El miércoles pasado Azkuna Zentroa – Alhóndiga Bilbao inauguró su nueva temporada con AZzabalik, un intenso encuentro entorno a la creación artística que comenzó de buena mañana y se extendió hasta la noche. El encuentro comenzó con una breve rueda de prensa en la que el director del centro, Fernando Pérez, presentó la programación de la temporada, una temporada que celebra el 15º aniversario del centro y en la que destaca la apuesta por las artes en vivo (veinte espectáculos, algunos de ellos estrenos de las piezas creadas en residencia en el propio centro, como es el caso de Tiempo como cuerpo, de Olatz de Andrés, que inicia la temporada el 17 de octubre) y una nueva edición de Prototipoak, bienal internacional de nuevas formas artísticas, entre el 27 y el 31 de mayo. La jornada continuó con un encuentro profesional en torno a las residencias artísticas y una charla del secretario de Estado de Cultura, Jordi Martí, abierta a las preguntas y comentarios de un grupo de profesionales invitados. A continuación, los artistas residentes abrieron sus estudios al público para compartir sus procesos creativos. Y por la tarde, durante cuatro horas, un extenso programa de actuaciones y visitas guiadas a las exposiciones sirvió como aperitivo de lo que la Alhóndiga ofrecerá al público en los próximos meses.
El encuentro en torno a las residencias artísticas tomó la forma de un podcast con público en directo que el director del centro presentó brevemente, en una mesita, frente al micrófono, para hablar del programa de residencias de la Alhóndiga, que “pretende facilitar recursos y acompañamiento digno” a la comunidad artística de Lantegia (la fábrica, en euskera), el laboratorio creativo del centro. La intención manifiesta de este encuentro era la de “poner en valor la importancia de estos programas y aprender de las buenas prácticas de otros contextos”. A continuación intervinieron, ocupando su lugar frente al micrófono sucesivamente, Ángeles Albert, directora del Gabinete de la Secretaría de Estado de Cultura, Mohamed El Amrani, responsable de Comunidad Fundación Banco Sabadell, Oskia Ugarte, directora del Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, Carla Meller, responsable de cooperaciones internacionales de la Academia para la Digitalización del Teatro de Dortmund, Adèle Samjee, agregada de asuntos culturales de la Oficina de Québec en Barcelona, Idoia Zabaleta, directora artística del espacio de creación Azala y artista asociada a Azkuna Zentroa, y Stéphane Noël, productor y comisario artístico.
En su intervención, Ángeles Albert anunció que el Ministerio de Cultura va a convertir la Tabacalera de Madrid en un centro de residencias artísticas al estilo del programa de becas que la Real Academia de España en Roma (de la que Ángeles Albert ha sido directora hasta hace unos meses) lleva desarrollando en los últimos años. Como el edificio de Tabacalera está en un proceso de rehabilitación, las residencias se iniciarán en colaboración con una veintena de instituciones repartidas por todo el estado. Las convocatorias se publicarán antes de que acabe el año.
Oskia Ugarte puso el dedo en la llaga citando a la directora de La Escocesa, Alba Colomo, cuando dijo que el camino a seguir debería ser “menos competir, más compartir”. Según ella, deberíamos repensar el actual sistema de convocatorias y residencias artísticas para disponer de tiempos más largos, para poder permitirnos probar y errar sin una finalidad concreta, sin la presión de tener que obtener un producto final, para “estar más a gusto” mientras trabajamos, en definitiva. También sería deseable no tener que estar pensando todo el rato a dónde debemos ir luego después de cada residencia (¿a otra residencia, en una vida infinitamente nómada?). ¿Qué habría que cambiar para conseguir eso? Aún no lo sabemos pero nos aseguró que no es la única que le está dando vueltas al asunto allá en Navarra.
