Katharsis

Silenzio! de Ramona Nagabczyńska. Maurycy Stankiewicz.

Los conceptos no resuelven los problemas que nos generan
 los acontecimientos, sino que nos permiten rodearnos
 de posibilidades para ser de otra manera.
Elizabeth Grosz

UNO.

Recibo un mail de Teatron mientras leo el siguiente párrafo de un texto que escribió una amiga, Esthel Vogrig, a su profesor, (no especifica de qué materia):

Estoy de acuerdo con todo lo que comentó, y de hecho si le soy sincera no soy nada afín a las políticas identitarias, justo porque creo terminan por simplificar y dividir. Claro, mi opinión cambia, por ejemplo, con pueblos originarios o con las personas trans que históricamente han tenido que luchar y lo siguen haciendo, para tener el derecho de ejercer su identidad; en estos casos entiendo y respeto la necesidad de ejercer políticas identitarias.

Suspendo la lectura del texto y me quedo pensando, una vez más, en la palabra identidad; concepto ante el cual nunca sé cómo posicionarme. Sin terminar la lectura, ni mi reflexión, me voy a leer el correo. En éste me invitan a escribir un artículo sobre el ciclo Katharsis del Teatre Lliure. Visito el link que me sugieren en el contenido del correo y aparece este texto:

¿Qué nos define? Esta es la pregunta que centra la edición de Katharsis 2022….

Los proyectos programados este enero intentan responder al concepto de identidad….

Así que decido que no puedo decir que no a esta invitación.

Para cuando recibí esta invitación el ciclo ya había comenzado, se llevó a cabo del 16 al 30 de enero, en el Teatro Lliure de Montjuic. Por lo que me perdí la performance decolonial y feminista, inaugural: O Barco/The Boat de la portuguesa Grada Kilomba, protagonizada por diversas generaciones de las comunidades afrodescendientes, la cual me hubiera encantado ver. Hay un breve documental para aquellos que sientan curiosidad por este trabajo.

Pero bueno, más allá de ésta pérdida, pude finalmente acudir a gran parte de Katharsis.

Comencé con Silenzio! de la performer y coreógrafa polonesa Ramona Nagabczyńska. Que se presentó los días 20 y 21 de enero en la sala Fabià Puigserver.

Desafortunadamente sé poco de Ópera, así que si bien la obra también utiliza herramientas teatrales, dancísticas y musicales, se centra en jugar principalmente con elementos de ésta; esencialmente para criticar esos espacios donde se les da voz a las mujeres pero al mismo tiempo se las silencia. La idea del canto y las voces hermosas dirigidas por un hombre que después las calla, es muy clara; además de que reconocemos que este es un problema que sucede en muchas otras disciplinas artísticas… por centrarme solo en un área.

Silenzio! Juega entre los dentros y fueras de las Artes Escénicas, las actrices/cocreadoras ensayan: practican diferentes maneras de morir, diferentes maneras de dar las gracias. Yo, que sigo con la pregunta de la identidad en la cabeza, pienso: ¿Cómo sería si camináramos así por la calle, en nuestro día a día, con esa firmeza y seguridad que las cuatro actrices despliegan en escena?

Finalmente las actrices, dentro del escenario, hasta ahora estaban vestidas con ropa casual/elegante, se cambian y se ponen sus vestidos pomposos. ¿Ahora sí? ¿La Ópera ha comenzado? ¿La Traviata? Y se convierten en personajes mucho más altivos; cantan, gritan, se secretean, dicen barbaridades, se insultan, nos insultan: Nosotros qué vamos a entender, si eso que ellas están haciendo es muy conceptual, algo así nos dicen. Hay algo de verdad en esto, aunque no creo que sea porque no esté acostumbrada al arte conceptual, pero sí que siento cierta distancia con la propuesta; así que al terminar la función, reviso el programa de mano; y así me entero de que una parte de la pieza está inspirada en la aischorologia, una antigua práctica griega basada en el uso del lenguaje obsceno que surgió de los rituales femeninos. Y que, si bien ahora no hay nada parecido, con esta propuesta, hay un interés de mostrarnos de que lo que sí existe es una perturbación cuando las vulgaridades salen de los labios femeninos. Entonces, me pregunto si estas ideas universales afectan a todos los espectadores por igual. ¿No depende muchísimo de la historia de cada uno? Personalmente sí que me incomodaron esas escenas, pero no porque unas mujeres nos interpelaran, el sexo era lo de menos, sino porque no me agrada como espectadora verme en ese lugar. Y esa era yo, pero la que se sentó a mi lado se reía, algún otro se retorcía en la butaca y muchos otros tosían.

Lolling & Rolling de Jaha Koo. Marie Clauzade.

DOS.

Pasa una semana para regresar al Teatre Lliure, y en esos días leo Metamorfosis de Emanuele Coccia, y me encuentro con la siguiente reflexión sobre la identidad:

…el hecho de que seamos la carne de la Tierra y la luz del Sol que reinventan una nueva manera de decir “yo”, no nos condena a una identidad. Por el contrario, es a causa de este parentesco mucho más profundo e íntimo (somos la Tierra y el Sol; somos su cuerpo, su vida) por lo que estamos destinados a negar, a cada instante, nuestra naturaleza, y nuestra identidad, y por lo que nos vemos forzados a desarrollar una naturaleza y una identidad nuevas.

