozos de cosas, algunas risas, todo en su sitio y todo en mil sitios, el suelo repleto, desparramado y en una composición en la que se está como en casa. Al menos como en la mía.

Y no hago referencia a un desorden, sino a cómo convive todo lo que a priori parece una contradicción entre sí. Completándose en esa juntura inesperada.

Brotan sobre el linóleo imágenes que se hacen y deshacen con la aparición de objetos que invitan a navegar a los cuerpos sobre ellas y no tanto al revés.

Esos cuerpos que se mantienen en el hacer, se desaparecen ensimismados, y disfrutan del paisaje que se está provocando. Se recrean en las formas de sus manos, en la temporalidad diversa. Se convierten en cosa con muchas cosas encima. Como unas puntas de color bronce colocadas en los pies que les hacen sostenerse sobre ellas y desplazarse de esa manera entre ingrávida y martilleante durante un buen rato.

Y aunque son casi todas las frases de ese texto de Susan Sontag acerca de su pasión por lo Camp con las que puedes conectar este trabajo, hay una que especialmente apela a ese momento en el que, mientras miraba todo aquello, me embargó un coletazo de fascinación al entender que esas presencias estaban trabajadas y habitadas de una manera tan precisa.

Y así es como voy entendiendo lo Camp, o la danza Camp, o el lenguaje deseado, desplegado y logrado de Amaranta Velarde en este trabajo.

Este texto que escribo se resiste a darse por terminado, siento que al rozarse con el texto de Sontag inaugura brechas por las que me gustaría colarme y dar rienda suelta a la deriva de nuevo. Siento como si tuviera la capacidad de quedarse suspendido en el tiempo o que podría no tener fin. Como los objetos y las acciones de Desbordes. Que podrían seguir desplegándose ahí en la sala de Pina Bausch, que podrían no encontrar un final, que subidas en la danza podrían seguir apareciendo universos aunque la función haya terminado hace casi dos semanas.

Lara Brown

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