Idoia Zabaleta envió un vídeo desde Azala, el centro de creación que “gobierna” en el pequeño pueblo agrícola de Lasierra, en Álava. Nos habló de ese centro por el que tanta gente del circuito ha pasado en los últimos años y del tiempo de cocción lenta que resiste allí, en plena naturaleza. Y también comentó, con cierto humor, las contradicciones de su próxima residencia en Azkuna Zentroa. ¿Por qué alguien que ya dispone de un lugar para crear en mitad de la naturaleza debería aceptar la invitación para trasladarse a un gran centro de una gran ciudad? Bueno, es la manera actual que tienen los centros de apoyar a la comunidad artística económicamente, de relacionarse, supongo. Así funciona actualmente el sistema. ¿Pero no hay otras maneras? ¿No se nos ocurren?
El encuentro con el secretario de Estado de Cultura, Jordi Martí, comenzó con una charla en la que nos contó sus actuales preocupaciones, entre las que se encuentran la elaboración del Plan de Derechos Culturales, aumentar el presupuesto de cultura del global del estado (incluyendo el de las respectivas administraciones de las comunidades autónomas), echar mano de herramientas como los incentivos fiscales como sustituto de otras ayudas más directas que en ocasiones no son fáciles de implementar porque hay que discutirlas con Hacienda (aunque esos incentivos también hay que discutirlos con Hacienda, como recordó), acabar con los episodios de censura, luchar contra lo que llamó sesgos de género o raciales y fomentar la diversidad cultural y lingüística, además de arrancar el proyecto de Tabacalera en Madrid del que Ángeles Albert nos habló por la mañana (recordemos que Jordi Martí estuvo detrás del nacimiento del modelo de fábricas de creación del Ayuntamiento de Barcelona, así como de la creación del Institut de Cultura de Barcelona, del que fue gerente catorce años). Luego invitó a los que le escuchaban a preguntarle o sugerirle propuestas.
Después de unos instantes de absoluto silencio comenzaron las preguntas y los comentarios. Pregunté por un sesgo que Jordi Martí no había nombrado: el sesgo de clase. En el actual modelo, ¿quién puede permitirse vivir como nómada de residencia en residencia (artística)? Si no tienes una casa en propiedad, ¿quién te paga el alquiler cuando estás en una residencia durante meses (aunque la residencia tenga una atribución económica en forma de beca no suele contemplar que uno debe continuar pagando el alquiler de su domicilio habitual)? ¿Se supone que debes realquilar constantemente tu propia casa mientras estás de residencia en una población que no es la tuya? ¿Y qué pasa entre residencia y residencia? Si pudiésemos acogernos al paro de artista contemplado en el desarrollo del estatuto de artista aprobado en la pasada legislatura podríamos permitirnos cubrir los intervalos entre creación remunerada. Pero no podemos porque se nos obliga a ser autónomos, no se nos contrata, y ese paro está pensado para los asalariados, no para autónomos. Pero a quien se dedica a la creación artística no le suele contratar nadie como asalariado. ¿Por qué no se nos contrata como asalariados si estamos trabajando en una fábrica (de creación) donde, como en el resto de centros culturales, todos los trabajadores no artistas sí que están asalariados? ¿Debemos vivir siempre como cazarrecompensas, de beca en beca eternamente, compitiendo contra el resto? ¿No provoca todo esto que las únicas personas que se pueden dedicar a la creación artística provengan todas de clases altas, que son las únicas que pueden permitirse una vida así? Los Derechos Culturales deberían contemplar que cualquiera pueda dedicarse a la creación artística, no solo las clases altas, pero también que el público pueda acceder a propuestas artísticas que no provengan solo de las clases altas, que a lo mejor solo quieren crear un determinado tipo de arte, que a lo mejor tienen una mirada sesgada por sus privilegios de clase.
La respuesta de Jordi Martí fue que deberían aumentar las becas y que los artistas, por las características de su trabajo, deben ser autónomos y que lo que él desearía es que los autónomos tuviesen los mismos derechos laborales que los asalariados.
