Norberto Llopis, quien opera

Norberto Llopis es de los pocos coreógrafos en la escena española que ha desarrollado un trabajo de movimiento que se escapa por un lado a la creación de un lenguaje aparentemente deconstruido que estaría en búsqueda de una pulcritud formal estilizante, y por otro, a la creación a partir de lo que últimamente llamamos movimiento somático, que pondría su acento en el encuentro con una verdad original del cuerpo y su expresión.

Tiene que ver, por algunas razones que desarrollamos abajo, con que no hay una búsqueda de un lenguaje, no hay una búsqueda de una autenticidad, de un yo, sea este originario o formal, y no hay sobre todas las cosas, creación. Esta renuncia a la creación, se convierte en Norberto en una apuesta por la producción, en un devenir a través de la puesta en funcionamiento, tal y como él las nombra, de operaciones.

El tipo de trabajo que Norberto viene realizando, se escapa también de lo que en algún momento se ha querido llamar como conceptual, a pesar de las asociaciones que se podrían hacer desde una perspectiva demasiado formateada de las artes, pues encontramos en él, una huida persistente (no sólo como decisión, sino también como devenir), de plasmar con cierta claridad lo que se pone en juego en la obra, y además existe una apuesta decidida por lo material, desde el cuerpo y el movimiento, los objetos, o hasta el lenguaje.

Se intenta tentar, en lo que sigue, lo que no se quiere definir en el trabajo de Norberto a partir de las creaciones que ha ido desarrollando en los últimos años (3 piezas y una conferencia), y que hemos podido disfrutar en Valencia este último año.

Dibujo de Carlos Maiques

El lienzo en blanco, el papel en blanco, el Word en blanco. Ya no escribimos sobre piedra, ni sobre piel, ni sobre papiro, aunque a veces se haga, aunque se pueda. El lugar de inscripción es el color blanco. No hay nada de inocencia, ni de carencia de sentido, ni por supuesto de natural en el blanco como lugar de inscripción.  

La naturalización del lugar de inscripción blanco excede el régimen de la razón. La razón, en gran medida, elude su compromiso con el blanco, se hace trampas a sí misma pretendiéndose autónoma del orden simbólico que el blanco establece, o simplemente desconoce que está comprometida con el blanco.
Que el blanco se establezca como lugar de inscripción estándar predetermina la escritura, el trazo, el color y con todos ellos el lenguaje, el campo de sentido. El significante determina el significado, pero este significante ya está determinado por el significado que el significante blanco oculta a la razón.
De igual manera, el cubo blanco del museo o la caja negra del teatro son lugares de inscripción que vienen connotados por un sinfín de sentidos previos, construidos sobre todo durante la más reciente edad moderna pero que asimilan también una visión histórica sobre el arte, sobre la creación artística, sobre la literatura, sobre la forma de contar, sobre el relato, desde, evidentemente, un prisma esencialmente occidental. Y si acaso, el sentido más inmediato que ejerce la razón sobre el relato, sobre la construcción que la espectadora realiza, a partir del papel en blanco, el cubo blanco del museo o la caja negra del teatro, es la pretensión de vacío.

El trabajo que Norberto Llopis viene realizando desde hace casi veinte años no vendría a señalar esta pretensión de vacío en el lugar de inscripción que la razón naturaliza, sino a jugar con el señalamiento mismo, desplazando el dedo que señala más allá de su función racional crítica, para explorar, en su devenir propio, un campo semántico inesperado, irreconocible, nunca autónomo. La apuesta no podría ser aquí la de autonomía, la de descubrir, la de descubrirnos un campo nuevo puesto que se incurriría en un proyecto colonizador, un proyecto donde el héroe, el trazo, determinara un destino, un fin, es decir, donde se establecieran las condiciones para un nuevo papel en blanco.

Si se pasa aquí a hablar del héroe, además de la caja negra, del cubo blanco, del papel en blanco, es porque la caja negra, el cubo blanco, el papel en blanco, han colonizado el relato, el desarrollo del trazo, su devenir semántico a través del agente principal, y también a través de  los diversos juegos de estructura narrativa asimilados, empacados, o supuestamente desestructurados: el héroe y el antihéroe, la linealidad temporal y la ruptura temporal, la univocidad del discurso o la acumulación de discursos, etc. 

