¡ Y si sí qué!

Me siento y abro pages. Archivo nuevo en blanco, sin título. Espero. El cursor parpadea. Papel en blanco como linóleo blanco. Papel en blanco como linóleo blanco.
Escribo. Borro. Corto y pego. Borro. Abro un documento donde archivo restos de frases, palabras. Leo, completo, borro, rescato una frase, cambio la puntuación.
Siento que es difícil escribir sobre lo que he visto.
Siento que la escritura de lo que pasó se fue haciendo en la propia pieza, con el movimiento de los cuerpos y los objetos.
Siento que la escritura es la pieza, quiero decir: que es una pieza que es un relato. Que es una casa que es un relato, que son muchas casas, que son, que relatan.
Escucho que La Casa es una pieza existencial. ¿Qué significa eso? ¿Que habla de la existencia humana y procura desentrañar sus misterios? ¿Que expone o se interesa por el relato de las subjetividades?
Y joder cómo cuesta poner palabras a una pieza en la que hablan los cuerpos, porque entonces parece que la traducción de la experiencia en lenguaje escrito toma posición alta, o impone una verdad, o concreta algo que es más abstracto y ahí es donde radica su belleza y su misterio; como en la vida.

pages

Hablaré entonces desde mi subjetividad, sabiendo la multiplicidad de cabezas y cuerpos que han entrado este fin de semana en La (misma pero otra) Casa.

Cuando me invitan a contemplar un paisaje siempre creo que me están regalando espacio y tiempo. Y un espacio y un tiempo dilatados, o mejor, diluidos. Un espacio donde tridimensionar mis pensamientos, donde proyectarlos y mirarlos de forma poliédrica. Hay una cierta calma que me sobreviene cuando me permito estar en este estado, que a posteriori produce unas consecuencias que más tienen que ver con el caos como potencia creadora. Pero desde la destrucción, que es también transformación.

Recuerdo una frase de otra pieza:
En la obscuridad más profunda no hay ni entonces ni después, hay solo ahora y todo el tiempo.

La Casa, de Aitana Cordero en el Valle-Inclán del CDN en El lugar sin límites. Foto: Javier Marquerie

La Casa, de Aitana Cordero en el Valle-Inclán del CDN en El lugar sin límites. Foto: Javier Marquerie

Maqueta, jenga, juego de geometrías y sombras, ritmo constante, contemplación, calma. Calma y observa, vuelve a mirar. Abúrrete, permítete aburrirte, el aburrimiento es una puerta.
Saber lo que va a pasar no quita emoción, nos libera de algo, nos da la información para poner el foco en otro lugar.

Me pregunto qué significa casa, qué es casa para mi, quién.
Y de qué casas he huido, me he marchado, abandonado, en cuáles me he quedado, cuidado, fertilizado, a cuáles me han invitado, cuántas veces, o en cuáles de ellas volveré a entrar.

Qué importante es atender a la estructura, quiero decir, a lo que sustenta todo lo demás, y que te hable, que te hablen las cosas que están calladas, que se muestre lo que no nos paramos a observar. Porque tal vez esa sea la experiencia más reveladora, que no la más cómoda o la más placentera.

Rojo. Una mujer de rojo fue la primera en marcharse de la sala. No todos queremos ver, pero si se hubiera visto a sí misma salir, tan bella, justo cuando la luz roja invadía la escena, tal vez se hubiera desmayado de verse como un elemento más que construye significados.
Pero esto es juego de equilibrios y como en el jenga hay piezas que tienen que salir. Y ayuda.

Los chicos son obreros, edifican, pero también parece que los objetos lo son, me pasa que ya no sé quién es quién, o qué es qué. Confundo objetos y personas, me parecen la misma cosa.

Pensar en el equilibrio (otra vez) y en la fragilidad. Si una cosa cae, todo cae. Efecto dominó.
La luz de público se enciende, pero ellos siguen y podrían seguir hasta el final de los tiempos, porque esa casa es la que les reúne, y seguir atendiéndola, haciéndola visible, significa también cuidarse entre ellos: familia elegida, amigos, desconocidos, amantes, acompañantes, facilitadores, obreros.