Entiendo que Coccia se refiere, sobretodo, a una identidad anatómica, pero siempre sospecho que este tipo de lecturas, para aquellos que han tenido que trabajar y luchar sobre la identidad o sobre ciertos aspectos sociales, pueden resultar un poco banales. Personalmente me expanden, me oxigenan y sobre todo me permiten dialogar con estos conceptos desde diferentes frentes.

Y así, llega el sábado 29, y de nuevo asisto a la Sala Fabià Puigserver para presenciar: The Hamartia Trilogy del videocreador y compositor coreano Jaha Koo. Una reflexión sobre la cultura coreana y su relación con el resto del mundo, sobre todo “el imperio” que de alguna manera ha sometido a Corea… y a tantos otros países. Los títulos de las tres piezas son: Lolling & Rolling, Cuckoo y The history of Korean Western Theater. Yo solo veo las dos primeras piezas, las cuales son muy agradables de ver, porque la manera de Jaha de estar en escena es muy amable. En ambas piezas él está solo, vestido de negro, tanto él como el escenario. En realidad está acompañado por objetos, como las pantallas en las que nos va compartiendo videos de la historia coreana y sus personajes, videos editados y trabajados en un estilo POP, una estética que evidentemente le interesa explorar. Jaha habla a veces en coreano, a veces en inglés. En las pantallas aparecen los subtítulos en inglés y en catalán, para mí, que ninguna de las dos es mi lengua materna, la cosa se complejiza. Empiezo con el inglés pero termino en catalán, pero luego mejor regreso al inglés para asegurarme de que lo he entendido bien, y justo cuando encuentro la palabra que quería rectificar en ambas lenguas, el texto cambia, y a empezar de nuevo: ¿En qué idioma leo esta nueva idea? Y mi identidad mexicana que encuentra puntos de encuentro con algunos puntos de la historia coreana: el inglés es muy importante para acceder a otro “nivel de vida”, está totalmente confundida. 

Koo parte de curiosidades coreanas muy sencillas y atractivas para los que sabemos/sabíamos poco o nada de Corea, para hablarnos de muchas otras problemáticas del país, siempre desde su experiencia, la de un hombre de treinta y largos años, que hace un tiempo vive en Ámsterdam; y esto es lo que hace que todo sea muy ameno. En ambas piezas, invoca a otro personaje, no presente en escena, que le ayuda a construir su narrativa: En Lolling & Rolling es su profesor de inglés, en Cuckoo su padre; y es que claro, necesitamos de otros para construirnos, para entendernos, para poder contarnos. La música juega un rol importante, en Lolling & Rolling Jaha está acompañado de sus tornamesas, y va haciendo música en directo para acompañar la narrativa. En Cuckoo, que está acompañado por tres máquinas para cocer arroz, no hace música en directo, pero ésta está muy presente.

A Jaha Koo su padre, para entablar conversación con él le preguntaba: ¿Comiste bien? Una pregunta que, nos explica, lleva muchos otros temas detrás… Y algo de esta lógica hay en la construcción de esta trilogía y seguramente en nuestras vidas: ¿De qué hablamos para hablar de las cosas que realmente nos interesan?

Desafortunadamente me pierdo la última parte, tenía entradas para el concierto del músico mallorquí Miquel Serra, en L’Auditori, donde por cierto me encontré a algunos que habían estado antes viendo a Jaha Koo. A Miquel Serra lo descubrí gracias al maravilloso documental Els ulls s’aturen de créixer de Javier García Lerín, el cual me sirve para seguir pensando sobre el tema que tanto atañe este texto: La identidad.

Together de Leja Jurišić y Marko Mandić. Matija Lukic.

El día 30 de enero, me animó a continuar con la maratón, y voy a ver la pieza con la que cierra el ciclo: Together, de los artistas eslovenos Leja Jurišić y Marko Mandić. Together dura seis horas, de las cuales estoy presente dos, llego media hora tarde y me voy dos horas después. Y la performance va de eso, de dos humanos que se proponen estar juntos por seis horas haciendo cosas, los acompaña una playlist, la música interfiere bastante en lo que van haciendo, en su estado de ánimo, en las escenas que van construyendo; y arriba de ellos hay unos televisores en los que aparecen frases que “acompañan” nuestra mirada y enmarcan un poco lo que ahí está sucediendo. El espacio, el Espai Lliure, es como una especie de ring, esa es la sensación que a mi me da, el público está distribuido en los cuatro frentes. En el momento que llegué, 30 minutos después, Marko ya tenía la camiseta destruida y tanto él, como Leja comenzaban a verse transformados. En dos horas se quitaron la ropa, se pusieron muchos calzoncillos, se transformaron en monos, “follaron”, se pintaron el cuerpo, lloraron, cantaron, se celaron, se abrazaron, nos mostraron sus habilidades como bailarines contemporáneos, hicieron twerking. No me puedo imaginar qué más pudo haber pasado. 

Y si todo en la vida es una performance, como recita el programa de mano de la pieza, me pregunto qué otras maneras se podrían proponer para estar realmente juntos. No sé si finalmente, después de tanto tiempo compartido espectadores e intérpretes se fusionen y lo experimenten; la verdad… es que no lo creo.

Mientras voy escribiendo este texto, me doy cuenta, de que más allá de las piezas en sí, el ciclo Katharsis ha conseguido dejarme con muchas cuestiones y reflexiones, y que suceda algo así, como espectador, siempre se agradece.

Anabella Pareja Robinson

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