Es en los límites que los binomios generan que radica el desarrollo del trabajo de Norberto, pero no en un lugar intermedio entre ellos, no en un nuevo centro sino a partir de los márgenes: es en la omisión que la supuesta inocencia de vacío o que la supuesta inocencia del trazo preestablecen. Trabajar en ese lugar, haciéndolo evidente pero no nombrándolo – lo que lo haría inteligible y por tanto dejaría de ser un espacio omitido –, es lo que hace del trabajo de Norberto complejo, a veces proclive a ser comprendido como un trampantojo, como un juego conceptual, como un guiño continuo. Las operaciones que pone en funcionamiento Norberto en su trabajo, no son mecanismos para la revelación de realidades de las que no somos conscientes normalmente a la hora de asistir a una creación, sino para el desarrollo, el devenir, de realidades improbables. Hay aquí por tanto una propuesta y no tanto una crítica, aunque ésta pueda subyacer. Hay una producción que se realiza en el espacio que se omite de lo que suponemos que queda entre un punto y otro, en el espacio que se omite de lo que suponemos que queda entre el trazo y el papel en blanco.

La doble sesión

Estrenada en Espacio Inestable en enero de 2022, pasó también este año pasado por los festivales Domingo, en Madrid y TNT, en Terrassa.

Foto: Nelson Linaza

Concepto y dirección: Norberto Llopis Segarra. Asistencia dramatúrgica: Sofía Asencio. Iluminación: Carlos Molina Llorens. Vestuario y asistencia estética: Jorge Dutor. 

El elemento sobre el que se opera en La doble sesión es primordialmente el tiempo. Las operaciones que se desarrollan se establecen a través del uso del lenguaje, sus supuestas indicaciones semánticas, la repetición y la alteración en la repetición, con las consecuentes alteraciones en las indicaciones semánticas. Una pieza, La doble sesión, que se hace dos días seguidos: la primera sesión, Mañana, la segunda, Ayer. En este juego entre lo que pudo haber sucedido Mañana (ayer), si hemos asistido el segundo día, y lo que puede que suceda Ayer (mañana), si hemos asistido el primer día, no encontramos el presente. El presente, esa entelequia que ha sido la quimera de la escena contemporánea, se presenta aquí como un imposible, como un esfuerzo inútil, en tanto en cuanto se vislumbra su omisión, lo que oculta el presente.

Con los juegos de palabras, con el humor que puede provocar, nos podemos confundir: podríamos entender que se trata de lo absurdo del tiempo, de lo absurdo del lenguaje, y más preocupante aún, de esa idea lapidaria sobre la relatividad del tiempo, del lenguaje, de todo, que anula la posibilidad de acción y que establece una visión cínica del mundo. Pero en la insistencia en el dispositivo de la repetición y la diferencia que ésta desprende en el transcurso de una a otra, late un territorio que podemos percibir sin reducir nuestra percepción al absurdo o a la posible visión cínica del tiempo. Es el territorio de la latencia lo que pervive. 

Como el lenguaje conlleva una accesibilidad inmediata, pues lo reconocemos como propio sean cuales sean nuestros antecedentes, es imprescindible en un primer momento la aliteración de binomios que en el transcurso de uno de sus opuestos al otro, marque una diferencia que pueda escapar al entre, al concepto intermedio, a la idea de presente, eludiendo siempre cerrar cualquier clasificación que relajara nuestra percepción y eludiendo también cerrarse en el chiste, en el gag. Es en esta indefinición que Norberto puede producir un tiempo otro que nunca estaría determinado, que no podría ser el otro, aunque fuera hacia él indefinidamente.  

Máquinas

Estrenada en Sala Círculo (Valencia) el pasado diciembre.

Foto: Nuro Visuales

Coreografía y dirección: Norberto Llopis Segarra. Interpretación y colaboración artística: Paula Pachón, Javier J. Hedrosa y Norberto Llopis Segarra. Diseño de máquinas: Samuel H. Ramírez. Primeros prototipos de autómatas: Jorge Nieto. Asistencia dramatúrgica: Tomas Aragay y Sofía Asencio (Societat Doctor Alonso). Iluminación: Carlos Molina Llorens.

Aquí, Norberto, opera primordialmente sobre el desarrollo del movimiento. Hay en la pieza más máquinas que las máquinas a partir de las que trabaja en el movimiento, pero es la operación en el movimiento la que produce el territorio a las que las otras máquinas, producidas por Samuel H. Ramírez, responden. 