Me vuelve una imagen.
Hacerse una paja, autodarseplacer y pegar con los fluidos un resto de madera en la única pared que permanece y está atornillada.
Necesidad de permanencia, de pertenencia.

Veracruz, nos estamos deforestando o cómo extrañar Xalapa. Luisa Pardo, Lagartijas tiradas al sol, en Pradillo en El lugar sin límites. Foto: Javier Marqueri

Veracruz, nos estamos deforestando o cómo extrañar Xalapa. Luisa Pardo (Lagartijas tiradas al sol) en Teatro Pradillo en El lugar sin límites. Foto: Javier Marquerie

Yo tengo resaca.

También por Veracruz.
Veracruz, paraíso en la tierra, si no fuera por los hijos de puta que han decidido no morirse.
Veracruz puerta de la casa México.

La vi en febrero por primera vez. y ahora me entero que fue un encargo.
Luisa tuvo miedo, y no me extraña porque decir verdades sobre México es lo que tiene, pero se necesitan y GRACIAS.

Las Lagartijas están cansadas, más Luisa que Gabino, intuyo. Pero ambos se preguntan cómo seguir, cómo mantenerse, cómo producir desde otros parámetros porque puta el mundo está en llamas y no queremos esto, no queremos lo otro y eso acabará generando una afirmación que les devuelva lo que ahora necesiten. Eso es lo que deseo.

Y se preguntan: ¿A quién se dirige lo que cuento? ¿Con quién converso?

Entiendo que soy una interlocutora europea con sus problemas europeos, y que la información llega de manera unidireccional y no puedo opinar sobre algo que no me toca. Pero me confronta y me afecta.
Me con-mueves  y siento el dolor que sientes Luisa, cuando tu voz o tus ojos se quiebran.
Oír verdades sobre México, y sobre el asesinato de Nadia Vera, Rubén Espinosa y de Alejandra Negrete, Yesenia Quiroz y Mile Virginia Martín es necesario.
Porque las historias son La Historia.

Cuando nos arrebatan lo que más amamos, no existe ya la posibilidad de justicia. Cuando la palabra justicia pierde significado, sólo nos queda la defensa de la memoria, la defensa propia.

Lo decimos hoy y lo diremos siempre. No olvidamos. No perdonamos. Fue el Estado. Javier Duarte: fuiste tú.
Y qué importante que se diga con la voz bien firme.
Y que sigan cayendo los muros.

http://www.eluniversal.com.mx/articulo/nacion/politica/2016/10/1/por-evasion-pgr-va-por-implicados-en-veracruz

En el vermú, Gabino de Las Lagartijas habló de Rabih Mroue y yo recordé este texto, que para mí conversa con Aitana, con Gabino, con Luisa y con sus casas:

No lo estoy contando para recordarlo. Al contrario, lo estoy haciendo así para estar seguro de que he olvidado. O, por lo menos, para estar seguro de que he olvidado algunas cosas, de que se han borrado de mi mente. Cuando estoy seguro de que he olvidado, intento recordar qué es lo que he olvidado. Y al intentar recordar, comienzo a adivinar y a decir: quizás, tal vez, es posible, puede ser, probablemente, parece, da la impresión, no estoy seguro pero, etc. De este modo, reinvento lo que había olvidado sobre la base de que realmente lo he recordado. Después de un tiempo indefinido, lo vuelvo a contar. No para recordarlo, no, sino para estar seguro de que lo he olvidado, o por lo menos algunas partes, y así continuamente. Esta operación puede parecer repetitiva, pero es todo lo contrario, porque es una negativa a regresar a los comienzos y ¿qué sabes tú de los comienzos? De este modo, sigo oscilando entre recordar y olvidar, recordar y olvidar, recordar y olvidar, hasta que llega la muerte. Recurro a la muerte para hacerme redescubrir todo de nuevo. Y aunque alguna vez no hubiera nada nuevo, eso sería en sí mismo un descubrimiento. 

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Una Respuesta a ¡ Y si sí qué!

  1. Pingback: Propiedad privada – LA MANDANGA

Los comentarios están cerrados.