Como Jordi Martí subrayó que la responsabilidad de un ministerio de cultura es que la cultura del país funcione bien en todos sus aspectos, y de eso va el Plan de Derechos Culturales, de la misma manera que el ministerio de sanidad busca que la salud del país sea buena, no solo que los profesionales del sector trabajen en buenas condiciones, una persona del público le recordó que es imprescindible que los profesionales del arte y la cultura trabajen en buenas condiciones si queremos que el arte y la cultura gocen de buena salud, de la misma manera que el personal sanitario debe gozar de buenas condiciones laborales si queremos que la salud del país funcione. Y le recordó que en los últimos años ha habido un retroceso importante en ese sentido, en el de las condiciones con las que trabajan los profesionales del arte y la cultura.
Sobre los incentivos fiscales, se le recordó que muchas veces sirven para que las grandes empresas se beneficien de ellos, no las personas que se dedican a la creación artística. Recordé la noticia que leí a principios de mes con la lista de las empresas más subvencionadas por el estado español. En puestos muy altos no están los del cine español, como se suele comentar en las sobremesas de cuñado, sino que aparecen empresas como Volkswagen, Mercedes Benz, Telefónica, Naturgy, Cepsa, por no hablar de otras cuyos cargos están procesados por evasión fiscal o delitos de corrupción, como recuerdan en esa noticia. Parece que dinero hay, quizá lo que pasa es que hay que repartirlo con más equidad, procurando que los que menos tienen tengan lo suficiente y que los que ya tienen mucho no lo acaparen todo.
A todo esto, Jordi Martí señaló que es muy difícil hacer planes estratégicos culturales hoy en día, en una época en la que la socialdemocracia ha fracasado y seguramente el neoliberalismo también. Lo máximo que se podría hacer actualmente, según expresó, es poner parches e intentar mejorar un poquito las condiciones de la gente.
Quizá porque no parecía ese un plan muy ambicioso, desde el público se le reclamó un esfuerzo para fortalecer lo público en la cultura, que el estado no esté buscando constantemente la productividad ni la rentabilidad porque tampoco es eso lo que se busca en la sanidad pública ni en la educación pública. Como en esos dos casos, la inversión en cultura debería ser a fondo perdido. En eso consistiría verdaderamente el derecho de acceso a la cultura.
Por último, el director de la Alhóndiga, Fernando Pérez, le pidió por favor que se diesen prisa en acometer los cambios legislativos en el ministerio porque quizá si nos descuidamos se acaba el tiempo para las reformas y entonces vienen los de las contrarreformas. Jordi Martí replicó que está difícil aprobar leyes con el actual equilibrio parlamentario, de ahí ese intento de buscar estrategias alternativas, como el Plan de Derechos Culturales o los incentivos fiscales.
Ya bien entrada la tarde el público pudo visitar los estudios de las artistas y acceder a las exposiciones, las actuaciones y las proyecciones, todo de acceso libre y gratuito. Participaron artistas asociadas a Azkuna Zentroa como Amaia Molinet (Tierra Quemada), Ça marche (Trabajos forzados), Lore Stessel (Poetry of the Gang), Elena Aitzkoa (Ur Aitzak) y Olatz de Andrés (Time is a muscle) o la investigadora asociada al centro Rosa Casado (La ilusoria estabilidad del suelo).
También mostraron sus proyectos residentes del programa Babestu como Ane Berganza (que se basta a sí mismo), Abel Jaramillo (Ninguna noche en llamas), Lorea Burge (Sonic Fielding), Raketa Brokobitx (TRIP-TI-KO (SI TÚ PASAS, YO NUECES)) y Manu Muniategiandikoetxea, quien mostró en la terraza su instalación Schola Navicolare di Traiano.
Las jornadas concluyeron con la propuesta de Gala Knörr, Closer, con música de baile pinchada en directo, con el público bailando y bebiendo alegremente en el atrio, donde normalmente está prohibido comer y beber. Porque a veces no se puede hacer nada, todo está prohibido, hasta que un día la autoridad decide que se puede hacer de todo porque todo está permitido (aunque sólo sea por un día).
¿Veremos ese día alguna vez en el mundo del arte institucional del Reino de España?
Rubén Ramos Nogueira