El concepto, tomado prestado de Deleuze y Guattari, que es motor operativo para la producción de movimiento, es el de máquina de deseo. Se entiende pues al deseo como productor de realidad, productor en este caso de movimiento, pero extraído de éste la posible pretensión de su propia satisfacción, extraído el objeto de deseo. Se extrae del relato, del trazo, del desarrollo del movimiento, el destino del héroe, el propósito de la acción. Queda pues la acción suspendida en el tiempo y el espacio sin más propósito que el de producir, sin caer en el producto, sin la revelación de un objeto de deseo que establezca un cosmos, poniendo de manifiesto otra vez aquí lo que oculta el trazo, y también, con la inclusión del papel kraft marrón que cubre el suelo y la interacción con éste, lo que oculta el lugar de inscripción.

En la elusión del establecimiento de un trazo reconocible en el movimiento, en la elusión del establecimiento de un lenguaje, las máquinas de deseo operan produciendo movimiento, expresión, sonido, que se relacionarán desde el cuerpo con los otros cuerpos, con las otras máquinas construidas, con el espacio, con el tiempo, en el lugar del límite de sus campos de acción. La acción no sucede pues ni por acumulación, ni por solapamiento, ni por contraste, entre todos los elementos puestos en juego, aunque sucedan acumulaciones, solapamientos, contrastes. Las actantes no manipulan los objetos o el transcurso de la acción. Aunque nuestros ojos quieran leer paralelismos, o símiles, entre los cuerpos de las performers y las máquinas mecánicas, aunque la perversión de nuestra lectura nos empuje a la relación de ideas, de entes, de personas, buscando significados, la realidad que produce la acción y las cosas involucradas, hace a los cuerpos, a las cosas, al espacio, al tiempo, indiscernibles, pues se mantiene siempre en el territorio de los márgenes.  

La sensación de que Máquinas bien podría haber durado 3 horas o 20, la sensación de que la estructura con la que se ha jugado hubiera podido ser intercambiable, la sensación de que una persona u otra de entre las performers bien podría ser la misma (una misma monstruosa), o el papel kraft del suelo, o el mecanismo maquínico que opera al parecer de forma autónoma, vienen a constatar que las operaciones que pone en marcha Norberto apuestan por la multiplicidad, como suma no de singularidades, de sentidos, sino como la potencia siempre abierta de los distintos significantes que en sus límites de enunciación no alcanzarían nunca un solo significado.   

No-Hueco

Estrenada en Espacio Inestable (Valencia) en abril de 2021, volvió a representarse el pasado noviembre en La Mutant, espai d’arts vives (Valencia).

Concepto y dirección: Norberto Llopis Segarra. Interpretación y colaboración creativa: Santiago Ribelles, Inka Romaní Escrivá, Norberto Llopis Segarra.

Foto: Nelson Linaza

No-Hueco, anterior a las anteriores, prevé en ella lo que se desarrolla en La doble sesión y en Máquinas. Por un lado, pone en funcionamiento los mecanismos del lenguaje que se matizarán en La doble sesión, aquí sólo escritos en grandes papeles expuestos al público por las performers cada vez que entran en escena, y por otro, activa las máquinas de deseo en el movimiento que usan las performers en Máquinas, aquí casi sólo al final de la pieza.

El juego primordial se realiza sin embargo en el espacio y con los objetos, como un deslizamiento continuo de superficies, ocupándose en el cúmulo de acciones comunes, banales, intranscendentales, que aunque manifiestan los engaños de la percepción que puede experimentar la espectadora, en su reiteración, transforman la escena sin ningún objetivo acorde a un relato que cumpliría su misión de identificación con la espectadora, que le haría a ésta comprender algo, el algo.

En este cúmulo de trayectos, portes y acciones innecesarias e infructuosas, podemos  pensar que la vinculación de Norberto con las vanguardias artísticas le compromete a lo que aquellas apuntaban, pero como decíamos antes, no señala con el dedo, ni hace actuar el dedo que revela la verdad, sino que genera el mecanismo, la operación por la cual el dedo se mueva, actúe, desprendido del yo, desprendido de una autorrealización o del cumplimiento de su fatalidad, de su destino.

Norberto pone en jaque el esto ya se ha visto, con el que el mundo del arte promueve la supuesta vorágine de lo original, o con el que el mundo de la escena desconfía de la novedad, para centrarse, sin ninguna pretensión de demostrar nada, en operar con los elementos que en las vanguardias cambiaron la idea de percepción, para producir. 

Si bien pareciera que el uso del texto y del movimiento apuntalan lo formal de la pieza, por un lado con el primero como creador de estructura y el segundo como síntesis y cierre de ésta (que en parte lo hacen rítmicamente), la operación primordial que realizan es la de yuxtaponerse como límites de entendimiento que rozan los límites reiterados de las acciones banales que se van sucediendo. Unos límites de entendimiento (los del uso del texto y el movimiento), que por frotación con los límites de la sucesión de acciones, de trayectos, de portes, evitan, de un lado, que entendamos una transformación completada, transcendental del espacio, como montaje y desmontaje, al aplicar al movimiento la activación de máquinas de deseo, como decíamos antes, carentes de objeto, de fin; y evitan, por otro lado, las asignaciones unívocas de sentido, al desplazar, con las repeticiones y la comicidad, las relaciones de sentido que inevitablemente realizamos cuando entra en juego el lenguaje.

No hay acto creativo

Conferencia performativa de Norberto Llopis en el marco del proyecto Motors de Creació, de la Associació de Professionals de Dansa de la Comunitat Valenciana en el IVAM.

Foto: Miguel Lorenzo

Aunque haya distintos lugares de inscripción aquí, como el suelo donde se despliegan papeles, dibujos, imágenes; como los propios papeles usados;  como las imágenes, las letras, los dibujos colocados en superposición, en capas, en pliegues sobre lo desplegado; como el uso del lenguaje: repeticiones de frases sobre poemas, sobre letras, sobre explicaciones del proceso para realizar la propia conferencia, sobre explicaciones del conjunto del trabajo de Norberto, el lugar de inscripción sobre el que se escribe sería aquí el propio discurso. Y en tanto que el discurso se construye a través de la herramienta de la razón, sería la razón misma, no el discernimiento que la razón nos proporciona, sino el territorio ya construido, ya supuesto como inocente, de la razón, donde se iría escribiendo la conferencia.

El binomio empleado, sobre el que oscila el imposible discernimiento de la razón en este despliegue de razones, unas afectadas a y por otras, es el de operación muerta y operación viva, a partir del cual se comprende la importancia del concepto operación que usa Norberto para desarrollar su trabajo y a partir del cual se comprende también que son operaciones de deseo, operaciones por tanto productoras de realidades. Lo vivo y muerto, de una y otra, proveniente de un acercamiento más deleuziano o más derridiano, nos coloca sin embargo en la opacidad. 

Asumir la opacidad significa asumir que la comprensión no puede suceder de forma categórica, que en el ejercicio de la razón el foco irá a asir una verdad al final del desarrollo del razonamiento, pero que en el transcurso de ese razonamiento, es el espacio posible donde desplegar la producción de realidades, que mantienen lo velado, pues se refieren a la superficie de los elementos usados en el razonamiento, a la carencia de profundidad, o a la huella que esa carencia establece. Viva o muerta, la operación nos interpela en el trans, pero no es transcendental. Nada que alivie nuestros espíritus en la quimera de la comprensión, si esto quisiéramos.

Apunta un poco, Norberto, en la conferencia, las condiciones materiales que propician la realización del acto creativo, en una crítica sutil a las condiciones laborales para la creación, pero al extraer el valor creador, al negar lo creativo del propio acto, al negar un producto resultante como producto de consumo reclamando las condiciones necesarias para algo que no sucede, genera un desplazamiento en la mirada sobre la estructura de la cadena de trabajo. Sostener un materialismo desplazado de las realidades objetivas constituidas desde la jerarquía del valor, manteniendo la producción, la acción, cuestiona el lugar tradicional de enunciación de lo político en el trabajo, proponiendo sin embargo trabajo, es decir haciéndolo desde el trabajo. Tal vez la reclamación de lo político vinculado al trabajo no consista tanto en dilucidar maneras a partir de premisas categóricas que nos enseñen el mundo tal y como es, distribuyendo valor, sino en persistir en la producción, desde los límites de la precariedad (mientras se esté obligado a ello), que no entre a convertirse en nuevo paradigma del valor. ¿Será entonces Norberto Llopis un marxista desplazado o un desplazamiento marxista?

Santiago Ribelles Zorita

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Una Respuesta a Norberto Llopis, quien opera

  1. Ramona dijo:

    Oh, wow.

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